Animales de Chernobyl

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Los efectos de la explosión radiactiva en la central nuclear de Chernobyl el 26 de abril de 1986 devastó el medio ambiente. Alrededor de la planta y en la cercana ciudad de Pripyat en Ucrania, la radiación del desastre de Chernobyl provocó que las hojas de miles de árboles se pusieran de color óxido, dando un nuevo nombre a los bosques circundantes: el Bosque Rojo. Los trabajadores eventualmente arrasaron y enterraron los árboles radiactivos. A los escuadrones de reclutas soviéticos también se les ordenó disparar a cualquier animal callejero dentro de la zona de exclusión de Chernobyl (1000 millas cuadradas). Aunque los expertos de hoy creen que partes de la zona seguirán siendo inseguras para los humanos durante otros 20,000 años, numerosas especies animales y vegetales no solo sobrevivieron, sino que prosperaron.

Si bien los humanos tienen estrictamente prohibido vivir en la zona de exclusión de Chernobyl, muchas otras especies se han establecido allí. Los osos pardos, lobos, linces, bisontes, ciervos, alces, castores, zorros, tejones, jabalíes, perros mapaches y más de 200 especies de aves han formado su propio ecosistema dentro del área del desastre de Chernobyl. Junto con los animales más grandes, una variedad de anfibios, peces, gusanos y bacterias hacen del ambiente despoblado su hogar.

Los guías turísticos les dicen a los visitantes que no acaricien a los animales de Chernobyl debido a posibles partículas radiactivas en su pelaje, pero algunos biólogos se han sorprendido de que la incidencia de mutaciones físicas parezca menor de lo que hubiera sugerido la explosión de radiación. Se han registrado algunas rarezas dentro del área, como el albinismo parcial entre las golondrinas de granero, pero los investigadores creen que las mutaciones graves ocurrieron principalmente después de la explosión. Los animales salvajes de hoy en día lucen su número normal de extremidades y no brillan.

A diferencia de los grandes carnívoros y otra gran fauna, los insectos y las arañas han visto una gran caída en su número. Un estudio de 2009 en Biology Letters indicó que mientras más radiación haya en ciertos lugares alrededor del área del desastre de Chernobyl, menor será la población de invertebrados. Un fenómeno similar ocurrió después del accidente nuclear de 2011 en la central nuclear de Fukushima. Las poblaciones de aves, cigarras y mariposas disminuyeron, mientras que otras poblaciones de animales no se vieron afectadas.

Puede que no haya vacas de tres cabezas deambulando, pero los científicos han notado cambios genéticos significativos en los organismos afectados por el desastre. Según un estudio de 2001 en Biological Conservation, las mutaciones genéticas causadas por Chernobyl en plantas y animales aumentaron en un factor de 20. Entre las aves reproductoras de la región, las especies raras sufrieron efectos desproporcionados por la radiación de la explosión en comparación con las especies comunes. Se necesita más investigación para comprender cómo el aumento de las mutaciones afecta las tasas reproductivas de las especies, el tamaño de la población, la diversidad genética y otros factores de supervivencia.

El desastre de Chernobyl presenta un experimento involuntario de cómo sería la Tierra sin humanos. La caza es estrictamente ilegal y no se recomienda vivir dentro de la zona de exclusión de Chernobyl. Cuantos menos humanos haya, más la naturaleza puede restablecerse sin verse afectada por la actividad humana. Una reserva natural oficial creada recientemente en el lado bielorruso de la zona afirma ser “el mayor experimento de reconstrucción de Europa”, donde los animales están perdiendo el miedo a los humanos. De hecho, algunas especies viven mejor dentro de la zona de exclusión de Chernobyl que fuera de ella. Se descubrió que los lobos eran siete veces más abundantes en las instalaciones que en otras áreas no radiactivas. Se descubrió que los alces, corzos, ciervos rojos y jabalíes tenían números similares dentro de la zona en comparación con los de tres reservas naturales no contaminadas en Bielorrusia.

Los ecologistas británicos Mike Wood y Nick Beresford, que se especializan en estudiar los efectos de la radiación en la vida silvestre de Chernobyl, observaron que el caballo de Przewalski, una especie salvaje en peligro de extinción que se originó en Mongolia, está prosperando dentro de la zona dontaminada. A fines de la década de 1990, unos 30 caballos de Przewalski fueron liberados en el lado ucraniano de la zona. Wood estimó que algunos de los caballos originales (identificados por las marcas de sus marcas) todavía están vivos. Las fotos de caballos y potros juveniles también indicaron que la población se está expandiendo.

Cientos de perros, los descendientes de perros abandonados por sus dueños durante la evacuación del sitio el 27 de abril de 1986, han hecho del área desolada su hogar. Hasta 2018, era ilegal sacar a cualquier animal de la zona debido al riesgo de contaminación por radiación. Pero ahora, los cachorros libres de radiación tienen la oportunidad de encontrar sus hogares para siempre. Encabezado por Clean Futures Fund y SPCA International, el programa de gestión y adopción garantiza que los perros callejeros sean esterilizados, castrados y vacunados para que estén sanos y listos para la adopción.

 

Fuentes: Wormwood Forest de Mary Mycio . Chernobyl, a story de Hattu Chen

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 22, 2020


 

Lo Más Visto ♣ Mayo 21, 2020

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Las noticias más leídas en PrisioneroEnArgentina.com. Las más comentadas, las más polémicas. De que está la gente hablando…

REINICIO Mayo 18, 2020 00.00 HORAS –
HORA DE CONTROL Mayo 21, 2020 23.23 HORAS

 

 


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Mayo 21, 2020


 

Lula da Silva: “Es bueno que la naturaleza haya creado este monstruo llamado coronavirus”

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Parte de la ideología, Luiz Inácio Lula da Silva, conocido popularmente como Lula, el político brasileño y ex líder sindical que se desempeñó como el 35º presidente de Brasil desde el 1 de enero de 2003 hasta el 31 de diciembre de 2010, expresó que “Es bueno que la naturaleza haya creado este monstruo llamado coronavirus”. 

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“Es bueno que la naturaleza, en contra de la voluntad de la humanidad, haya creado este monstruo llamado coronavirus porque este monstruo está permitiendo a los ciegos ver que sólo el Estado es capaz de dar soluciones a ciertas crisis. Esta crisis del coronavirus sólo el Estado puede resolverla”

De todas maneras, el ex presidente de Brasil trató de enmendarse declarando que:

“Usé una frase totalmente desafortunada, una frase que no cabía. Y si alguna persona se sintió ofendida, la palabra ‘lo siento’ fue hecha para que la usáramos con gran humildad. Si alguno de los 200 millones de brasileños se ofendió, me disculpo. Conozco el sufrimiento que causa la pandemia, el dolor de tener familiares enterrados sin poder acompañarlos”

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La nación sudamericana suma 271.628 contagios, con más de 18,000 muertes, según el último balance oficial, solo por detrás de Estados Unidos y Rusia.

Desear la muerte, utilizar la enfermedad para arañar el poder nuevamente, damas y caballeros… Luiz Inácio Lula da Silva.

 

 

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Mayo 21, 2020

 

Inventora, actríz, provocadora

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Para ser justos, probablemente hayas oído hablar de Hedy Lamarr. Ella era una famosa actriz de Hollywood que una vez fue llamada “la mujer más bella del mundo”. Pero eso no es por lo que debería ser reconocida. 

Pero lo que pocos sabían en la época era que Lamarr también tenía una mente prodigiosa para los inventos y algunos de sus descubrimientos han terminado siendo piezas clave de tecnologías que hoy usamos a diario como el Bluetooth, el WiFi o el GPS.

Lamarr fue una inventora autodidacta. No tuvo nunca educación formal como ingeniera y desde muy joven decidió que su carrera principal sería el mundo del espectáculo. Asistió a clases en la academia berlinesa del director Max Reinhardt y comenzó a actuar con 16 años bajo su auténtico nombre, Hedy Kiesler.

A los 18 años tuvo su primer papel importante como protagonista de la película checa Ecstasy, un film con alto contenido erótico en el que la actriz aparecía completamente desnuda.

Su primer matrimonio la alejó temporalmente de la pantalla. Se casó con el fabricante de armas austriaco Fritz Mandl, 30 años mayor que ella. Mandl era un  proveedor de armas y municiones de los regímenes fascistas de Alemania e Italia.

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Lamarr comenzó a sentirse triste y desencantada por el exceso de control que ejercía en su vida -fue su esposo quien le obligó a dejar de actuar- y sus amistades con Hitler y Mussolini, decidió abandonar a Mandl.

Se disfrazó como una de las asistentes domésticas para escapar de su casa y se fue a Londres para conocer en persona al productor norteamericano Louis B. Mayer, a quien convenció para darle un contrato con la MGM. En EE.UU. cambió su apellido por el de Lamarr en honor a la actriz de cine mudo Barbara La Marr.

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Su primera película en EE.UU., Algiers fue un gran éxito y convirtió a Lamarr en una de las estrellas más conocidas y demandas de Hollywood. En los años sucesivos participó en varias superproducciones como Boom Town o La Dama de los Trópicos.

Reinhard
Barbara La Marr
Mayer

El estallido de la segunda guerra mundial, sin embargo, reavivó su interés por la ingeniería. Lamarr tenía un talento innato para las matemáticas y la física y una enorme creatividad para resolver problemas complejos. Fue ella, por ejemplo, la que dio a Howard Hughes -gran amigo y amante- la idea de evolucionar el diseño de las alas de los aviones, añadiendo curvas y una forma más aerodinámica inspirada en el cuerpo de los peces y las aves.

Lamarr trabajó en ideas tan dispares como nuevas señales de tráfico o pastillas para transformar el agua en refrescos, pero su invento más importante fue un sistema de transmisión de radio con saltos de frecuencia, diseñado para evitar que la señal de control de los torpedos pudieran ser interferida.

Tesla
Antheil

Se le ocurrió durante una charla con su vecino de Hollywood, el compositor George Antheil, en el verano de 1940. La idea de una comunicación a través de una frecuencia en constante cambio sincronizada entre emisor y receptor había pasado por la cabeza de algunos inventores y científicos en el pasado, como Nikola Tesla, pero ninguno había sido capaz de crear un dispositivo capaz de hacerla realidad. Uniendo la experiencia de Antheil en el uso de pianos sincronizados para sus composiciones y el genio matemático de Lamarr, ambos crearon un mecanismo similar a los rollos de pianista que sincronizaba los cambios de emisor y receptor entre 88 frecuencias. Presentaron su aplicación a la oficina de patentes el 10 de junio de 1941, y la patente fue otorgada el 11 de agosto de 1942.

Lamarr cedió la patente a la armada estadounidense con la esperanza de que se usase para crear torpedos que los alemanes no fueran capaces de detener, pero los responsables del ejército concluyeron que el invento resultaba demasiado voluminoso como para ser práctico. Lamarr se había adelantado a su época. El descubrimiento de los transistores a finales de la década de los 40 cambió las cosas y el dispositivo actualizado y en un tamaño más compacto se usó finalmente en 1962 durante la Crisis de los Misiles en Cuba.

La idea de Lamarr de usar frecuencias siempre cambiantes para evitar interferencias ha terminado siendo una pieza clave de muchas de las tecnologías de radio que usamos hoy en día, como las conexiones Bluetooth y WiFi, que utilizan esta técnica para evitar interferencias producidas por otros dispositivos cercanos.

El papel y la importancia de la actriz como inventora fue finalmente reconocido en 1997 por la Electronic Frontier Foundation pero el reconocimiento llegó tarde. Aunque Lamarr falleció tres años después, en 1997 vivía recluida en su casa de Florida y rechazó acudir a la entrega del premio, prefiriendo enviar una grabación de agradecimiento.

PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 21, 2020

Venezuela intenta obligar al Banco de Inglaterra a entregar mil millones de dólares en oro

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El banco central de Venezuela lanzó un reclamo legal en un esfuerzo por obligar al Banco de Inglaterra a entregar £ 830 millones ($ 1.02 mil millones) del oro del país que posee.

Un documento presentado en un tribunal de Londres sigue a una solicitud que Caracas hizo al Banco de Inglaterra en abril para vender parte de sus reservas de oro allí y enviar las ganancias a las Naciones Unidas.

Zaiwalla
Maduro

Venezuela dice que quiere usar el oro para recaudar efectivo para financiar su respuesta al coronavirus, en medio de las sanciones de Estados Unidos.

El colapso de los precios mundiales del petróleo y las medidas de cuarentena diseñadas para sofocar el brote de COVID-19 han paralizado aún más la economía del país bajo la presidencia de Nicolás Maduro, cuyo liderazgo no es reconocido por docenas de naciones, incluidos el Reino Unido y los Estados Unidos.

Presentado en un tribunal comercial y fechado el 14 de mayo, el reclamo dice que el banco central venezolano “busca una orden que requiera que el Banco de Inglaterra cumpla con la instrucción propuesta”.

Una vez transferidos al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, los fondos se utilizarían para comprar equipos de salud, medicamentos y alimentos para abordar la “emergencia COVID-19” de Venezuela.

“El arrastre del Banco de Inglaterra está obstaculizando críticamente a Venezuela y los esfuerzos de la ONU para combatir COVID-19 en el país”, dijo en un comunicado Sarosh Zaiwalla, un abogado con sede en Londres que representa al banco central del país.

El banco ofrece servicios de custodia de oro a muchos países en desarrollo.

Venezuela ha registrado un total de 749 casos de coronavirus y 10 muertes, pero los trabajadores de salud dicen que el casi arruinado sistema médico del país podría ser desbordado si el brote empeora allí.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 21, 2020


 

EL VACÍO: UN CLÁSICO INFALTABLE EN LAS PARRILLAS DE ARGENTINA

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 Por CLAUDIO VALERIO

Precisamente y para conocimiento de muchos, el costillar de res fue llamado “asado”  por su función; porque era, y es, una parte que terminaba, y termina asada. Era el corte para ser “asado”. En las parrilladas, su compañero indiscutible es el vacío, que se denominó así porque era el corte de carne ”vacío” de hueso. Y cuando de carnes sin hueso hablamos, el vacío entero es el corte más usado para poner sobre la parrilla. Es la parte de la panza del animal, y es una pieza preferida para la parrilla, como también al horno. Es un corte sin hueso del cuarto delantero, que parte de la última costilla hasta el cuarto trasero. Tiene una justa cantidad de grasa y por encima una pequeña capa de cuero. Se lo puede identificar por su forma triangular y, si apelamos a nuestra imaginación, podemos darle similitud a un pico o bien, si se quiere, a una garra.

En Estados Unidos, al vacío se lo conoce como “thin flank”. En México es “aldilla” o “falda”,  en Venezuela “cesina” o “falda”, en Chile “tapa barriga”, en Perú “malaya” o  “falda”, en Ecuador es “falda vacío”, en Colombia, Panamá, Costa Rica y Uruguay es “falda”.

 Cuando compramos vacío, debemos recordar que el tamaño normal de este corte sería entre 1.5 kg y 2.5 kg, lo que alcanzaría en promedio, basándonos en la regla de 1/2 kg por persona, para 3 o 4 comensales. El color de esta pieza debe ser de un rojo digamos tipo cereza, o sea ni muy claro ni muy oscuro; su grasa blanca y no amarillenta. Si tenemos la posibilidad de tocarlo, al tacto la carne se debe sentir húmeda y no pastosa. Prestemos atención a que si nos ofrecen un corte de 2.5kg, se trata de un animal grande y, por lo tanto, llevaría a que posiblemente, luego de cocido, no nos salga tan tierno.

El vacío es un corte clásico de toda parrilla. Si lo debe preparar con paciencia, dedicándole el tiempo necesario, no pasándonos con el fuego y otros puntos. Se lo recomienda ubicar primero del lado de la membrana que protege a la carne.

Cuando llegue el momento de llevarlo a la parrilla, hay algunas cosas que debemos tener en cuenta. Como primera medida debemos asegurarnos que la parrilla ya debería estar caliente, con cantidad de brasas distribuida uniformemente, de modo que no se arrebate y en estas condiciones colocamos la pieza bien estirada del lado del cuero hacia abajo. La cocción se hace a fuego moderado durante unos 30 a 40 minutos. Luego podemos darlo vuelta, tomándolo con una pinza parrillera, evitando pinchar para que no se pierdan los jugos que hace sabroso a este corte; lo dejamos en esta posición más o menos unos 20 minutos, dependiendo este lapso del grosor que tenga el vacío que estamos cocinando.
Al ser carne sin hueso y con un porcentaje medio/alta de grasa, al cocerlo lentamente se logra que se desgrase y así tiernizar su carne.

Se suele sacar a punto para que resulte tierno y jugoso y, cuando esté listo, usemos una tabla de madera, y cortamos en loncha de aproximadamente unos 2 cm de ancho.

Respecto del tema de salar la carne,  tema de discusión,  algunos la salan antes de colocarla sobre la parrilla, y están los otros que agregan sal una vez cocinada. Sobre la primera opción no se recomienda, pues la sal deshidrata a la carne. O sea, lo ideal sería que,  cuando el vacío está en la parrilla y comenzó a cocinarse, en ese momento agregar. En fin, gustos son gustos, y distintos los puntos de vista; lo que sí, cada uno debe buscarle la vuelta a su gusto y probar las diferentes formas.

¿Cómo hacer un vacío entero a la parrilla?

