Las llamaban Soldaderas y, aunque nunca eran muchas, en cada Fortín de la llanura bonaerense un grupo inevitable de mujeres compartía con los soldados, la penosa vida de la frontera. Se cubrían con vestidos largos y oscuros y, habitualmente, el pelo era una larga trenza rematada con un desflecado moño azul y blanco. Algunas cargaban constantemente un niño en brazos; otras, un fusil. Como la Sargento Carmen Ledesma, un Suboficial con faldas que, en 1874, cuando el Coronel Hilario Lagos debió abandonar la Jefatura del Fortín General Paz (partido de Carlos Casares), quedó al mando de los curtidos soldados.
Pero no se debió a ese episodio la fama del Sargento Ledesma, sino al hecho de que hubiera dado a luz dieciséis hijos varones y que todos sucumbieran en la lucha contra el indígena. El último, ante sus propios ojos, mientras luchaba codo a codo en el desierto. Fue una mañana de verano que el pequeño grupo de soldados – el Cabo Ángel Ledesma y su madre entre ellos – cayó en la emboscada tendida por más de un centenar de Pampas. La lucha fue corta y feroz. Rodeado por los indios el Cabo Ledesma murió atravesado a lanzasos.
Cegada por la desesperación, Carmen Ledesma arrancó el cuchillo de la cintura de su hijo y entabló una lucha cuerpo a cuerpo con el indio más cercano. Rodaron por el suelo, los cubrió el polvo. El Pampa pedió su lanza y recurrió a las boleadoras pero una feroz puñalada en el pecho puso fin a la lucha. Recién entonces la mujer se permitió dar rienda suelta a sus sentimientos y, ante el respetuoso silencio de todos, hasta de los Indios, empezó a sollozar abrazada al cadáver del muchacho. Lo atravesó sobre su propio caballo, ató la cabeza del indio a la cola del animal y emprendió el regreso al Fuerte.
Lo que todos sus camaradas grabaron esa noche en sus pupilas, fue la silueta erguida del Sargento Carmen Ledesma, Sable al Hombro, velando la tumba de su hijo.
Totalmente cierto, cuando las mujeres van al frente lo hacen en serio y superan al hombre. Hoy el ejemplo lo dan muchas mujeres policías, las esposas de los PP y más allá de toda ideología y confrontación, las que militan en los pseudo organismos de derechos humanos y organizaciones radicalizadas, en donde los esposos no figuran. Cordialmente CLAUDIO KUSSMAN
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Pero no se debió a ese episodio la fama del Sargento Ledesma, sino al hecho de que hubiera dado a luz dieciséis hijos varones y que todos sucumbieran en la lucha contra el indígena. El último, ante sus propios ojos, mientras luchaba codo a codo en el desierto. Fue una mañana de verano que el pequeño grupo de soldados – el Cabo Ángel Ledesma y su madre entre ellos – cayó en la emboscada tendida por más de un centenar de Pampas. La lucha fue corta y feroz. Rodeado por los indios el Cabo Ledesma murió atravesado a lanzasos.
Cegada por la desesperación, Carmen Ledesma arrancó el cuchillo de la cintura de su hijo y entabló una lucha cuerpo a cuerpo con el indio más cercano. Rodaron por el suelo, los cubrió el polvo. El Pampa pedió su lanza y recurrió a las boleadoras pero una feroz puñalada en el pecho puso fin a la lucha. Recién entonces la mujer se permitió dar rienda suelta a sus sentimientos y, ante el respetuoso silencio de todos, hasta de los Indios, empezó a sollozar abrazada al cadáver del muchacho. Lo atravesó sobre su propio caballo, ató la cabeza del indio a la cola del animal y emprendió el regreso al Fuerte.
Lo que todos sus camaradas grabaron esa noche en sus pupilas, fue la silueta erguida del Sargento Carmen Ledesma, Sable al Hombro, velando la tumba de su hijo.
Envío y colaboración: Sr. Patricio Anderson
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 21, 2021
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7 thoughts on “LA MUJER DEL SOLDADO”
Muy buena la foto, Claudio; esas son “milicas” también las tuvimos en la fuerza.
Totalmente cierto, cuando las mujeres van al frente lo hacen en serio y superan al hombre. Hoy el ejemplo lo dan muchas mujeres policías, las esposas de los PP y más allá de toda ideología y confrontación, las que militan en los pseudo organismos de derechos humanos y organizaciones radicalizadas, en donde los esposos no figuran. Cordialmente CLAUDIO KUSSMAN
Éstas son historias que nunca escuchamos ni leímos. La conquista y defensa de nuestra soberanía en el escrito de Patricio Anderson debe ser difundida.
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Que corajuda, muy bien que la recuerden
eran mejores que los de ahora
Tremendo. Sin palabras.