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Vagabundeando por los rostros sin luz de mucha gente, jugando a la escondida en las miradas que se pierden sobre la tierra muda, sin expresión ni sonoridad, temerosa como los fantasmas de ser descubiertos por la luz, acurrucada en los labios se convierte en un segmento inerte. No necesita espacios exteriores, vive en los confines interiores de la mente y allí se queda adormecida acunándose en la telaraña del pasado, dónde un día cualquiera, sin darse cuenta ni esperarlo, su dueño, se encontró solo y vacío en medio de la multitud. Desde entonces, ella trata descubrir  el motivo por lo cual la condenó a ser mueca silenciosa. Busca el estímulo para devolverlo a la alegría de vivir pues de ello depende que él levante la mirada del suelo, sienta el fresco mañanero de la brisa, la esperanza lo ponga de pie y le permita florecer nuevamente en sus labios para dejar de ser una mueca silenciosa y prendida a un silbo melodioso pueda acompañarlo en busca del amor, porque allí, en el amor, reside  el secreto de que no exista “la sonrisa de los solos”. En el sueño el ser humano puede viajar al mundo de los recuerdos. Es posible atravesar paredes y también realizar vuelos sorprendentes. Era un escenario sorprendente en donde se respiraba un clima de confianza y armonía. A través de una puerta de cristal se distinguía en el silencio de la noche una figura envuelta en paños que trataba de escapar de la fuerza del viento y de la arenilla del mar. La mansedumbre de la mañana era su cómplice. Llegó a  la orilla como desplazándose sin que sus pies sintieran el suelo. Sobre una centenaria  piedra ubicó el bolso y  sus sandalias. Sintiéndose dueña del lugar y del momento, quizás arrebatada por viejos sonidos permaneció un tiempo inamovible. La silueta se mantenía absorta, quieta, expectante como si hubiera sido trasladada al pasado y fuera testigo de una circunstancia espiritual. Solo recuerdo la humedad de sus pies y el borde del vestido mojado que golpeaba sus piernas como siguiendo el vaivén de las aguas. Alzó la vista, aparto un papel y lápiz y sobre un caballete de finas maderas se puso a dibujar como pintando al viento. El dibujo se elevaba  majestuoso. Ese lienzo como en un ensueño hecho realidad  irradiaba una  mágico dibujo. Era la imagen alegre y virtuosa de mi compañera de vida que con su mágico pincel me señalaba  solamente una palabra…AMOR…Detrás del  pergamino, escuchaba un hondo clamor que susurraba como una letanía…los fantasmas ya no son una amenaza. La brocha de  mi amante eterna anuncia el misterio. Esa voz que amantó a mis hijos ha  descubierto nuevamente mi alma  y me ha devuelto la sonrisa.

Dr. Jorge Bernabé Lobo Aragón

María Isabel Clausen  – Escritora 

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Enero 5, 2021

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