Ingredientes para el vacío a la parrilla

  • 1 vacío de 4 kg
  • Sal gruesa

Con esta pieza nos aseguramos unas 8  a 10 porciones con un tiempo de cocedura de aproximadamente una hora aproximadamente. Es ésta la típica receta de carne asada de baja dificultad.

Preparación de un vacío entero

  1. En primer lugar encender el fuego
  2. Cocinar la pieza entera y cortarla cuando esté lista (para que no se pierda el jugo)
  3. Cuando la parrilla esté caliente, extender el vacío sobre los hierros con el cuero del lado del fuego.
  4. Sin confiarse en el reloj, apoyar la mano sobre la carne. Si la parte superior está tibia, proceder a darla vuelta. Como referencia, la cocción entre un lado y el otro lleva aproximadamente 1 hora en total.
  5. Poner sal gruesa sólo del lado del cuero una vez iniciada la cocción.
  6. No volver a salar y dejar que continúe la cocción. Recordar que es mejor mirar la carne que tocarla.
  7. Es importante lograr que la intensidad de la brasa, de lo que depende la cocción, se mantenga caliente y así lo esté tiempo necesario.
  8. Retirar un poco de brasa con el atizador para que, de necesitarse, la cocción se haga más lenta
  9. Una vez logrado el cocimiento, colocar el vacío entero en la tabla para servir; retirar el cuero y cortar en rebanadas.
  1. Se lo puede comer a la tabla acompañada por una guarnición de verduras, o en un sandwich con chimichurri, lo que hará que no pierda sabor.
  1. Lo conveniente es que cada comensal tenga un plato para la carne y otro para la ensalada.

Al vacío entero a la parrilla también se lo puede acompañar  con tomates a la provenzal. Eso sí,  sea como sea la forma en que se lo coma, el vacío será completamente apetitoso por tratarse de una carne sabrosa.

Vacío al horno con papas

Por excelencia, el vacío es un corte que se suele preparar a la parrilla. No obstante, también es posible cocinarlo al horno. El vacío al horno resulta sabroso, jugoso y tierno y, acompañado con papas, resulta nutritivo, natural y fácil de preparar. Para esos días fríos del año, donde no es posible hacerlo a la parrilla al aire libre, es una alternativa de preparación muy apetecible.

Ingredientes para el vacío al horno (para 4 o 5 porciones)

  • 1 pieza de vacío de 1,5 kg. aproximadamente.
  • 2 2 cebollas grandes cortadas en aros gruesos.
  • 3 1 Kg. de papas grandes cortadas en rodajas de 1 cm. de grosor aproximadamente.
  • 4 1/2 morrón verde cortado en tiras.
  • 5 1/2 morrón verde cortado en tiras.
  • 6 aceite de girasol.
  • 7 ají molido a gusto.
  • 8 salpimentar a gusto.
  • 9 orégano a gusto.

A continuación los pasos a seguir para la elaboración.

  • Limpiar el Vacío quitando la grasa periférica cortándolo por la mitad.
  • Frotar la carne de ambos lados con abundante sal gruesa.
  • Colocarlo bien extendido y con el cuerito/membrana hacia abajo dentro de una asadera.
  • Acomodarlo en el medio y colocar por los costados las papas, luego salar estas últimas.
  • Por encima distribuir los morrones cortados en juliana y las cebollas en aros.
  • Agregar a gusto tanto el orégano como el ají molido.
  • Hacer que la carne y demás ingredientes se absorban de aceite.
  • Cocinar toda la preparación en horno fuerte por un lapso de una hora y media (Aprox.).
  • Comprobar que la carne y papas ya están en su punto y doraditas. Para verificar que la carne está cocida, se pincha con el tenedor en el lugar más grueso; si sale un jugo  transparente, se llegó al punto.
  • Apagar el horno y dejar que repose todo dentro por algunos minutos. Con esto se consigue que todos los jugos de la carne se asientan y no se pierden al cortarla.
  • Servir cada porción con una rebanada de carne acompañada con rodajas de papas.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 21, 2020


 

Nación Navajo

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La Nación Navajo es actualmente el espacio habitado que más casos de coronavirus tiene por cápita en el país.

El número de contagios allí, en comparación con su población, está por encima de Nueva York y Nueva Jersey y es superior, incluso, al número total de contagios de países enteros.

Hasta este lunes unos 4.000 navajos se habían contagiado y más de 170 habían muerto de covid-19.

“Aquí hay gente que ha perdido padre, madre, hermano en solo un par de semanas. Nos está golpeando fuerte, muy fuerte”, lamenta uno miembro de los nativos.

Si la nación navajo fuera un país, tendría tres veces el tamaño de El Salvador. Si fuera una isla, en ella cabrían apretados Haití y República Dominicana.

Es la reserva india que mayor superficie ocupa en Estados Unidos: cubre áreas de tres estados (Arizona, Utah y Nuevo México), aunque es solo una parte de las tierras que un día tuvieron y de las que les despojó el gobierno de EE.UU.

Actualmente solo viven en ella unas 170.000 personas, descendientes de uno de los grandes pueblos originarios del Lejano Oeste.

nvajos

Aunque viven de la minería o de los hoteles y casinos, como muchas otras reservas indias, los navajos también sufren un elevado índice de pobreza, abuso de sustancias, violencia sexual, bajos niveles de educación, desempleo, servicios de salud deficientes y viviendas precarias. De hecho, según varios estudios, si se consideraran un estado, serían el más pobre de todo EE.UU.

Datos del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano indican que más de un tercio de los hogares Navajo están sobrepoblados o carecen de agua, inodoro, electricidad, calefacción, refrigeradores u otras necesidades básicas.

Es también la reserva india más tóxica: alberga 521 minas de uranio abandonadas, cuatro procesadores inactivos de ese metal y más de 1.100 sitios de desechos radioactivos que han contaminado el agua, de acuerdo con investigaciones de la Agencia de Protección Ambiental.

En cuanto a los contagios por coronavirus, al parecer, todo comenzó con una celebración religiosa.

Los navajos, que tienen sus ritos ancestrales, también se han visto influidos por congregaciones evangélicas que les prometen una mejor vida tras los numerosos sufrimientos en el reino de este mundo. Al parecer, estos evengelistas no solo no cumplen sus promesas, sino que empeoran su nivel de vida. Colón, los resfríos europeos y los espejitos de coloros, de vuelta. Varias personas de diferentes lugares se reunieron a mediados de marzo para un culto en la comunidad de Chilchinbeto, en Arizona.

Alguien enfermo con covid-19 también estuvo allí para cantar alabanzas y desde entonces, la enfermedad se ha esparcido por toda la reserva como una maldición.

“Creo que la forma en la que la enfermedad se ha diseminado tan rápido allí tiene que ver con las propias condiciones en las que viven las comunidades”, expresa la doctora Carolina Batista, que acudió a prestar ayuda a la reserva como parte de un equipo de Médicos Sin Fronteras.

Mujeres navajo preparándose para un baile tradicional.

La doctora señala que la falta de acceso al agua potable, el hecho de que muchas generaciones convivan en la misma vivienda y la escasa infraestructura médica dentro de la comunidad son algunos de los factores que explican los terribles números del covid-19 en la reserva.

“En estas comunidades a veces tienen cuatro generaciones en la misma casa, por lo que si uno se enferma, los demás miembros de la familia también lo harán”, señala.

“Los hospitales son escasos y carentes de recursosy de personal, pero además, ¿cómo puedes implementar la básica y elemental medida de lavarte las manos cuando no tienes agua corriente?”, agrega la médica oriunda de Brasil.

Batista, que como parte de su trabajo ha estado en alguna de las naciones más pobres del mundo en medio de crisis humanitarias, asegura que la Nación Navajo tiene muchos de los problemas que Médicos Sin Fronteras ve en muchos de los países en los que colabora.

“Lo que muchos no se esperarían es que circunstancias que son frecuentes en naciones de África o naciones pobres de Asia o América Latina incluso  países como Brasil, Colombia y Argentina también puedan encontrarse en el país más desarrollado del mundo”, dice.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 21, 2020


 

El ladrón de cadáveres

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 Por Robert Louis Stevenson


Todas las noches del año nos sentábamos los cuatro en el pequeño reservado de la posada George en Debenham: el empresario de pompas fúnebres, el dueño, Fettes y yo. A veces había más gente; pero tanto si hacía viento como si no, tanto si llovía como si nevaba o caía una helada, los cuatro, llegado el momento, nos instalábamos en nuestros respectivos sillones. Fettes era un viejo escocés muy dado a la bebida; culto, sin duda, y también acomodado, porque vivía sin hacer nada. Había llegado a Debenham años atrás, todavía joven, y por la simple permanencia se había convertido en hijo adoptivo del pueblo. Su capa azul de camelote era una antigüedad, igual que la torre de la iglesia. Su sitio fijo en el reservado de la posada, su conspicua ausencia de la iglesia y sus vicios vergonzosos eran cosas de todos sabidas en Debenham. Mantenía algunas opiniones vagamente radicales y cierto pasajero escepticismo religioso que sacaba a relucir periódicamente, dando énfasis a sus palabras con imprecisos manotazos sobre la mesa. Bebía ron: cinco vasos todas las veladas; y durante la mayor parte de su diaria visita a la posada permanecía en un estado de melancólico estupor alcohólico, siempre con el vaso de ron en la mano derecha. Le llamábamos el doctor, porque se le atribuían ciertos conocimientos de medicina y en casos de emergencia había sido capaz de entablillar una fractura o reducir una luxación, pero, al margen de estos pocos detalles, carecíamos de información sobre su personalidad y antecedentes.

Una oscura noche de invierno —habían dado las nueve algo antes de que el dueño se reuniera con nosotros— fuimos informados de que un gran terrateniente de los alrededores se había puesto enfermo en la posada, atacado de apoplejía, cuando iba de camino hacia Londres y el Parlamento; y por telégrafo se había solicitado la presencia, a la cabecera del gran hombre, de su médico de la capital, personaje todavía más famoso. Era la primera vez que pasaba una cosa así en Debenham (hacía muy poco tiempo que se había inaugurado el ferrocarril) y todos estábamos convenientemente impresionados.

—Ya ha llegado —dijo el dueño, después de llenar y de encender la pipa.

—¿Quién? —dije yo—. ¿No querrá usted decir el médico?

—Precisamente —contestó nuestro posadero.

—¿Cómo se llama?

—Doctor Macfarlane —dijo el dueño.

Fettes estaba acabando su tercer vaso, sumido ya en el estupor de la borrachera, unas veces asintiendo con la cabeza, otras con la mirada perdida en el vacío; pero con el sonido de las últimas palabras pareció despertarse y repitió dos veces el apellido «Macfarlane»: la primera con entonación tranquila, pero con repentina emoción la segunda.

—Sí —dijo el dueño— así se llama: doctor Wolfe Macfarlane.

Fettes se serenó inmediatamente; sus ojos se aclararon, su voz se hizo más firme y sus palabras más vigorosas. Todos nos quedamos muy sorprendidos ante aquella transformación, porque era como si un hombre hubiera resucitado de entre los muertos.

—Les ruego que me disculpen —dijo—; mucho me temo que no prestaba atención a sus palabras. ¿Quién es ese tal Wolfe Macfarlane?

Y añadió, después de oír las explicaciones del dueño:

—No puede ser, claro que no; y, sin embargo, me gustaría ver a ese hombre cara a cara.

—¿Le conoce usted, doctor? —preguntó boquiabierto el empresario de pompas fúnebres.

—¡Dios no lo quiera! —fue la respuesta—. Y, sin embargo, el nombre no es nada corriente, sería demasiado imaginar que hubiera dos. Dígame, posadero, ¿se trata de un hombre viejo?

—No es un hombre joven, desde luego, y tiene el pelo blanco; pero sí parece más joven que usted.

—Es mayor que yo, sin embargo; varios años mayor. Pero —dando un manotazo sobre la mesa—, es el ron lo que ve usted en mi cara; el ron y mis pecados. Este hombre quizá tenga una conciencia más fácil de contentar y haga bien las digestiones. ¡Conciencia! ¡De qué cosas me atrevo a hablar! Se imaginarán ustedes que he sido un buen cristiano, ¿no es cierto? Pues no, yo no; nunca me ha dado por la hipocresía. Quizá Voltaire habría cambiado si se hubiera visto en mi caso; pero, aunque mi cerebro —y procedió a darse un manotazo sobre la calva cabeza—, aunque mi cerebro funcionaba perfectamente, no saqué ninguna conclusión de las cosas que vi.

—Si este doctor es la persona que usted conoce —me aventuré a apuntar, después de una pausa bastante penosa—, ¿debemos deducir que no comparte la buena opinión del posadero?

Fettes no me hizo el menor caso.

—Sí —dijo, con repentina firmeza—, tengo que verlo cara a cara.

Se produjo otra pausa; luego una puerta se cerró con cierta violencia en el primer piso y se oyeron pasos en la escalera.

—Es el doctor —exclamó el dueño—. Si se da prisa podrá alcanzarle.

No había más que dos pasos desde el pequeño reservado a la puerta de la vieja posada George; la ancha escalera de roble terminaba casi en la calle; entre el umbral y el último peldaño no había sitio más que para una alfombra turca; pero este espacio tan reducido quedaba brillantemente iluminado todas las noches, no solo gracias a la luz de la escalera y al gran farol debajo del nombre de la posada, sino también debido al cálido resplandor que salía por la ventana de la cantina. La posada llamaba así convenientemente la atención de los que cruzaban por la calle en las frías noches de invierno. Fettes se llegó sin vacilaciones hasta el diminuto vestíbulo y los demás, quedándonos un tanto retrasados, nos dispusimos a presenciar el encuentro entre aquellos dos hombres, encuentro que uno de ellos había definido como «cara a cara». El doctor Macfarlane era un hombre despierto y vigoroso. Sus cabellos blancos servían para resaltar la calma y la palidez de su rostro, nada desprovisto de energía por otra parte. Iba elegantemente vestido con el mejor velarte y la más fina holanda, y lucía una gruesa cadena de oro para el reloj y gemelos y anteojos del mismo metal precioso. La corbata, ancha y con muchos pliegues, era blanca con lunares de color lila, y llevaba al brazo un abrigo de pieles para defenderse del frío durante el viaje. No hay duda de que lograba dar dignidad a sus años envuelto en aquella atmósfera de riqueza y respetabilidad; y no dejaba de ser todo un contraste sorprendente ver a nuestro borrachín —calvo, sucio, lleno de granos y arropado en su vieja capa azul de camelote— enfrentarse con él al pie de la escalera.

—¡Macfarlane! —dijo con voz resonante, más propia de un heraldo que de un amigo.

El gran doctor se detuvo bruscamente en el cuarto escalón, como si la familiaridad de aquel saludo sorprendiera y en cierto modo ofendiera su dignidad.

—¡Toddy Macfarlane! —repitió Fettes.

El londinense casi se tambaleó. Lanzó una mirada rapidísima al hombre que tenía delante, volvió hacia atrás unos ojos atemorizados y luego susurró con voz llena de sorpresa:

—¡Fettes! ¡Tú!

—¡Yo, sí! —dijo el otro—. ¿Creías que también yo estaba muerto? No resulta tan fácil dar por terminada nuestra relación.

—¡Calla, por favor! —exclamó el ilustre médico—. ¡Calla! Este encuentro es tan inesperado… Ya veo que te has ofendido. Confieso que al principio casi no te había conocido; pero me alegro mucho… me alegro mucho de tener esta oportunidad. Hoy solo vamos a poder decirnos hola y hasta la vista; me espera el calesín y tengo que coger el tren; pero debes… veamos, sí… debes darme tu dirección y te aseguro que tendrás muy pronto noticias mías. Hemos de hacer algo por ti, Fettes. Mucho me temo que estás algo apurado; pero ya nos ocuparemos de eso «en recuerdo de los viejos tiempos», como solíamos cantar durante nuestras cenas.

—¡Dinero! —exclamó Fettes—. ¡Dinero tuyo! El dinero que me diste estará todavía donde lo arrojé aquella noche de lluvia.

Hablando, el doctor Macfarlane había conseguido recobrar un cierto grado de superioridad y confianza en sí mismo, pero la desacostumbrada energía de aquella negativa lo sumió de nuevo en su primitiva confusión. Una horrible expresión atravesó por un momento sus facciones casi venerables.

—Mi querido amigo —dijo—, haz como gustes; nada más lejos de mi intención que ofenderte. No quisiera entrometerme. Pero sí que te dejaré mi dirección…

—No me la des… No deseo saber cuál es el techo que te cobija —le interrumpió el otro—. Oí tu nombre; temí que fueras tú; quería saber si, después de todo, existe un Dios; ahora ya sé que no. ¡Sal de aquí!

Pero Fettes seguía en el centro de la alfombra, entre la escalera y la puerta; y para escapar, el gran médico londinense iba a verse obligado a dar un rodeo. Estaban claras sus vacilaciones ante lo que a todas luces consideraba una humillación. A pesar de su palidez, había un brillo amenazador en sus anteojos; pero, mientras seguía sin decidirse, se dio cuenta de que el cochero de su calesín contemplaba con interés desde la calle aquella escena tan poco común y advirtió también cómo le mirábamos nosotros, los del pequeño grupo del reservado, apelotonados en el rincón más próximo a la cantina. La presencia de tantos testigos le decidió a emprender la huida. Pasó pegado a la pared y luego se dirigió hacia la puerta con la velocidad de una serpiente. Pero sus dificultades no habían terminado aún, porque antes de salir Fettes le agarró del brazo y, de sus labios, aunque en un susurro, salieron con toda claridad estas palabras:

—¿Has vuelto a verlo?

