EL ANÁLISIS DEL PROFESOR MARIO SANDOVAL ♣ Mayo 13, 2020

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El Profesor Mario Sandoval y su reflexión ante el caso del Coronel Alberto Aquilino Ortega, la mirada de sus “camaradas” . el juez interviniente, el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y Jorge Mario Bergoglio, mas conocido como el Papa Francisco.

 

 

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Vera Barros
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Ortega
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Fernández
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Bergoglio
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Mayo 13, 2020


 

Liderando el mundo contra las amenazas de Irán

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  por Michael R. Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos de América

 

Hace dos años, el presidente Trump anunció la audaz decisión de proteger al mundo de la violencia de Irán y las amenazas nucleares que plantea al salir del imperioso acuerdo de Irán y su fachada de seguridad. Desde entonces, hemos construido las sanciones más fuertes de la historia y evitamos que Irán financie y equipe a los terroristas con miles de millones de dólares. Hoy, el pueblo estadounidense está más seguro y el Medio Oriente es más pacífico que si nos hubiéramos quedado en el JCPOA.

JCPOA o El Plan de Acción Integral Conjunto, conocido comúnmente como el acuerdo nuclear de Irán o el acuerdo de Irán, es un acuerdo sobre el programa nuclear iraní alcanzado en Viena el 14 de julio de 2015, entre Irán y el P5 + 1 junto con la Unión Europea.

Hace setenta y cinco años, Estados Unidos y nuestros aliados se unieron para librar al mundo de los nazis y su odiosa ideología. Hoy, enfrentamos un grave desafío a la paz regional de otro régimen rebelde, y nuevamente hacemos un llamado a la comunidad internacional para que se una a nosotros para detener al principal patrocinador estatal de antisemitismo del mundo.

Estados Unidos ejercerá todas las opciones diplomáticas para garantizar la extensión del embargo de armas de la ONU. No aceptaremos su status quo nivel de violencia y terror. Y nunca permitiremos que Irán tenga un arma nuclear.

 


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Mayo 13, 2020


 

Solo se ahorca una vez

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 Por Dashiell Hammett


Samuel Spade dijo:

-Me llamo Ronald Ames y quiero ver al señor Binnett…, al señor Timothy Binnett.

-Señor, en este momento el señor Binnett está descansando -respondió indeciso el mayordomo.

-¿Sería tan amable de averiguar en qué momento podrá recibirme? Es importante -Spade carraspeó-. Yo… jummm… acabo de llegar de Australia y vengo a verlo en relación con algunas propiedades que tiene en aquel país.

El mayordomo se volvió al tiempo que decía que vería qué podía hacer y subió la escalera principal mientras aún hablaba.

Samuel Dashiell Hammett fue un autor estadounidense de novelas de detectives y cuentos cortos. También fue guionista y activista político. Entre los personajes perdurables que creó están Sam Spade, Nick y Nora Charles, y Continental Op.
Nacido: 27 de mayo de 1894, Condado de St. Mary, MD
Murió: 10 de enero de 1961, Nueva York, NY

Spade lió un cigarrillo y lo encendió.

El mayordomo volvió a bajar la escalera.

-Lo siento mucho. En este momento no se le puede molestar, pero lo recibirá el señor Wallace Binnett, sobrino del señor Timothy.

-Gracias -dijo Spade y siguió al mayordomo escaleras arriba.

Wallace Binnett era un hombre moreno, delgado y apuesto, de la edad de Spade -treinta y ocho años-, que se levantó sonriente de un sillón decorado con brocados y preguntó:

-Señor Ames, ¿cómo está? -señaló otro sillón y volvió a tomar asiento-. ¿Viene de Australia?

-Llegué esta misma mañana.

-¿Por casualidad es socio de tío Tim?

Spade sonrió y negó con la cabeza.

-No, pero dispongo de cierta información que creo que debería conocer… en seguida.

Wallace Binnett miró el suelo pensativo y luego clavó la mirada en Spade.

-Señor Ames, haré lo imposible por persuadirle de que lo reciba pero, sinceramente, no sé si tendré éxito.

Spade se mostró ligeramente sorprendido.

-¿Por qué?

Binnett se encogió de hombros.

-A veces adopta una actitud extraña. Entiéndame, su mente parece estar bien, pero posee la irritabilidad y la excentricidad de un anciano con la salud quebrantada y… bueno… por momentos es difícil tratar con él.

-¿Ya se ha negado a verme? -preguntó Spade morosamente.

-Sí.

Spade se puso de pie y su rostro satánico adoptó una expresión indescifrable.

Binnett alzó velozmente la mano.

-Espere, espere -pidió-. Haré cuanto esté en mis manos para que cambie de parecer. Tal vez, si… -súbitamente sus ojos oscuros se mostraron cautelosos-. ¿No estará intentando venderle algo?

-No.

Binnett volvió a bajar la guardia.

-En ese caso, creo que podré…

Apareció una joven que gritó colérica:

-Wally, el viejo cretino ha… -se interrumpió y, al ver a Spade, se llevó la mano al pecho.

Spade y Binnett se levantaron simultáneamente. El anfitrión dijo con afabilidad:

-Joyce, te presento al señor Ames. Mi cuñada, Joyce Court.

Spade hizo una reverencia.

Joyce Court soltó una risilla incómoda y añadió:

-Le ruego me disculpe por esta entrada tan precipitada.

Era una mujer morena, alta, de ojos azules, de veinticuatro o veinticinco años, con buenos hombros y un cuerpo fuerte y esbelto. La calidez de sus facciones compensaba su falta de armonía. Vestía un pijama de raso azul de perneras anchas.

Binnett sonrió amablemente a su cuñada y preguntó:

-¿A qué se debe tanta agitación?

La cólera enturbió la mirada de la mujer, comenzó a hablar, pero miró a Spade y prefirió decir:

-No deberíamos molestar al señor Ames con nuestras ridículas cuestiones domésticas. Pero si… -titubeó.

Spade volvió a hacer una reverencia y dijo:

-Por supuesto, no se preocupe por mí.

-Tardaré un minuto -prometió Binnett y abandonó la sala en compañía de su cuñada.

Spade se acercó a la puerta abierta que acababan de franquear y, sin salir, se puso a escuchar. Las pisadas se tornaron imperceptibles. No oyó nada más. Spade estaba allí, con sus ojos gris amarillento perdidos en un ensueño, cuando oyó el grito. Fue un grito de mujer, agudo y cargado de terror. Spade ya había cruzado la puerta cuando sonó el disparo. Fue un disparo de pistola que las paredes y los techos amplificaron e hicieron retumbar.

A seis metros de la puerta Spade encontró una escalera y subió saltando tres escalones por vez. Giró a la izquierda. En mitad del pasillo vio a una mujer tendida en el suelo, boca arriba.

Wallace Binnett estaba arrodillado a su lado, le acariciaba desesperado una mano y gemía en voz baja y suplicante:

-¡Querida, Molly, querida!

Joyce Court permanecía de pie a su lado retorciéndose las manos mientras las lágrimas surcaban sus mejillas.

La mujer tendida en el suelo se parecía a Joyce Court, aunque era mayor y su rostro poseía una dureza de la que carecía el de la más joven.

-Está muerta, la han matado -declaró Wallace Binnett sin poder creer lo que ocurría y alzó su cara pálida hacia Spade.

Cuando Binnett movió la cabeza, Spade vio el orificio abierto en el vestido marrón de la mujer, a la altura del corazón, y la mancha oscura que se extendía rápidamente por debajo.

Spade tocó el brazo de Joyce Court.

-Telefonee a la policía o a urgencias… -pidió. Mientras la joven corría hacia la escalera, el detective se dirigió a Wallace Binnett-. ¿Quién fue…?

Una voz gimió débilmente a espaldas de Spade.

Se volvió deprisa. A través de una puerta abierta divisó a un anciano de pijama blanco, despatarrado sobre la cama deshecha. La cabeza, un hombro y un brazo colgaban del borde la cama. Con la otra mano se sujetaba firmemente el cuello. Volvió a gemir y, pese a que movió los párpados, no abrió los ojos.

Spade alzó la cabeza y los hombros del anciano y lo puso sobre las almohadas. El viejo volvió a quejarse y apartó la mano del cuello, que estaba rojo y exhibía media docena de morados. Era un hombre demacrado y con la cara surcada de arrugas, lo que le hacía aparentar más edad de la que probablemente tenía.

En la mesilla de noche había un vaso de agua. Spade mojó el rostro del anciano, y cuando éste movió nuevamente los ojos, se agachó y preguntó en voz baja:

-¿Quién fue?

Los párpados se abrieron lo suficiente como para mostrar una franja delgada de ojos grises inyectados de sangre. El anciano habló con dificultad y volvió a sujetarse el cuello.

-Un hombre.., que… -tosió.

Spade se impacientó. Sus labios casi rozaron la oreja del viejo cuando preguntó con tono apremiante:

-¿Adónde se dirigió?

La mano arrugada se movió débilmente para señalar la parte trasera de la casa y volvió a caer sobre la cama.

El mayordomo y dos criadas asustadas se habían reunido con Wallace Binnett en el pasillo, junto a la muerta.

-¿Quién fue? -les preguntó Spade.

Lo miraron azorados.

-Que alguien se ocupe del anciano -gruñó y echó a andar por el pasillo.

Al final del pasillo había una escalera de servicio. Bajó dos pisos y entró en la cocina atravesando la despensa. No vio a nadie. Aunque la puerta de la cocina estaba cerrada, cuando accionó el picaporte comprobó que no tenía echado el cerrojo. Cruzó un estrecho patio trasero hasta un portal que también estaba cerrado, aunque no con llave. Abrió el portal. En el callejón no había un alma.

Suspiró, cerró el portal y regresó a la casa.

Spade estaba cómodamente instalado en un mullido sillón de cuero en una habitación que ocupaba la fachada del primer piso de la casa de Wallace Binnett. Contenía varias librerías y las luces estaban encendidas. Por la ventana se vislumbraba la oscuridad exterior, apenas disimulada por una lejana farola. Frente a Spade, el sargento Polhaus, de la Brigada de Detectives -un hombre fornido, mal afeitado y colorado, vestido con un traje oscuro que pedía a gritos una plancha-, estaba repantigado en otro sillón de cuero; el teniente Dundy  -más pequeño, de figura compacta y cara cuadrada- permanecía de pie, con las piernas separadas y la cabeza ligeramente echada hacia adelante, en el centro de la estancia.

Spade decía:

El médico me dejó hablar un par de minutos con el viejo. Podemos volver a intentarlo cuando haya descansado, pero no creo que sepa mucho. Estaba durmiendo la siesta y despertó porque alguien lo había cogido del cuello y lo arrastraba por la cama. Únicamente pudo echar un vistazo con un solo ojo al individuo que intentaba asfixiarlo. Dice que era un hombre corpulento, con sombrero flexible echado sobre los ojos, moreno y con barba incipiente. Se parece a Tom -Spade señaló a Polhaus.

El sargento de la Brigada de Detectives rió entre dientes y Dundy se limitó a decir secamente:

-Prosigue.

Spade sonrió y continuó:

-Estaba bastante atontado cuando oyó gritar a la señora Binnett junto a la puerta. Las manos soltaron su cuello, oyó el disparo y, poco antes de desmayarse, entrevió al tipo corpulento dirigiéndose hacia la parte trasera de la casa y a la señora Binnett derrumbándose en el suelo del pasillo. Dijo que era la primera vez que veía al individuo grandote.

-¿De qué calibre era el arma? -inquirió Dundy.

-Una treinta y ocho. Nadie más en la casa ha servido de ayuda. Según dicen, Wallace y su cuñada, Joyce, estaban en la habitación de esta última y no vieron nada salvo a la muerta cuando salieron corriendo, aunque creen haber oído algo que tal vez fuese alguien bajando la escalera a toda velocidad.., la escalera de servicio. Según dice el mayordomo, que se llama Jarboe, estaba aquí cuando oyó el grito y el disparo. Según dice la criada Irene Kelly, estaba en la planta baja. Según dice la cocinera Margaret Finn, estaba en su habitación, en el fondo del segundo piso, y no oyó nada. Según dicen todos, es más sorda que una tapia. La puerta de servicio y el portal no estaban cerrados con llave, aunque según dicen todos deberían estarlo. Nadie ha dicho que, en el momento en que ocurrieron los hechos, estuviera en la cocina, en el patio o en sus alrededores -Spade estiró los brazos con determinación-. Esta es la situación.

Dundy negó con la cabeza y comentó:

-No exactamente. ¿Por qué estabas aquí?

Spade se animó.

-Tal vez la mató mi cliente -replicó-. Se trata de Ira Binnett, el primo de Wallace. ¿Lo conoces? -Dundy negó con la cabeza. Sus ojos azules aparecían acerados y recelosos-. Es abogado en San Francisco, respetable y todo lo demás. Vino a verme hace un par de días para contarme la historia de su tío Timothy, un viejo mezquino y agarrado, forrado de dinero y arruinado por los avatares de la vida. Era la oveja negra de la familia. Durante años nadie supo nada de él. Apareció hace seis u ocho meses, en muy mal estado salvo económicamente. Parece que sacó un pastón de Australia y que quería pasar sus últimos años con sus únicos parientes vivos, los sobrinos Wallace e Ira. Ellos estuvieron de acuerdo. En su idioma, «únicos parientes vivos» significa «únicos herederos». Más adelante los sobrinos llegaron a la conclusión de que era mejor ser único heredero que uno de dos herederos; de hecho, era el doble de bueno e intentaron ganar el corazón del viejo. Al menos eso es lo que Ira me contó sobre Wallace y no me sorprendería que Wallace dijera lo mismo de Ira, a pesar de que Wallace parece ser el más duro de los dos. Sea como fuere, los sobrinos riñeron y el tío Tim, que se había hospedado en casa de Ira, se trasladó aquí. Esto ocurrió hace un par de meses y desde entonces Ira no ha visto a tío Tim ni ha podido contactarlo por teléfono ni por correo. Por eso contrató los servicios de un detective privado. Pensaba que tío Tim no sufriría ningún percance aquí… oh, claro que no, se molestó en dejarlo muy claro, aunque supuso que tal vez el viejo estaba sometido a presiones excesivas o que lo embaucaban o, por lo menos, que le contaban mentiras sobre su querido sobrino Ira. Decidió averiguar cuál era la situación. Esperé hasta hoy, ya que llegó un barco de Australia, y me presenté como el señor Ames, diciendo que tenía información importante para tío Tim, información relacionada con sus propiedades en aquel país. Solo quería pasar un cuarto de hora a solas con el viejo -Spade frunció el ceño meditabundo-. Lamentablemente, no pudo ser. Wallace me dijo que el viejo se negaba a verme. No sé qué pensar.

La desconfianza había ahondado el frío color azul de los ojos de Dundy, que preguntó:

-¿Dónde está ahora Ira Binnett?

Los ojos gris amarillento de Spade eran tan cándidos como su voz:

-Ojalá lo supiera. Telefoneé a su casa y a su despacho y le dejé recado de que venga aquí, pero temo que…

Unos nudillos golpearon enérgicamente dos veces el otro lado de la única puerta de la habitación. Los tres se volvieron para mirar hacia la puerta.

-Pase -dijo Dundy.

Abrió la puerta un policía rubio y bronceado cuya mano izquierda sujetaba la muñeca derecha de un hombre rollizo, de unos cuarenta o cuarenta y cinco años, que vestía un traje gris bien cortado. El policía hizo entrar en la habitación al hombre rollizo.

-Lo descubrí manoseando la puerta de la cocina -afirmó el agente.

Spade miró al hombre y exclamó:

-¡Ah! -su tono denotaba satisfacción-. Señor Ira Binnett, el teniente Dundy y el sargento Polhaus.

Ira Binnett se apresuró a pedir:

-Señor Spade, ¿puede pedirle a este hombre que…?

-Ya está bien. Buen trabajo. Puedes soltarlo -Dundy se dirigió al agente.

El policía subió distraídamente la mano hacia la gorra y se retiró.

Dundy miró con cara de pocos amigos a Ira Binnett e inquirió:

-¿Qué puede decir?

Binnett paseó la mirada de Dundy a Spade.

-¿Ha ocurrido…?

-Será mejor que explique su llegada por la puerta de servicio en lugar de la principal -dijo Spade.

