El golpe de estado de 2024

¿UN CUENTO DE POLÍTICA FICCIÓN? 
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  Por José Luis Millia.


“El país no se prende fuego porque gobiernan los que tienen el monopolio del bidón del combustible y el encendedor en la mano”. 

Luis Juez, senador nacional 

Se había llegado a las elecciones con muletas y en terapia intensiva. La mitad de las familias que enviaban a sus hijos a escuelas privadas habían tenido que agachar la cabeza y volver al redil de los “Baradells”; peor aún, buena parte de esas familias ahora comían, al menos una vez al día, en ollas populares donde ganar la lotería era encontrar un pedazo de carne, grasa y tendones, acompañado de un mendrugo de pan negro como el que se solía comer en 1952 en los tiempos gloriosos de Cangallo. 

La Argentina había superados los números mágicos de 2002 al llegar a un 67% de pobres, pero de éstos, la mitad podían considerarse indigentes. Se seguían dibujando las cifras del crecimiento, pero ya casi no quedaban PyMES en el país, la brecha cambiaria llegaba al 293% y en julio de ese año los pasivos, hubieran aportado o no, cobraron el 49% de su jubilación en bonos del empréstito patriótico “24 de marzo” que cotizaba a 0,08 U$S (oficiales) la lámina de 100 pesos. Simultáneamente, la ONG “Los Hijos que se Van” anunciaba la emigración en el último año, del argentino, menor de cuarenta años, número 165.000. 

En este paisaje se dieron primero las PASO. No votó mucha gente, el espectáculo lo dio la oposición con sus peleas que, con un poco más de enjundia, podrían haber emulado los viejos tiroteos en los atrios parroquiales entre radicales y conservadores; pero, como decía Yamandú Rodríguez, “ya no da más criollos el tiempo” 

Sin embargo, la ciudad capital se mantenía tranquila, hasta las diarias multitudes que invadían el centro y que, como siempre, sin saber que se reclamaba, solo exigían que le dieran el choripán y el naranjú prometido por desplazarse hasta allí, pasaban desapercibidas., ya que siendo muy pocos los autos que se desplazaban por la ciudad- por falta de autopartes importadas- cortar una calle carecía, ahora, del efecto esperado. De tan tranquila que estaba la ciudad, algunos chuscos decían extrañar a los que tiraban piedras contra cualquier cosa porque el neoliberalismo esquilmaba a los abuelos. 

Luego llegaron las elecciones generales y el partido del viejo Cangallo- o lo que quedaba de él- tuvo que usar las uñas para no salir tercero. Sonrisas de satisfacción por un lado y, seguramente, rechinar de dientes en las huestes de, al decir de Fernández Díaz, “la pasionaria de El Calafate”. El sonsonete de “recuperamos la República…” atronaba hasta el aburrimiento, la “oposición” era mayoría absoluta en el Congreso. Fiesta de la democracia el 10 de diciembre con el nuevo presidente todo parecía diáfano en la república, los fantasmas del pasado habían quedado atrás y hasta algún poco avisado se atrevió a repetir los versos del viejo Himno: “Se levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación”, pero… 

Lo primero fue el alarido temprano de la pitonisa- si quiere puede llamarla pitón por la víbora- de Exaltación de la Cruz: “mi limite es el liberalismo”, gritó aplaudida por muchos radicales y socialdemócratas del Pro, después la vieja duda hamletiana “to shock or not to shock” y los trabalenguas dialécticos tan importantes para un país en agonía: aborto hasta un día antes de la parición, si o no a las Universidades Nacionales berretas, igualdad para los “trans”, los desaparecidos son treinta mil y quien lo niegue debe ser penado, ¿subimos o bajamos las retenciones?, etc., etc., etc. 

Inmersos en estas discusiones, con los egos a flor de piel, la oposición no se dio cuenta que lo único que era dinámico en la Argentina era la marcha, o la contramarcha, de la economía. Con una pobreza que llegaba al 80%, con una fuga de capitales nunca vista, con empresas que cerraban a diario, la calma desapareció de la ciudad capital, mejor dicho, de todas las ciudades del país y empezamos a vivir al ritmo de las catorce toneladas de piedra solo que, ahora, multiplicado. 

Hoy, solo un año después de las elecciones de 2023 tenemos un nuevo presidente, se llama Máximo, no fue necesario votarlo, llegó, no sé si en olor de multitudes, pero sí de ruidosas algaradas, lo que confirma que en Argentina solo son necesarias dos cosas para tener el poder: una oposición estúpida y el monopolio del bidón de nafta y los fósforos 

 

JOSE LUIS MILIA

Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Marzo 28, 2023


 

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