El famoso doctor londinense dejó escapar un grito ahogado, dio un empujón al que así le interrogaba y con las manos sobre la cabeza huyó como un ladrón cogido in fraganti. Antes de que a ninguno de nosotros se nos ocurriera hacer el menor movimiento, el calesín traqueteaba ya camino de la estación La escena había terminado como podría hacerlo un sueño; pero aquel sueño había dejado pruebas y rastros de su paso. Al día siguiente la criada encontró los anteojos de oro en el umbral, rotos, y aquella noche todos permanecimos en pie, sin aliento, junto a la ventana de la cantina, con Fettes a nuestro lado, sereno, pálido y con aire decidido.

—¡Que Dios nos tenga de su mano, señor Fettes! —dijo el posadero, al ser el primero en recobrar el normal uso de sus sentidos—. ¿A qué obedece todo esto? Son cosas bien extrañas las que usted ha dicho…

Fettes se volvió hacia nosotros; nos fue mirando a la cara sucesivamente.

—Procuren tener la lengua quieta —dijo—. Es arriesgado enfrentarse con el tal Macfarlane; los que lo han hecho se han arrepentido demasiado tarde.

Después, sin terminarse el tercer vaso, ni mucho menos quedarse para consumir los otros dos, nos dijo adiós y se perdió en la oscuridad de la noche después de pasar bajo la lámpara de la posada.

Nosotros tres regresamos a los sillones del reservado, con un buen fuego y cuatro velas recién empezadas; y, a medida que recapitulábamos lo sucedido, el primer escalofrío de nuestra sorpresa se convirtió muy pronto en hormiguillo de curiosidad. Nos quedamos allí hasta muy tarde; no recuerdo ninguna otra noche en la que se prolongara tanto la tertulia. Antes de separarnos, cada uno tenía una teoría que se había comprometido a probar, y no había para nosotros asunto más urgente en este mundo que rastrear el pasado de nuestro misterioso contertulio y descubrir el secreto que compartía con el famoso doctor londinense. No es un gran motivo de vanagloria, pero creo que me di mejor maña que mis compañeros para desvelar la historia; y quizá no haya en estos momentos otro ser vivo que pueda narrarles a ustedes aquellos monstruosos y abominables sucesos.

De joven, Fettes había estudiado medicina en Edimburgo. Tenía un cierto tipo de talento que le permitía retener gran parte de lo que oía y asimilarlo en seguida, haciéndolo suyo. Trabajaba poco en casa; pero era cortés, atento e inteligente en presencia de sus maestros. Pronto se fijaron en él por su capacidad de atención y su buena memoria; y, aunque a mí me pareció bien extraño cuando lo oí por primera vez, Fettes era en aquellos días bien parecido y cuidaba mucho de su aspecto exterior. Existía por entonces fuera de la universidad un cierto profesor de anatomía al que designaré aquí mediante la letra K. Su nombre llegó más adelante a ser tristemente célebre. El hombre que lo llevaba se escabulló disfrazado por las calles de Edimburgo, mientras el gentío, que aplaudía la ejecución de Burke, pedía a gritos la sangre de su patrón. Pero el señor K estaba entonces en la cima de su popularidad; disfrutaba de la fama debido en parte a su propio talento y habilidad, y en parte a la incompetencia de su rival, el profesor universitario. Los estudiantes, al menos, tenían absoluta fe en él y el mismo Fettes creía, e hizo creer a otros, que había puesto los cimientos de su éxito al lograr el favor de este hombre meteóricamente famoso. El señor K era un bon vivant además de un excelente profesor; y apreciaba tanto una hábil ilusión como una preparación cuidadosa. En ambos campos Fettes disfrutaba de su merecida consideración, y durante el segundo año de sus estudios recibió el encargo semioficial de segundo profesor de prácticas o subasistente en su clase.

Debido a este empleo, el cuidado del anfiteatro y del aula recaía de manera particular sobre los hombros de Fettes. Era responsable de la limpieza de los locales y del comportamiento de los otros estudiantes y también constituía parte de su deber proporcionar, recibir y dividir los diferentes cadáveres. Con vistas a esta última ocupación —en aquella época asunto muy delicado—, el señor K hizo que se alojase primero en el mismo callejón y más adelante en el mismo edificio donde estaban instaladas las salas de disección. Allí, después de una noche de turbulentos placeres, con la mano todavía temblorosa y la vista nublada, tenía que abandonar la cama en la oscuridad de las horas que preceden a los amaneceres invernales, para entenderse con los sucios y desesperados traficantes que abastecían las mesas. Tenía que abrir la puerta a aquellos hombres que después han alcanzado tan terrible reputación en todo el país. Tenía que recoger su trágico cargamento, pagarles el sórdido precio convenido y quedarse solo, al marcharse los otros, con aquellos desagradables despojos de humanidad. Terminada tal escena, Fettes volvía a adormilarse por espacio de una o dos horas para reparar así los abusos de la noche y refrescarse un tanto para los trabajos del día siguiente.

Pocos muchachos podrían haberse mostrado más insensibles a las impresiones de una vida pasada de esta manera bajo los emblemas de la moralidad. Su mente estaba impermeabilizada contra cualquier consideración de carácter general. Era incapaz de sentir interés por el destino y los reveses de fortuna de cualquier otra persona, esclavo total de sus propios deseos y rastreras ambiciones. Frío, superficial y egoísta en última instancia, no carecía de ese mínimo de prudencia, a la que se da equivocadamente el nombre de moralidad, que mantiene a un hombre alejado de borracheras inconvenientes o latrocinios castigables. Como Fettes deseaba además que sus maestros y condiscípulos tuvieran de él una buena opinión, se esforzaba en guardar las apariencias. Decidió también destacar en sus estudios y día tras día servía a su patrón impecablemente en las cosas más visibles y que más podían reforzar su reputación de buen estudiante. Para indemnizarse de sus días de trabajo, se entregaba por las noches a placeres ruidosos y desvergonzados; y cuando los dos platillos se equilibraban, el órgano al que Fettes llamaba su conciencia se declaraba satisfecho.

La obtención de cadáveres era continua causa de dificultades tanto para él como para su patrón. En aquella clase con tantos alumnos y en la que se trabajaba mucho, la materia prima de las disecciones estaba siempre a punto de acabarse; y las transacciones que esta situación hacía necesarias no solo eran desagradables en sí mismas, sino que podían tener consecuencias muy peligrosas para todos los implicados. La norma del señor K era no hacer preguntas en el trato con los de la profesión. «Ellos consiguen el cuerpo y nosotros pagamos el precio», solía decir, recalcando la aliteración; «quid pro quo». Y de nuevo, y con cierto cinismo, les repetía a sus asistentes que «No hicieran preguntas por razones de conciencia.»

No es que se diera por sentado implícitamente que los cadáveres se conseguían mediante el asesinato. Si tal idea se le hubiera formulado mediante palabras, el señor K se habría horrorizado; pero su frívola manera de hablar tratándose de un problema tan serio era, en sí misma, una ofensa contra las normas más elementales de la responsabilidad social y una tentación ofrecida a los hombres con los que negociaba. Fettes, por ejemplo no había dejado de advertir que, con frecuencia, los cuerpos que le llevaban habían perdido la vida muy pocas horas antes. También le sorprendía una y otra vez el aspecto abominable y los movimientos solapados de los rufianes que llamaban a su puerta antes del alba; y, atando cabos para sus adentros, quizá atribuía un significado demasiado inmoral y demasiado categórico a las imprudentes advertencias de su maestro. En resumen: Fettes entendía que su deber constaba de tres apartados: aceptar lo que le traían, pagar el precio y pasar por alto cualquier indicio de un posible crimen.

Una mañana de noviembre esta consigna de silencio se vio duramente puesta a prueba. Fettes, después de pasar la noche en blanco debido a un atroz dolor de muelas —paseándose por su cuarto como una fiera enjaulada o arrojándose desesperado sobre la cama—, y caer ya de madrugada en ese sueño profundo e intranquilo que con tanta frecuencia es la consecuencia de una noche de dolor, se vio despertado por la tercera o cuarta impaciente repetición de la señal convenida. La luna, aunque en cuarto menguante, derramaba abundante luz; hacía mucho frío y la noche estaba ventosa, la ciudad dormía aún, pero una indefinible agitación preludiaba ya el ruido y el tráfago del día. Los profanadores habían llegado más tarde de lo acostumbrado y parecían tener aún más prisa por marcharse que otras veces. Fettes, muerto de sueño, les fue alumbrando escaleras arriba. Oía sus roncas voces, con fuerte acento irlandés, como formando parte de un sueño; y mientras aquellos hombres vaciaban el lúgubre contenido de su saco, él dormitaba, con un hombro apoyado contra la pared; tuvo que hacer luego verdaderos esfuerzos para encontrar el dinero con que pagar a aquellos hombres. Al ponerse en movimiento sus ojos tropezaron con el rostro del cadáver. No pudo disimular su sobresalto; dio dos pasos hacia adelante, con la vela en alto.

—¡Santo cielo! —exclamó—. ¡Si es Jane Galbraith!

Los hombres no respondieron nada pero se movieron imperceptiblemente en dirección a la puerta.

—La conozco, se lo aseguro —continuó Fettes—. Ayer estaba viva y muy contenta. Es imposible que haya muerto; es imposible que hayan conseguido este cuerpo de forma correcta.

—Está usted completamente equivocado, señor—dijo uno de los hombres.

Pero el otro lanzó a Fettes una mirada amenazadora y pidió que se les diera el dinero inmediatamente.

Era imposible malinterpretar su expresión o exagerar el peligro que implicaba. Al muchacho le faltó valor. Tartamudeó una excusa, contó la suma convenida y acompañó a sus odiosos visitantes hasta la puerta. Tan pronto como desaparecieron, Fettes se apresuró a confirmar sus sospechas. Mediante una docena de marcas que no dejaban lugar a dudas identificó a la muchacha con la que había bromeado el día anterior. Vio, con horror, señales sobre aquel cuerpo que podían muy bien ser pruebas de una muerte violenta. Se sintió dominado por el pánico y buscó refugio en su habitación. Una vez allí reflexionó con calma sobre el descubrimiento que había hecho; consideró fríamente la importancia de las instrucciones del señor K y el peligro para su persona que podía derivarse de su intromisión en un asunto de tanta importancia; finalmente, lleno de angustiosas dudas, determinó esperar y pedir consejo a su inmediato superior, el primer asistente.

Era este un médico joven, Tolfe Macfarlane, gran favorito de los estudiantes temerarios, hombre inteligente, disipado y absolutamente falto de escrúpulos. Había viajado y estudiado en el extranjero. Sus modales eran agradables y un poquito atrevidos. Se le consideraba una autoridad en cuestiones teatrales y no había nadie más hábil para patinar sobre el hielo ni que manejara con más destreza los palos de golf; vestía con elegante audacia y, como toque final de distinción, era propietario de un calesín y de un robusto trotón. Su relación con Fettes había llegado a ser muy íntima; de hecho sus cargos respectivos hacían necesaria una cierta comunidad de vida; y cuando escaseaban los cadáveres, los dos se adentraban por las zonas rurales en el calesín de Macfarlane, para visitar y profanar algún cementerio poco frecuentado y, antes del alba, presentarse con su botín en la puerta de la sala de disección.

Aquella mañana Macfarlane apareció un poco antes de lo que solía. Fettes le oyó, salió a recibirle a la escalera, le contó su historia y terminó mostrándole la causa de su alarma. Macfarlane examinó las señales que presentaba el cadáver.

—Sí —dijo con una inclinación de cabeza—; parece sospechoso.

—¿Qué te parece que debo hacer? —preguntó Fettes.

—¿Hacer? —repitió el otro—. ¿Es que quieres hacer algo? Cuanto menos se diga, antes se arreglará, diría yo.

—Quizá la reconozca alguna otra persona —objetó Fettes—. Era tan conocida como el Castle Rock.

—Esperemos que no —dijo Macfarlane—, y si alguien lo hace… bien, tú no la reconociste, ¿comprendes?, y no hay más que hablar. Lo cierto es que esto lleva ya demasiado tiempo sucediendo. Remueve el cieno y colocarás a K en una situación desesperada; tampoco tú saldrías muy bien librado. Ni yo, si vamos a eso. Me gustaría saber cómo quedaríamos, o qué demonios podríamos decir si nos llamaran como testigos ante cualquier tribunal. Porque, para mí, ¿sabes?, hay una cosa cierta: prácticamente hablando, todo nuestro «material» han sido personas asesinadas.

—¡Macfarlane! —exclamó Fettes.

—¡Vamos, vamos! —se burló el otro—. ¡Como si tú no lo hubieras sospechado!

—Sospechar es una cosa…

—Y probar otra. Ya lo sé; y siento tanto como tú que esto haya llegado hasta aquí —dando unos golpes en el cadáver con su bastón—. Pero colocados en esta situación, lo mejor que puedo hacer es no reconocerla; y —añadió con gran frialdad— así es: no la reconozco. Tú puedes, si es ese tu deseo. No voy a decirte lo que tienes que hacer, pero creo que un hombre de mundo haría lo mismo que yo; y me atrevería a añadir que eso es lo que K esperaría de nosotros. La cuestión es ¿por qué nos eligió a nosotros como asistentes? Y yo respondo: porque no quería viejas chismosas.

Aquella manera de hablar era la que más efecto podía tener en la mente de un muchacho como Fettes. Accedió a imitar a Macfarlane. El cuerpo de la desgraciada joven pasó a la mesa de disección como era costumbre y nadie hizo el menor comentario ni pareció reconocerla.

Una tarde, después de haber terminado su trabajo de aquel día, Fettes entró en una taberna muy concurrida y encontró allí a Macfarlane sentado en compañía de un extraño. Era un hombre pequeño, muy pálido y de cabellos muy oscuros, y ojos negros como carbones. El corte de su cara parecía prometer una inteligencia y un refinamiento que sus modales se encargaban de desmentir, porque nada más empezar a tratarle, se ponía de manifiesto su vulgaridad, su tosquedad y su estupidez. Aquel hombre ejercía, sin embargo, un extraordinario control sobre Macfarlane; le daba órdenes como si fuera el Gran Bajá; se indignaba ante el menor inconveniente o retraso, y hacía groseros comentarios sobre el servilismo con que era obedecido. Esta persona tan desagradable manifestó una inmediata simpatía hacia Fettes, trató de ganárselo invitándolo a beber y le honró con extraordinarias confidencias sobre su pasado. Si una décima parte de lo que confesó era verdad, se trataba de un bribón de lo más odioso; y la vanidad del muchacho se sintió halagada por el interés de un hombre de tanta experiencia.

—Yo no soy precisamente un ángel —hizo notar el desconocido—, pero Macfarlane me da ciento y raya… Toddy Macfarlane le llamo yo. Toddy, pide otra copa para tu amigo.

O bien:

—Toddy, levántate y cierra la puerta.

—Toddy me odia —dijo después—. Sí, Toddy, ¡claro que me odias!

—No me gusta ese maldito nombre, y usted lo sabe —gruñó Macfarlane.

—¡Escúchalo! ¿Has visto a los muchachos tirar al blanco con sus cuchillos? A él le gustaría hacer eso por todo mi cuerpo —explicó el desconocido

—Nosotros, la gente de medicina, tenemos un sistema mejor —dijo Fettes—. Cuando no nos gusta un amigo muerto, lo llevamos a la mesa de disección.

Macfarlane le miró enojado, como si aquella broma fuera muy poco de su agrado.

Fue pasando la tarde. Gray, porque tal era el nombre del desconocido, invitó a Fettes a cenar con ellos, encargando un festín tan suntuoso que la taberna entera tuvo que movilizarse, y cuando terminó le mandó a Macfarlane que pagara la cuenta. Se separaron ya de madrugada; el tal Gray estaba completamente borracho. Macfarlane, sereno sobre todo a causa de la indignación reflexionaba sobre el dinero que se había visto obligado a malgastar y las humillaciones que había tenido que soportar. Fettes, con diferentes licores cantándole dentro de la cabeza, volvió a su casa con pasos inciertos y la mente totalmente en blanco. Al día siguiente Macfarlane faltó a clase y Fettes sonrió para sus adentros al imaginárselo todavía acompañando al insoportable Gray de taberna en taberna. Tan pronto como quedó libre de sus obligaciones, se puso a buscar por todas partes a sus compañeros de la noche anterior. Pero no consiguió encontrarlos en ningún sitio; de manera que volvió pronto a su habitación, se acostó en seguida y durmió el sueño de los justos.

A las cuatro de la mañana le despertó la señal acostumbrada. Al bajar a abrir la puerta, grande fue su asombro cuando descubrió a Macfarlane con su calesín y dentro del vehículo uno de aquellos horrendos bultos alargados que tan bien conocía.

—¡Cómo! —exclamó—. ¿Has salido tú solo? ¿Cómo te las has apañado?

Pero Macfarlane le hizo callar bruscamente, pidiéndole que se ocupara del asunto que tenían entre manos. Después de subir el cuerpo y de depositarlo sobre la mesa, Macfarlane hizo primero un gesto como de marcharse. Después se detuvo y pareció dudar.