Ira Binnett se ruborizó, carraspeó incómodo y respondió:

-Yo… jummm… debería dar una explicación. No fue culpa mía, pero cuando Jarboe, el mayordomo, telefoneó para decirme que tío Tim quería. verme, añadió que no echaría el cerrojo a la puerta de la cocina y así Wallace no se enteraría de que yo…

-¿Por qué quería verlo? -lo interrumpió Dundy.

-No lo sé, no me lo dijo. Solo mencionó que era muy importante.

-¿Ha recibido mis mensajes? -intervino Spade. Ira Binnett abrió los ojos desmesuradamente.

-No. ¿A qué se refiere? ¿Ha ocurrido algo? ¿Qué…?

Spade se dirigió hacia la puerta.

-Cuéntaselo -pidió a Dundy-. En seguida vuelvo.

Cerró la puerta y se dirigió al segundo piso.

Jarboe, el mayordomo, estaba arrodillado delante de la puerta del dormitorio de Timothy Binnett y espiaba por el ojo de la cerradura. En el suelo, a su lado, había una bandeja que contenía una huevera con un huevo, tostadas, la cafetera, la porcelana, la cubertería y una servilleta.

-Se enfriarán las tostadas -dijo Spade.

Jarboe se puso de pie tan nervioso que casi volcó la cafetera; con la cara roja de vergüenza, tartamudeó:

-Yo… bueno… disculpe, señor. Quería cerciorarme de que el señor Timothy estaba despierto antes de entrar la bandeja -la levantó-. No quería perturbar su reposo en el caso de que…

-Claro, claro -dijo Spade, que ya estaba junto a la puerta. Se agachó y miró por el ojo de la cerradura. Al erguirse comentó con tono ligeramente quejumbroso-: La cama no se ve, solo se divisan una silla y parte de la ventana.

-Sí, señor, lo he comprobado -se apresuró a responder el mayordomo. Spade rió.

El mayordomo tosió, dio la sensación de que iba a decir algo y optó por guardar silencio. Titubeó y llamó suavemente a la puerta.

-Adelante -replicó una voz fatigada.

-¿Dónde está la señorita Court? -preguntó Spade deprisa y en voz baja.

-Creo que en su dormitorio, señor, la segunda puerta a la izquierda -repuso el mayordomo.

La voz fatigada que hablaba desde el interior de la habitación añadió malhumorada:

-Venga, adelante.

El mayordomo abrió la puerta y entró. Antes de que el mayordomo volviera a cerrarla, Spade entrevió a Timothy Binnett recostado sobre las almohadas de la cama.

Spade caminó hasta la segunda puerta de la izquierda y llamó. Joyce Court abrió casi en el acto. Se quedó en el umbral sin sonreír ni pronunciar palabra.

El detective dijo:

-Señorita Court, cuando entró en la sala en la que estaba con su cuñado, dijo: «Wally, el viejo cretino ha…» ¿Se refería a Timothy?

La joven contempló unos instantes a Spade y replicó:

-Sí.

-¿Le molestaría decirme cuál era el final de la frase, señorita Court?

-Ignoro quién es usted realmente o por qué lo pregunta, pero no me molesta decírselo -repuso lentamente-. El final de la frase era «ha mandado llamar a Ira». Jarboe acababa de decírmelo.

-Gracias.

Joyce Court cerró la puerta antes de que Spade tuviera tiempo de alejarse. El detective caminó hasta la puerta de la habitación de Timothy Binnett y llamó.

-¿Y ahora quién es? -protestó el viejo.

Spade abrió la puerta. El anciano estaba sentado en la cama.

-Hace unos minutos Jarboe estaba espiando por el ojo de la cerradura -dijo Spade y regresó a la biblioteca.

Sentado en el sillón que antes había ocupado Spade, Ira Binnett hablaba con Dundy y Polhaus.

-El crash cogió de lleno a Wallace, como a la mayoría de nosotros, pero al parecer falseó las cuentas en un intento por salvar el pellejo. Lo expulsaron de la Bolsa.

Dundy abarcó con un ademán la biblioteca y el mobiliario:

-Es una decoración muy elegante para un hombre que está en la ruina.

-Su esposa tiene bienes y Wallace siempre ha vivido por encima de sus posibilidades -añadió Ira Binnett.

Dundy le miró con el ceño fruncido.

-¿Piensa sinceramente que él y su esposa no se llevaban bien?

-No es que lo piense, lo sé -replicó Binnen serenamente. Dundy asintió.

-¿Y también sabe que desea a su cuñada, la señorita Court?

-Eso sí que no lo sé, pero he oído muchas habladurías.

Dundy refunfuñó y preguntó de sopetón:

-¿Qué dice el testamento del viejo?

-No tengo la menor idea. Ni siquiera sé si ha hecho testamento -Binnett se dirigió a Spade con suma seriedad-. He dicho todo lo que sé, hasta el último detalle.

-No es suficiente -opinó Dundy y señaló la puerta con el pulgar-. Tom, enséñale dónde debe esperar y hablemos de nuevo con el viudo.

El corpulento Poihaus dijo «de acuerdo», salió con Ira Binnett y regresó con Wallace Binnett, cuyo rostro estaba tenso y pálido.

-¿Ha hecho testamento su tío? -preguntó Dundy.

-No lo sé -repuso Binnett.

-¿Y su esposa? -terció Spade afablemente.

La boca de Binnett se tensó en una sonrisa sin alegría. Dijo reflexivamente:

-Diré algunas cosas de las que preferiría no hablar. En realidad, mi esposa no tenía fortuna. Cuando hace algún tiempo me encontré con dificultades financieras, puse algunas propiedades a su nombre para salvarlas. Ella las convirtió en dinero, hecho del que me enteré más tarde. Con ese dinero pagó nuestras cuentas, nuestros gastos, pero se negó a devolvérmelo y me aseguró que, pasara lo que pasase, viviera o muriera, siguiéramos casados o nos divorciáramos, yo nunca recobraría un céntimo. Entonces le creí y aún sigo haciéndolo.

-¿Usted quería divorciarse? -inquirió Dundy.

-Sí.

-¿Por qué?

-No éramos felices.

-¿Joyce Court tiene algo que ver?

Binnett se ruborizó y repuso rígidamente:

-Siento una profunda admiración por Joyce Court, pero lo mismo habría pedido el divorcio si no fuese así.

Spade intervino:

-¿Está seguro, absolutamente seguro de que no conoce a nadie que encaje en la descripción que hizo su tío del hombre que intentó asfixiarlo?

-Absolutamente seguro.

A la biblioteca llegó débilmente el sonido del timbre de la puerta principal.

-Es suficiente -concluyó Dundy agriamente. Binnett salió.

Polhaus comentó:

-Ese tío no funciona. Además…

De la planta baja llegó el potente estampido de una pistola que se dispara puertas adentro. Se apagaron las luces.

Los tres detectives chocaron en la oscuridad mientras franqueaban la puerta rumbo al pasillo. Spade fue el primero en ganar la escalera. Más abajo estalló un estrépito de pisadas, pero no vio nada hasta alcanzar el recodo de la escalera. A través de la puerta principal, entraba luz de la calle como para divisar la sombría figura de un hombre.

La linterna chasqueó en la mano de Dundy, que pisaba los talones a Spade, y arrojó un haz de luz blanca y enceguecedora sobre el rostro del sujeto. Se trataba de Ira Binnett. Parpadeó a causa del resplandor y señaló algo que había en el suelo.

Dundy dirigió la linterna hacia el suelo. Jarboe yacía boca abajo y sangraba por el orificio de la bala que había atravesado su nuca.

Spade masculló casi inaudiblemente.

Tom Polhaus bajó la escalera a trompicones, seguido de cerca por Wallace Binnett. La voz asustada de Joyce Court llegó desde el piso superior:

-Ay, ¿qué pasa? Wally, ¿qué pasa?

-¿Dónde está el interruptor de la luz? -espetó Dundy.

-Junto a la puerta del sótano, bajo la escalera -respondió Wallace Binnett-. ¿Qué pasa?

Polhaus pasó delante de Binnett rumbo a la puerta del sótano.

Spade emitió un sonido incomprensible, apartó a Wallace Binnett y subió la escalera a toda velocidad. Se cruzó con Joyce Court y siguió adelante sin hacer caso de su grito de sorpresa.

Estaba en mitad del tramo que conducía al segundo piso cuando sonó otro disparo.

Corrió hacia la habitación de Timothy Binneu. La puerta estaba abierta y entró. Algo duro y anguloso lo golpeó por encima de la oreja derecha, lo despidió hacia el otro extremo de la habitación y lo obligó a arrodillarse sobre una pierna. Algo cayó y rebotó contra el suelo, al otro lado de la puerta.

Se encendieron las luces.

En el suelo, en el centro mismo del dormitorio, Timothy Binnett yacía boca arriba y perdía sangre por la herida de bala que tenía en el antebrazo izquierdo. La chaqueta del pijama estaba destrozada. Tenía los ojos cerrados.

Spade se incorporó y se llevó la mano a la cabeza. Con el ceño fruncido, miró al viejo tendido en el suelo, la habitación y la automática negra caída en el pasillo. Dijo:

-Vamos, viejo sanguinario, levántese, siéntese en una silla e intentaré controlar la hemorragia hasta que llegue el médico.

El hombre caído no se movió.

Sonaron pisadas en el pasillo y apareció Dundy, seguido de los Binnett más jóvenes. Dundy había adoptado una expresión sombría y colérica.

-La puerta de la cocina estaba abierta de par en par -informó y se le atragantó la voz-. Entran y salen como…

-Olvídalo -aconsejó Spade-. El tío Tim es nuestro hombre -pasó por alto el jadeo de Wallace Binnett y las incrédulas miradas de Dundy y de Ira Binnett-. Vamos, levántese -repitió al viejo que yacía en el suelo-. Cuéntenos qué vio el mayordomo cuando espió por el ojo de la cerradura.

El viejo permaneció imperturbable.

-Mató al mayordomo porque yo le dije que lo había espiado -explicó Spade a Dundy-. Yo también espié, pero no vi nada, salvo esa silla y la ventana. Hay que reconocer que para entonces habíamos hecho el ruido suficiente como para que se asustara y volviera a la cama. Te propongo que desmontes la silla mientras yo registro la ventana.

Spade se dirigió a la ventana y la estudió palmo a palmo. Meneó la cabeza, extendió un brazo a sus espaldas y dijo:

-Pásame la linterna.

Dundy se la puso en la mano.

Spade levantó la ventana, se asomó e iluminó la parte exterior del edificio. Bufó, sacó la otra mano y tironeó de un ladrillo situado a poca distancia del alféizar. Logró aflojar el ladrillo. Lo depositó en el alféizar y metió la mano en el hueco. Por la abertura y de a un objeto por vez, extrajo una pistolera negra vacía, una caja de balas a medio llenar y un sobre de papel de Manila sin cerrar.

Se puso de frente a todos con los objetos en las manos. Apareció Joyce Court con una palangana con agua y un rollo de gasa y se arrodilló junto a Timothy Binnett. Spade dejó la pistolera y las balas en la mesa, y abrió el sobre. Contenía dos hojas, escritas con lápiz por ambas caras, en trazos gruesos. Spade leyó una frase para sus adentros, soltó una carcajada y decidió leer todo en voz alta desde el principio:

«Yo, Timothy Kieran Binnett, sano de cuerpo y alma, declaro que ésta es mi última voluntad y testamento. A mis queridos sobrinos Ira Binnett y Wallace Bourke Binnett, en reconocimiento por la cariñosa amabilidad con que me han acogido en sus hogares y me han atendido en el ocaso de mi vida, doy y lego, a partes iguales, todas mis posesiones mundanas del tipo que sean, es decir mis huesos y las ropas que me cubren. También les lego los gastos de mi entierro y los siguientes recuerdos: en primer lugar, el recuerdo de su buena fe al creer que los quince años que estuve en Sing Sing los pasé en Australia; en segundo lugar, el recuerdo de su optimismo al suponer que esos quince años me proporcionaron grandes riquezas y que si viví a costa de ellos, les pedí dinero prestado y jamás gasté un céntimo de mi peculio, lo hice porque fui un avaro cuyo tesoro heredarían y no porque no tenía más dinero que el que les pedía; en tercer lugar, por su credulidad al pensar que les dejaría algo en el caso de que lo tuviera; y, en último lugar, porque su lamentable falta del más mínimo sentido del humor les impedirá comprender cuán divertido ha sido todo. Firmado y sellado…»

Spade alzó la mirada para añadir:

-Aunque no lleva fecha, está firmado Timothy Kieran Binnett con grandes rasgos.

Ira Binnett estaba rojo de ira. El rostro de Wallace tenía una palidez espectral y todo su cuerpo temblaba. Joyce Court había dejado de curar el brazo de Timothy Binnett.

El anciano se incorporó y abrió los ojos. Miró a sus sobrinos y se echó a reír. No había nerviosismo ni demencia en su risa: eran carcajadas sanas y campechanas, que se apagaron lentamente.

-Está bien, ya se ha divertido -dijo Spade-. Ahora hablemos de las muertes.

-De la primera no sé más que lo que le he dicho -se defendió el viejo- y no es un asesinato, porque yo solo…

Wallace Binnett, que aún temblaba espasmódicamente, musitó dolorido y con los dientes apretados:

-Es mentira. Asesinaste a Molly. Joyce y yo salimos de la habitación cuando oímos gritar a Molly, escuchamos el disparo, la vimos derrumbarse desde tu habitación, y después no salió nadie.

El anciano replicó serenamente.

-Te aseguro que fue un accidente. Me dijeron que acababa de llegar un individuo de Australia que quería verme por algo relacionado con mis propiedades en ese país. Entonces supe que había algo que no encajaba -sonrió-, pues nunca estuve en esas latitudes. Ignoraba si uno de mis queridos sobrinos sospechaba algo y había decidido tenderme una trampa, aunque sabía que si Wally no tenía nada que ver con el asunto intentaría sacarle información sobre mí al caballero de Australia, y que tal vez perdería uno de mis refugios gratuitos -rió entre dientes-. Decidí contactar con Ira para regresar a su casa si aquí las cosas se ponían mal e intentar sacarme de encima al australiano. Wally siempre pensó que estoy medio chiflado -miró de reojo a su sobrino- y temió que me encerraran en el manicomio antes de que testara a su favor o que declararan nulo el testamento. Verán, tiene muy mala reputación después del asunto de la Bolsa, y sabe que, si yo me volviera loco, ningún tribunal le encomendaría el manejo de mis asuntos…, mientras yo tuviera otro sobrino -miró de soslayo a Ira-, que es un abogado respetable. Sabía que perseguiría al visitante, en lugar de montar un escándalo que podía acabar conmigo en el manicomio. Así que le monté el numerito a Molly, que era la que estaba más cerca. Pero se lo tomó demasiado en serio. Yo tenía un arma y dije un montón de chorradas acerca de que mis enemigos de Australia me espiaban y de que pensaba bajar de un balazo a ese individuo. Se inquietó excesivamente, e intentó arrebatarme el arma. La pistola se disparó sola y tuve que hacerme los morados en el cuello e inventarme la historia sobre el hombre corpulento y moreno -miró desdeñosamente a Wallace-. No sabía que él me cubría las espaldas. Aunque no tengo una gran opinión sobre Wallace, jamás imaginé que sería tan vil como para encubrir al asesino de su esposa…, aunque no se llevaran bien, solo por dinero.

-No se preocupe por eso -dijo Spade-. ¿Qué dice del mayordomo?

-No sé nada del mayordomo -repuso el anciano, y miró a Spade cara a cara.

El detective privado añadió:

-Tuvo que liquidarlo rápidamente, antes de que pudiera hablar o actuar. Bajó sigilosamente por la escalera de servicio, abrió la puerta de la cocina para engañarnos, fue a la puerta principal, tocó el timbre, la cerró y se ocultó al amparo de la puerta del sótano, debajo de la escalera principal. Cuando Jarboe abrió la puerta, le disparó, tiene un orificio en la nuca, accionó el interruptor que está junto a la puerta del sótano y subió sigilosamente por la escalera de servicio, a oscuras. Luego se disparó cuidadosamente en el brazo. Pero llegué demasiado pronto, así que me golpeó con la pistola, la lanzó por la puerta y se despatarró en el suelo mientras yo seguía viendo las estrellas.

