Cinco horas junto a Elisa Carrió

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fabian11Por Fabian Kussman.

 

No debe ser sencillo ser Carrió. A más de siete mil kilómetros de distancia de su lugar de trabajo, en un hotel a pasos de las playas de South Florida, la doctora Elisa Carrió paseó su figura entre centenas de admiradores que morían por una foto. Esta imagen accesible y pausada de la diputada argentina -para aquellos que no la conocemos- contrasta con la energética política que denuncia los males argentinos con vehemencia y determinación.

Sin dudas, la mujer de la Coalición Cívica es una estrella de rock -sin la cuota de divismo-.

jw-marriot5Uno de los motivos de su vista a Miami fue una conferencia localizada en el hotel JW Marriot, en el centro de Miami, brindada ante inversores americanos con la leyenda de El Progreso de la Argentina.

La doctora Carrió comenzó temprano se tarea y se la pudo ver sentada en un sillón en una amplia oficina cercana al salón donde más tarde disertaría, complaciendo con paciencia a todos los que se acomodaban junto a ella y lograron una foto gracias al único fotógrafo acreditado por los organizadores. La paciencia se debió a que la fila de seguidores parecía no terminar y ante cada uno de ellos, ante cada foto, un beso, una sonrisa, un comentario… no debe ser fácil ser Carrió.

Los periodistas no tuvieron privilegios, todos armados de una libreta y una lapicera -a la vieja usanza- esperaban su turno en los amplios pasillos del quinto piso del hospedaje. Por lapsos, la nacida en Resistencia salía a oxigenar su cerebro, tomar una taza de café o refrescarse en el lavabo y debía enfrentar nuevamente a sus adeptos en Miami (O que estaban en Miami en ese momento). Todos necesitaban un abrazo, unas manos, un roce de mejillas. Estas muestras de afecto -no me culpe, no me tome por un gruñón- son hermosas, pero retrasaban las entrevistas. Pero aquí en América no hay privilegios y en el ámbito Carrió pareciera no haberlos tampoco.

jw-marriot4Agustín Rangugni es un renombrado periodista en Miami y haría las veces de interlocutor en la charla central, intentaba romper el protocolo e insertarme entre los pocos minutos que los reporteros tenían concedidos. El tiempo pasaba y la hora de la conferencia se acercaba. La mujer fuerte de la política argentina se tomó una pausa y prometiendo retornar en diez minutos, descendió del piso donde estaba. Dejándole ganar unos metros, fui tras ella preparando cámara y grabador en la persecución. Este era el instante de quebrar las reglas y conseguir su palabra interrumpiendo, tal vez, unos segundos de esparcimiento. Pero, no todo es como en Hollywood, yo terminé en el lobby y la doctora Carrió seguramente en una de las tantas terrazas del lugar.

Cuando retorné al quinto piso, la diputada ya estaba nuevamente tras las puertas dobles de la oficina. Decenas de periodistas abarrotados y centenas de incondicionales volvían a formar una cerca humana. Rangugni -joven zorro- abrió las puertas, agitó su mano. La mesa estaba servida. Para mí.

La mesa estaba servida, pero sin algunos condimentos. No se podía usar cámaras o grabadores (Ahora comprenderán lo de periodistas a la vieja usanza) de modo que los pocos minutos que tenía los utilicé rompiendo el hielo:

“Doctora Carrió: En Argentina hay una cantidad más que interesante de ex uniformados que combatieron, o no, contra el terrorismo en los años setentas, en prisión…”

“Conozco el tema”. Asintió Carrió “Cuando fuimos por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, no fue para que se encarcele a jóvenes oficiales y sub oficiales de la época”, aseveró para deslizar: “Somos los únicos que tocamos tan sensible problemática. Los únicos que hablamos del tema. Es inadmisible que haya ancianos enfermos presos”

“Doctora…”, me permití decir “No solo se trata de la parte etaria o los problemas de salud. Es la manera que se desarrollan los juicios y la manera que se imputa a estas personas. Si no ha tenido oportunidad, aquí tengo material de situaciones donde los jueces cometen gruesos delitos”, comenté mientras un asistente tomaba los DVDs y la información de PrisioneroEnArgentina.com, intercambiándola por la tarjeta de la diputada. En esa permuta, alcancé a informar que se trataba de material que ya habitaba en nuestras páginas. Videos, artículos y expedientes de muchos prisioneros políticos con sus presentaciones ante la justicia, no contestadas.

“Estoy leyendo expedientes”, aseguró Carrió: “Es repudiable que se inventen juicios contra la gente. Es por ello que estamos estudiando de manera real este tema y nuestra propuesta de la revisión de casos”.

Elisa Carrió comentó que seguía recabando y acumulando información. Una vez más, la intervención de Agustín Rangugni, merecedor de algún trabajo de Lola Mora, fue decisiva.

“PrisioneroEnArgentina.com tiene millones de visitas. La información que está allí es completísima. Todo documentado”, dijo el experto periodista.

“Estoy mirando”, le reconoció Carrió al dueño de TV Radio Miami. “Conozco casos de soldados y agentes de policía presos. Yo quiero equidad, justicia para esos ancianos que están muriendo en las cárceles”, cerró entonces.