—Será mejor que le veas la cara —dijo después lentamente, como si le costara cierto trabajo hablar—. Será mejor —repitió, al ver que Fettes se le quedaba mirando lleno de asombro.

—Pero ¿dónde, cómo y cuándo ha llegado a tus manos? —exclamó el otro.

—Mírale la cara —fue la única respuesta.

Fettes titubeó; le asaltaron extrañas dudas. Contempló al joven médico y después el cuerpo; luego volvió otra vez la vista hacia Macfarlane. Finalmente, dando un respingo, hizo lo que se le pedía. Casi estaba esperando el espectáculo con que se tropezaron sus ojos, pero de todas formas el impacto fue violento. Ver, inmovilizado por la rigidez de la muerte y desnudo sobre el basto tejido de arpillera, al hombre del que se había separado dejándolo bien vestido y con el estómago satisfecho en el umbral de una taberna, despertó, hasta en el atolondrado Fettes, algunos de los terrores de la conciencia. El que dos personas que había conocido hubieran terminado sobre las heladas mesas de disección era un cras tibi que iba repitiéndose por su alma en ecos sucesivos. Con todo, aquellas eran solo preocupaciones secundarias. Lo que más le importaba era Wolfe. Falto de preparación para enfrentarse con un desafío de tanta importancia, Fettes no sabía cómo mirar a la cara a su compañero. No se atrevía a cruzar la vista con él y le faltaban tanto las palabras como la voz con que pronunciarlas.

Fue Macfarlane mismo quien dio el primer paso. Se acercó tranquilamente por detrás y puso una mano, con suavidad pero con firmeza, sobre el hombro del otro.

—Richardson —dijo— puede quedarse con la cabeza.

Richardson era un estudiante que desde tiempo atrás se venía mostrando muy deseoso de disponer de esa porción del cuerpo humano para sus prácticas de disección. No recibió ninguna respuesta, y el asesino continuó:

—Hablando de negocios, debes pagarme; tus cuentas tienen que cuadrar, como es lógico.

Fettes encontró una voz que no era más que una sombra de la suya:

—¡Pagarte! —exclamó—. ¿Pagarte por eso?

—Naturalmente; no tienes más remedio que hacerlo. Desde cualquier punto de vista que lo consideres —insistió el otro—. Yo no me atrevería a darlo gratis; ni tú a aceptarlo sin pagar, nos comprometería a los dos. Este es otro caso como el de Jane Galbraith. Cuantos más cabos sueltos, más razones para actuar como si todo estuviera en perfecto orden. ¿Dónde guarda su dinero el viejo K?

—Allí —contestó Fettes con voz ronca, señalando al armario del rincón.

—Entonces, dame la llave —dijo el otro calmosamente, extendiendo la mano.

Después de un momento de vacilación, la suerte quedó decidida. Macfarlane no pudo suprimir un estremecimiento nervioso, manifestación insignificante de un inmenso alivio, al sentir la llave entre los dedos. Abrió el armario, sacó pluma, tinta y el libro diario que descansaban sobre una de las baldas, y del dinero que había en un cajón tomó la suma adecuada para el caso.

—Ahora, mira —dijo Macfarlane—; ya se ha hecho el pago, primera prueba de tu buena fe, primer escalón a la seguridad. Pero todavía tienes que asegurarlo con un segundo paso. Anota el pago en el diario y estarás ya en condiciones de hacer frente al mismo demonio.

Durante los pocos segundos que siguieron la mente de Fettes fue un torbellino de ideas; pero al contrastar sus terrores, terminó triunfando el más inmediato. Cualquier dificultad le pareció casi insignificante comparada con una confrontación con Macfarlane en aquel momento. Dejó la vela que había sostenido todo aquel tiempo y con mano segura anotó la fecha, la naturaleza y el importe de la transacción.

—Y ahora —dijo Macfarlane—, es de justicia que te quedes con el dinero. Yo he cobrado ya mi parte. Por cierto, cuando un hombre de mundo tiene suerte y se encuentra en el bolsillo con unos cuantos chelines extra, me da vergüenza hablar de ello, pero hay una regla de conducta para esos casos. No hay que dedicarse a invitar, ni a comprar libros caros para las clases, ni a pagar viejas deudas; hay que pedir prestado en lugar de prestar.

—Macfarlane —empezó Fettes, con voz todavía un poco ronca—, me he puesto el nudo alrededor del cuello por complacerte.

—¿Por complacerme? —exclamó Wolfe—. ¡Vamos, vamos! Por lo que a mí se me alcanza no has hecho más que lo que estabas obligado a hacer en defensa propia. Supongamos que yo tuviera dificultades, ¿qué sería de ti? Este segundo accidente sin importancia procede sin duda alguna del primero. El señor Gray es la continuación de la señorita Galbraith. No es posible empezar y pararse luego. Si empiezas, tienes que seguir adelante; esa es la verdad. Los malvados nunca encuentran descanso.

Una horrible sensación de oscuridad y una clara conciencia de la perfidia del destino se apoderaron del alma del infeliz estudiante.

—¡Dios mío! —exclamó—. ¿Qué es lo que he hecho? y ¿cuándo puede decirse que haya empezado todo esto? ¿Qué hay de malo en que a uno lo nombren asistente? Service quería ese puesto; Service podía haberlo conseguido. ¿Se encontraría él en la situación en la que yo me encuentro ahora?

—Mi querido amigo —dijo Macfarlane—, ¡qué ingenuidad la tuya! ¿Es que acaso te ha pasado algo malo? ¿Es que puede pasarte algo malo si tienes la lengua quieta? ¿Es que todavía no te has enterado de lo que es la vida? Hay dos categorías de personas: los leones y los corderos. Si eres un cordero terminarás sobre una de esas mesas como Gray o Jane Galbraith; si eres un león, seguirás vivo y tendrás un caballo como tengo yo, como lo tiene K; como todas las personas con inteligencia o con valor. Al principio se titubea. Pero ¡mira a K! Mi querido amigo, eres inteligente, tienes valor. Yo te aprecio y K también te aprecia. Has nacido para ir a la cabeza, dirigiendo la cacería; y yo te aseguro, por mi honor y mi experiencia de la vida, que dentro de tres días te reirás de estos espantapájaros tanto como un colegial que presencia una farsa.

Y con esto Macfarlane se despidió y abandonó el callejón con su calesín para ir a recogerse antes del alba. Fettes se quedó solo con los remordimientos. Vio los peligros que le amenazaban. Vio, con indecible horror, el pozo sin fondo de su debilidad, y cómo, de concesión en concesión, había descendido de árbitro del destino de Macfarlane a cómplice indefenso y a sueldo. Hubiera dado el mundo entero por haberse mostrado un poco más valiente en el momento oportuno, pero no se le ocurrió que la valentía estuviera aún a su alcance. El secreto de Jane Galbraith y la maldita entrada en el libro diario habían cerrado su boca definitivamente.

Pasaron las horas; los alumnos empezaron a llegar; se fue haciendo entrega de los miembros del infeliz Gray a unos y otros, y los estudiantes los recibieron sin hacer el menor comentario. Richardson manifestó su satisfacción al dársele la cabeza; y, antes de que sonara la hora de la libertad, Fettes temblaba, exultante, al darse cuenta de lo mucho que había avanzado en el camino hacia la seguridad. Durante dos días siguió observando, con creciente alegría, el terrible proceso de enmascaramiento.

Al tercer día Macfarlane reapareció. Había estado enfermo, dijo; pero compensó el tiempo perdido con la energía que desplegó dirigiendo a los estudiantes. Consagró su ayuda y sus consejos a Richardson de manera especial, y el alumno, animado por los elogios del asistente, trabajó muy deprisa, lleno de esperanzas, viéndose dueño ya de la medalla a la aplicación.

Antes de que terminara la semana se había cumplido la profecía de Macfarlane. Fettes había sobrevivido a sus terrores y olvidado su bajeza. Empezó a adornarse con las plumas de su valor y logró reconstruir la historia de tal manera que podía rememorar aquellos sucesos con malsano orgullo. A su cómplice lo veía poco. Se encontraban en las clases, por supuesto; también recibían juntos las órdenes del señor K. A veces intercambiaban una o dos palabras en privado y Macfarlane se mostraba de principio a fin particularmente amable y jovial. Pero estaba claro que evitaba cualquier referencia a su común secreto; e incluso cuando Fettes susurraba que había decidido unir su suerte a la de los leones y rechazar la de los corderos, se limitaba a indicarle con una sonrisa que guardara silencio.

Finalmente se presentó una ocasión para que los dos trabajaran juntos de nuevo. En la clase del señor K volvían a escasear los cadáveres; los alumnos se mostraban impacientes y una de las aspiraciones del maestro era estar siempre bien provisto. Al mismo tiempo llegó la noticia de que iba a efectuarse un entierro en el rústico cementerio de Glencorse. El paso del tiempo ha modificado muy poco el sitio en cuestión. Estaba situado entonces, como ahora, en un cruce de caminos, lejos de toda humana habitación y escondido bajo el follaje de seis cedros. Los balidos de las ovejas en las colinas de los alrededores; los riachuelos a ambos lados: uno cantando con fuerza entre las piedras y el otro goteando furtivamente entre remanso y remanso; el rumor del viento en los viejos castaños florecidos y, una vez a la semana, la voz de la campana y las viejas melodías del chantre, eran los únicos sonidos que turbaban el silencio de la iglesia rural. El Resurreccionista —por usar un sinónimo de la época—no se sentía coartado por ninguno de los aspectos de la piedad tradicional. Parte integrante de su trabajo era despreciar y profanar los pergaminos y las trompetas de las antiguas tumbas, los caminos trillados por pies devotos y afligidos, y las ofrendas e inscripciones que testimonian el afecto de los que aún siguen vivos. En las zonas rústicas, donde el amor es más tenaz de lo corriente y donde lazos de sangre o camaradería unen a toda la sociedad de una parroquia, el ladrón de cadáveres, en lugar de sentirse repelido por natural respeto agradece la facilidad y ausencia de riesgo con que puede llevar a cabo su tarea. A cuerpos que habían sido entregados a la tierra, en gozosa expectación de un despertar bien diferente, les llegaba esa resurrección apresurada, llena de terrores, a la luz de la linterna, de la pala y el azadón. Forzado el ataúd y rasgada la mortaja, los melancólicos restos, vestidos de arpillera, después de dar tumbos durante horas por caminos apartados, privados incluso de la luz de la luna, eran finalmente expuestos a las mayores indignidades ante una clase de muchachos boquiabiertos. De manera semejante a como dos buitres pueden caer en picado sobre un cordero agonizante, Fettes y Macfarlane iban a abatirse sobre una tumba en aquel tranquilo lugar de descanso, lleno de verdura. La esposa de un granjero, una mujer que había vivido sesenta años y había sido conocida por su excelente mantequilla y bondadosa conversación, había de ser arrancada de su tumba a medianoche y transportada, desnuda y sin vida, a la lejana ciudad que ella siempre había honrado poniéndose, para visitarla, sus mejores galas dominicales; el lugar que le correspondía junto a su familia habría de quedar vacío hasta el día del Juicio Final; sus miembros inocentes y siempre venerables habrían de ser expuestos a la fría curiosidad del disector.

A última hora de la tarde los viajeros se pusieron en camino, bien envueltos en sus capas y provistos con una botella de formidables dimensiones. Llovía sin descanso: una lluvia densa y fría que se desplomaba sobre el suelo con inusitada violencia. De vez en cuando soplaba una ráfaga de viento, pero la cortina de lluvia acababa con ella. A pesar de la botella, el trayecto hasta Panicuik, donde pasarían la velada, resultó triste y silencioso. Se detuvieron antes en un espeso bosquecillo no lejos del cementerio para esconder sus herramientas; y volvieron a pararse en la posada Fisher’s Tryst para brindar delante del fuego e intercalar una jarra de cerveza entre los tragos de whisky. Cuando llegaron al final de su viaje, el calesín fue puesto a cubierto, se dio de comer al caballo y los jóvenes doctores se acomodaron en un reservado para disfrutar de la mejor cena y del mejor vino que la casa podía ofrecerles. Las luces, el fuego, el golpear de la lluvia contra la ventana, el frío y absurdo trabajo que les esperaba, todo contribuía a hacer más placentera la comida. Con cada vaso que bebían su cordialidad aumentaba. Muy pronto Macfarlane entregó a su compañero un montoncito de monedas de oro.

—Un pequeño obsequio —dijo—. Entre amigos estos favores tendrían que hacerse con tanta facilidad como pasa de mano en mano uno de esos fósforos largos para encender la pipa.

Fettes se guardó el dinero y aplaudió con gran vigor el sentir de su colega.

—Eres un verdadero filósofo —exclamó—. Yo no era más que un ignorante hasta que te conocí. Tú y K… ¡Por Belcebú que entre los dos harán de mí un hombre!

—Por supuesto que sí —asintió Macfarlane—. Aunque si he de serte franco, se necesitaba un hombre para respaldarme el otro día. Hay algunos cobardes de cuarenta años, muy corpulentos y pendencieros, que se hubieran puesto enfermos al ver el cadáver; pero tú no…. tú no perdiste la cabeza. Te estuve observando.

—¿Y por qué tenía que haberla perdido? —presumió Fettes—. No era asunto mío. Hablar no me hubiera  producido más que molestias, mientras que si callaba podía contar con tu gratitud, ¿no es cierto? —y golpeó el bolsillo con la mano, haciendo sonar las monedas de oro.

Macfarlane sintió una punzada de alarma ante aquellas desagradables palabras. Puede que lamentara la eficacia de sus enseñanzas en el comportamiento de su joven colaborador, pero no tuvo tiempo de intervenir porque el otro continuó en la misma línea jactanciosa.

—Lo importante es no asustarse. Confieso, aquí, entre nosotros, que no quiero que me cuelguen, y eso no es más que sentido práctico; pero la mojigatería, Macfarlane, nací ya despreciándola. El infierno, Dios, el demonio, el bien y el mal, el pecado, el crimen, y toda esa vieja galería de curiosidades… quizá sirvan para asustar a los chiquillos, pero los hombres de mundo como tú y como yo desprecian esas cosas. ¡Brindemos por la memoria de Gray!

Para entonces se estaba haciendo ya algo tarde. Pidieron que les trajeran el calesín delante de la puerta con los dos faroles encendidos y una vez cumplimentada su orden, pagaron la cuenta y emprendieron la marcha. Explicaron que iban camino de Peebles y tomaron aquella dirección hasta perder de vista las últimas casas del pueblo; luego, apagando los faroles, dieron la vuelta y siguieron un atajo que les devolvía a Glencorse. No había otro ruido que el de su carruaje y el incesante y estridente caer de la lluvia. Estaba oscuro como boca de lobo aquí y allí un portillo blanco o una piedra del mismo color en algún muro les guiaba por unos momentos; pero casi siempre tenían que avanzar al paso y casi a tientas mientras atravesaban aquella ruidosa oscuridad en dirección hacia su solemne y aislado punto de destino. En la zona de bosques tupidos que rodea el cementerio la oscuridad se hizo total y no tuvieron más solución que volver a encender uno de los faroles del calesín. De esta manera, bajo los árboles goteantes y rodeados de grandes sombras que se movían continuamente, llegaron al escenario de sus impíos trabajos.

Los dos eran expertos en aquel asunto y muy eficaces con la pala; y cuando apenas llevaban veinte minutos de tarea se vieron recompensados con el sordo retumbar de sus herramientas sobre la tapa del ataúd. Al mismo tiempo, Macfarlane, al hacerse daño en la mano con una piedra, la tiró hacia atrás por encima de su cabeza sin mirar. La tumba, en la que, cavando, habían llegado a hundirse ya casi hasta los hombros, estaba situada muy cerca del borde del camposanto; y para que iluminara mejor sus trabajos habían apoyado el farol del calesín contra un árbol casi en el límite del empinado terraplén que descendía hasta el arroyo. La casualidad dirigió certeramente aquella piedra. Se oyó en el acto un estrépito de vidrios rotos; la oscuridad les envolvió; ruidos alternativamente secos y vibrantes sirvieron para anunciarles la trayectoria del farol terraplén abajo, y las veces que chocaba con árboles encontrados en su camino. Una piedra o dos, desplazadas por el farol en su caída, le siguieron dando tumbos hasta el fondo del vallecillo; y luego el silencio, como la oscuridad, se apoderó de todo; y por mucho que aguzaron el oído no se oía más que la lluvia, que tan pronto llevaba el compás del viento como caía sin altibajos sobre millas y millas de campo abierto.

Como casi estaban terminando ya su aborrecible tarea, juzgaron más prudente acabarla a oscuras. Desenterraron el ataúd y rompieron la tapa; introdujeron el cuerpo en el saco, que estaba completamente mojado, y entre los dos lo transportaron hasta el calesín; uno se montó para sujetar el cadáver y el otro, llevando al caballo por el bocado fue a tientas junto al muro y entre los árboles hasta llegar a un camino más ancho cerca de la posada Fisher’s Tryst. Celebraron el débil y difuso resplandor que allí había como si de la luz del sol se tratara; con su ayuda consiguieron poner el caballo a buen paso y empezaron a traquetear alegremente camino de la ciudad.