El viejo se sorbió los mocos.

-Usted no es más que…

-Ya está bien -dijo Spade con paciencia-. No discutamos. El primer crimen fue accidental, de acuerdo. Pero el segundo, no. Será fácil demostrar que ambas balas, más la que tiene en el brazo, fueron disparadas con la misma pistola. ¿Qué importancia tiene que podamos demostrar cuál de los crímenes fue asesinato? Solo se ahorca una vez -sonrió afablemente-. Y estoy seguro de que lo colgarán.


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Mayo 13, 2020


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Mayo 12, 2020


 

Los impuestos y los límites del poder presidencial llegan a la Suprema Corte de los Estados Unidos

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Después de años de disputas políticas y litigios de múltiples frentes, la Corte Suprema escuchará argumentos orales hoy martes sobre la batalla por las declaraciones de impuestos del presidente Donald Trump. La corte decidirá al final de su mandato actual no solo si las declaraciones de impuestos de Trump alguna vez verán la luz del día, sino también si el presidente se encuentra tan por encima de la ley que no puede ser considerado responsable ante otras ramas del gobierno y el público estadounidense. 
La disputa sobre las declaraciones de impuestos de Trump se ha calentado políticamente, pero, legalmente, esta debería ser una decisión fácil para el tribunal. Trump ha luchado hasta el final, aunque en última instancia la ley no debería darle refugio: las declaraciones de impuestos deben ir al Congreso, e incluso como presidente en ejercicio, no puede ser inmune a la investigación de los fiscales.
La Corte Suprema realmente escuchará tres casos separados que ha consolidado para argumentar (utilizando su nueva transmisión remota en vivo). En dos de esos casos, los comités de la Cámara controlados por los demócratas citaron a los bancos privados donde Trump tiene cuentas, por sus registros financieros, incluidas las declaraciones de impuestos. Y, en el tercer caso, el fiscal de distrito del condado de Nueva York (Manhattan) entregó una citación del gran jurado a una de las firmas financieras de Trump, como parte de una investigación criminal sobre los pagos de dinero a dos mujeres con quienes Trump supuestamente tuvo “asuntos” sentimentales (Trump niega esas relaciones). Aunque no era parte de las citaciones, Trump, sin embargo, intervino e intentó bloquearlas.
Legalmente, esto no debería ser particularmente cercano o difícil. Anexo A: En total, seis cortes federales diferentes, tres cortes de distrito y tres cortes de paneles de apelaciones, han escuchado estos casos, y los seis han fallado contra Trump. Con un record financiero oscuro que incluye quiebras y bloqueos a revear su declaración de impuestos,  la Corte Suprema tomaría un cambio dudoso, esencialmente decidiendo que los seis tribunales inferiores se equivocaron. para salvar la causa de Trump en este momento.

La cuestión principal en los casos que involucran citaciones de la Cámara es si el Congreso tenía algún propósito legislativo legítimo para solicitar las declaraciones de impuestos. Los tribunales tradicionalmente interpretan este requisito ampliamente a favor del Congreso, diferiendo sensiblemente a la rama legislativa para decidir sus propios propósitos en todos los casos, excepto en los más atroces. En ambos casos que involucran citaciones de la Cámara de Representantes, los tribunales de distrito y los tribunales de apelaciones dictaminaron que la Cámara estaba dentro de su autoridad para buscar la información financiera de Trump, que podría informar varios propósitos legislativos legítimos. La Corte Suprema tendría que torcerse en un laberinto legal, esencialmente sustituyendo sus propias preferencias legislativas por las del Congreso, para llegar a una conclusión contraria ahora.
La Corte Suprema recientemente dio un giro inesperado al proceso cuando solicitó informes adicionales sobre si el caso presenta una “cuestión política no apta para la resolución judicial”. Esto podría indicar que la corte está buscando alguna rampa de salida, alguna forma de gobernar, en esencia, que no puede gobernar. Sin embargo, los tribunales federales, incluidos todos los tribunales inferiores en los casos de declaraciones de impuestos de Trump, dictaminan habitualmente sobre la exigibilidad de las citaciones del Congreso. Sería una evasión desmesurada por parte de la corte cambiar repentinamente este precedente, esencialmente convirtiendo al Poder Judicial en un espectador ineficaz para las disputas constitucionales centrales entre el Congreso y el Poder Ejecutivo.

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¿Por qué Donald Trump no pubica sus declaraciones de impuestos…?
Hillary Clinton
debate presidencial, 2016
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Bueno, eso indudablemente me hace lucir bien astuto…
Donald Trump
Debate presidencial, 2016
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Si el argumento de Trump contra las citaciones del Congreso es débil, entonces su esfuerzo por bloquear una citación fiscal del DA de Manhattan es francamente monárquico. Un juez de la corte de distrito con razón criticó el argumento de Trump de que es inmune incluso a ser investigado mientras está en el cargo como “repugnante de la estructura gubernamental y los valores constitucionales de la nación”. De hecho, el argumento de Trump, si se acepta, colocaría al Presidente más allá de casi cualquier responsabilidad, y haría que las fuerzas del orden no pudieran siquiera recopilar hechos relacionados con posibles delitos cometidos por el Presidente mientras estaba en el cargo. Según la lectura de Trump, si de hecho si el primer mandatario le disparara a alguien en la Quinta Avenida (para usar su propia hipótesis), la policía ni siquiera podría investigar la escena del crimen mientras ocupara la presidencia.

El argumento del martes nos dará nuestra primera mirada a la posición de los jueces. Si bien la Corte Suprema ahora está fuertemente dividida entre jueces liberales y conservadores, los casos de declaraciones de impuestos deberían trascender la ideología o la política. Se trata del equilibrio fundamental de poderes en el gobierno federal y las nociones básicas de responsabilidad. El sistema legal de Estados Unidos pretende no colocar a ninguna persona por encima de la ley. La decisión de la corte sobre las declaraciones de impuestos de Trump nos dirá si ese principio se mantiene firme, o si son tantas palabras vacías.

 


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Mayo 12, 2020


 

BRASIL NIEGA EXTRADICIÓN A LA ARGENTINA

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 Por MARIO SANDOVAL

Brasil dice no al Argentina, rechazando el pedido de extradición del señor ROBERTO GONZALES quien era acusado ilegalmente de delitos de lesa humanidad. Dicha extradición había sido solicitada por el Juzgado Federal 12, por entonces a cargo del corrupto juez SERGIO TORRES, hoy refugiado en la suprema corte de la provincia de Buenos Aires.

Juez Sergio Torres

El supremo tribunal brasileño por unanimidad negó la extradición con fundamento jurídicos objetivos independientes e imparciales pese a la presión del gobierno argentino y de las ONG radicalizadas, de derechos humanos. Mientras que la Cámara de Casación y su banda en Argentina dicen reiniciar virtualmente los ilegales juicios de lesa humanidad, es una sorpresa porque son solo esos juicios, Brasil responde de manera contundente a la justicia, a la cancillería y al gobierno argentino. Para los jueces del Supremo brasileño las acusaciones del Argentina están prescriptas y amnistiadas para la ley brasileña. Los jueces dicen que: “Por unanimidad se sostuvo la inviabilidad de la entrega del extraditado al Gobierno solicitante, una vez que no se mostraron punibles, en Brasil, los hechos ocurridos durante el periodo de dictadura militar, considerada la amnistía bilateral, amplia y general, versada en la Ley n° 6.683/1979 y la extinción de la punibilidad por la prescripción del reclamo punitivo estatal, con fundamento en el artículo 109, inciso I, del Código Penal.”

http://portal.stf.jus.br/processos/detalhe.asp?incidente=4442381

De continuar solicitando la extradición ante la justicia de Brasil, el gobierno argentino podrá en juego su responsabilidad internacional del Estado y de abuso de poder, que podrán ser llevadas ante las jurisdicciones internacionales.

 


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Mayo 12, 2020


 

Brotes renovados

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La capital de Corea del Sur ordenó el cierre de todos los clubes y bares, después de que una ráfaga de nuevos casos provocara el temor de una segunda ola de coronavirus, y el presidente Moon Jae-in instó al público a permanecer en alerta.

Moon Jae-in

La nación ha sido considerada como un modelo global sobre la forma de frenar el virus y tras un nuevo brote en el barrio de Itaewon, situado en uno de los distritos de mayor actividad nocturna de la ciudad, el alcalde de Seúl, Park Won Soon, emitió la orden de cierre de unos 2.100 negocios el sábado.

Al menos 17 nuevos casos fueron relacionados con un hombre de 29 años que dio positivo después de pasar un tiempo en cinco clubes y bares en Itaewon el fin de semana pasado. Las autoridades sanitarias han advertido de un nuevo aumento de las infecciones y hasta ahora solo unas 200 de las 1.500 personas registradas en la asistencia a esos bares han sido localizadas por las autoridades.

“El descuido puede llevar a una explosión de infecciones”, dijo el alcalde, añadiendo que la orden permanecerá en vigor indefinidamente. Park pidió a los que visitaron esos clubes y bares que se presenten voluntariamente ante las autoridades sanitarias.

El salto en las nuevas infecciones llega cuando la vida cotidiana en Corea del Sur comenzaba lentamente a volver a la normalidad, con el gobierno relajando las reglas de distanciamiento social el pasado miércoles.

El presidente Moon dijo el domingo que los nuevos casos de contaminación habían “creado conciencia de que incluso durante la fase de estabilización, situaciones similares pueden surgir nuevamente en cualquier momento”.

Xi

Las autoridades chinas reportaron lo que podría ser el comienzo de una nueva ola de contagios. La ciudad de Wuhan, donde se reportaron los primeros infectados en diciembre pasado, confirmó varios casos de Covid-19 desde el 3 de abril, informó el gobierno. Se trata de una transmisión local, no importada, y uno de los pacientes se encuentra en estado crítico.

Las alarmas se encendieron además en el noreste de China, y una ciudad de la provincia de Jilin fue reclasificada como de alto riesgo, el máximo de un sistema de zonificación de tres niveles.

El sábado se confirmaron 11 nuevos casos en Shulan, todos miembros de una misma familia.

El presidente de China, Xi Jinping, ha expresado preocupación sobre la amenaza del coronavirus en Corea del Norte y ofreció ayudar al país vecino.

Xi Jinping respondía a un mensaje recibido de parte del líder norcoreano, Kim Jong-un.

Los medios estatales chinos informaron que el mensaje felicitaba a Xi por el aparente éxito que ha tenido China en su lucha contra covid-19.

El gobierno de Corea del Norte sostiene que no se ha registrado un solo caso de la infección allí, aunque los analistas dudan de que eso sea posible.


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Mayo 12, 2020


 

¿TE PREOCUPAN EL DENGUE Y EL CORONAVIRUS?

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 Por CLAUDIO VALERIO

Un pequeño grupo de hombres y mujeres estaba atravesando una región difícil en dirección a una ciudad donde ​ellos ​pretendían establecerse para un recomienzo de vida. Caminaban porque no tenían animales, único medio de transporte allí para traslado. Por medio de algunas personas por quienes pasaron,  supieron  que tendrían  de sobrepasar  una gran montaña antes de llegar al lugar deseado. Estaban preocupados y el asunto era  tema de casi todas las charlas del grupo. Entonces encontraron un hombre que estaba ​vini​endo en sentido contrario, o sea que ya había pasado por la montaña que les separaba de la ciudad hacia donde  iban.  Le preguntaron si el obstáculo era difícil y como lo superó. La respuesta del hombre fue: “Es una montaña como cualquier otra por donde ya pasé”… “Mi secreto para vencer tales obstáculos yo ​se los paso a ustedes: Yo nunca sobrepaso ​una ​montaña antes de llegar a ella.” No debemos poner​nos​ ansiosos o preocupados con determinados problema antes que él se presente. No debemos  lamentar​nos​ por luchas antes que tengamos de enfrentarlas. No es bueno cuestionar nuestra fe antes de tener de testarla. En vez de preocupar​nos​ por tales cosas, debemos confiar que nuestra fortaleza de​​ espíritu la que, en cualquier situación, nos dará victoria… Enfrentar enfermedades como el COVID-19 o el Dengue, subir montañas, atravesar ríos, cruzar florestas o falta de dinero,  serán bien más fácil si nuestra robustez anímica está ​bien ​basada​.

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires, Argentina), recibe un ​
abrazo y mi deseo de que dios te Bendiga y prospere en todo lo que
emprendas, y derrame sobre ti Salud,
Paz, Amor, y mucha prosperidad.

Claudio Valerio

© Valerius

 


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Mayo 12, 2020


 

Fabulador

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En una conferencia de prensa televisada a nivel nacional el sábado, el primer ministro español Pedro Sánchez fue consultado sobre la existencia de una clasificación de la Universidad Johns Hopkins en las pruebas Covid-19 de las que se había jactado anteriormente.

En una conferencia de prensa el 28 de abril, Sánchez dijo que las clasificaciones de la universidad mostraban que España era la quinta en el mundo en tasas de evaluación. Pero esas clasificaciones internacionales parecen no existir.

Sánchez

En abril, la Universidad Johns Hopkins realizó una investigación para verificar las clasificaciones, pero un portavoz dijo: “No pudimos localizar de inmediato tal informe”.

Cuando miembros de Johns Hopkins fueron consultados si se estaba rastreando datos de pruebas fuera de los Estados Unidos, el portavoz dijo: “Hemos elaborado esfuerzos de seguimiento de pruebas en los Estados Unidos, incluidas las comparaciones estatales, en este momento”.
En su sitio web de coronavirus, Johns Hopkins mapea las infecciones y muertes de Covid-19 en todo el mundo y parece estar rastreando solo las tasas de prueba en los EE. UU. El Ministerio de Salud español fue contactado para que mostrara un enlace o prueba de que existía la clasificación. Ellos no respondieron.

El primer ministro español y su gobierno han sido acusados por los partidos de oposición y criticados por algunos de los principales medios de comunicación del país por manipular las cifras de clasificación de prueba de España.

El sábado, Sánchez dijo que a partir del 7 de mayo, España había completado 1,625,211 pruebas de PCR (reacción en cadena de la polimerasa) y 842,550 pruebas de anticuerpos.

“Somos uno de los países que más pruebas realiza”, dijo Sánchez parafraseando a Donald Trump.

 


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Mayo 12, 2020


 

Oona, la alegre mujer de las cavernas

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Por Patricia Highsmith


Era un poco peluda, le faltaba un incisivo, pero su atractivo sexual era perceptible a una distancia de doscientos metros o más, como un olor; quizás fuese eso. Toda ella era redonda: su vientre, sus hombros, sus caderas eran redondas, y siempre estaba sonriente, siempre alegre. Por eso gustaba a los hombres. Siempre tenía algo cociendo en una olla sobre el fuego. Era mansa y nunca se enfadaba. Le habían dado tantos garrotazos en la cabeza que su cerebro estaba confuso. No hacía falta golpear a Oona para poseerla, pero esa era la costumbre, y Oona apenas se molestaba en esquivar el cuerpo para protegerse.

Oona estaba permanentemente preñada y nunca había experimentado el comienzo de la pubertad, ya que su padre se había aprovechado de ella desde que tenía cinco años, y después de él, sus hermanos. Su primer hijo nació cuando ella tenía siete años. Aun en avanzado estado de gestación abusaban de ella, y los hombres esperaban impacientes la media hora o así que tardaba en parir, para lanzarse de nuevo sobre ella.

Curiosamente, Oona mantenía más o menos constante el índice de natalidad de la tribu; en todo caso, la población tendía a disminuir, ya que los hombres desatendían a sus mujeres porque estaban pensando en ella o, a veces, morían al pelear por ella.

Finalmente, Oona fue asesinada por una mujer celosa, a quien su marido no había tocado desde hacía muchos meses. Este hombre fue el primero que se enamoró. Se llamaba Vipo. Sus amigos se habían reído de él por no tomar a otras mujeres, o a la suya propia, en los momentos en que Oona no estaba disponible. Vipo había perdido un ojo luchando con sus rivales. Era un hombre solo de mediana estatura. Siempre le había llevado a Oona las piezas más selectas que cazaba. Trabajó mucho para hacer un adorno de pedernal, convirtiéndose así en el primer artista de su tribu. Todos los demás utilizaban el pedernal solamente para hacer puntas de flecha y cuchillos. Le había dado el adorno a Oona para que se lo colgara al cuello con una cinta de cuero.