Mis minutos habían expirado. Sentí que había desperdiciado la única munición disponible. Solo atiné -como ese manotazo de carrio-libro-dedicadoun ahogado- a recordar su encuentro breve con mi madre hace casi dos años platicando sobre este gran problema de la injusticia argentina. Sus manos consoladoras, sus sonrisas de esperanza, y el obsequio de un libro con una dedicatoria enigmática para Claudio Kussman, en ese entonces, “huésped” de la Unidad Penal 31 de Ezeiza: “Abrazo grande para Claudio. Lleva con dignidad el peso de la cruz”.

“En la costa…”, puntualizó la diputada, exhibiendo una sorprendente memoria.

La conferencia estaba próxima y todos los invitados pasaron al elegante salón continúo con una velocidad inspirada por el hambre. Allí fui yo, uno más en la manada. Mi mesa era la mesa de los contadores. Un trio de argentinos, un cubano, una americana y las dos excepciones: El Jefe de Seguridad de Carrió y yo. (Había que portarse bien)

Charles Benson (Extraño nombre para un cubano) me comentaba que no veía cambios en la isla post Fidel. Al menos, dos generaciones deberían pasar y encontrar a un líder, que tal vez no estaba en territorio cubano. El Jefe de Seguridad de Carrió me confesaba que la diputada recorre los barrios argentinos sin problemas. La gente se le acerca, siempre son amables y la besan. El grave problema son los taxistas. Mi curiosidad se detuvo, no es necesario saber todo. Los argentinos con los que compartíamos la mesa, se encontraban muy entretenidos con su comida. El señor Benson me invitó a desplazarnos hacia la zona del buffet, en la que continuaba avizorándose la cadena humana de estómagos vacíos (Aunque para ese entonces, no tan vacíos)

Allí intercambié un chiste con Benson, susurrando que parecíamos cubanos buscando comida con tarjeta de racionamiento en mano. Mientras Benson sonreía, un caballero delante nuestro en la hilera de los famélicos se volvió hacia mí:

“No, aquí no hay que pagar…”

Benson le explicó que hablábamos de Cuba, de la escasez de alimentos y la forma de conseguirlos, tarjeta de racionamiento en mano.

“Tarjeta de alimentos”, corrigió el argentino, porque -usted sabe- los argentinos nos las sabemos todas.

Benson se hizo de hombros y yo palmeé imaginariamente a mi compatriota, mientras nos acercábamos a la mesa de ensaladas y otras entradas. Allí explotó el estadio. Nuestro compatriota favorito, a los gritos comenzó a llamar a una mujer:

“Vení! Vení! ¿No ves que te estoy cuidando el lugar?!”, aulló mientras la mujer ganaba espacios hasta llegar delante nuestro a servirse un plato de comida.

Sonreí, pero no pude evitar dejar escapar un pensamiento en voz alta: “Por un momento, me hicieron creer que estaba en Argentina…”

El compatriota arrasó con la fuente de ensaladas (No que hubiera herido mi sensibilidad con eso ya que toda comida sana me hace mal) y la mujer me devolvió la sonrisa con aires de no entender mi desubicado comentario.

No vi que la doctora Carrió almorzara una vez que se hubo sentado a la mesa. Tal vez por una decisión personal o quizás por la cantidad de personas que levitaban alrededor de sus hombros. Otra vez el escudo humano.

Mi argentino favorito seguía comentando que él se consideraba un hombre de mundo, con experiencia, con visión y se daba cuenta que esta mujer (Carrió) era el futuro. El frio recorrió esa porción de mi piel que une el cuello con la espalda. Parecía que estaba en Argentina.

jw-marriot3Y finalmente Carrió habló encargándose de asentar que ella no vería su futuro deseado en la Argentina. Agustín Rangugni fue el eficiente presentador, periodista, interlocutor y showman que cargó con la disertación. La diputada fue directo al grano y sin fanatismo pintó un panorama justo de una Argentina que necesita muchos ajustes para salir al mundo y hablar de progreso. Mientras tanto, sus asistentes (Ella les llama asesores) estaban en todas y cada una de las necesidades de la chaqueña. Es por ello que me hice acreedor de un ejemplar de Humanismo y Libertad, de su autoría, que me llegó de las manos de uno de estos eficientes colaboradores, Juan.

Cuando bajó del escenario, y teniendo en cuenta que el hambre no menguaba -lo que despejó mi camino- volví a aproximarme a la diputada argentina.

“Doctora Carrió, mañana va a haber al menos dos mil familias que quisieran saber en dónde están parados y que piensa usted. Su mensaje”

“Si, querido. Por supuesto”, replicó la dirigente “Deciles que me estoy ocupando. Que ellos lo sepan…”

Entre los aplausos -no para mi persona, claro- dejé el salón de conferencias para perderme en el tráfico del downtown de Miami. Calles en construcción, bocinas, conductores que viven al borde de la infracción y una joven que salía de un bar con la camiseta de Messi resaltando su figura. Parecía que estaba en Argentina.

Debe ser difícil ser Carrió, esa interminable tanda de fotos, esos abrazos que jamás terminan, esos pedidos a los cuales tiene que escuchar. Hay más puertas por golpear, pero la de la chaqueña está entreabierta y seguiremos buscando su palabra. Debe ser difícil ser Carrió. Pero es difícil ser familiar de un preso político. De un Prisionero Ilegal. Es vivir 24 horas de angustia sin saber quién presiona el timbre de la casa, que será ese llamado telefónico a horas tan tempranas, a que rumor se le presta atención. Y es difícil ser un prisionero ilegal, un preso político. Un ente indefenso. Un pedazo de carne sin derechos. Una nueva especie que intenta sobrevivir en Argentina.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Diciembre 7, 2016


 

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