Los dos se habían mojado hasta los huesos durante sus operaciones y ahora, al saltar el calesín entre los profundos surcos de la senda, el objeto que sujetaban entre los dos caía con todo su peso primero sobre uno y luego sobre el otro. A cada repetición del horrible contacto ambos rechazaban instintivamente el cadáver con más violencia; y aunque los tumbos del vehículo bastaban para explicar aquellos contactos, su repetición terminó por afectar a los dos compañeros. Macfarlane hizo un chiste de mal gusto sobre la mujer del granjero que brotó ya sin fuerza de sus labios y que Fettes dejó pasar en silencio. Pero su extraña carga seguía chocando a un lado y a otro; tan pronto la cabeza se recostaba confianzudamente sobre un hombro como un trozo de empapada arpillera aleteaba gélidamente delante de sus rostros. Fettes empezó a sentir frío en el alma. Al contemplar el bulto tenía la impresión de que hubiera aumentado de tamaño. Por todas partes, cerca del camino y también a lo lejos, los perros de las granjas acompañaban su paso con trágicos aullidos; y el muchacho se fue convenciendo más y más de que algún inconcebible milagro había tenido lugar; que en aquel cuerpo muerto se había producido algún cambio misterioso y que los perros aullaban debido al miedo que les inspiraba su terrible carga.

—Por el amor de Dios —dijo, haciendo un gran esfuerzo para conseguir hablar—, por el amor de Dios, ¡encendamos una luz!

Macfarlane, al parecer, se veía afectado por los acontecimientos de manera muy similar y, aunque no dio respuesta alguna, detuvo al caballo, entregó las riendas a su compañero, se apeó y procedió a encender el farol que les quedaba. No habían llegado para entonces más allá del cruce de caminos que conduce a Auchenclinny. La lluvia seguía cayendo como si fuera a repetirse el diluvio universal, y no era nada fácil encender fuego en aquel mundo de oscuridad y de agua. Cuando por fin la vacilante llama azul fue traspasada a la mecha y empezó a ensancharse y hacerse más luminosa, creando un amplio círculo de imprecisa claridad alrededor del calesín, los dos jóvenes fueron capaces de verse el uno al otro y también el objeto que acarreaban. La lluvia había ido amoldando la arpillera al contorno del cuerpo que cubría, de manera que la cabeza se distinguía perfectamente del tronco, y los hombros se recortaban con toda claridad; algo a la vez espectral y humano les obligaba a mantener los ojos fijos en aquel horrible compañero de viaje.

Durante algún tiempo Macfarlane permaneció inmóvil, sujetando el farol. Un horror inexpresable envolvía el cuerpo de Fettes como una sábana humedecida, crispando al mismo tiempo sus lívidas facciones, un miedo que no tenía sentido, un horror a lo que no podía ser se iba apoderando de su cerebro. Un segundo más y hubiera hablado. Pero su compañero se le adelantó.

—Esto no es una mujer —dijo Macfarlane con voz que no era más que un susurro.

—Era una mujer cuando la subimos al calesín —respondió Fettes.

—Sostén el farol —dijo el otro—. Tengo que verle la cara.

Y mientras Fettes mantenía en alto el farol, su compañero desató el saco y dejó la cabeza al descubierto. La luz iluminó con toda claridad las bien moldeadas facciones y afeitadas mejillas de un rostro demasiado familiar, que ambos jóvenes habían contemplado con frecuencia en sus sueños. Un violento alarido rasgó la noche; ambos a una saltaron del coche; el farol cayó y se rompió, apagándose; y el caballo, aterrado por toda aquella agitación tan fuera de lo corriente, se encabritó y salió disparado hacia Edimburgo a todo galope, llevando consigo, como único ocupante del calesín, el cuerpo de aquel Gray con el que los estudiantes de anatomía hicieran prácticas de disección meses atrás.

 


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Mayo 21, 2020


 

ARGENTINA Y LA CORRUPCIÓN NUESTRA DE CADA DÍA

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 Por FRANCISCO BENARD

Hace poco más  de un año Cristina Fernández  tomo la decisión de no candidatearse a las elecciones como Presidenta sino ofrecerle el cargo al actual Jefe de Estado el Dr. Alberto Fernández – estrategia inteligente- para acceder a la impunidad ella y sus hijos con el fin de lograr que el Estado no fuera querellante en las numerosas y comprometedoras causas que tiene pendiente en la Justicia Federal. Algunas podrían tener un dejo de tiente político pero hay dos que son  parte del derecho penal y me refiero a Hotesur y a los contratos con Lázaro Baez proveedor del Estado. Hoy sus hoteles están al borde de la bancarrota y Lázaro Báez preso y bien calladito. ¿Hablara en algún momento? Es una incógnita. Cristina nombro a varios de sus alfiles en puestos claves con el fin de evitar que el Estado actúe como querellante en las causas que hay contra ella y sus hijos, como parte de esa estrategia para lograr la impunidad. Un juez adicto al kirchnerismo está promoviendo levantarle los embargos, todo esto previsible y así estimado por la mayoría de los observadores políticos. La Justicia Federal ha liberado a varios de su sequito de la cárcel.  Alberto callado es el precio que tuvo y tiene que pagar por el hecho de haber logrado ser Presidente de todos y todas los argentinos/as. El diputado Sergio  Massa  habla de muchas cosas pero nada de lo que debería hablar y es la recuperación de los cuantiosos bienes robados, asaltados  por una verdadera mafia que opero durante muchísimos años  desde Santa Cruz y luego en el Gobierno Nacional,  El premio es el de presidir la Cámara de Diputados de la Nación. Un ex-Ministro clave De Vido con  prisión domiciliaria. Todo cuanto digo era previsible y confirmado por decisiones políticas y judiciales que se toman al compás de los tiempos políticos.

Todo cuanto manifiesto es sumamente negativo para la imagen Argentina en el exterior en momentos en que se negocia la deuda externa.  No es visible a los ojos de los millones de votantes de las villas miserias en la Provincia de Buenos Aires que solo esperan vivir de las dadivas del Estado Nacional. Si el macrismo ha cometido delitos debe recaer sobre el todo el peso de la ley y los culpables ir a la prisión como corresponda. La Justicia tiene  la palabra. El Gobierno actual debe hacer las denuncias que correspondan según los casos. Justicia para todos es JUSTICIA.

 

Doctor Francisco Benard

 


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Mayo 21, 2020


 

El Problema de las mascaras

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Kelvin Desean Watson, de 27 años, fue arrestado por el Departamento de Policía de Aurora y acusado de intento de asesinato en primer grado después de que los empleados de Aurora Waffle House se negaron a servirlo sin máscara.

Un empleado fue hospitalizado por sus heridas y desde entonces ha sido dado de alta del hospital, según un portavoz de Waffle House. El tiroteo tuvo lugar temprano en la mañana del 15 de mayo en medio de crecientes tensiones en torno a los procedimientos de reapertura y las pautas de seguridad en los EE. UU.

Los empleados le dijeron a la policía en una declaración jurada que Watson fue a Waffle House en las primeras horas del 14 de mayo, pero se le negó el acceso porque no llevaba una máscara. Según el informe, Watson regresó más tarde esa noche con una máscara en la mano (no llevaba puesta) y fue objetado nuevamente. La policía informa que después de ser rechazado por segunda vez, Watson colocó una pequeña pistola en el mostrador y le dijo a un empleado que podía “volarle los sesos”.

Watson regresó justo después de la medianoche de la tarde siguiente, donde nuevamente se le negó el servicio debido que nuevamente no llevaba máscara una vez más. Según la declaración jurada, Watson abofeteó al cocinero antes de perseguirlo fuera de Waffle House y dispararle. Watson fue arrestado el lunes en Aurora, y está representado por la oficina del defensor público del condado de Arapahoe.

 

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Mayo 20, 2020

LO MÁS VISTO ♣ Mayo 20, 2020

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Las noticias más leídas en PrisioneroEnArgentina.com. Las más comentadas, las más polémicas. De que está la gente hablando…

REINICIO Mayo 18, 2020 00.00 HORAS –
HORA DE CONTROL Mayo 20, 2020 23.23 HORAS

 

 


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Mayo 10, 2020


 

El Análisis del Profesor Mario Sandoval ◙ Mayo 20, 2020

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El profesor Mario Sandoval y sus opiniones con respecto a la utilización de la pandemia por parte del gobierno, la participación de las Naciones Unidas, derechos cívicos y políticos, Cuba, terrorismo y la influencia global de Unidas Podemos.

 

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Alberto Fernández
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Habla MARIO SANDOVAL

 

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Cristina Fernández
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Peñafort
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R. Cipriano García
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Iglesias
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Mayo 20, 2020


 

Un Sheriff que se niega a arrestar ciudadanos por violaciones menores por regulaciones sobre el coronavirus

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El sheriff del condado de Riverside, Chad Bianco, armado con la autoridad legal para arrestar a quienes no cumplan con la orden del oficial de salud pública del condado de usar máscaras en público, dijo que sus agentes no citarán a los infractores.

De todas maneras Bianco instó firmemente a los residentes del condado a cubrirse la boca y la nariz cuando salgan, entre otros, para evitar la propagación del coronavirus.

Envío y colaboración: Sr. PATRICIO ANDERSON

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Mayo 20, 2020

Se toman apuestas: ¿Se cae el juicio por el memorandum con Irán?

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La defensa del ex exsecretario de Legal y Técnica del kirchnerismo y hoy Procurador del Tesoro, Alberto Carlos Zannini, solicitó que se anule el procesamiento que le dictó el juez Claudio Bonadio (Fallecido el pasado febrero) y también los pedidos de elevación a juicio que se hicieron en su contra. Si la jugada tiene éxito, inevitablemente beneficiará al resto de los acusados, entre los que está la vicepresidente Cristina Kirchner, quien desde diciembre ya no tiene prisión preventiva en este expediente.

Fragueiro Frías
Zannini

En un escrito entregado al Tribunal Oral Federal 8 que prepara ese debate oral, el abogado Mariano Fragueiro Frías sostuvo que la instrucción del caso está incompleta y eso impide que las partes conozcan “los hechos sobre los que tratará el juicio”.

“De esta forma, se garantiza el derecho a defensa de los imputados, ya que es imposible defenderse de algo que no se conoce”, se agregó entre los fundamentos del escrito entregado al Tribunal Oral.

Se trata de la causa por el fallido Memorándum con Irán en la que está procesado Zannini, junto a otros acusados como la expresidente Cristina Elisabet Fernández de Kirchner.

La defensa sostuvo que para que una causa sea elevada a juicio es necesario que esté completa la instrucción, con el fin de garantizar el derecho de defensa porque es imposible defenderse de algo que no se conoce. Sin embargo, remarcó, en esta se dejó un tramo de la investigación en instrucción: precisamente la que apunta al rol de Interpol. Es la figura del ex titular de Interpol, Ronald Noble, la que -a criterio de la defensa- podría esclarecer la situación de los acusados porque, tal como lo dijo públicamente el ex funcionario, se demostraría que las alertas rojas no estuvieron en peligro con la firma del Memorándum.

Noble
Fernández

“En este proceso se concreta ahora aquello que palpitó siempre en la mente de los perseguidores, nos referimos al eco inconstrastable de que las oficinas de INTERPOL fueron parte de esa desopilante hipótesis criminal, y sin su invalorable auxilio normativo y funcional nada de esto, aún en esta extraña calificación de encubrimiento sui generis, hubiera ocurrido. Aclaro esta es la hipótesis que sostiene la acusación como corolario de su infatigable deseo de que el Secretario General de INTERPOL no declare como testigo en esta causa”, se sostiene en el escrito al que accedió Infobae y que ahora deberá analizar los jueces del TOF María Gabriela López Iñiguez (En marzo del 2018 En marzo de este año liberó también a Carlos Zannini y Luis D’Elía.), José Antonio Michelini (Quién ya sobreseyó a Boudou en una causa y tuvo en sus manos el caso César Enciso) y Daniel Horacio Obligado, magustrado que fuera denunciado por el doctor Guillermo Jesús Fanego por abandono de sus funciones en medio de un juicio)

López Iñiguez
Michelini
Obligado
De Giorgi

Todo se aceleró por la causa que está en instrucción. Allí Zannini pidió frenar un pedido de informes sobre Noble, en donde se lo investiga como presunto imputado. El juez Marcelo Martínez De Giorgi rechazó ese planteo teniendo en cuenta que Zannini ya no era ya parte de la instrucción. Ahora, la defensa apeló ante la Cámara Federal, que responderá en los próximos días.

Frente a eso, Zannini se presentó ante el TOF 8 esta mañana. Aseguró que recién ahora comenzaron a investigar a Noble, luego de dos años de que el caso se envió a juicio oral “Esto es inaceptable, porque no es lo mismo defenderse de un hecho en el que el encubrimiento fue en connivencia con miembros de INTERPOL que sin ello”, dijeron desde la defensa. Además, resaltaron que los funcionarios de INTERPOL tienen inmunindad de jurisdicción, lo que significa que no pueden ser investigados por un juez de Instrucción argentino. Solo debería hacerlo la Corte Suprema.

 

 


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Mayo 20, 2020


 

El huésped de Drácula

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 Por Bram Stoker


Cuando iniciamos nuestro paseo, el sol brillaba intensamente sobre Múnich y el aire estaba repleto de la alegría propia de comienzos del verano. En el mismo momento en que íbamos a partir, Herr Delbrück (el maitre d’hôtel del Quatre Saisons, donde me alojaba) bajó hasta el carruaje sin detenerse a ponerse el sombrero y, tras desearme un placentero paseo, le dijo al cochero, sin apartar la mano de la manija de la puerta del coche:

-No olvide estar de regreso antes de la puesta del sol. El cielo parece claro, pero se nota un frescor en el viento del norte que me dice que puede haber una tormenta en cualquier momento. Pero estoy seguro de que no se retrasará -sonrió-, pues ya sabe qué noche es.

Johann le contestó con un enfático:

-Ja, mein Herr.

Y, llevándose la mano al sombrero, se dio prisa en partir.

Cuando hubimos salido de la ciudad le dije, tras indicarle que se detuviera:

-Dígame, Johann, ¿qué noche es hoy?

Se persignó al tiempo que contestaba lacónicamente:

-Walpurgis Nacht.

Y sacó su reloj, un grande y viejo instrumento alemán de plata, tan grande como un nabo, y lo contempló, con las cejas juntas y un pequeño e impaciente encogimiento de hombros. Me di cuenta de que aquella era su forma de protestar respetuosamente contra el innecesario retraso y me volví a recostar en el asiento, haciéndole señas de que prosiguiese. Reanudó una buena marcha, como si quisiera recuperar el tiempo perdido. De vez en cuando, los caballos parecían alzar sus cabezas y olisquear suspicazmente el aire. En tales ocasiones, yo miraba alrededor, alarmado. El camino era totalmente anodino, pues estábamos atravesando una especie de alta meseta barrida por el viento. Mientras viajábamos, vi un camino que parecía muy poco usado y que aparentemente se hundía en un pequeño y serpenteante valle. Parecía tan invitador que, aun arriesgándome a ofenderlo, le dije a Johann que se detuviera y, cuando lo hubo hecho, le expliqué que me gustaría que bajase por allí. Me dio toda clase de excusas, y se persignó con frecuencia mientras hablaba. Esto, de alguna forma, excitó mi curiosidad, así que le hice varias preguntas. Respondió evasivamente, sin dejar de mirar una y otra vez su reloj como protesta. Al final, le dije:

-Bueno, Johann, quiero bajar por ese camino. No le diré que venga si no lo desea, pero cuénteme por qué no quiere hacerlo, eso es todo lo que le pido.

Como respuesta, pareció zambullirse desde el pescante por lo rápidamente que llegó al suelo. Entonces extendió sus manos hacia mí en gesto de súplica y me imploró que no fuera. Mezclaba el suficiente inglés con su alemán como para que yo entendiese el hilo de sus palabras. Parecía estar siempre a punto de decirme algo, cuya sola idea era evidente que le aterrorizaba; pero cada vez se echaba atrás y decía mientras se persignaba:

-Walpurgis Nacht!

Traté de argumentar con él pero era difícil discutir con un hombre cuyo idioma no hablaba. Ciertamente, él tenía todas las ventajas, pues aunque comenzaba hablando en inglés, un inglés muy burdo y entrecortado, siempre se excitaba y acababa por revertir a su idioma natal…. y cada vez que lo hacía miraba su reloj. Entonces los caballos se mostraron inquietos y olisquearon el aire. Ante esto, palideció y, mirando a su alrededor de forma asustada, saltó de pronto hacia adelante, los aferró por las bridas y los hizo avanzar unos diez metros. Yo lo seguí y le pregunté por qué había hecho aquello. Como respuesta, se persignó, señaló al punto que había abandonado y apuntó con su látigo hacia el otro camino, indicando una cruz y diciendo, primero en alemán y luego en inglés:

-Enterrados…, estar enterrados los que matarse ellos mismos.

Recordé la vieja costumbre de enterrar a los suicidas en los cruces de los caminos.

-¡Ah! Ya veo, un suicida. ¡Qué interesante!

Pero a fe mía que no podía saber por qué estaban asustados los caballos.

Mientras hablábamos, escuchamos un sonido que era un cruce entre el aullido de un lobo y el ladrido de un perro. Se oía muy lejos, pero los caballos se mostraron muy inquietos, y le llevó bastante tiempo a Johann calmarlos. Estaba muy pálido y dijo:

-Suena como lobo…, pero no hay lobos aquí, ahora.