Cuando la mujer de Vipo mató a Oona por celos, Vipo mató a su mujer impulsado por el odio y la ira. Luego cantó una canción que sonaba fuerte y trágica. Siguió cantando como un loco, mientras las lágrimas corrían por sus barbudas mejillas. La tribu pensó en matarlo, porque estaba loco y era diferente a todos, y le temían. Vipo dibujó figuras de Oona en la arena húmeda de la orilla del mar; luego, imágenes de ella sobre las rocas lisas de las montañas cercanas, imágenes que se veían desde lejos. Hizo una estatua de Oona en madera; después, una en piedra. Algunas veces dormía con ellas. Con las torpes sílabas de su lenguaje formó una frase que evocaba a Oona siempre que la pronunciaba. No era el único que aprendió y pronunció esa frase, ni el único que había conocido a Oona.

Vipo fue asesinado por una mujer celosa cuyo hombre no la había tocado desde hacía meses. Su hombre le había comprado a Vipo una estatua de Oona por un precio muy elevado: una enorme pieza de cuero hecho con varios pellejos de bisonte. Vipo se hizo con ella una hermosa casa impermeable, y aún le sobró suficiente para vestirse. Inventó unas frases acerca de Oona. Algunos hombres lo habían admirado, otros lo habían odiado, y las mujeres lo odiaban todas, porque las miraba como si no las viese. Muchos hombres se entristecieron por la muerte de Vipo.

Pero, en general, la gente se sintió aliviada cuando Vipo desapareció. Había sido un hombre extraño, que perturbaba el sueño de algunas personas por las noches.

 


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Mayo 11, 2020


 

El Teniente De Marchi y lo que los Constitucionalistas no aplican

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Declaraciones del Teniente Primero Gustavo Ramón de Marchi y la situación legal de un ex vice presidente de la República Argentina. 

 

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Mayo 12, 2020


 

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Mayo 11, 2020


 

LA IGUALDAD DE TODOS POBRES

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 Por Alberto Asseff*

 

   La igualdad es un añejo ideal. Su búsqueda debe ser incesante, aunque de antemano sabemos que es una utopía. Se debe persistir en encontrarla porque las quimeras son más que buena salsa para la vida. Son, en rigor, estímulos para crear, innovar, bucear dónde está lo nuevo.

   Hay tres igualdades. La de oportunidades, la que nos equipara para abajo y la que nos empareja para arriba. En verdad, la de oportunidades es hermana gemela o, dicho de otro modo, interactúa con la que apunta al equilibrio hacia el estadio superior.

   La pobreza puede ser transitoria o estructural. La Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX se distinguió como la nación de mejor comportamiento en el hemisferio sur del planeta en materia de movilidad social. Criollos o inmigrantes desposeídos, trabajando lograban moverse a la clase media en menos de una generación. Un fenómeno social formidable que hizo del nuestro un “país promesa”, al buen decir y mejor pensar de Ortega y Gasset. No hubo pensador de ese primer tramo del s.XX que dejara de identificarnos como la nación con más futuro de todo el orbe. El francés Clemenceau y el inglés Toynbee, para mencionar a dos de los más eminentes.

   ¿Qué factor los inducía a sostener esa prospectiva? Si tuviésemos que encontrar la principal causa, no existe duda en que era la extraordinaria movilidad social ascendente de la Argentina de hace un siglo.

   En algún momento de nuestro devenir ese movimiento ascensional se estancó para paulatinamente revertir su dinámica. La Argentina socio-económica comenzó a derramar más pobreza que prosperidad. No interesa puntualizar en qué instante – letal – comenzó ese degradante proceso. Cualquier fecha que pongamos podría ser motivo de un reproche partidista y así distraernos de la cuestión central de estas líneas. No aspiran estas notas a enrostrar a ningún sector en especial, sino a subrayar la responsabilidad común de nuestra nación que en una encrucijada de su historia tomó el rumbo decadente. Que, con pequeños vaivenes, prosigue hasta hoy.

   La declinación nacional tiene nombre y apellido: nos transformamos en país-fábrica de pobres desplazando al país anterior que febril y pujantemente producía argentinos plenos de genuinos derechos y de  bienestar o perspectivas de obtenerlo. Prerrogativas que el Estado no regalaba, sino que eran el resultado del trabajo. Que, por supuesto, el Estado alentaba con reglas virtuosas e incentivadoras de todo el circuito benéfico de ahorro e inversión, trabajo y producción.

Clemenceau
Ortega y Gasset
Toynbee

   El punto fatal de nuestro desplome como país prometedor, con regocijo por el futuro – todo lo contrario, en un llamativo claroscuro, de la abrumadora incertidumbre que hoy nos atormenta-, lo signa la etapa en que la pobreza dejó su índole transitoria para cristalizarse como un segmento indeseado de nuestra sociedad.

   Ahí, en ese momento nefasto, la mala política vio la veta del aprovechamiento electoral de la pobreza. En lugar de empeñarse en erradicar esa estructura malsana, se decidió a usarla. Así, cuanto más ancha sea la franja pobre del electorado – sumado a la creciente ignorancia fruto venenoso de la caída de la calidad educativa – más perdurable es y será su entronización en el poder.

   Es esa miopía – o esa perversa mirada – la que se empecina en ampliar los planes asistenciales en lugar de crear las condiciones para que la economía privada se despliegue creando trabajo. Hemos arribado así a una situación de vulnerabilidad, de labilidad, de nuestro país con más asistidos que trabajadores, incluidos los no registrados. Una ecuación insostenible.

  Como estamos en medio de una doble pandemia – sanitaria y económica – se debe deslindar claramente que un ingreso o bono o como se lo llame para la emergencia de los más necesitados está absolutamente al margen de nuestra censura al asistencialismo como método para empobrecernos definitivamente.

   Están buscando la igualdad para abajo, una equiparación tenebrosa. Están aspirando a extender la pobreza. Si esta aseveración suena exagerada, lo diremos de otro modo: yerran. Así como van nos empobrecerán a todos y ‘todas’. Uso los dos géneros – innecesarios en nuestra espléndida lengua – ahora sí para ponerle marca política a esta deplorable estrategia del pobrismo como vía hacia la igualdad.

  Una igualdad empobrecedora que nos está transformando en una rareza planetaria: un poderoso país fallido. Un mayúsculo contrasentido. Una irracionalidad producto de una pésima política ejecutada por actores de una manifiesta mediocridad. El calificativo más leve, obtusos y mezquinos,

   Es hora de un movimiento socio-político contracultural que troque – ¡por qué no decirlo con su nombre, cambie! – este atajo hacia el abismo.

   Para reparar, amparar y proteger a los pobres hay que adoptar el rumbo de la prosperidad sin tenerle miedo a las libertades, incluida las económicas.

   El engaño de fabricar pobres en nombre de políticas públicas que los ayuden ha quedado desenmascarado. El fracaso es prueba irrefutable. Es urgente virar el rumbo, Me atrevo a decir que hay que pegar un calculado volantazo.

 

*Diputado nacional (Juntos por el Cambio)

 

COLABORACIÓN: Doctor Francisco Benard

 


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Mayo 11, 2020


 

UN CUADRO “UN POQUITO” MENTIROSO

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LA POLICÍA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES Y LA FIEBRE AMARILLA

 

Todos recordamos que al estudiar la Historia Argentina en la escuela someramente tomamos conocimiento que en algún momento impreciso la epidemia de Fiebre Amarilla, azotó la ciudad de Buenos Aires, causando verdaderos estragos entre la población.

Hoy, con mayores datos a mano podemos tomar verdadera conciencia de lo que fue aquella verdadera tragedia que sacudió al país a partir del mes de enero del año 1871., “Un sencillo resumen pintará la magnitud de la calamidad que asoló a la capital argentina: de unos 190.000 habitantes murieron 14.000, se colmaron todos los hospitales, se habilitaron lazaretos provisorios, se despobló la ciudad, emigró el gobierno nacional, se decretó feriado en todos los ministerios y oficinas públicas, cerraron bancos, las escuelas, las iglesias, los comercios. Las calles quedaron desiertas, huérfanas de gente y de vehículos. En una ciudad donde el índice normal de fallecimientos diarios no llegaba a veinte, hubo momentos en que murieron mas de 500 personas por día, y de acuerdo al Dr. José Penna – que hace autoridad en la materia – los dos tercios de la población habrían sufrido la enfermedad en una u otra forma” (Miguel Ángel Scenna, Todo es Historia, diciembre 1967).

El terror llega a su máxima expresión hacia el mes de marzo del año 1871 “Marzo 9 – Los gobiernos sin Senado el uno, sin autoridad el otro, no responden a la situación. Huyen Jueces y Curiales y aún médicos” “Marzo 19 –Médicos que recetan desde el estudio El Presidente Sarmiento huye, legisladores, jueces, municipales, etc. Todos huyen cada día gratis” (Anotaciones del diario de Mardoqueo Navarro” quién narró todo el desarrollo de la epidemia). Pero no todo es cobardía frente al flagelo, existieron quienes hicieron verdadero honor a sus respectivas profesiones o vocaciones, y es así que entre quienes cumplieron con sus obligaciones y pagaron por ello la mayor cuota en pérdidas de vidas se encuentran en primer lugar los sacerdotes, que con la sola protección de su fe brindaron toda la ayuda y consuelo, que el momento y las circunstancias hacían posible, a los enfermos de toda condición, calculándose en 60 la cantidad de sacerdotes que se llevó la epidemia. También un número importante de médicos que cumplieron honrosamente con su deber, estimando en 12 el número de los que sucumbieron en la oportunidad.

Pero una institución pública, poco recordada por la historia cuyos integrantes, lejos de huir en busca de la salvación, afrontaron con entereza todas las obligaciones a su cargo, rescatando del trabajo del historiador Scenna ya citado un párrafo que condensa esa abnegación: “La Policía (de la Provincia de Buenos Aires) de 1871 y su extraordinario jefe Enrique O´Gorman, ya han encontrado su historiador, que les ha rendido cumplida justicia.

Un episodio de la fiebre amarilla en Buenos Aires (1871) Óleo sobre tela, 230 x 180 cm Museo Nacional de Artes Visuales, obra de Juan Manuel Blanes

Remitimos a los trabajos de Francisco Romay al que desee profundizar en el comportamiento mas que ejemplar, heroico de ese cuerpo”. Precisamente de dicho historiador extraemos el párrafo siguiente: “Escenas de terror y muerte por centenares fueron el saldo del flagelo. La Policía de la Provincia de Buenos Aires, mientras la mayoría de los habitantes huía a la campaña, permanecía en su puesto de lucha y sacrificio y sus hombres caían inmolados en el cumplimiento de su deber” Mas que todas las palabras resulta ilustrativo el hecho de que el registro de policías caídos en cumplimiento del deber señala para el año 1871 la cantidad de 53 efectivos, mientras que en los años cercanos la cifra alcanza solamente a uno o dos, deduciendo que la diferencia marca las consecuencias de la enfermedad. Del impacto de estas pérdidas y la dificultad de su reposición habla el hecho de que se resolviera contratar en Europa los elementos adecuados, para lo que se autorizó el viaje de una persona para realizar los contratos pertinentes.

Estos desgraciados acontecimientos de nuestra Historia Patria marcan, como otros tantos, la oportunidad en que una vez mas, nuestra institución, La Policía de la Provincia de Buenos Aires, supo afrontar la prueba a que sus obligaciones la sometía, aportando el sacrificio de sus hombres que humildemente, sin ostentaciones, sin jactancias ofrendaron sus vidas en el cumplimiento de su deber.

 

UN CUADRO UN POQUITO MENTIROSO

 

Agrego parcialmente un conocido cuadro que en cada artículo histórico referente a la Fiebre Amarilla, ha sido reproducido hasta resultarnos familiar La imagen elaborada por el famoso pintor uruguayo Juan Manuel Blanes, fue exhibida en el teatro Colón de Buenos Aires el 8 de diciembre del mismo año 1871, bajo el título de “Episodio de la Fiebre Amarilla”, Todavía frescos los horrorosos recuerdos que dejara la enfermedad, el cuadro sacudió a la ciudad, ya que el pintor reflejó una escena en una miserable pieza de un conventillo, donde, en su piso, yace una mujer joven, muerta de fiebre amarilla., mientras que sobre ella gatea su pequeño hijo en busca del seno materno, mientras que al fondo sobre un lecho se entreve el cadáver del padre. Las dos hojas de la puerta de la habitación abiertas destacándose la figura de los miembros de la Comisión Popular, ocupando el centro del cuadro el Dr. Roque Pérez, y a su lado el Dr. Manuel Argerich, que se descubre respetuosamente, completando la escena otras dos figuras.

Juan Manuel Blanes, artísta pintor (1830-1901)

Al respecto de este cuadro y surgida la pregunta acerca de si el artista había elaborado el mismo ideando íntegramente la escena o había reflejado un cuadro de la realidad, en base a un episodio realmente acontecido en Buenos Aires durante los trágicos meses de la epidemia, la que es respondida por Bucich Escobar en su libro “Bajo el horror de la epidemia” , confirmando que el hecho existió verdaderamente y habría ocurrido en la calle Balcarce 384, el día 20 de marzo de 1871, cuando un sereno policial al ver la puerta abierta entró hallándola abandonada, recorriendo las habitaciones hasta que al abrir una puerta y alzar el farol destacó el espectáculo de la mujer muerta en el suelo y un niño de pecho tratando desesperadamente de mamar de su seno.

Según Leandro Ruiz Moreno, en LA PESTE HISTORICA, se corrobora la veracidad del episodio y transcribe el parte policial correspondiente al Comisario Lisandro Suárez, de la Seccional 14, elevado a su jefe Enrique O´Gorman cuyo texto dice:

“Marzo 17 de 1871. Al Sr. Jefe de Policía: A la una de la madrugada de hoy, el sereno de la manzana 72, MANUEL DOMINGUEZ, notó que la puerta de la calle Balcarce número 384 estaba abierta. En cumplimiento de su deber llamó y visto que no se le contestaba entró y encontró a una mujer muerta, con una criatura de pecho mamándole. Entonces éste recogió al niño y pasó palabra al ayudante, Don José María Sáenz Peña, quién remitió al niño a ese departamento. En la mañana de hoy, el que firma fue a la indicada casa y encontró el cadáver tirado en el suelo, encima de un colchón. Según los informes que he podido conseguir esta mujer fue traída  ayer en un carro a la citada casa. Dicen que se llama Ana Bristiani, italiana y que tiene su marido enfermo en la Boca del Riachuelo, pero que no saben donde. La casa en que ha fallecido esta mujer, se halla abandonada, por tanto, tan pronto como se saque el cadáver, cerraré la puerta hasta tanto se presente el marido de ésta, para ponerlo en posesión de algunas cosas que hay, si bien de poco valor”

 Lisando Suárez, Comisario, Sección 14.

 

Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), fue presidente de la nación entre 1868 y 1874.

De este documento se desprende que basado en un hecho real, el artista incluyó en la escena a otras personas y a los médicos integrantes de la Comisión Popular, que nunca estuvieron en el lugar, porque de lo contrario el Comisario lo habría hecho constar, y por otra parte ya no era necesaria esa presencia de acuerdo a lo constatado por el sereno policial, que desde un principio retiró al niño del lugar, para su remisión a la Jefatura de Policía.

No obstante lo justiciero del homenaje hacia los insignes médicos que afrontaron la epidemia con los escasos recursos de la época y que sin duda, no en éste pero sí en otros numerosos episodios similares aportaron su presencia y saber en beneficio de la población asolada, y por lo cual se les ha brindado sentido homenaje y se los recuerda y reconoce actualmente, el famoso cuadro y la memoria colectiva deja afuera al más humilde servidor que tuvo intervención directa en los hechos, el empleado policial, Sereno Manuel Domínguez, que en horas de la madrugada, en una ciudad, prácticamente abandonada y asolada por una peste invisible y letal, con el solo estímulo “del cumplimiento del deber” ante una puerta abierta y la carencia de respuesta a su llamado, penetró a una casa abandonada, encontrando el cadáver y recogiendo al niño, salvando con seguridad su vida, al tiempo que arriesgaba la propia.

El cuadro de Blanes se encuentra hoy en el Museo de Montevideo, nosotros lo seguiremos viendo en cada reproducción que ilustre algún artículo sobre la epidemia de fiebre amarilla, como un aporte al homenaje al sacrificio de los hombres por la humanidad, pero siempre quienes conocemos la verdad de la historia y la negación de similar reconocimiento al participante verdadero del drama, podremos entrever en algún lugar de la escena al olvidado Sereno Policial MANUEL DOMINGUEZ., sencillamente “cumpliendo con su deber” para honra de nuestra Institución Policial toda.

 

Bibliografía: Revista Todo es Historia, Nro. 8 /67

Extractado de la página de APROPOBA

 

COLABORACIÓN: Patricio Roberto Anderson

 


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Mayo 11, 2020


 

IMPRESIONANTE CARTA ABIERTA A LOS POLÍTICOS ARGENTINOS

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CARTA DE LECTORES

Señores políticos:

Mi nombre es DARÍO VILLARRUEL, empresario de la ciudad de Paraná, provincia de Entre Ríos y soy un argentino nacido en 1944, en un hogar de clase media. Mis padres provenían de familias muy pobres y muy numerosas, mi madre tenía doce hermanos y había cursado hasta sexto grado, mi padre tenía ocho hermanos y segundo grado, a esa edad fue “depositado” para trabajar todo el día y convivir (en la pieza del fondo) con una familia judía que tenía un almacén de ramos generales. Jamás escuché a mi padre el mínimo gesto de resentimiento hacia sus patrones, por el contrario, siempre agradecimiento y buenos recuerdos. Allí vivió y trabajo, hasta sus 20 años cuando fue convocado al servicio militar. Al regreso comenzó a trabajar por cuenta propia, aplicando la cultura del trabajo con honestidad y ética siguiendo el ejemplo recibido de la familia que lo había educado. Con estos parámetros, y trabajando con responsabilidad y empeño le fue muy bien en la vida. Cuando yo nací mi padre tenía 35 años y además de ser propietario tenía un negocio de cierta importancia y uno de los tal vez 20 o 25 autos de un pueblo de unos tres mil habitantes.  Por aquellos años, Argentina era elegida por inmigrantes calificados, por el contrario, hoy tienen que emigrar. Para el caso nosotros, siendo cuatro hermanos todos tuvimos la oportunidad de acceder a una educación completa.

Eran otros tiempos, si señor, regía otra escala de valores, los políticos no entraban pobres a la función pública y salían suciamente ricos, y que por la ley de la frazada corta sabemos que cada uno de estos casos, arroja a la pobreza a miles de ciudadanos honestos condenándolos al clientelismo. He vivido toda mi vida con una caña y la zanahoria al igual que toda mi generación. Tuve 15 años de bonanza, pero fue como inmigrante en Canadá, Toronto donde nacieron mis dos primeros hijos.

Hoy a mis 76 me siento culpable y les pido perdón por haberlos traído a mi querida Argentina. Viví la guerra de las Malvinas trabajando en el mismo piso con 150 ingleses en un mega proyecto de una planta de etileno, sufrí una experiencia horrible y he recordado a un amigo porteño que en aquella oportunidad decía que los argentinos sufrimos afuera pero más sufrimos adentro. Argentina es un país que tiene absolutamente todo, sin embargo, somos la vergüenza y el hazmerreír del mundo, absolutamente no tenemos excusa, y seguimos mendigando prestamos de rodillas. Así somos defaulters seriales lo que es una vergüenza. Como dijo erróneamente uno de los grandes ladrones de la política “estamos condenados al éxito”, que farsa esa frase en labios de uno de los más destacados fabricantes de pobres. Señores políticos, háganse cargo, la razón del fracaso de este país es responsabilidad exclusiva de la mala praxis de ustedes, ustedes son además de incompetentes, LADRONES, no miren para otro lado buscando excusas y/o culpables. Este es uno de los países más privilegiados del mundo, y sin dudas un país con buena gente, pero ustedes lo han colmado de parásitos para así eternizarse en el poder estableciendo un régimen hereditario para ustedes, sus familiares y el sindicalismo corrupto.

¡¡Señores, ustedes son MAFIOSOS!!

Han eliminado el tercer poder que es la Justicia, supuestamente para establecer equilibrio, y la han convertido en un instrumento que les garantice impunidad. Señores, la riqueza mal habida por ustedes provoca frustración y desesperanza, quita las ganas de vivir y provoca en muchos casos pérdida de la salud. Queremos un país del que podamos de nuevo, sentirnos orgullosos, un país donde valga la pena vivir. Basta de trampas como los votos de los habitantes de países vecinos, basta de jubilaciones y sueldos de privilegios, basta de jubilaciones truchas, y a los lobos disfrazados de corderos, recuerden que el nepotismo en la función pública también es un delito, recapaciten, han logrado hacer de la Argentina un pueblo pobre e ignorante, basta de fomentar el feudalismo, esta debe ser una ¡República! Dejen de ser el obstáculo para el desarrollo y el bienestar de los argentinos.

Darío Villarruel

COLABORACIÓN: Miguel Prestofelippo

 


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Mayo 11, 2020


 

CONFIEMOS PLENAMENTE EN DIOS, YA CESARÁ EL VIENTO

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 Por CLAUDIO VALERIO

Concentrémosno en esta frase: “La voluntad de Dios nunca te lleva donde la gracia de Dios no te proteja”. Para conseguir algo que nunca tuviste, tienes que hacer algo que nunca has hecho. Cuando Dios te quita algo de tu mano,  Él  no te está castigando, sino simplemente abriendo tus manos para recibir algo mejor. El gran amor y los cuidados de Dios se manifiestan día a día, depende de nosotros interpretarlo.  El hecho de que el Espíritu Santo viva en nosotros es un factor esencial para la espiritualidad. El amor es lo que da vida al corazón. El Espíritu Santo, que nos ha sido otorgado, vierte el amor divino sobre nuestros corazones. El Espíritu es como una fuente de agua viviente que fluye en cada parte de nuestros corazones y va extendiendo su gracia, porque la gracia posee el poder de atraer nuestros corazones. A través del Espíritu Santo, Dios despierta y aviva nuestros corazones para que se percaten de su bondad. Muchas veces necesitamos que se nos despierte y se nos lleve de la mano para que hagamos uso apropiado de nuestra fuerza y talentos. Si queremos sentir la presencia del Espíritu Santo en nosotros debemos deshacernos de nuestros caprichos y acomodar nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Debemos ser como la arcilla en manos del alfarero, para que Dios pueda moldearnos y llevarnos por el sendero de la verdadera salud espiritual. Aun cuando no podemos impedir que Dios inspire nuestros corazones, todos poseemos el poder para rechazar el deseo que tiene Dios de amarnos. Del mismo modo el Espíritu Santo no tiene deseo alguno de obrar en nosotros sin nuestro consentimiento. Pero, si llegamos a consentir aunque sea mínimamente a las inspiraciones de Dios, qué felicidad obtendremos! El fruto único del Espíritu Santo, que es el amor divino, nos llena de dicha interior y de consuelo, al mismo tiempo que llena nuestro corazón de una paz que perdura aun en medio de la adversidad, por medio de la paciencia. El amor sagrado nos hace amables y gentiles, y a la hora de ayudar a los demás lo haremos con una bondad sincera hacia ellos. Esa bondad, que proviene del Espíritu Santo, es constante y perseverante, y nos provee de un coraje duradero que nos hace afables, agradables y considerados con los demás. Esto hace que soportemos los cambios de su estado anímico y sus imperfecciones. Llevaremos una vida simple que será testimonio de nuestras palabras y acciones. El amor divino es la virtud de todas las virtudes. Apreciemos y cultivemos al Espíritu que habita en nosotros, para que el amor de Dios pueda reinar ahí también.

(Adaptado de los escritos de San Francisco de Sales y Juana de Chantal).

Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires, Argentina), recibe un cálido abrazo, junto a mi deseo de que dios te Bendiga y prospere en Todo lo que emprendas, y derrame sobre ti Salud, Paz, Amor, y mucha prosperidad.

Claudio Valerio (Valerius)

 


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Mayo 11, 2020


 

EL LOBO

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 Por Herman Hesse

Nunca antes las montañas francesas habían sufrido un invierno tan frío y largo. Hacía semanas que el aire se mantenía claro, áspero y helado. Durante el día, los grandes campos de nieva, color blanco mate, yacían inclinados e interminables bajo el cielo estridentemente azul; de noche los atravesaba la luna, pequeña y clara, una luna helada, furibunda, con un brillo amarillento cuya luz fuerte se volvía azul y sorda sobre la nieve, y que parecía la escarcha en persona. Los seres humanos evitaban todos los caminos y, sobre todo, las alturas; apáticos y maldiciendo, permanecían en las cabañas, cuyas ventanas rojas, de noche, aparecían empañadas y turbias junto a la luz azul de la luna, y se apagaban pronto.

Hermann Karl Hesse fue un poeta, novelista y pintor suizo nacido en Alemania. Sus trabajos más conocidos incluyen Demian, Steppenwolf, Siddhartha y The Glass Bead Game, cada uno de los cuales explora la búsqueda individual de autenticidad, autoconocimiento y espiritualidad. En 1946, recibió el Premio Nobel de Literatura.
Nacido: 2 de julio de 1877, Calw, Alemania
Fallecido: 9 de agosto de 1962, Montagnola, Collina d’Oro, Suiza

Fue un tiempo difícil para los animales de la zona. Los más pequeños murieron congelados en grandes cantidades; también los pájaros sucumbieron a la helada, y sus cadáveres enjutos se convirtieron en botín de águilas y lobos. Pero aun éstos sufrían terriblemente de frío y de hambre. Sólo unas pocas familias de lobos vivían allí, y la necesidad las empujó hacia una unión más fuerte. Durante el día salían solos. Aquí y allá, uno de ellos cruzaba la nieve, flaco, hambriento y vigilante, silencioso y temeroso como un fantasma. Su sombra delgada se deslizaba a su lado sobre la superficie nevada. Levantaba el hocico puntiagudo en el viento y de vez en cuando emitía un llanto seco, tortuoso. Pero de noche salían todos juntos y rodeaban los pueblos con aullidos roncos. Allí estaban a buen resguardo el ganado y las aves, y detrás de los postigos se apoyaban las escopetas. En escasas ocasiones les tocaba una presa menor, por ejemplo un perro, y ya habían sido muertos dos lobos de la manada.
La helada persistía. Muchas veces los lobos se echaban juntos, en silencio y pensativos, calentándose uno contra el otro, y escuchaban acongojados el vacío mortal que los rodeaba, hasta que uno, martirizado por los maltratos espantosos del hambre, pegaba de pronto un salto con un alarido terrorífico. Entonces todos los demás dirigían sus hocicos hacia él, temblaban, y rompían al unísono en un aullido terrible, amenazador y quejumbroso.
Por fin la parte más chica de la manada decidió partir. Abandonaron sus madrigueras al despuntar el alba, se reunieron y olisquearon excitados y temerosos el aire helado. Luego partieron al trote, rápido y con un ritmo parejo. Los que quedaban atrás los miraron con ojos muy abiertos y vidriosos, los siguieron una docena de pasos, se detuvieron indecisos y desorientados, y regresaron lentamente a sus cuevas vacías.
Los emigrantes se separaron al mediodía. Tres de ellos se dirigieron hacia el oeste, a los montes del Jura suizo; los otros siguieron hacia el sur. Los tres primeros eran animales hermosos, fuertes, pero terriblemente flacos. El estómago de color claro, combado hacia dentro, era delgado como una correa; en el pecho se destacaban tristemente las costillas; las bocas estaban secas y los ojos abiertos y desesperados. De tres en tres se internaron lejos en los montes; al segundo día cazaron un carnero, al tercero, un perro y un potrillo, y fueron perseguidos en todas partes por los campesinos furiosos. En la zona, rica en pueblos y ciudades, se diseminó el miedo y el temor ante los invasores desacostumbrados. La gente armó los trineos del correo; nadie iba de un pueblo a otro sin su arma. En esa zona desconocida, tras tan buen botín, los tres animales se sentían a la vez temerosos y a gusto; se volvieron más arriesgados de lo que jamás habían sido en casa, y asaltaron el corral de una granja a plena luz del día. Mugidos de vacas, crujido de listones de madera que se partían, sonido de cascos y una respiración caliente, jadeante, llenaron el ambiente angosto y cálido. Pero esta vez interfirieron los humanos. Habían puesto un precio a la cabeza de los lobos, lo que duplicó el coraje de los granjeros. Mataron a dos de ellos: a uno le perforó el cuello una bala de escopeta, el otro fue muerto con un hacha. El tercero escapó y corrió hasta que se desplomó sobre la nieve, casi muerto. Era el más joven y hermoso de los lobos, un animal orgulloso con formas armónicas y una fuerza imponente. Durante un rato largo quedó echado, jadeando. Delante de sus ojos se arremolinaban círculos rojos y sanguinolentos, y de vez en cuando emitía un quejido silbante, doloroso. Un hachazo le había dado en el lomo. Pero se recuperó y pudo volver a levantarse. Sólo entonces vio cuán lejos había corrido. En ningún lado podían verse personas o casas. Delante de él se encontraba una montaña imponente, nevada. Era el Chasseral. Decidió rodearlo. Atormentado por la sed, comió pequeños pedazos de la corteza congelada y dura que cubría la nieve.
Más allá de la montaña se topó de inmediato con un pueblo. Estaba anocheciendo. Esperó en un tupido bosque de pinos. Luego rodeó con cuidado los cercos de los jardines, persiguiendo el olor de los establos tibios. No había nadie en la calle. Arisco y anhelante, espió por entre las casas. Entonces sonó un disparo. Levantó la cabeza hacia lo alto y se dispuso a correr, cuando ya estalló el segundo tiro. Le habían dado. El costado de su abdomen blancuzco estaba manchado de sangre, que caía a goterones. A pesar de todo, logró escapar con unos grandes saltos y alcanzar el bosque más alejado de la montaña. Allí esperó un instante, atento, y oyó voces y pasos provenientes de varios lados. Temeroso, miró hacia la montaña. Era escarpada, boscosa y difícil de trepar. Pero no tenía opción. Con respiración agitada escaló la pared empinada mientras que abajo, a lo largo de la montaña, avanzaba una confusión de insultos, órdenes y luces de linternas. El lobo herido trepó temblando a través del bosque de pinos, casi a oscuras, mientras la sangre marrón corría despacio por su costado.
El frío había cedido. Al oeste, el cielo estabas brumoso y parecía prometer nieve.
Por fin el animal, agotado, alcanzó la cima. Ahora se encontraba sobre un gran campo de nieve, levemente inclinado, cerca de Mont Crosin, muy por encima del pueblo del que había escapado. No sentía hambre, pero sí un dolor turbio y punzante en las heridas. Un ladrido seco y enfermo nació de su hocico entregado; su corazón latía pesado y dolorido, y el lobo sentía que la mano de la muerte lo presionaba como una carga indescriptiblemente pesada. Un pino aislado, de ramas anchas, lo atrajo; allí se sentó y clavó sus ojos perdidos en la noche gris de nieve. Pasó media hora. Una luz roja y apagada cayó sobre la nieve, extraña y blanda. El lobo se levantó con un quejido y dirigió su cabeza hermosa hacia la luz. Era la luna, que se levantaba por el sudoeste, gigantesca y color rojo sangre, y subía lentamente por el cielo cubierto. Hacía muchas semanas que no se la había visto tan roja y grande. El ojo del animal moribundo se aferraba con tristeza al astro opaco, y en la noche volvió a oírse un estertor débil, doloroso y ronco.
Un poco más tarde surgieron luces y pasos. Campesinos con abrigos gruesos, cazadores y muchachos jóvenes con gorros de piel y botas toscas avanzaban por la nieve. Se oyeron gritos de alegría. Habían descubierto al lobo moribundo, le dispararon dos tiros y ambos fallaron. Entonces vieron que el animal ya estaba a punto de fallecer y se le echaron encima con palos y garrotes. Él ya no los sintió.
Lo arrastraron hacia abajo, a Sankt Immer, con los miembros quebrados. Reían, alardeaban, se alegraban por el aguardiente y el café que beberían, cantaban, maldecían. Ninguno vio la belleza del bosque nevado, ni el brillo de la alta meseta, ni la luna roja que colgaba sobre el Chasseral y cuya luz débil se reflejaba en los cañones de las escopetas, en los cristales de nieve y en los ojos quebrados del lobo muerto.