-¿No? -pregunté inquisitivamente-. ¿Hace ya mucho tiempo desde que los lobos estuvieron tan cerca de la ciudad?

-Mucho, mucho -contestó-. En primavera y verano, pero con la nieve los lobos no mucho lejos.

Mientras acariciaba los caballos y trataba de calmarlos, oscuras nubes comenzaron a pasar rápidas por el cielo. El sol desapareció, y una bocanada de aire frío sopló sobre nosotros. No obstante, tan sólo fue un soplo, y más parecía un aviso que una realidad, pues el sol volvió a salir brillante. Johann miró hacia el horizonte haciendo visera con su mano, y dijo:

-La tormenta de nieve venir dentro de mucho poco.

Luego miró de nuevo su reloj, y, manteniendo firmemente las riendas, pues los caballos seguían manoteando inquietos y agitando sus cabezas, subió al pescante como si hubiera llegado el momento de proseguir nuestro viaje.

Me sentía un tanto obstinado y no subí inmediatamente al carruaje.

-Hábleme del lugar al que lleva este camino -le dije, y señalé hacia abajo.

Se persignó de nuevo y murmuró una plegaria antes de responderme:

-Es maldito.

-¿Qué es lo que es maldito? -inquirí.

-El pueblo.

-Entonces, ¿hay un pueblo?

-No, no. Nadie vive allá desde cientos de años.

Me devoraba la curiosidad:

-Pero dijo que había un pueblo.

-Había.

-¿Y qué pasa ahora?

Como respuesta, se lanzó a desgranar una larga historia en alemán y en inglés, tan mezclados que casi no podía comprender lo que decía, pero a grandes rasgos logré entender que hacía muchos cientos de años habían muerto allí personas que habían sido enterradas; y se habían oído ruidos bajo la tierra, y cuando se abrieron las fosas se hallaron a los hombres y mujeres con el aspecto de vivos y las bocas rojas de sangre. Y por eso, buscando salvar sus vidas (¡ay, y sus almas!…. y aquí se persignó de nuevo), los que quedaron huyeron a otros lugares donde los vivos vivían y los muertos estaban muertos y no…. no otra cosa. Evidentemente tenía miedo de pronunciar las últimas palabras. Mientras avanzaba en su narración, se iba excitando más y más, parecía como si su imaginación se hubiera desbocado, y terminó en un verdadero paroxismo de terror: blanco el rostro, sudoroso, tembloroso y mirando a su alrededor, como si esperase que alguna horrible presencia se fuera a manifestar allí mismo, en la llanura abierta, bajo la luz del sol. Finalmente, en una agonía de desesperación, gritó: «Walpurgis Nacht!», e hizo una seña hacia el vehículo, indicándome que subiera. Mi sangre inglesa hirvió ante esto y, echándome hacia atrás, dije:

-Tiene usted miedo, Johann… tiene usted miedo. Regrese, yo volveré solo; un paseo a pie me sentará bien. -La puerta del carruaje estaba abierta. Tomé del asiento el bastón de roble que siempre llevo en mis excursiones y cerré la puerta. Señalé el camino de regreso a Múnich y repetí-: Regrese, Johann… La noche de Walpurgis no tiene nada que ver con los ingleses.

Los caballos estaban ahora más inquietos que nunca y Johann intentaba retenerlos mientras me imploraba excitadamente que no cometiera tal locura. Me daba pena el pobre hombre, parecía sincero; no obstante, no pude evitar el echarme a reír. Ya había perdido todo rastro de inglés en sus palabras. En su ansiedad, había olvidado que la única forma que tenía de hacerme comprender era hablar en mi idioma, así que chapurreó su alemán nativo. Comenzaba a ser algo tedioso. Tras señalar la dirección, exclamé: «¡Regrese!», y me di la vuelta para bajar por el camino lateral, hacia el valle.

Con un gesto de desesperación, Johann volvió sus caballos hacia Múnich. Me apoyé sobre mi bastón y lo contemplé alejarse. Marchó lentamente por un momento; luego, sobre la cima de una colina, apareció un hombre alto y delgado. No podía verlo muy bien a aquella distancia. Cuando se acercó a los caballos, éstos comenzaron a encabritarse y a patear, luego relincharon aterrorizados y echaron a correr locamente. Los contemplé perderse de vista y luego busqué al extraño pero me di cuenta de que también él había desaparecido.

Me volví con ánimo tranquilo hacia el camino lateral que bajaba hacia el profundo valle que tanto había preocupado a Johann. Por lo que podía ver, no había ni la más mínima razón para esta preocupación; y diría que caminé durante un par de horas sin pensar en el tiempo ni en la distancia, y ciertamente sin ver ni persona ni casa alguna. En lo que a aquel lugar se refería, era una verdadera desolación. Pero no me di cuenta de esta particularidad hasta que, al dar la vuelta a un recodo del camino, llegué hasta el disperso lindero de un bosque. Entonces me di cuenta de que, inconscientemente, había quedado impresionado por la desolación de los lugares por los que acababa de pasar.

Me senté para descansar y comencé a mirar a mi alrededor. Me fijé en que el aire era mucho más frío que cuando había iniciado mi camino: parecía rodearme un sonido susurrante, en el que se oía de vez en cuando, muy en lo alto, algo así como un rugido apagado. Miré hacia arriba y pude ver que grandes y densas nubes corrían rápidas por el cielo, de norte a sur, a una gran altura. Eran los signos de una tormenta que se aproximaba por algún lejano estrato de aire. Noté un poco de frío y, pensando que era por haberme sentado tras la caminata, reinicié mi paseo.

El terreno que cruzaba ahora era mucho más pintoresco. No había ningún punto especial digno de mención, pero en todo él se notaba cierto encanto y belleza. No pensé más en el tiempo, y fue sólo cuando empezó a hacerse notar el oscurecimiento del sol que comencé a preocuparme acerca de cómo hallar el camino de vuelta. Había desaparecido la brillantez del día. El aire era frío, y el vuelo de las nubes allá en lo alto mucho más evidente. Iban acompañadas por una especie de sonido ululante y lejano, por entre el que parecía escucharse a intervalos el misterioso grito que el cochero había dicho que era de un lobo. Dudé un momento, pero me había prometido ver el pueblo abandonado, así que proseguí, y de pronto llegué a una amplia extensión de terreno llano, cerrado por las colinas que lo rodeaban. Las laderas de éstas estaban cubiertas de árboles que descendían hasta la llanura, formando grupos en las suaves pendientes y depresiones visibles aquí y allá. Seguí con la vista el serpentear del camino y vi que trazaba una curva cerca de uno de los más densos grupos de árboles y luego se perdía tras él.

Mientras miraba noté un hálito helado en el aire, y comenzó a nevar. Pensé en los kilómetros y kilómetros de terreno desguarnecido por los que había pasado, y me apresuré a buscar cobijo en el bosque de enfrente. El cielo se fue volviendo cada vez más oscuro, y a mi alrededor se veía una brillante alfombra blanca cuyos extremos más lejanos se perdían en una nebulosa vaguedad. Aún se podía ver el camino, pero mal, y cuando corría por el llano no quedaban tan marcados sus límites como cuando seguía las hondonadas; y al poco me di cuenta de que debía haberme apartado del mismo, pues dejé de notar bajo mis pies la dura superficie y me hundí en tierra blanda. Entonces el viento se hizo más fuerte y sopló con creciente fuerza, hasta que casi me arrastró. El aire se volvió totalmente helado, y comencé a sufrir los efectos del frío a pesar del ejercicio. La nieve caía ahora tan densa y giraba a mi alrededor en tales remolinos que apenas podía mantener abiertos los ojos. De vez en cuando, el cielo era desgarrado por un centelleante relámpago, y a su luz sólo podía ver frente a mí una gran masa de árboles, principalmente cipreses y tejos completamente cubiertos de nieve.

Pronto me hallé al amparo de los mismos, y allí, en un relativo silencio, pude oír el soplar del viento, en lo alto. En aquel momento, la oscuridad de la tormenta se había fundido con la de la noche. Pero su furia parecía estar abatiéndose: tan solo regresaba en tremendos resoplidos o estallidos. En aquellos momentos el escalofriante aullido del lobo pareció despertar el eco de muchos sonidos similares a mi alrededor.

En ocasiones, a través de la oscura masa de las nubes, se veía un perdido rayo de luna que iluminaba el terreno y que me dejaba ver que estaba al borde de una densa masa de cipreses y tejos. Como había dejado de nevar, salí de mi refugio y comencé a investigar más a fondo los alrededores. Me parecía que entre tantos viejos cimientos como había pasado en mi camino, quizá hallase una casa aún en pie que, aunque estuviese en ruinas, me diese algo de cobijo. Mientras rodeaba el perímetro del bosquecillo, me di cuenta de que una pared baja lo cercaba y, siguiéndola, hallé una abertura. Allí los cipreses formaban un camino que llevaba hasta la cuadrada masa de algún tipo de edificio. No obstante, en el mismo momento en que la divisé, las errantes nubes oscurecieron la luna y atravesé el sendero en tinieblas. El viento debió de hacerse más frío, pues noté que me estremecía mientras caminaba; pero tenía esperanzas de hallar un refugio, así que proseguí mi camino a ciegas.

Me detuve, pues se produjo un repentino silencio. La tormenta había pasado y, quizá en simpatía con el silencio de la naturaleza, mi corazón pareció dejar de latir. Pero eso fue tan sólo momentáneo, pues repentinamente la luz de la luna se abrió paso por entre las nubes, mostrándome que me hallaba en un cementerio, y que el objeto cuadrado situado frente a mí era una enorme tumba de mármol, tan blanca como la nieve que lo cubría todo. Con la luz de la luna llegó un tremendo suspiro de la tormenta, que pareció reanudar su carrera con un largo y grave aullido, como el de muchos perros o lobos. Me sentía anonadado, y noté que el frío me calaba hondo hasta parecer aferrarme el corazón. Entonces mientras la oleada de luz lunar seguía cayendo sobre la tumba de mármol, la tormenta dio muestras de reiniciarse, como si quisiera volver atrás. Impulsado por alguna especie de fascinación, me aproximé a la sepultura para ver de quién era y por qué una construcción así se alzaba solitaria en semejante lugar. La rodeé y leí, sobre la puerta dórica, en alemán:

CONDESA DOLINGEN DE GRATZ
EN ESTIRIA
BUSCÓ Y HALLÓ LA MUERTE
EN 1801

En la parte alta del túmulo, y atravesando aparentemente el mármol, pues la estructura estaba formada por unos pocos bloques macizos, se veía una gran vigueta o estaca de hierro.

Me dirigí hacia la parte de atrás y leí, esculpida con grandes letras cirílicas:

Los muertos viajan de prisa

Había algo tan extraño y fuera de lo usual en todo aquello que me hizo sentir mal y casi desfallecí. Por primera vez empecé a desear haber seguido el consejo de Johann. Y en aquel momento me invadió un pensamiento que, en medio de aquellas misteriosas circunstancias, me produjo un terrible estremecimiento: ¡era la noche de Walpurgis!

La noche de Walpurgis en la que, según las creencias de millones de personas, el diablo andaba suelto; en la que se abrían las tumbas y los muertos salían a pasear; en la que todas las cosas maléficas de la tierra, el mar y el aire celebraban su reunión. Y estaba en el preciso lugar que el cochero había rehuido. Aquél era el pueblo abandonado hacía siglos. Allí era donde se encontraba la suicida; ¡y en ese lugar me encontraba yo ahora solo…, sin ayuda, temblando de frío en medio de una nevada y con una fuerte tormenta formándose a mi alrededor! Fue necesaria toda mi filosofía, toda la religión que me habían enseñado, todo mi coraje, para no derrumbarme en un paroxismo de terror.

Y entonces un verdadero tornado estalló a mi alrededor. El suelo se estremeció como si millares de caballos galopasen sobre él, y esta vez la tormenta llevaba en sus gélidas alas no nieve, sino un enorme granizo que cayó con tal violencia que parecía haber sido lanzado por lo míticos honderos baleáricos… Piedras de granizo que aplastaban hojas y ramas y que negaban la protección de los cipreses, como si en lugar de árboles hubieran sido espigas de cereal. Al primer momento corrí hasta el árbol más cercano, pero pronto me vi obligado a abandonarlo y buscar el único punto que parecía ofrecer refugio: la profunda puerta dórica de la tumba de mármol. Allí, acurrucado contra la enorme puerta de bronce, conseguí una cierta protección contra la caída del granizo, pues ahora sólo me golpeaba al rebotar contra el suelo y los costados de mármol.

Al apoyarme contra la puerta, ésta se movió ligeramente y se abrió un poco hacia adentro. Incluso el refugio de una tumba era bienvenido en medio de aquella despiadada tempestad, y estaba a punto de entrar en ella cuando se produjo el destello de un relámpago que iluminó toda la extensión del cielo. En aquel instante, lo juro por mi vida, vi, pues mis ojos estaban vueltos hacia la oscuridad del interior, a una bella mujer, de mejillas sonrosadas y rojos labios, aparentemente dormida sobre un féretro. Mientras el trueno estallaba en lo alto fui atrapado como por la mano de un gigante y lanzado hacia la tormenta. Todo aquello fue tan repentino que antes de que me llegara el impacto, tanto moral como físico, me encontré bajo la lluvia de piedras. Al mismo tiempo tuve la extraña y absorbente sensación de que no estaba solo. Miré hacia el túmulo. Y en aquel mismo momento se produjo otro cegador relámpago, que pareció golpear la estaca de hierro que dominaba el monumento y llegar por ella hasta el suelo, resquebrajando, desmenuzando el mármol como en un estallido de llamas. La mujer muerta se alzó en un momento de agonía, lamida por las llamas, y su amargo alarido de dolor fue ahogado por el trueno. La última cosa que oí fue esa horrible mezcla de sonidos, pues de nuevo fui aferrado por la gigantesca mano y arrastrado, mientras el granizo me golpeaba y el aire parecía reverberar con el aullido de los lobos. La última cosa que recuerdo fue una vaga y blanca masa movediza, como si las tumbas de mi alrededor hubieran dejado salir los amortajados fantasmas de sus muertos, y éstos me estuvieran rodeando en medio de1a oscuridad de la tormenta de granizo.

Gradualmente, volvió a mí una especie de confuso inicio de consciencia; luego una sensación de cansancio aniquilador. Durante un momento no recordé nada; pero poco a poco volvieron mis sentidos. Los pies me dolían espantosamente y no podía moverlos. Parecían estar dormidos. Notaba una sensación gélida en mi nuca y a todo lo largo de mi espina dorsal, y mis orejas, como mis pies, estaban muertas y, sin embargo, me atormentaban; pero sobre mi pecho notaba una sensación de calor que, en comparación, resultaba deliciosa. Era como una pesadilla…, una pesadilla física, si es que uno puede usar tal expresión, pues un enorme peso sobre mi pecho me impedía respirar normalmente.

Ese período de semiletargo pareció durar largo rato, y mientras transcurría debí de dormir o delirar. Luego sentí una sensación de repugnancia, como en los primeros momentos de un mareo, y un imperioso deseo de librarme de algo, aunque no sabía de qué. Me rodeaba un descomunal silencio, como si todo el mundo estuviese dormido o muerto, roto tan sólo por el suave jadeo de algún animal cercano. Noté un cálido lametón en mi cuello, y entonces me llegó la consciencia de la terrible verdad, que me heló hasta los huesos e hizo que se congelara la sangre en mis venas. Había algún animal recostado sobre mí y ahora lamía mi garganta. No me atreví a agitarme, pues algún instinto de prudencia me obligaba a seguir inmóvil, pero la bestia pareció darse cuenta de que se había producido algún cambio en mí, pues levantó la cabeza. Por entre mis pestañas vi sobre mí los dos grandes ojos llameantes de un gigantesco lobo. Sus aguzados caninos brillaban en la abierta boca roja, y pude notar su acre respiración sobre mi boca.

Durante otro período de tiempo lo olvidé todo. Luego escuché un gruñido, seguido por un aullido, y luego por otro y otro. Después, aparentemente muy a lo lejos, escuché un «¡hey, hey!» como de muchas voces gritando al unísono. Alcé cautamente la cabeza y miré en la dirección de la que llegaba el sonido, pero el cementerio bloqueaba mi visión. El lobo seguía aullando de una extraña manera, y un resplandor rojizo comenzó a moverse por entre los cipreses, como siguiendo el sonido. Cuando las voces se acercaron, el lobo aulló más fuerte y más rápidamente. Yo temía hacer cualquier sonido o movimiento. El brillo rojo se acercó más, por encima de la alfombra blanca que se extendía en la oscuridad que me rodeaba. Y de pronto, de detrás de los árboles, surgió al trote una patrulla de jinetes llevando antorchas. El lobo se apartó de encima de mí y escapó por el cementerio. Vi cómo uno de los jinetes (soldados, según parecía por sus gorras y sus largas capas militares) alzaba su carabina y apuntaba. Un compañero golpeó su brazo hacia arriba, y escuché cómo la bala zumbaba sobre mi cabeza. Evidentemente me había tomado por el lobo. Otro divisó al animal mientras se alejaba, y se oyó un disparo. Luego, al galope, la patrulla avanzó, algunos hacia mí y otros siguiendo al lobo mientras éste desaparecía por entre los nevados cipreses.