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Mayo 11, 2020

¿El coronavirus está mutando?

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Los investigadores dicen que el coronavirus está haciendo pequeños cambios en sí mismo como lo esperarían, a una tasa relativamente predecible y constante de alrededor de uno o dos cambios por mes.

“Los virus mutan naturalmente como parte de su ciclo de vida”, dice Ewan Harrison, gerente de proyectos científicos del Consorcio COVID-19 Genomics UK. El coronavirus no es diferente.

Cuando un virus infecta a una persona, ingresa a sus células y hace copias de sí mismo, que luego circulan por el cuerpo o se transmiten (las gotas respiratorias son un método) a otros humanos.

Inevitablemente, los virus “cometen errores en sus genomas” mientras se copian, dice Harrison. Esos cambios pueden acumularse y trasladarse a futuras copias del virus. Las mutaciones son similares a los errores tipográficos en el texto: la mayoría de los errores tipográficos no son eventos, pero algunos pueden cambiar el significado de una palabra u oración. Del mismo modo, muchas mutaciones serán callejones sin efecto en las personas infectadas. Pero algunas de estas mutaciones en un virus pueden cambiar la rapidez con que infecta a las personas y se replica, o qué tipo de daño hace a las células.

Estos pequeños cambios acumulativos son útiles para los investigadores, ya que actúan como tarjetas de identificación que ayudan a rastrear la ruta del virus a través del tiempo a través de grupos de personas. Por ejemplo, en un estudio de vigilancia en el campus de la Universidad Estatal de Arizona, los investigadores encontraron que las personas que aparecían enfermas a mediados de marzo con el coronavirus tenían diferentes versiones del virus entre sí. La comparación de los genomas del virus les ayudó a darse cuenta de que el aumento a mediados de marzo probablemente no significó un brote en el campus; los casos probablemente habían detectado esta versión del virus en otro lugar, tal vez cuando viajaron durante las vacaciones de primavera y la trajeron de vuelta. Por lo tanto, el seguimiento de genomas de virus es valioso para rastrear cómo y dónde se está propagando el virus.

¿El coronavirus se está volviendo más transmisible?

Twitter se iluminó esta semana cuando los medios de comunicación recogieron un borrador de un artículo de investigación publicado en el servidor de preimpresión bioRxiv. El artículo sugiere en el título que su análisis de las mutaciones del coronavirus “revela la aparición de una forma más transmisible de SARS-CoV-2”.

El estudio fue realizado por investigadores del Laboratorio Nacional de Los Alamos, la Universidad de Sheffield y Duke. Analizaron secuencias del genoma disponibles al público de todo el mundo publicadas en GISAID, una plataforma de investigación global que ha acumulado más de 16,000 secuencias de coronavirus hasta la fecha.

Los investigadores encontraron que una versión del virus, que se detectó por primera vez en Europa a principios de febrero, parece haberse convertido en la cepa más común en los EE. UU., Australia y partes de África, básicamente, en cualquier lugar donde se diseminó. Los autores del estudio plantean la hipótesis de que una mutación en esta cepa de virus, que cambia un aminoácido en la parte del coronavirus que encuentra y se une a las células, podría causar que el virus se propague más fácilmente.

“Creo que es una observación importante”, dice Angela Rasmussen, viróloga de la Facultad de Salud Pública de Columbia Mailman, “Hemos visto en otras epidemias de virus, como la epidemia de Ébola, que existen estas mutaciones que parecen persistir y convertido en la forma dominante del virus”.

Sin embargo, dice Rasmussen, no hay evidencia clara de que la mutación mencionada en el documento haga algo para cambiar la forma en que se propaga el virus.

Otros factores también podrían explicar por qué el virus de Europa es dominante, dice Justin Bahl, biólogo computacional de la Universidad de Georgia. Posiblemente podría explicarse por el llamado “efecto fundador”, donde la versión europea se extendió rápidamente a través de las fronteras internacionales y se estableció como la cepa dominante porque los países tardaron en cerrarse.

Para probar si la mutación identificada en el documento hace que el virus se propague más fácilmente, los investigadores quieren ver evidencia experimental: por ejemplo, un estudio donde ambas cepas se prueban en células vivas, para ver si el virus mutado se replica más rápido. Si esos resultados muestran tales signos, querrán ver si un virus se propaga más fácilmente en animales de laboratorio.

¿El coronavirus está mutando para volverse menos dañino?

Otro estudio, publicado en Journal of Virology, identificó a un paciente en Arizona que portaba una versión del virus a la que le faltaba una parte. La eliminación fue considerable: 81 nucleótidos de largo, de los 30,000 que conforman la secuencia del genoma del coronavirus (en caso de que se lo pregunte, un nucleótido es una molécula que forma el bloque de construcción de una cadena de ADN o ARN y también lo es pequeño para ser visto bajo la mayoría de los microscopios). También se encontró en una ubicación en el genoma que, en el clásico virus del SARS, ayudó al virus a combatir el sistema inmune, según el coautor del estudio Efrem Lim, virólogo de la Universidad Estatal de Arizona.

Los investigadores plantean la hipótesis de que la eliminación “puede reducir potencialmente la aptitud del virus”, una afirmación que Lim dice que ahora están probando en laboratorios.

El documento se basa en un solo genoma de virus, de los 16,000 que se han secuenciado y compartido, lo que hace que sea difícil generalizar al grupo más grande de versiones circulantes del nuevo coronavirus. “En realidad no tenemos idea de si [un virus con esta eliminación] es transmisible o no”, dice Bahl. “No sabemos si fue solo un evento único o si estas variantes se están transmitiendo y se están volviendo más frecuentes en la población [de personas que reciben coronavirus]”.

Se necesita más evidencia para ver si la hipótesis de Lim se cumple, y surgirá a medida que continúe la investigación.

¿Las mutaciones que estamos viendo afectan el desarrollo de tratamientos y vacunas?

Aún no “Estamos obteniendo las mutaciones que estamos esperando aquí”, dice Vineet Menachery, virólogo de la Rama Médica de la Universidad de Texas, por lo que el proceso de investigación ya explica estos cambios.

Menachery dice que la mutación europea rastreada en el artículo de Los Alamos es adyacente, pero no directamente, al dominio de unión al receptor, que es un área específica de la cubierta proteica del virus que inicia el primer contacto para unirse a las células humanas. “Si estas mutaciones estuvieran allí, habría un poco más de preocupación por los enfoques basados ​​en anticuerpos y los enfoques de vacunas”, dice, porque los cambios podrían dificultar que los anticuerpos reconozcan el virus. Pero las mutaciones no están directamente en el dominio de unión al receptor, por lo que los investigadores no están demasiado preocupados por esos cambios específicos.

Las vacunas también se desarrollan para apuntar a múltiples sitios en un virus, por lo que es poco probable que algunas mutaciones aleatorias del virus puedan eliminar su poder por completo, dice Rasmussen.

Las versiones del virus que son resistentes a los medicamentos o las vacunas pueden surgir una vez que se usan las terapias, dice Lim. Si una cepa particular es eliminada por medicamentos o vacunas, entonces cualquier virus que sobreviva será el que no se verá afectado por esos tratamientos y podría llegar a infectar a otros. Pero por ahora, no hay presión sobre el virus para que cambie de una manera que lo ayude a evadir las medidas que no se han introducido.

¿Por qué los científicos comparten teorías no comprobadas?

El principal propósito científico de compartir estos documentos de manera temprana y frecuente es alertar a otros investigadores sobre teorías interesantes y llamar la atención sobre mutaciones potencialmente significativas, dice Lim.

“Nos ayuda a priorizar qué mutaciones deben estudiarse en el laboratorio, porque hay muchas mutaciones”, dice Lim. Al compartir pistas y teorías respaldadas por datos, los científicos están destacando mutaciones específicas que pueden estar afectando el comportamiento del virus, en un mar de todos los pequeños cambios que realiza el virus.

Por lo tanto, ayuda a los investigadores saber que los científicos del Laboratorio de Los Alamos piensan que vale la pena estudiar un cambio particular en el genoma, o que se ha encontrado una deleción en el virus una vez y podría encontrarse de nuevo. Las respuestas pueden no ser definitivas, pero alimenta la confianza cerebral global de los investigadores que trabajan para comprender mejor el coronavirus y ayudar a derrotarlo.

 


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Mayo 11, 2020


 

LO MÁS VISTO DE LA SEMANA ◘ Mayo 10, 2020

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Las noticias más leídas en PrisioneroEnArgentina.com. Las más comentadas, las más polémicas. De que está la gente hablando…

REINICIO Mayo 4, 2020 00.00 HORAS –
HORA DE CONTROL Mayo 10, 2020 23.23 HORAS

 

 


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Mayo 10, 2020


 

DEMOLIENDO AL TENIENTE CORONEL  ALBERTO AQUILINO ORTEGA

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TIEMPO EMPLEADO: “EL CANTAR DE UN GALLO”

 Por CLAUDIO KUSSMAN

 

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Muchos recordarán al Teniente Coronel (R) ALBERTO AQUILINO ORTEGA en un WhatsApp,  donde desencajado aparecía profiriendo gritos y algunas palabras soeces  contra el gobierno y entre ellas una  desafortunada frase al expresar:

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“Espero que esto sirva para que mis camaradas salgan de una vez y se dejen de boludear y tomemos no el Poder, incitemos y digámosles a la población que hay que hay que liberarse de estos parásitos”. El mismo diario Página 12 (1) calificó de insólita su arenga (que no se puede ni considerar arenga), pero los “camaradas” de este uniformado lo tomaron como algo muy serio y en menos tiempo de lo que “canta un gallo” lo denunciaron penalmente.  En tan solo 30 días la “justicia” a través del juez federal de Rosario CARLOS VERA  BARROS, también en “otro cantar de un gallo”, le allanó la casa, le secuestró una computadora y un celular. Luego lo procesó  imputándolo por incitar a la violencia, delito previsto en el artículo 212 del Código Penal con penas que van de los 3 a los 6 años de prisión. Por supuesto la prisión preventiva fue acompañada de un embargo de cien mil pesos, o la inhibición general de sus bienes. Debemos inferir que si bien a las pocas horas de sus exabruptos ORTEGA pidió disculpas, realmente no estaba ubicado en tiempo y espacio. No tuvo en cuenta que hoy  “sus camaradas” CAMBIARON y así  o están presos y muriendo en prisión a como dé lugar,  al igual que aquellos que no lo somos, o están camuflados y silenciosos. Tanto cambiaron que en  el presente retirados o en actividad,    los uniformados confraternizan con los terroristas del pasado devenidos en “jóvenes idealistas, que lucharon por la democracia”. Esos que  aparte de indemnizados ocupan cargos gubernamentales, en el periodismo, o son exitosos empresarios  contratantes de “sus camaradas” y en consecuencia bien grafica el dicho:  “Por la plata baila el mono”. ORTEGA,  casi como nosotros, los imputados por los bien o mal llamados delitos de lesa humanidad está solo y será un modelo viviente ejemplarizador, por si algún otro decide pensar y expresarse “imprudentemente”. En su caso tanto “sus camaradas” como el poder judicial fueron veloces y fulminantes, lo cual no ocurre cuando  los uniformados caídos son abusados hasta la misma muerte. En ese caso los miembros de ambas instituciones sin pudor alguno, son ciegos, sordos y mudos. Tanto como quizás fue el mismo Teniente Coronel (R) ORTEGA, con todos nosotros los adultos mayores en prisión,  antes de que fueran por él y pasara a engrosar la fila de los caídos. 

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Eduardo Anguita (ex terrorista) y Martín Balza (ex Jefe del Ejército). La expresión de sus caras lo dicen todo.
Hebe de Bonafini y Cesar Milani (ex Jefe del Ejército)
Mario Montoto (ex terrorista) y Claudio Pascualini (ex Jefe del Ejército)
Mario Montoto (ex terrorista) y Claudio Pascualini (ex Jefe del Ejército)

 

Claudio Kussman

Comisario Mayor (R) 

Policía Pcia. Buenos Aires

Mayo 10, 2020

claudio@PrisioneroEnArgentina.com

www.PrisioneroEnArgentina.com

 

1) Procesaron al militar retirado que hizo la insólita proclama en las redes https://www.pagina12.com.ar/264434-procesaron-al-militar-retirado-que-hizo-la-insolita-proclama

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 10, 2020


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Mario Montoto (ex terrorista) con su empleado el Coronel (R) Gustavo Gorriz, ex vocero del ex Jefe del Ejército Martín Balza, ex jefe del Regimiento Patricios y también ex edecán de Carlos Menem.
26/04/2018- Martín María Bourdieu, excombatiente de Malvinas, Mayor Médico del Ejército Argentino, recibe de MARIO MONTOTO, quien fuera nada menos que “secretario” y luego apoderado de Mario Firmenich jefe del ejército terrorista Montoneros, una distinción. Junto a él, CLAUDIO PASCUALINI, Jefe del Estado Mayor General del Ejército y BARI DEL VALLE SOSA, Jefe Estado Mayor Conjunto. Adiós a la dignidad y el honor a cambio de un trozo de hojalata y madera que proviene de manos manchadas con sangre. Mientras uniformados de todas las fuerzas, y civiles sufren mueren en prisión.
Mario Montoto (ex terrorista) y Teniente Coronel Sergio Berni, actual Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.
General Hugo Domingo Bruera (a) Tanguito, amigo de Eduardo Anguita (ex terrorista), han almorzado o cenado juntos y también dado conferencias en yunta. Estando en actividad y siendo Secretario General del Ejército con el beneplácito del resto de la plana mayor, llevaba al Edificio Libertador a dar charlas a los oficiales y suboficiales de la fuerza a Horacio Verbitsky (ex terrorista), a el filósofo Pablo Feinmann y a Abuelas de Plaza de Mayo. Mientras los adultos mayores sufríamos y moríamos en prisión.
“La guerra ya no es un arte: es una demolición”

Leopoldo Marechal (1900-1970)

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El Análisis de Mario Sandoval ♣ Mayo 10, 2020

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El Profesor Mario Sandoval habla de Argentina y su política extranjera. La condecoración retirada a Ricardo Cavallo y el terrorismo. 

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Sola
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Habla Mario Sandoval

 

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Cavallo
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Alberto Fernández
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Cristina Fernández
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Macron
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Losardo
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Verbitsky
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Hollande
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Mayo 10, 2020


 

¿Por qué Argentina aceptó a los criminales de guerra nazis después de la Segunda Guerra Mundial?

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Después de la Segunda Guerra Mundial, miles de nazis y colaboradores en tiempos de guerra de Francia, Croacia, Bélgica y otras partes de Europa buscaban un nuevo hogar: preferiblemente lo más lejos posible de los juicios de Nuremberg. Argentina dio la bienvenida a cientos, si no miles de ellos: el régimen de Juan Domingo Perón hizo todo lo posible para llevarlos allí, enviando agentes a Europa para facilitar su paso, proporcionando documentos de viaje y, en muchos casos, cubriendo gastos.

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Pavelic
Menguele
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Eichmann
Hitler
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Incluso los acusados de los crímenes más atroces, como Ante Pavelic (cuyo régimen croata asesinó a cientos de miles de serbios, judíos y gitanos), el Dr. Josef Mengele (cuyos crueles experimentos son pesadillas) y Adolf Eichmann (arquitecto del Holocausto de Adolf Hitler) fueron recibidos con los brazos abiertos. Se plantea la pregunta:

¿Por qué ese territorio llamado Argentina querría a estos hombres? 

Durante la Segunda Guerra Mundial, Argentina claramente favoreció al Eje debido a los estrechos lazos culturales con Alemania, España e Italia. Esto no es sorprendente, ya que la mayoría de los argentinos eran de ascendencia española, italiana o alemana.

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La Alemania nazi fomentó esta simpatía, prometiendo importantes concesiones comerciales después de la guerra. Argentina estaba llena de espías nazis y los oficiales y diplomáticos argentinos ocupaban cargos importantes en el Eje Europa. El gobierno de Perón era un gran admirador de las trampas fascistas de la Alemania nazi: uniformes elegantes, desfiles, manifestaciones y antisemitismo vicioso.