Mientras se aproximaban, traté de moverme; no lo logré, aunque podía ver y oír todo lo que sucedía a mi alrededor. Dos o tres de los soldados saltaron de su monturas y se arrodillaron a mi lado. Uno de ellos alzó mi cabeza y colocó su mano sobre mi corazón.

-¡Buenas noticias, camaradas! -gritó-. ¡Su corazón todavía late!

Entonces vertieron algo de brandy entre mis labios; me dio vigor, y fui capaz de abrir del todo los ojos y mirar a mi alrededor. Por entre los árboles se movían luces y sombras, y oí cómo los hombres se llamaban los unos a los otros. Se agruparon, lanzando asustadas exclamaciones, y las luces centellearon cuando los otros entraron amontonados en el cementerio, como posesos. Cuando los primeros llegaron hasta nosotros, los que me rodeaban preguntaron ansiosos:

-¿Lo hallaron?

La respuesta fue apresurada:

-¡No! ¡No! ¡Vámonos…. pronto! ¡Éste no es un lugar para quedarse, y menos en esta noche!

-¿Qué era? -preguntaron en varios tonos de voz.

La respuesta llegó variada e indefinida, como si todos los hombres sintiesen un impulso común por hablar y, sin embargo, se vieran refrenados por algún miedo compartido que les impidiese airear sus pensamientos.

-¡Era… era… una cosa! -tartamudeó uno, cuyo ánimo, obviamente, se había derrumbado.

-¡Era un lobo…, sin embargo, no era un lobo! -dijo otro estremeciéndose.

-No vale la pena intentar matarlo sin tener una bala bendecida -indicó un tercero con voz más tranquila.

-¡Nos está bien merecido por salir en esta noche! ¡Desde luego que nos hemos ganado los mil marcos! -espetó un cuarto.

-Había sangre en el mármol derrumbado –dijo otro tras una pausa-. Y desde luego no la puso ahí el rayo. En cuanto a él… ¿está a salvo? ¡Miren su garganta. Vean, camaradas: el lobo estaba echado encima de él, dándole calor.

El oficial miró mi garganta y replicó:

-Está bien; la piel no ha sido perforada. ¿Qué significará todo esto? Nunca lo habríamos hallado de no haber sido por los aullidos del lobo.

-¿Qué es lo que ocurrió con ese lobo? -preguntó el hombre que sujetaba mi cabeza, que parecía ser el menos aterrorizado del grupo, pues sus manos estaban firmes, sin temblar. En su bocamanga se veían los galones de suboficial.

-Volvió a su cubil -contestó el hombre cuyo largo rostro estaba pálido y que temblaba visiblemente aterrorizado mientras miraba a su alrededor-. Aquí hay bastantes tumbas en las que puede haberse escondido. ¡Vámonos, camaradas, vámonos rápido! Abandonemos este lugar maldito.

El oficial me alzó hasta sentarme y lanzó una voz de mando; luego, entre varios hombres me colocaron sobre un caballo. Saltó a la silla tras de mí, me sujetó con los brazos y dio la orden de avanzar; dando la espalda a los cipreses, cabalgamos rápidamente en formación.

Mi lengua seguía rehusando cumplir con su función y me vi obligado a guardar silencio. Debí de quedarme dormido, pues lo siguiente que recuerdo es estar de pie, sostenido por un soldado a cada lado. Ya casi era de día, y hacia el norte se reflejaba una rojiza franja de luz solar, como un sendero de sangre, sobre la nieve. El oficial estaba ordenando a sus hombres que no contaran nada de lo que habían visto, excepto que habían hallado a un extranjero, un inglés, protegido por un gran perro.

-¡Un gran perro! Eso no era ningún perro -interrumpió el hombre que había mostrado tanto miedo-. Sé reconocer un lobo cuando lo veo.

El joven oficial le respondió con calma:

-Dije un perro.

-¡Perro! -reiteró irónicamente el otro. Resultaba evidente que su valor estaba ascendiendo con el sol y, señalándome, dijo-: Mírele la garganta. ¿Es eso obra de un perro, señor?

Instintivamente alcé una mano al cuello y, al tocármelo, grité de dolor. Los hombres se arremolinaron para mirar, algunos bajando de sus sillas, y de nuevo se oyó la calmada voz del joven oficial:

-Un perro, he dicho. Si contamos alguna otra cosa, se reirán de nosotros.

Entonces monté tras uno de los soldados y entramos en los suburbios de Múnich. Allí encontramos un carruaje al que me subieron y que me llevó al Quatre Saisons; el oficial me acompañó en el vehículo, mientras un soldado nos seguía llevando su caballo y los demás regresaban al cuartel.

Cuando llegamos, Herr Delbrück bajó tan rápidamente las escaleras para salir a mi encuentro que se hizo evidente que había estado mirando desde dentro. Me sujetó con ambas manos y me llevó solícito al interior. El oficial hizo un saludo y se dio la vuelta para alejarse, pero al darme cuenta insistí en que me acompañara a mis habitaciones. Mientras tomábamos un vaso de vino, le di las gracias efusivamente, a él y a sus camaradas, por haberme salvado. Él se limitó a responder que se sentía muy satisfecho, y que Herr Delbrück ya había dado los pasos necesarios para gratificar al grupo de rescate; ante esta ambigua explicación el maître d’hôtel sonrió, mientras el oficial se excusaba, alegando tener que cumplir con sus obligaciones, y se retiraba.

-Pero Herr Delbrück -interrogué-, ¿cómo y por qué me buscaron los soldados?

Se encogió de hombros, como no dándole importancia a lo que había hecho, y replicó:

-Tuve la buena suerte de que el comandante del regimiento en el que serví me autorizara a pedir voluntarios.

-Pero ¿cómo supo que estaba perdido? -le pregunté.

-El cochero regresó con los restos de su carruaje, que resultó destrozado cuando los caballos se desbocaron.

-¿Y por eso envió a un grupo de soldados en mi busca?

-¡Oh, no! -me respondió-. Pero, antes de que llegase el cochero, recibí este telegrama del boyardo de que es usted huésped -y sacó del bolsillo un telegrama, que me entregó y leí:

BISTRITZ

«Tenga cuidado con mi huésped: su seguridad me es preciosa. Si algo le ocurriera, o lo echasen a faltar, no ahorre medios para hallarle y garantizar su seguridad. Es inglés, y por consiguiente aventurero. A menudo hay peligro con la nieve y los lobos y la noche. No pierda un momento si teme que le haya ocurrido algo. Respaldaré su celo con mi fortuna. – Drácula.

Mientras sostenía el telegrama en mi mano, la habitación pareció girar a mi alrededor y, si el atento maître d’hôtel no me hubiera sostenido, creo que me hubiera desplomado. Había algo tan extraño en todo aquello, algo tan fuera de lo corriente e imposible de imaginar, que me pareció ser, en alguna manera, el juguete de enormes fuerzas…, y esta sola idea me paralizó. Ciertamente me hallaba bajo alguna clase de misteriosa protección; desde un lejano país había llegado, justo a tiempo, un mensaje que me había arrancado del peligro de la congelación y de las mandíbulas del lobo.

 


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Mayo 20, 2020


 

SER LOS ÚLTIMOS, PARA ESTAR DE FRENTE

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 Por CLAUDIO VALERIO

¡Qué humano es querer ser reconocido! Y qué poco sobrenatural…  Sería una pena que hiciéramos el bien con el secreto deseo de auto felicitarnos o de recibir la gloria de los demás. Es una necedad vivir de cara al público, intentar que se hable de uno mismo, inquirir qué opinión tienen. Además, es fuente de sufrimiento y de envidia. Lógicamente haremos muchas cosas bien, para bien de los demás. Pero aunque no nos lo reconozcan, mejor si no lo advierten,  no hemos de tener pena ni sentirnos humillados. Quién intenta actuar bien, nada le tiene que importar lo que puedan pensar o decir los demás. Eso sí que deja paz en el alma; incluso aunque, procurando obrar bien, se haya actuado mal.
Hay un viejo proverbio que dice: “La verdadera sabiduría consiste en querer ser ignorado y tenido por nada, en poner su gozo en el desprecio de sí mismo”.
Entendamos que todo lo de esta tierra, sean bienes u honores,  nada valen en comparación con poseer el amor, que se manifiesta no sólo para nuestra propia felicidad, sino que también en servicio, en hacer el  bien, en ayudar eficazmente… No queramos ser los primeros, si no es en el amor.

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires, Argentina), recibe un
abrazo, junto a mi deseo de que dios te Bendiga y prospere en todo lo
que emprendas, y derrame sobre ti Salud, Paz, Amor, y mucha
prosperidad.

Claudio Valerio (Valerius)

 


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Mayo 20, 2020


 

El Análisis de Mario Sandoval ♦ Mayo 19, 2020

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El profesor Sandoval, directamente desde la Unidad Pentenciaria 34 de Campo de Mayo y su comentario semanal 

 

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Mayo 20, 2020


 

Pamela Rogers Turner

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Pamela Joan Rogers Turner (nacida el 1 de julio de 1977) es una ex maestra y entrenadora de educación física de la escuela primaria estadounidense que enseñó en McMinnville, Tennessee. Tuvo una relación sexual con un niño de 13 años que era uno de sus estudiantes en la escuela primaria Centertown. Según la documentación de la corte, Rogers tuvo relaciones sexuales con la estudiante en al menos 12 ocasiones.

Rogers se enfrentó a 15 cargos de agresión sexual por parte de una figura de autoridad y 13 cargos de violación legal el 4 de febrero de 2005. Los cargos se derivaron de su relación de 3 meses con un adolescente. Tenía 27 años de edad en el momento de la relación. Después de su arresto, ella pagó una fianza de $ 50,000. Cuando fue acusada originalmente, se declaró inocente.
Posteriormente, Rogers no se opuso a cuatro cargos de agresión sexual por parte de una figura de autoridad el 12 de agosto de 2005, como parte de un acuerdo con la fiscalía. Su sentencia fue de 270 días (aproximadamente nueve meses) en la cárcel del condado de Warren en Tennessee, como parte de una sentencia suspendida de ocho años, también debió cumplir un período de siete años y tres meses de libertad condicional, entregar su certificado de enseñanza y registrarse como delincuente sexual de por vida porque la agresión sexual por parte de una figura de autoridad es “delito sexual violento” según la ley de Tennessee. La sentencia no solo le prohíbe sacar redito del caso (incluidos libros y películas), sino que también le prohibió conceder entrevistas durante ocho años. También terminó efectivamente su carrera docente; la mayoría de los estados no otorgarán una licencia de enseñanza a un delincuente convicto. 

Rogers fue arrestada nuevamente el 24 de abril de 2006 por cargos de haber enviado mensajes de texto, fotos desnuda y videos de sexo de ella al mismo niño mientras usaba el teléfono celular de su padre. También fue acusada de comunicarse con el niño a través de internet y un sitio web. El juez le ordenó permanecer en la cárcel hasta su próxima audiencia en la corte. El 14 de julio de 2006, Rogers fue sentenciada a siete años de prisión por violar su libertad condicional al enviar videos explícitos a su ex víctima y mantener contacto con él a través de internet. La mujer pidió misericordia y se disculpó con su familia y la familia del adolescente, y dijo entre lágrimas al juez: “Me humillé a mí misma. Lo que hice estuvo mal, estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para rehabilitarme”. Pidió encarcelamiento local con terapia. El juez de circuito Bart Stanley negó su solicitud diciendo: “Usted ha hecho todo excepto mostrarle a la corte que quería rehabilitarse”. Revocó la libertad condicional de Rogers y le ordenó que cumpliera el resto de una prisión de siete años en la Prisión Estatal de Tennessee para Mujeres.

Recibió dos años adicionales de prisión en enero de 2007 después de declararse culpable de enviarle fotos de desnudos al niño.
En junio de 2015 fue arrestada nuevamente en un caso separado después de su liberación de la prisión. Supuestamente conspiró con dos reclusos para vender teléfonos celulares a presas en la prisión estatal donde ella solía estar alojada.

Antes de sus desviadas aventuras, en 1997, Turner se convirtió en la Sra. Monday Nitro en World Championship Wrestling (Campeonato de Lucha) en las festividades de Spring Break. Estuvo casada con Christopher Turner, entrenador de baloncesto de la escuela secundaria, en 2003. Solicitó el divorcio en enero de 2005, en el momento de su acusación. Separados desde 2004 , la pareja ya estaba experimentando dificultades matrimoniales cuando salieron a la luz sus problemas legales.

Si bien ella ha estado apartada de las luces, en julio de 2017, arrestaron a su hermano Alvin Rogers, por varios cargos que incluyeron violación de un menor.


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Mayo 20, 2020


 

LAS NOTICIAS MÁS VISTAS ☻ Mayo 19, 2020

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Las noticias más leídas en PrisioneroEnArgentina.com. Las más comentadas, las más polémicas. De que está la gente hablando…

REINICIO Mayo 18, 2020 00.00 HORAS –
HORA DE CONTROL Mayo 19, 2020 23.23 HORAS

 

 


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Mayo 19, 2020


 

La exclusión de Taiwán de la Organización Mundial de la Salud

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Se han perdido vidas en la pandemia de coronavirus debido a la exclusión de Taiwán por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la negativa a permitirle compartir las mejores prácticas e información, dijo una importante comisión del gobierno de Estados Unidos sobre China.

Estados Unidos se ha enfrentado repetidamente con China por su negativa a permitir que Taiwán, que no es miembro de la OMS, reclamado por China como una de sus provincias, tenga pleno acceso al cuerpo, convirtiéndose en otra fuente de crecientes tensiones entre Washington y Beijing.

Taiwán, autogobernado, dice que China y la OMS han conspirado con fines políticos para excluirlo de las reuniones clave, que la OMS no ha respondido a sus solicitudes de información sobre el coronavirus y que la OMS ha reportado previamente los números de casos de virus de Taiwán.

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La OMS y China discuten fuertemente esto, diciendo que Taiwán recibió toda la ayuda que necesita, pero que solo China tiene el derecho de representar a la isla democrática en la OMS.

En un informe publicado el martes, la Comisión de Revisión Económica y de Seguridad de EE. UU. y China del Congreso de EE. UU. Dijo que la exclusión de Taiwán contribuyó a “retrasos críticos” en la recepción oportuna y orientación precisa para los miembros de la OMS en las primeras etapas del brote.

“Si la OMS hubiera permitido a los expertos en salud de Taiwán compartir información y mejores prácticas a principios de enero, los gobiernos de todo el mundo podrían haber tenido información más completa sobre la cual basar sus políticas de salud pública”, dijo.

Una de las principales quejas de Taiwán es que la OMS ignoró su solicitud de información a fines de diciembre sobre el potencial de transmisión de persona a persona. La OMS ha dicho que un correo electrónico que recibió de Taiwán no mencionaba la transmisión de persona a persona.

China confirmó la transmisión del virus entre las personas el 20 de enero. El 12 de enero, la OMS había dicho que no había evidencia clara de tal transmisión.

“A este respecto, la supresión de la información proporcionada por Taiwán por parte de la OMS y el retraso en la emisión de su propia guía socavaron la seguridad nacional de los mismos estados miembros que confiaron en ella para obtener una guía autorizada de salud pública”, dijo la comisión estadounidense.

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Repudio de los Estados Unidos

Por Michael R. Pompeo, Secretario de Estado

Estados Unidos condena la exclusión de Taiwán de la Asamblea Mundial de la Salud. En un momento en que el mundo continúa luchando con la pandemia de COVID-19, necesitamos instituciones multilaterales para cumplir con sus misiones declaradas y servir a los intereses de todos los estados miembros, no para jugar a la política mientras las vidas están en juego.

Tedros Adhanon

Nadie discute que Taiwán ha montado uno de los esfuerzos más exitosos del mundo para contener la pandemia hasta la fecha, a pesar de su proximidad al brote original en Wuhan, China. Esto no debería ser una sorpresa. Las democracias transparentes, vibrantes e innovadoras como Taiwán siempre responden más rápido y con mayor eficacia a las pandemias que los regímenes autoritarios.

El Director General de la OMS, Tedros, tenía todo el poder legal y el precedente para incluir a Taiwán en los procedimientos. Sin embargo, decidió no invitar a Taiwán bajo la presión de la República Popular China (RPC). La falta de independencia del Director General priva a la Asamblea de la reconocida experiencia científica de Taiwán sobre la enfermedad pandémica y daña aún más la credibilidad y la eficacia de la OMS en un momento en que el mundo más lo necesita.

La acción rencorosa de la República Popular China para silenciar a Taiwán expone el vacío de sus reclamos de querer transparencia y cooperación internacional para combatir la pandemia, y hace que la diferencia entre China y Taiwán sea aún más marcada. Taiwán es un ciudadano mundial modelo, mientras que la RPC continúa reteniendo información vital sobre el virus y sus orígenes, niega el acceso a sus científicos e instalaciones relevantes, censura la discusión sobre la pandemia en China y en las propiedades de las redes sociales chinas, y echa la culpa ampliamente. 

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“Las vidas perdidas como resultado de estos pasos en falso ofrecen un recordatorio trágico de cómo la salud global se ve comprometida por la exclusión de Taiwán por motivos políticos de la OMS”, agregó.

Hablando en Beijing, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Zhao Lijian, dijo que había acuerdos que garantizan que Taiwán pueda lidiar con incidentes de salud pública a nivel internacional o local.

Zhao Lijian

“El informe de esta llamada comisión es, de principio a fin, una distorsión de los hechos y está lleno de prejuicios”, dijo en una rueda de prensa diaria.

Taiwán, con el fuerte respaldo de los Estados Unidos y algunos de sus principales aliados, está presionando para que se permita el acceso como observador a la reunión de la próxima semana del órgano decisorio de la OMS, la Asamblea Mundial de la Salud. Pero China dice que no apoyará esto y la OMS dice que no tiene mandato por sí solo para invitar a Taiwán.

Taiwán ha reportado solo 440 casos de coronavirus y siete muertes, muy por debajo de muchos de sus vecinos, gracias al trabajo de prevención temprano y efectivo y su sistema de salud de primer nivel.

China, bajo su política de “One China” (1), considera a Taiwán inelegible para las relaciones entre estados o la membresía de organismos como la OMS. Taiwán tiene relaciones diplomáticas con solo 15 países, casi todos pequeños y en desarrollo.

 

(1) La “política de Una China” es una política que afirma que solo hay un estado soberano bajo el nombre de China, en oposición a la idea de que hay dos estados, la República Popular de China (RPC) y Taiwan cuto nombre oficial es la República de China (ROC) , cuyos nombres oficiales incorporan “China”.

 


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Mayo 19, 2020


 

España: La Iglesia pide donativos porque “no vive del aire” y hay que “pagar el sueldo al cura”

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La Iglesia Española solicita a los fieles que se “comprometan” a donar una cantidad periódicamente, al igual que están suscritos a plataformas de televisión o de música. “Tienen que pagar el sueldo al cura y tienen que pagar las instalaciones”, dice el vicesecretario para Asuntos Económicos de la CEE.

Giménez Barriocanal

La Conferencia Episcopal Española (CEE) ha hecho un llamamiento para que se realicen donaciones en esta época de pandemia porque tienen que “pagar el sueldo al cura” y porque “la Iglesia no vive del aire”. La Iglesia recaudó en 2019 284,4 millones de euros con el 0,7% del IRPF (Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas), su máximo histórico.

“La principal fuente de financiación de las parroquias tienen que ser las aportaciones de los fieles. Los fieles tienen que pagar el sueldo al cura y tienen que pagar las instalaciones, tienen que colaborar con su esfuerzo y también económicamente. Esa cultura la tenemos que plantear”, ha indicado el vicesecretario para Asuntos Económicos de la CEE, Fernando Giménez Barriocanal, este lunes 18 de mayo en rueda de prensa telemática.

De acuerdo con las estimaciones de la CEE, antes de la pandemia, la Iglesia recaudaba mensualmente de media unos 20 millones de euros de las colectas ordinarias en las parroquias. Si bien, desde que se decretó el Estado de Alarma, se dejaron de celebrar misas con público y no se ha pasado el cepillo. Estas recaudaciones se realizan sin control fiscal.

Giménez Barriocanal ha comentado que cuando un párroco explica a sus feligreses la situación, estos “caen en la cuenta de que la Iglesia no vive del aire” y entienden que hacen falta donaciones para “el mantenimiento de los espacios” o “el sueldo del cura”.

Por ello, ha pedido a los fieles que más allá de las donaciones puntuales, se “comprometan” a donar una cantidad periódicamente a su parroquia, al igual que están suscritos a plataformas de televisión o de música.

Desde el año 2017, la Conferencia Episcopal Española destina 2,1 millones de euros a la retribución de los cerca de 100 obispos de España, que cobran 1.250 euros al mes para sus gastos personales, que pueden ir desde hacer la compra hasta ir al cine. Al no llegar al mínimo, la CEE estima que muchos de ellos no harán la Declaración de la Renta.

“Son 1.250 euros para sus gastos personales como hacer la compra o ir al cine. Se les aplican las retenciones correspondientes, aunque no harán la Declaración si no llegan al límite. También me consta que muchos emplean parte del sueldo a hacer obras de caridad, pero también para ir al cine o comprarse unos zapatos”, ha precisado el vicesecretario de Asuntos Económicos de la CEE, Fernando Giménez Barriocanal, durante la presentación de la Memoria de Actividades de la Iglesia Católica en España.

A esto se suma el sueldo de los sacerdotes españoles que está congelado “desde hace varios años” y se encuentra en torno a los 800 euros, una cifra que puede aumentar o disminuir en función de las diócesis. Además, estos curas tienen a su disposición la casa parroquial. 

 


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Mayo 19, 2020


 

Razones por las cuales China no será super potencia

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China es un país asombroso. Una de las civilizaciones más antiguas que existen en la Tierra, ha pasado de ser una sociedad centenaria, principalmente agraria, a una potencia económica industrial. En el lapso de 50 años, las reformas que China ha implementado la han convertido en la segunda economía más grande de la Tierra, y pronto se espera que eclipse a Estados Unidos como la más grande. Con sus números absolutos, economía fuerte y militares en rápido crecimiento, los chinos han llamado la atención y, en algunos aspectos, la preocupación del mundo. Muchas personas ahora creen que es solo cuestión de tiempo antes de que el país asuma el control como la próxima gran superpotencia global. Si bien ese podría ser el caso algún día, hay muchas razones para creer que no es así, ya que hay varios problemas serios que detienen a China. Hasta que (y si) estos problemas puedan abordarse, es poco probable que el país se haga cargo pronto como la potencia más dominante en la Tierra, ya sea militar o económicamente. Aquí están las diez razones principales por las que China no se hará cargo del mundo.

No es ningún secreto que China tiene un grave problema de contaminación. Desde que comenzó su rápida industrialización en la década de 1950, China ha llegado al punto en que los científicos de la salud estiman que cobra 1,6 millones de vidas por año (aproximadamente 4,000 personas por día). Como otras naciones tuvieron retrasos en el inicio de la producción debido a restricciones y regulaciones ambientales, China construyó fábricas sin preocuparse por las consecuencias ambientales a largo plazo. A medida que la demanda extranjera de productos más baratos fabricados en China se disparó, también lo hizo la creación de fábricas necesarias para producirlos. En algunas de las áreas más contaminadas, simplemente respirar equivale a fumar 40 cigarrillos por día. Con casi la mitad de la población total viviendo dentro de las principales regiones metropolitanas (y a menudo más contaminadas), las graves consecuencias para la salud pública y la necesidad de revertir el daño representan un serio revés para el país.

A partir de septiembre de 2017, la población de China supera los 1.300 millones de personas. Aunque el país es geográficamente el cuarto más grande del mundo, aproximadamente el 20 por ciento de toda la población mundial vive dentro de sus fronteras. Esto ejerce una enorme presión sobre sus recursos naturales, particularmente cuando aumenta el nivel de vida y, por lo tanto, aumenta la demanda de recursos. Aunque se han implementado ciertas medidas para ayudar a reducir la explosión de la población (como la de casi 40 años de edad). política infantil, que se levantó oficialmente en 2016), parece probable que China se volverá más dependiente de los recursos extranjeros para satisfacer sus necesidades.

China se enfrenta a una pesadilla demográfica. A medida que las tasas de fertilidad han disminuido y después de décadas de la política del hijo único, el país se está volviendo muy viejo muy rápido. Después de que la política de un solo hijo se levantó oficialmente en 2016, se descubrió que muchas parejas solo querían un hijo o no planeaban tener ninguno. Según las Naciones Unidas, China puede tener hasta el 44 por ciento de su población jubilada para 2050. A menos que puedan atraer a la juventud china de regreso al país desde lejos (que, como verá pronto, es otro obstáculo importante), un Se ejercerá una gran presión sobre la población trabajadora más joven para mantener los servicios sociales de China, especialmente teniendo en cuenta que el país es un estado socialista.

Aunque China ha tenido un crecimiento continuo muy impresionante durante muchos años, un segmento significativo de la población aún vive en la pobreza. Desde principios de la década de 1980, millones han visto aumentar drásticamente su nivel de vida, pero mientras la economía está creciendo, hay muchos millones sin electricidad o agua potable adecuada. Todavía requerirá una cantidad considerable de tiempo e inversión antes de que la población de China en su conjunto se ponga al día y sea rica según los estándares de otras naciones desarrolladas.

Si bien la clase media ha explotado en China, las expectativas han aumentado, ya que más chinos esperarán mejores salarios, lo que a su vez hará que sus productos sean más caros para los consumidores. Si bien países como Japón y Corea todavía han exportado una enorme cantidad de bienes a medida que aumentaron sus salarios, la calidad de estos bienes ha sido alta, lo que, a su vez, mantuvo la demanda alta. Aunque el “taller del mundo” exporta muchos bienes, son en gran medida baratos debido a su baja calidad. Finalmente, cuando el nivel de vida aumenta, la población esperará salarios más altos, lo que inevitablemente elevará el costo de producción, lo que hará que Los productos que exportan son demasiado caros. Esto probablemente resulte en que las compañías eventualmente se retiren del país en busca de naciones más baratas, como Vietnam y Bangladesh, para producir sus productos.

Hay varias regiones (como el Tíbet y Hong Kong) dentro de China que exigen más autonomía, lo que requiere que el país dedique una cantidad significativa de recursos para garantizar la estabilidad política dentro de sus fronteras. Hasta que puedan alcanzar un cierto nivel de estabilidad regional, así como controlar un deseo creciente de la población en general de más libertad, sus ambiciones extranjeras se verán obstaculizadas.

A diferencia de la antigua Unión Soviética, si desea emigrar de China, puede hacerlo. El único problema parece estar relacionado con el dinero. Esto plantea un problema bastante serio para China, ya que un informe reciente indicó que hasta el 50 por ciento de los ciudadanos chinos más ricos están considerando mudarse del país a lugares como Estados Unidos, Australia y Canadá. Entonces, incluso si China logra elevar su nivel de vida, se enfrentan al desafío de convencer a un número considerable de sus ciudadanos para que se queden. Los problemas mencionados anteriormente, como la contaminación, el hacinamiento y las restricciones a la libertad personal, hacen que trasladarse sea una opción tentadora para un segmento muy importante de la población. Cuando se van, llevan consigo su riqueza, dejando lo que se conoce como una fuga de riqueza, una pérdida de ingresos fiscales e inversiones dentro de sus fronteras.

Aunque la industria privada ha crecido considerablemente, una parte considerable de la economía china todavía es propiedad del estado. Aproximadamente el 30 por ciento de sus activos totales (tanto en el sector industrial como en el de servicios) están controlados por el estado. Esto puede conducir a la corrupción y la ineficiencia, ya que los subsidios pueden y se utilizan para apuntalar a las empresas que de otro modo no podrían competir. Con la competencia viene la innovación, que es esencial para mantener la relevancia en una economía basada en el conocimiento cada vez más alta tecnología. El 50 por ciento de la industria total en China está controlado por el estado.
Actualmente, China se encuentra en una posición bastante incómoda de tener una economía de libre mercado y, al mismo tiempo, ser un estado socialista. Como resultado, tienen un gran desafío interno por delante al tratar de mantener su economía libre y competitiva a nivel mundial para generar ingresos para mejorar el país en general y mantener un estado socialista a nivel nacional. Esto puede resultar en una visión muy confusa del futuro para los ciudadanos chinos. A medida que crece la clase media y aumenta su riqueza, la estructura de clase debería hacerse más evidente, que es a lo que se supone que se opone el socialismo. Se cree ampliamente que una economía de libre mercado saludable solo podrá sostenerse a largo plazo si está libre de demasiada intervención del gobierno y es capaz de competir a nivel mundial, lo cual es un desafío para un estado de un solo partido.
Aunque China ha invertido mucho en sus fuerzas armadas, y está creciendo, todavía están detrás de las fuerzas armadas más poderosas del mundo en términos de equipamiento y entrenamiento. Se necesita una gran cantidad de dinero para equipar y entrenar a un ejército del tamaño de China. La corrupción generalizada, junto con la falta de competencia, los excesos en los costos, los retrasos, los problemas que imponen el control de calidad y los monopolios en la industria de defensa colocan al país en una grave desventaja cuando se trata de adquirir nueva tecnología. Su estructura organizativa también es defectuosa, ya que el objetivo principal del Ejército Popular de Liberación es la protección y preservación de los más de 88 millones de miembros del Partido Comunista en lugar del público en general. Igualmente importante es la falta de experiencia en combate, ya que China no ha combatido con un enemigo extranjero desde Vietnam en 1979. La falta de experiencia en comparación con países como Estados Unidos, Reino Unido y Rusia coloca a China en desventaja.

PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 19, 2020

Trump dice que está tomando hidroxicloroquina, el medicamento que promocionó como tratamiento de coronavirus, a pesar de las advertencias de la FDA

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El presidente Donald Trump dijo el lunes que está tomando hidroxicloroquina, un medicamento que ha promocionado repetidamente como tratamiento para el coronavirus, a pesar de las advertencias sobre su efectividad.

“Lo estoy tomando”, dijo Trump durante una mesa redonda con ejecutivos de restaurantes en la Casa Blanca. “Espero no poder tomarlo pronto, ya sabes, porque espero que encuentren alguna respuesta. Pero creo que la gente debería poder hacerlo”.

La Administración de Alimentos y Medicamentos ha advertido contra el uso de hidroxicloroquina y cloroquina, un medicamento relacionado, para el tratamiento con COVID-19 fuera de hospitales o ensayos clínicos debido al riesgo de problemas del ritmo cardíaco.

“La hidroxicloroquina y la cloroquina no han demostrado ser seguras y efectivas para tratar o prevenir el COVID-19”, advirtió la FDA. Ambos pueden causar ritmos cardíacos anormales y una frecuencia cardíaca peligrosamente rápida, según el comunicado.

La hidroxicloroquina está aprobada por la FDA para tratar o prevenir la malaria, así como afecciones autoinmunes como el lupus y la artritis reumatoide.

Trump, quien dijo que su prueba de COVID-19 fue negativa, dijo que había estado tomando el medicamento diariamente durante aproximadamente una semana y media como medida adicional para evitar contraer el coronavirus. Dijo que el médico de la Casa Blanca “no recomendó” la hidroxicloroquina, pero se la ofreció.

Dos estudios observacionales recientes de pacientes con coronavirus sugirieron que el medicamento tiene poco impacto en el tratamiento de la enfermedad. Los estudios, aunque no son lo mismo que un ensayo clínico, sugirieron que el medicamento no redujo significativamente las complicaciones del virus o la muerte.

Trump dijo a los periodistas que, además de tomar el medicamento, está siendo examinado para detectar COVID-19 cada dos días. El presidente dijo que está tomando zinc y tomó una dosis inicial del antibiótico azitromicina.

La Casa Blanca endureció las precauciones de seguridad después de que dos ayudantes dieron positivo para el COVID-19 y tres miembros de la fuerza de trabajo de coronavirus entraron en cuarentena por preocupaciones de que asistieron a reuniones con uno de los miembros del personal diagnosticados con el virus.

The West Wing requiere que los asistentes usen máscaras cuando no están en sus escritorios y que cualquier persona que esté cerca del presidente y vicepresidente Mike Pence se someta a pruebas diarias.

La Casa Blanca ha dicho que las personas que se acercan a Trump y al vicepresidente Mike Pence son evaluadas.

“Te sorprendería saber cuántas personas lo están tomando, especialmente los trabajadores de primera línea, antes de que lo atrapes”, dijo Trump antes de revelar que estaba entre los que tomaban la droga.

El presidente había promocionado la droga durante semanas, discutiendo con frecuencia la evidencia anecdótica de su impacto desde el podio durante las sesiones informativas diarias de la Casa Blanca. Su administración almacenó 29 millones de dosis de la droga antes en la pandemia.

Trump también promocionó remdesivir, un medicamento antiviral experimental desarrollado por la firma estadounidense de biotecnología Gilead Sciences para el Ébola, que fue aprobado por la FDA para tratar a pacientes con el coronavirus. Los primeros datos de un estudio global publicado el mes pasado encontraron que los pacientes que recibieron remdesivir se recuperaron más rápido y pueden tener menos probabilidades de morir, pero otro estudio no encontró beneficios clínicos para el medicamento.

El remdesivir de drogas ha aparecido unas 15 veces en comentarios oficiales de la Casa Blanca, a veces del presidente y otras de otros funcionarios de salud. La hidroxicloroquina, por el contrario, se ha planteado aproximadamente cuatro veces más a menudo en esos entornos.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 19, 2020


 

España: Síntomas permanentes en enfermos de coronavirus

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El Colectivo de Afectados y Afectados Persistentes por la Covid-19 ha alertado este domingo de que centenares de contagiados de coronavirus en Cataluña tienen síntomas persistentes de la enfermedad pese a no presentar un cuadro crítico, y ha pedido a las autoridades hacer un seguimiento de estos casos.

En un comunicado, urgen a conocer cuántos enfermos están en esta situación y cuál es su evolución clínica, algo que también ayudará a la investigación científica sobre este fenómeno.

Desde el punto de vista asistencial, han pedido definir protocolos médicos para estos enfermos en el marco del sistema sanitario público, que sea igual para todos y en todos los centros sanitarios.

Además, reclaman que la sanidad pública asuma hacer los test diagnósticos y serológicos con carácter inmediato a estas personas, por respeto al derecho universal a la sanidad.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 19, 2020