El Duce
El Pocho

Muchos argentinos influyentes, incluidos empresarios ricos y miembros del gobierno, apoyaron abiertamente la causa del Eje, ninguno más que el propio Perón, que había servido como agregado militar del ejército italiano de Benito Mussolini a fines de la década de 1930.

Aunque Argentina finalmente declararía que estaba en las potencias del Eje (un mes antes de que terminara la guerra), fue en parte una estratagema para que los agentes argentinos estuvieran en su lugar para ayudar a los nazis derrotados a escapar después de la guerra.

No es que la Segunda Guerra Mundial terminó un día en 1945 y de repente todos se dieron cuenta de lo horribles que habían sido los nazis. Incluso después de que Alemania fuera derrotada, había muchos hombres poderosos en Europa que habían favorecido la causa nazi y continuaron haciéndolo.

España todavía estaba gobernada por Francisco Franco y había sido miembro de facto de la alianza del Eje; muchos nazis encontrarían un seguro refigio temporal allí. Suiza se había mantenido neutral durante la guerra, pero muchos líderes importantes habían sido sinceros en su apoyo a Alemania. Estos hombres conservaron sus posiciones después de la guerra y estaban en condiciones de ayudar. Los banqueros suizos, por codicia o simpatía, ayudaron a los antiguos nazis a moverse y lavar fondos. La Iglesia Católica fue extremadamente útil ya que varios funcionarios de la iglesia de alto rango (incluido el Papa Pío XII) ayudaron activamente en la fuga de los nazis. Durante la Alemania nazi, los únicos establecimientos educativos privados que permanecieron abiertos fueron los católicos. 

Franco
Pio XII

Había un incentivo financiero para que Argentina aceptara a estos hombres. Alemanes ricos y empresarios argentinos de ascendencia alemana estaban dispuestos a pagar el camino para escapar de los nazis.

Los líderes nazis saquearon a millones de judíos, franceses y holandeses y parte de ese dinero los acompañó a Argentina. Algunos de los oficiales y colaboradores nazis más inteligentes una visión de lo que se avecinaba ya en 1943 y comenzaron a guardar oro, dinero, objetos de valor, pinturas y más, a menudo en Suiza. Ante Pavelic y su camarilla de asesores cercanos poseían varios cofres llenos de oro, joyas y arte que les habían robado a sus víctimas judías y serbias: esto facilitó considerablemente su paso a Argentina. Incluso pagaron a los oficiales británicos para dejarlos pasar por las líneas aliadas.

Para 1945, cuando los Aliados estaban limpiando los últimos restos del Eje, estaba claro que el próximo gran conflicto vendría entre los Estados Unidos capitalistas y la URSS comunista. Algunas personas, incluidos Perón y algunos de sus asesores, predijeron que la Tercera Guerra Mundial estallaría tan pronto como 1948.

En este próximo conflicto “inevitable”, terceros como Argentina podrían inclinar la balanza de una forma u otra. Perón imaginó nada menos que Argentina tomando su lugar como un tercero diplomático crucial en la guerra, emergiendo como una superpotencia y líder de un nuevo orden mundial. Los nazis eran criminales y los colaboradores pueden haber sido carniceros, pero no hay duda de que eran rabiosamente anticomunistas. Perón pensó que estos hombres serían útiles en el “próximo” conflicto entre los Estados Unidos y la URSS. A medida que pasaba el tiempo y la Guerra Fría se prolongaba, estos nazis eventualmente serían vistos como los dinosaurios sedientos de sangre que eran.

Kren

Después de la guerra, se crearon regímenes comunistas en Polonia, Yugoslavia y otras partes de Europa del Este. Estas nuevas naciones solicitaron la extradición de muchos criminales de guerra en las cárceles aliadas. Un puñado de ellos, como el general croata Vladimir Kren, finalmente fueron enviados de vuelta, juzgados y ejecutados. A muchos más se les permitió ir a Argentina porque los Aliados eran reacios a entregarlos a sus nuevos rivales comunistas donde el debido proceso no sería respetado y el resultado de sus juicios de guerra inevitablemente culminaría en ejecuciones.

La Iglesia Católica también presionó fuertemente a favor de que estos individuos no fueran repatriados. Los aliados no querían juzgar a estos hombres ellos mismos (22 acusados ​​fueron juzgados en el primero de los juicios de Nuremberg y, en total, 199 acusados ​​fueron juzgados de los cuales 161 fueron sentenciados a prisión y 37 fueron condenados a muerte), ni querían enviándolos a las naciones comunistas que los estaban solicitando, así que miraron a otro lado mientras los nazis navegaban hacia Argentina.

Al final, estos nazis tuvieron poco impacto duradero en Argentina. Argentina no fue el único lugar en América del Sur que aceptó a los nazis y colaboradores, ya que muchos finalmente llegaron a Brasil, Chile, Paraguay y otras partes del continente. Muchos nazis se dispersaron después de la caída del gobierno de Perón en 1955, por temor a que la nueva administración, hostil como era con Perón y todas sus políticas, pudiera enviarlos de regreso a Europa.

Kuhlmann

La mayoría de los nazis que fueron a Argentina vivieron sus vidas en silencio, temiendo repercusiones si eran demasiado vocales o visibles. Esto fue particularmente cierto después de 1960, cuando Adolf Eichmann, arquitecto del programa de genocidio judío, fue secuestrado en una calle de Buenos Aires por un equipo de agentes del Mossad y llevado a Israel donde fue juzgado y ejecutado. Otros criminales de guerra buscados fueron demasiado cautelosos para ser encontrados: Josef Mengele se ahogó en Brasil en 1979 después de haber sido objeto de una persecución masiva durante décadas.

Con el tiempo, la presencia de tantos criminales de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en una vergüenza para Argentina. En la década de 1990, la mayoría de estos hombres mayores vivían abiertamente bajo sus propios nombres. Un puñado de ellos finalmente fue rastreado y enviado de regreso a Europa para ser juzgado, como Josef Schwammberger y Franz Stangl. Otros, como Dinko Sakic y Erich Priebke, dieron entrevistas desacertadas, lo que los llamó la atención del público. Ambos fueron extraditados (a Croacia e Italia respectivamente), juzgados y condenados.

En cuanto al resto de los nazis argentinos, la mayoría se asimiló a la considerable comunidad alemana de Argentina y fueron lo suficientemente inteligentes como para nunca hablar de su pasado. Algunos de estos hombres tuvieron incluso bastante éxito financiero, como Herbert Kuhlmann, un ex comandante de la juventud de Hitler que se convirtió en un destacado hombre de negocios.

Fuentes: Postwar: A History of Europe Since 1945 de Tony Judt . The Nuremberg Trials de Paul Roland . Israeli’s Legal Records of the Adolf Eichmann Interviews by Avner Less . Simon Wiesenthal library and archives .

 


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Mayo 10, 2020


 

Los protestantes que se oponen a las órdenes de quedarse en casa tienen un aliado: Los grupos antivacunación

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Las protestas contra órdenes de quedarse en casa debido a COVID-19 (Si bien no son grandes grupos de personas) se han vuelto más comunes en todo el país. En California, un grupo sorprendente está detrás de algunos de ellos: aquellos que se oponen a las vacunas obligatorias.

El jueves, un grupo de personas se mezcló en la acera frente al Capitolio estatal de California en Sacramento. Había partidarios de Trump con sombreros MAGA y ondeando banderas estadounidenses. Había cristianos cantando canciones de rock religiosas y levantando la mano en oración. El maestro de ceremonias del evento instó al gobernador, Gavin Newsom, para sintonizar su evento.

“Todos en el Capitolio, digan a Gavin Newsom [que sintonice] 107.9 FM, si quiere escuchar lo que tenemos que decir”, dijo el presentador a la multitud por los altavoces. “¡Podría ser algo bueno para él!”

También había madres con sus hijos en el mitin. La mayoría allí reunida no usaba mascarillas ni observaban protocolos de distanciamiento social.

Todos habían salido a protestar contra la orden de quedarse en casa de California, implementada para frenar la propagación de COVID-19. El evento de esta semana fue construido alrededor del Día Nacional de Oración y contó con pastores y sermones. Pero fue organizado por un grupo llamado Freedom Angels, que se formó originalmente para luchar contra las leyes de vacunas obligatorias en el estado.

El grupo se ha convertido en un elemento fijo en el Capitolio desde que California aprobó una ley que exige que los estudiantes escolares sean vacunados y una segunda ley que restringe las restricciones a las exenciones médicas para esas vacunas. Pero la fundadora de Freedom Angels, Stefanie Fetzer, dijo que no es un grupo de un solo tema. Ella dijo que estos eventos son para promover la libertad personal.

“Creo que lo que estamos viendo ahora es que el modelo predictivo con el que salieron al principio no era cierto. No estamos viendo los números que predijeron”, dijo Fetzer. “Y en lugar de retroceder en el cierre y las medidas restrictivas que implementó el gobernador Newsom, parece que se está duplicando”.

Estrategia de búsqueda de atención

Los defensores de la salud pública señalan que la razón por la que esas predicciones iniciales no se hicieron realidad es que las medidas agresivas de distanciamiento social, incluidas las órdenes de quedarse en casa, funcionaron. El senador demócrata Richard Pan, autor de las leyes de vacunas de California, cree que este grupo antivacunas se está alineando con otros que protestan contra la orden de quedarse en casa como una forma de promover su causa. Después de todo, dijo Pan, una vacuna eventualmente permitiría la reapertura de la economía.

“Han organizado estas protestas para encontrar básicamente una forma de llamar la atención de los medios. También recaudan fondos para sus actividades”, dijo Pan. “Entonces, francamente, muchos de los anti-vaxxers que están involucrados en esto realmente están ahí para sus propios intereses”.

Según el epidemiólogo y educador de vacunas René Najera, es común que los grupos antivacuna se adhieran a otros temas controvertidos. Por ejemplo, señala el aborto.

“Intentan decir que hay células fetales abortadas en las vacunas, lo cual no es así, para tratar de poner a las personas antiaborto de su lado”, dijo. “Y luego lo dan vuelta y dicen, también, ‘Mi cuerpo, mi elección’. “

Nájera dijo que esas tácticas pueden tener resultados peligrosos, incluso hacer que las personas piensen dos veces antes de vacunarse. De hecho, dijo, en 2019, la Organización Mundial de la Salud calificó la vacilación de las vacunas, o la renuencia de las personas a considerar la vacunación, como uno de los 10 principales desafíos de salud pública del mundo.

“Y vimos los efectos de eso”, dijo Nájera. “Vimos un aumento del sarampión en los Estados Unidos hasta el punto en que el estado de eliminación del sarampión en los Estados Unidos estaba en peligro”.

Nájera confía en que los opositores a las vacunas no desaparecerán. Él dice que, en todo caso, el auge de las redes sociales les ha facilitado la difusión de su mensaje. Lo que le resulta más frustrante es que estos manifestantes contra las vacunas no solo toman decisiones que afectan a sus propias familias. Nájera dice que elegir no vacunar a sus hijos y unirse a otras grandes protestas para difundir su mensaje pone en riesgo la salud de todos.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Mayo 10, 2020


 

Bautismo de fuego

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 Por Mikhaíl Bulgakov

Rápidamente pasaron los días en el hospital de N. y yo comencé poco a poco a acostumbrarme a mi nueva vida.

En las aldeas continuaban agramando el lino, los caminos seguían estando intransitables y a la consulta no venían más de cinco personas cada día. Las noches las tenía completamente libres y las dedicaba a poner en orden la biblioteca, a leer los manuales de cirugía y a tomar té, larga y solitariamente, junto al samovar.

La lluvia caía durante días y noches enteras y las gotas golpeaban inexorablemente el techo; el agua caía con gran fuerza bajo la ventana y resbalaba por el canalón hacia un cubo. El patio estaba cubierto de fango, de niebla, de una negra penumbra en la cual, como manchas opacas y difusas, se iluminaban las ventanas de la casita del enfermero y la lámpara de petróleo del portón.

Una de aquellas noches estaba yo sentado en mi gabinete y estudiaba un atlas de anatomía topográfica. A mi alrededor había un completo silencio, interrumpido de vez en cuando por el roer de los ratones detrás del aparador del comedor.

Mikhail Afanasyevich Bulgakov fue un escritor, médico y dramaturgo ruso activo en la primera mitad del siglo XX. Es mejor conocido por su novela El maestro y Margarita, publicada póstumamente, que se ha llamado una de las obras maestras del siglo XX. Wikipedia
Nacido: 15 de mayo de 1891, Imperio ruso
Murió: 10 de marzo de 1940, Unión Soviética

Estuve leyendo hasta que mis párpados, ya pesados, comenzaron a cerrarse. Finalmente bostecé, dejé a un lado el atlas y decidí acostarme. Me estiré y, saboreando por anticipado un sueño pacífico, acompañado por el ruido y el golpeteo de la lluvia, me dirigí a mi dormitorio, me desvestí y me acosté.

No había tenido siquiera tiempo de rozar la almohada cuando, delante de mí, en la penumbra soñolienta, apareció el rostro de Ana Prójorova, de diecisiete años, de la aldea Tóropovo. A Ana Prójorova había que extraerle un diente. El enfermero Demián Lukich se deslizó suavemente con unas brillantes tenazas en las manos. Recordé cómo decía “aquesto” en lugar de “esto”, llevado por el amor que profesaba al estilo elevado. Sonreí y me quedé dormido.

Sin embargo, no había pasado media hora cuando me desperté de repente, como si me hubieran dado un tirón; me senté y, examinando con temor la oscuridad, me puse a escuchar con atención.

Alguien golpeaba con fuerza e insistencia la puerta exterior y desde un primer momento presentí que aquellos golpes eran de mal agüero.

Llamaban a mi apartamento.

Los golpes cesaron, resonó el cerrojo; se oyó la voz de la cocinera y, en respuesta, una voz poco clara; luego alguien subió por la escalera, provocando chirridos, entró silenciosamente en el gabinete y llamó en mi dormitorio.

-¿Quién es?

-Soy yo -me respondió un respetuoso susurro-, yo, Axinia, la enfermera.

-¿De qué se trata?

-Ana Nikoláievna me envía a buscarle, pide que vaya enseguida al hospital.

-¿Qué ha sucedido? -pregunté, y sentí que el corazón me daba un vuelco.

-Han traído a una mujer de Dúltsevo. Tiene complicaciones con el parto.

“Ya está. Ya comenzamos -cruzó por mi cabeza, mientras trataba inútilmente de meter mis pies en las zapatillas-. ¡Ah, diablos! Las cerillas no encienden. Bien, tarde o temprano tenía que suceder. No podía pasarme toda la vida con las laringitis y los catarros estomacales.”

-Está bien. ¡Vete y dile que ahora mismo iré! -grité, y me levanté de la cama. Detrás de la puerta se oyeron los pasos de Axinia y de nuevo resonó el cerrojo. El sueño desapareció en un instante. Con dedos temblorosos encendí la lámpara apresuradamente y comencé a vestirme. Las once y media… ¿Qué complicaciones con el parto tendría aquella mujer? Jumm… posición incorrecta… pelvis estrecha… O quizá alguna cosa peor. Tal vez tendré que utilizar los fórceps. ¿No sería mejor enviarla directamente a la ciudad? ¡Impensable! “¡Qué doctor tan bueno!”, dirían todos. Y además, no tengo derecho a hacerlo. No, tengo que hacerlo yo mismo. ¿Hacer qué? El diablo lo sabe. Será una tragedia si me confundo, una vergüenza ante las comadronas. Aunque primero es necesario ver de qué se trata; no vale la pena inquietarse antes de tiempo…

Me vestí, me puse el abrigo y, confiando mentalmente en que todo saldría bien, corrí bajo la lluvia hacia el hospital, pisando sobre tablones que al hundirse hacían saltar el agua del patio. En la semioscuridad se distinguía, junto a la entrada, una carreta; el caballo golpeaba con sus cascos las tablas podridas.

-¿Usted ha traído a la parturienta? -pregunté a la figura que se movía junto al caballo.

-Yo… sí, yo, padrecito -contestó lastimeramente una voz de mujer.

En el hospital, pese a lo avanzado de la hora, había agitación. En la recepción ardía, parpadeante, una lámpara de petróleo. Por el angosto corredor que conducía a la sección de maternidad, Axinia pasó rápidamente junto a mí, llevando una palangana. Detrás de la puerta se oyó de pronto un débil gemido que cesó inmediatamente. Abrí la puerta y entré en la sala de partos. La pequeña habitación blanqueada estaba intensamente iluminada por la lámpara del techo. En la cama, junto a la mesa de operaciones, yacía una mujer joven, cubierta hasta el mentón por una manta. Su rostro estaba desfigurado por una mueca de dolor y húmedos mechones de pelo se le habían pegado a la frente. Ana Nikoláievna, con un termómetro en la mano, preparaba una solución en un recipiente, mientras la segunda comadrona, Pelagueia Ivánovna, sacaba sábanas limpias del armario. El enfermero, apoyado contra la pared, estaba en pose de Napoleón. Al verme, todos se animaron. La parturienta abrió los ojos, se estrujó las manos y de nuevo gimió lastimeramente.

-¿Qué ocurre? -pregunté, y yo mismo me asombré del tono de mi voz. Hasta tal punto era seguro y tranquilo.

-Posición transversal -contestó rápidamente Ana Nikoláievna, mientras continuaba echando agua en la solución.

-Bien -dije alargando las sílabas y frunciendo el entrecejo-; bien, veamos…

-¡El doctor tiene  que lavarse las manos!  ¡Axinia! -gritó de inmediato Ana Nikoláievna. Su rostro había adquirido una expresión seria y solemne.

Mientras corría el agua y me quitaba la espuma de las manos enrojecidas por el cepillo, hacía preguntas poco importantes a Ana Nikoláievna; por ejemplo, cuándo habían traído a la parturienta y de dónde venía…

La mano de Pelagueia Ivánovna levantó la manta y yo, sentándome al borde de la cama y tocándola suavemente, comencé a palpar el vientre hinchado. La mujer gemía, se estiraba, crispaba los dedos, arrugaba la sábana.

-Tranquila, tranquila… aguanta -le dije, mientras apoyaba cuidadosamente las manos sobre su piel estirada, ardiente y seca.

En realidad, después de que la experimentada Ana Nikoláievna me había sugerido de qué se trataba, este examen no era necesario. Por más que continuara examinándola, no sabría más que Ana Nikoláievna. Su diagnóstico era, por supuesto, correcto. Posición transversal. Era evidente. Bien, ¿y después?

Frunciendo el entrecejo, continué palpando el vientre por todos lados y de reojo observaba los rostros de las comadronas. Estaban concentradas y serias y en sus ojos leí aprobación a lo que yo hacía. En efecto, mis movimientos eran seguros y correctos; intentaba ocultar mi intranquilidad en lo más recóndito de mi ser y no demostrarla de ninguna manera.

-Bien -dije tras un suspiro, y me levanté de la cama, ya que por fuera no se podía ver nada más-, hagamos la exploración interna.

La aprobación apareció de nuevo en los ojos de Ana Nikoláievna.

-¡Axinia!

De nuevo corrió el agua.

“¡Eh, si pudiera leer ahora el Doderlein!”, pensé tristemente mientras me enjabonaba las manos. Pero era imposible hacerlo en ese momento. Además, ¿cómo me podría ayudar en aquel momento Doderlein? Me quité la espesa espuma y me unté los dedos con yodo. La sábana limpia crujió bajo las manos de Pelagueia Ivánovna. Inclinándome hacia la parturienta comencé tímida y cuidadosamente a realizar la exploración interna. En mi memoria surgió de manera espontánea la imagen de la sala de operaciones de la maternidad. Lámparas eléctricas que ardían intensamente dentro de globos opacos, un brillante suelo de baldosas, el instrumental y los grifos que relucían por todas partes. El asistente, con una bata blanca como la nieve, manipulaba sobre la parturienta; a su alrededor estaban tres ayudantes, los médicos practicantes y una multitud de estudiantes. Todo estaba bien, era luminoso y sin peligro.

Aquí, en cambio, estoy completamente solo y tengo en mis manos a una mujer que sufre; yo respondo por ella. Pero no sé cómo ayudarla pues solo he visto de cerca un parto dos veces en mi vida. En este momento estoy realizando una exploración, pero eso no me hace sentir ningún alivio a mí ni a la parturienta; no entiendo absolutamente nada ni consigo palpar nada en su interior.

Pero había llegado el momento de decidirse a hacer algo.

-Posición transversal… como se trata de una posición transversal, entonces es necesario… es necesario hacer…

-Un viraje sobre la piernecita -no pudo contenerse y dijo, como para sí misma, Ana Nikoláievna.

Un médico viejo y experimentado la habría mirado con desaprobación por entrometerse y adelantarse con sus conclusiones… Yo, en cambio, no soy una persona que se ofenda con facilidad.

-Sí -confirmé significativamente-, un viraje sobre la piernecita.

Y entonces desfilaron con rapidez ante mis ojos las páginas de Doderlein. Viraje directo… viraje combinado… viraje indirecto…

Páginas, páginas… y en ellas dibujos. La pelvis, bebés torcidos, asfixiados, con enormes cabezas… una manita que cuelga y en ella un lazo.

Hacía poco tiempo que había leído el libro. Además, lo había subrayado, reflexionando atentamente sobre cada palabra, imaginándome la correlación de las partes y todos los métodos. Al leerlo, me parecía que el texto quedaría para siempre impreso en mi cerebro.

Pero ahora, de entre todo lo leído, solo surgía una frase:

“La posición transversal es una posición absolutamente desfavorable.”

Lo cierto, cierto. Absolutamente desfavorable tanto para la mujer que va a parir como para el médico que ha terminado la universidad solo seis meses atrás.

-Está bien… lo haremos -dije incorporándome.

El rostro de Ana Nikoláievna se animó.

-Demián Lukich -se dirigió al enfermero-, prepare el cloroformo.

¡Fue magnífico que lo dijera porque en ese momento yo no estaba seguro de si la operación debía realizarse con anestesia o sin ella! Por supuesto que con anestesia. ¡Acaso podía ser de otra manera!

Pero de cualquier forma tenía que consultar el Doderlein…

Me lavé las manos y dije:

-Bien… prepárenla para la anestesia, colóquenla en la mesa. Ahora vuelvo, voy a casa a buscar mis cigarrillos.

-Está bien, doctor, está bien, hay tiempo -contestó Ana Nikoláievna.

Me sequé las manos, la enfermera me echó el abrigo sobre los hombros y, sin meter los brazos en las mangas, corrí a casa.

Una vez en mi gabinete encendí la lámpara y, olvidando quitarme el gorro, me lancé hacia la estantería.

Allí estaba: Doderlein. Operaciones en obstetricia. Comencé a pasar rápidamente las lustrosas páginas.

“…el viraje representa siempre una operación peligrosa para la madre…”

Un escalofrío recorrió mi espalda a todo lo largo de la columna vertebral.

“…el peligro principal radica en la posibilidad de un desgarramiento espontáneo del útero…”

Es-pon-tá-ne-o.

“…si el partero al introducir la mano en el útero, como consecuencia de la falta de espacio o por la influencia de la reducción de las paredes del útero, encuentra dificultades para llegar hasta la pierna, debe renunciar a intentos posteriores de realizar el viraje…”

Bien. Si por algún milagro llegara a ser capaz de determinar esas “dificultades” y de renunciar a “intentos posteriores”, ¿qué haría con esa mujer anestesiada de la aldea de Dúltsevo?

Más adelante:

“…se prohíbe terminantemente tratar de llegar hasta las piernas a lo largo de la espalda del feto…”

Lo tomaremos en cuenta.

“…sujetar la pierna que está arriba se considera un error, ya que al hacerlo el feto puede girar sobre su propio eje, lo que puede originar un grave encajamiento del feto y puede conducir a las más tristes consecuencias…”

“Tristes consecuencias.” Algo indefinidas, ¡pero qué palabras tan impresionantes! ¿Y si el marido de la mujer de Dúltsevo se queda viudo? Me sequé el sudor de la frente, reuní fuerzas y, saltándome aquellos terribles pasajes, traté de recordar solo lo esencial: qué es lo que debía hacer y por dónde introducir la mano. Pero mientras recorría rápidamente los negros párrafos, una y otra vez me topaba con nuevas cosas terribles. Me saltaban a la vista:

“…debido al enorme peligro de desgarramiento… los virajes interno y combinado son de las operaciones obstétricas más peligrosas para la madre…”

Y como acorde final:

“…con cada hora de retraso, crece el peligro…”

¡Basta! La lectura trajo sus frutos: todo se confundió definitivamente en mi cabeza y en un instante me convencí de que no entendía nada, y sobre todo, de que no sabía qué tipo de viraje iba a realizar: ¡combinado, no combinado, directo, indirecto…!

Abandoné el Doderlein y me dejé caer en el sillón, forzándome a poner en orden mis fugitivos pensamientos… Luego miré el reloj. ¡Diablos! ¡Llevaba veinte minutos en casa! En el hospital me esperaban.

“…con cada hora de retraso…”

Las horas se componen de minutos y los minutos, en estos casos, vuelan a una velocidad increíble. Arrojé el Doderlein y corrí de regreso al hospital.

Todo estaba listo. El enfermero estaba de pie junto a la mesita y en ella preparaba la mascarilla y el frasco con cloroformo. La parturienta ya estaba acostada en la mesa de operaciones. Un gemido ininterrumpido se extendía por toda la clínica.

-Aguanta, aguanta -balbuceaba tiernamente Pelagueia Ivánovna, inclinándose hacia la mujer-, el doctor te ayudará ahora mismo.

-No tengo fuerzas… no… ¡Ya no tengo fuerzas!… ¡No lo soportaré!

-No temas, no temas… -balbuceaba la comadrona-. ¡Lo soportarás! Ahora te daremos a oler algo… No sentirás nada.

El agua salía ruidosamente de los grifos; Ana Nikoláievna y yo comenzamos a limpiarnos y a lavarnos las manos y los brazos desnudos hasta el codo. Ana Nikoláievna, con un fondo de gemidos y lamentos, me contaba cómo mi antecesor -un experto cirujano- hacía los virajes. Yo la escuchaba ansiosamente, procurando no perderme una sola palabra. Y esos diez minutos me dieron más que todo lo que había leído sobre obstetricia cuando me preparaba para el examen estatal, en el que -justamente en obstetricia- había obtenido una nota “sobresaliente”. Por palabras aisladas, frases inconclusas, insinuaciones hechas de paso, me enteré de lo más necesario, de aquello que no se encuentra nunca en ningún libro. Cuando comencé a secarme las manos -idealmente blancas y limpias- con gasa esterilizada, la decisión ya se había adueñado de mí y tenía en la cabeza un plan firme y determinado. En aquel momento ya no tenía para qué pensar si el viraje iba a ser combinado o no combinado.

Todos aquellos términos científicos ahora no venían al caso. Lo importante era una cosa: debía introducir una mano, con la otra ayudarme desde fuera para ejecutar el viraje y, confiando ya no en los libros sino en el sentido de la medida sin el cual el médico no sirve para nada, debía cuidadosa pero insistentemente hacer bajar una piernecita y, tirando de ella, extraer el bebé.

Debía estar tranquilo y ser cuidadoso pero al mismo tiempo ilimitadamente decidido y audaz.

-Comencemos -le ordené al enfermero, y empecé a untarme los dedos con yodo.

Pelagueia Ivánovna inmediatamente cruzó los brazos de la parturienta y el enfermero cubrió con la mascarilla el rostro extenuado. Del frasco amarillo oscuro comenzó a gotear el cloroformo. Un olor dulce y nauseabundo inundó la habitación. Los rostros del enfermero y de las comadronas se volvieron severos, como si estuvieran inspirados.

-¡Ah! ¡¡Ah!! -gritó de pronto la mujer. Durante unos segundos se agitó, intentando quitarse la máscara.

-¡Sujétenla!

Pelagueia Ivánovna la sujetó por los brazos, los dobló y los apretó contra el pecho. La mujer gritó unas cuantas veces más alejando el rostro de la máscara. Pero cada vez se movía menos… cada vez menos… Luego balbuceó sordamente:

-¡Ah!… ¡Suéltame!… ¡Ah!

Balbuceaba cada vez más débilmente. La blanca habitación quedó en silencio. Las gotas transparentes seguían cayendo sobre la gasa blanca.

-Pelagueia Ivánovna, ¿el pulso?

-Es bueno.

Pelagueia Ivánovna levantó el brazo de la mujer y lo dejó caer; este, inanimado como una rama, se precipitó sobre la sábana. El enfermero retiró la mascarilla y miró las pupilas.

-Duerme.

* * *

Un charco de sangre. Mis brazos están ensangrentados hasta el codo. En las sábanas hay manchas sanguinolentas. Coágulos rojos y bolas de gasa. Y Pelagueia Ivánovna sacude al recién nacido y le da golpecitos. Axinia hace ruido con los baldes al verter el agua en las palanganas. Sumergen al niño alternativamente en agua fría y caliente. El bebé calla y su cabeza parece sujeta por un hilo, cuelga sin vida y se balancea de un lado a otro. Pero de pronto: se escucha algo como un chirrido, o un gemido, y después se oye el primer grito, ronco y débil.

-Está vivo… está vivo… -murmura Pelagueia Ivánovna, y coloca al bebé sobre una almohada.

Y la madre también está viva. Por suerte no ha ocurrido nada terrible. Yo mismo le tomo el pulso. Sí, es regular y claro; el enfermero sacude ligeramente a la mujer por el hombro y dice:

-Bueno, mujer, mujer, despierta.

Arrojan a un lado las sábanas ensangrentadas y apresuradamente cubren a la madre con una sábana limpia; el enfermero y Axinia se la llevan a la sala. El bebé, ya envuelto en sus pañales, se marcha sobre la almohada. Una pequeña carita marrón y arrugada mira desde el borde blanco sin dejar de emitir un agudo llanto.

El agua corre por los grifos de los lavabos. Ana Nikoláievna fuma ansiosamente un cigarrillo, arruga la cara a causa del humo y tose.

-Doctor, ha hecho usted muy bien el viraje, con mucha seguridad.

Me froto afanosamente las manos con un cepillo y la miro de reojo: ¿estará burlándose? Pero en su rostro hay una sincera expresión de orgullosa satisfacción. Mi corazón rebosa alegría. Miro el blanco y sangriento desorden que hay a mi alrededor, el agua roja de la palangana y me siento vencedor. Pero en algún recóndito lugar de mi ser se agita el gusano de la duda.

-Todavía debemos esperar a ver qué ocurre después -digo.

Ana Nikoláievna levanta asombrada la vista hacia mí.

-¿Qué puede ocurrir? Todo ha salido bien.

Murmuro cualquier cosa como respuesta. En realidad, lo que quisiera decir es lo siguiente: ¿estará todo intacto en el interior de la madre?, ¿no la habré lastimado durante la operación…? Esto atormenta confusamente mi corazón. ¡Pero mis conocimientos de obstetricia son tan poco claros, tan librescamente fragmentarios! ¿Un desgarramiento? ¿Cómo debe manifestarse? ¿Cuándo se presentarán los primeros síntomas, ahora o más tarde…? No, mejor no hablar sobre este tema.

-Cualquier cosa puede ocurrir -digo yo-, no está excluida la posibilidad de una infección -repito la primera frase que se me ocurre de algún manual.

-¡Ah, eso! -alarga tranquilamente las palabras Ana Nikoláievna-. Si Dios quiere nada ocurrirá. ¿Una infección? Todo está limpio y esterilizado.

* * *

Era más de la una cuando regresé a mi apartamento. Sobre el escritorio del gabinete, bajo la mancha de luz de la lámpara, yacía pacíficamente el Doderlein, abierto en la página “Peligros del viraje”. Durante casi una hora, estuve bebiendo el té ya frío y hojeando el libro. Entonces ocurrió algo interesante: todos los pasajes que hasta ese momento me habían resultado oscuros se volvieron completamente claros, como si se hubieran llenado de luz, y allí, bajo la luz de la lámpara, por la noche, en aquel lugar apartado, comprendí lo que significa el verdadero conocimiento.

“Se puede adquirir una gran experiencia en la aldea -pensé mientras me quedaba dormido-, pero hay que leer, leer todo lo posible… leer…”

 


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Mayo 6, 2020