“No podemos echarle la culpa a ningún imperio ni a una invasión marciana;
la derrota más amarga la construimos nosotros, ladrillo a ladrillo”.
Jorge Fernández Díaz
Todas las estudios sociopolíticos y encuestas que se están haciendo ante las próximas elecciones dan cuenta de dos elementos preocupantes para el futuro de la República: el desgano cívico y el terror al contagio de los mayores, y la alienación de la juventud frente a los políticos tradicionales; se suman a una realidad que palpamos, con una injustificable ajenidad, desde hace muchas décadas. La pandemia, el miedo inducido y la “cuareterna” impuesta por el Gobierno a los ciudadanos de a pie han tenido, claramente, una enorme influencia en ese estado de ánimo generalizado, pero es hora de que nos pongamos, como sociedad, a trabajar para escapar de este remolino que nos arrastra, ya no al fondo del mar continental, sino al mismo talud oceánico, del que nadie ha regresado nunca.
Quienes, integrando las clases medias y altas, nacimos cuando comenzó esa decadencia que tanto llama la atención del mundo somos, obviamente, los responsables absolutos de este estado de cosas que, de tan insoportable, empuja a nuestros hijos y nietos a la emigración, cuando tienen esa posibilidad, o a la marginación y la droga, si carecen de ella. Esa innegable culpa surge de la abdicación casi unánime del rol que nos correspondía en razón de nuestra mejor posición económica y cultural, y de las consecuentes obligaciones de dirigir a la sociedad; en lugar de asumirlas, abandonamos la política a manos de los peores exponentes del más abyecto populismo de todos los colores, y así sacrificamos el futuro.
De las generaciones que nos antecedieron recibimos principios morales férreos (honor, coraje, mérito, trabajo, respeto de la palabra), que hemos sido incapaces de transmitir a las que nos suceden, y hemos permitido que el éxito dejara de medirse en logros académicos y profesionales para hacerlo sólo en dinero, sin importar de dónde éste provenga. Y así nos va. Nuestros empresarios comenzaron, hace años, a actuar traficando favores con los funcionarios del Estado omnipresente, al cual reclamaron una protección aduanera que obligó a nuestros compatriotas a comprar caro y malo, porque dejaron de tener relevancia el precio y la calidad ante la falta de competencia; y en ese precio, siempre se incluye el costo de la corrupción, indispensable para triunfar en estas pampas.
Como erradamente creímos que no nos afectaba en forma directa, toleramos que los políticos privatizaran mal y re-estatizaran peor las empresas públicas, y las convirtieran en feudos carísimos e ineficientes, colonizados por el gobierno de turno, usados para robar y rentar militantes. Y cuando el saqueo alcanzó alturas nunca vistas, miramos para otro lado y fuimos cómplices, a conciencia, de quienes nos desvalijaron y volvimos a votarlos. Ni siquiera ejercimos el rechazo y la repulsa social contra los responsables de tantos delitos, que se pasean tranquilamente entre nosotros y son recibidos con alegría en todos los eventos.
Cuando la educación pública comenzó a deteriorarse, quedó en manos de sindicatos politizados y se comenzó a adoctrinar a los estudiantes, nos limitamos a enviar a nuestros hijos a colegios y universidades privadas. Cuando vimos que empezaban a derrumbarse los edificios y toda la infraestructura hospitalaria común, recurrimos a los sistemas de medicina prepaga. Dejamos pasar, sin que nos conmoviera demasiado, el asesinato de un fiscal, y la liberación masiva de corruptos y criminales que volvieron a delinquir inmediatamente y, cuando la inseguridad llegó a nuestras puertas, nos mudamos a barrios cerrados, donde ejércitos privados nos custodian. Cuando faltaron las vacunas por la ideologización y corrupción del proceso de adquisición, viajamos a Miami para inmunizarnos. Y qué decir de nuestra pasividad cuando el Gobierno nos encerró y quebró nuestras empresas, mientras hacía fiestas clandestinas a contramano de sus propios decretos; o frente a la muerte de 111.000 familiares y amigos, a los que no pudimos siquiera despedir y, cuando los recordamos con piedras, éstas fueron desaparecidas por el Gobierno para ocultar su oprobio.
En las relaciones internacionales donde, amén de aislarnos prohibiendo los vuelos y hasta dejando varados a connacionales en el mundo, permitimos sin poner el grito en el cielo que se nos aliara con los peores regímenes del planeta –Cuba, Venezuela, Irán, Rusia, China y Nicaragua- en materia de libertades y derechos humanos, y sin que se elevara una voz de protesta ante la destrucción del único cuerpo verdaderamente profesional del Estado, la Cancillería, que fue totalmente copada por militantes kirchneristas y puesta al servicio de una ideología que nos es extraña.
Toleramos como borregos la confiscatoria presión impositiva y la aplicación de leyes laborales que conspiran eficientemente contra la creación de empleo y la concreción de inversiones productivas, y observamos, pretendidamente con asombro, la huida de nuestras mayores empresas tecnológicas ante la inviabilidad de trabajar en el país, espantadas por gremios de obreros pobres con cabecillas multimillonarios.
Por todo ello, y en tren de redimirnos, es imperioso que dejemos atrás nuestro pavor y nuestra indiferencia, que hagamos docencia entre nuestros amigos y que vayamos a votar y fiscalizar para evitar que, además de la catástrofe descripta, asesinen a la República robando nuestros votos; la creciente masa de dependientes de la magnanimidad del Estado será arreada y nosotros, los exprimidos para permitir esas nefastas políticas debemos contrarrestar con nuestra presencia esas manipulaciones bastardas.
Buenos Aires, Agosto 28, 2021
1) Cuando Pedro Orgambide escribió, en 1968, el ensayo cuyo título utilizo para esta nota, no podía imaginar lo bien que describiría nuestra prescindencia cobarde e hipócrita.
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La poca vision de nuestros “lideres” me lleva a pensar que bien huberamos estado siendo colonia británica
Antes que alguien proteste, piensen… LA OPCION ES LO QUE HOY SUFRIMOS.
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“La diferencia entre los seres humanos y el resto de los animales es muy clara; los animales nunca permitirían que el más estupido del rebaño los guiara………Los humanos SI.
Sabes que una sociedad se ha ido al carajo cuando los tontos del pueblo son quienes educan a tus hijos, aunque algunos les “haiga” caído del cielo el cargo de gobernador, aunque no dudo que “pudió” ganar.
Nuestro comportamiento como sociedad es lo que permite a los más audaces convertirse en depredadores y serlo por décadas. ¿Qué mayor ejemplo de mansedumbre e indiferencia por el prójimo que el que damos los uniformados que estamos en prisión a como dé lugar? Han abusado de nosotros y de nuestras familias violándose la Constitución, los códigos penales, y cuanta ley circula por los palacios tribunalicios. ¿Cuál es la reacción? El silencio generalizado de los prisioneros y el terror de nuestros camaradas en libertad que nos eluden por si los contaminamos. Eso sí, se sigue cantando el: “coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir”. Con esto está todo dicho en lo que respecta a nuestro presente y a nuestro futuro como país. CLAUDIO KUSSMAN
El pasado que somos nosotros, septuagenarios y octogenarios deja muy poco de bueno a las nuevas generaciones. El paso del tiempo edulcora lo hecho, pero si hubiéramos sido tan buenos y con tantos valores morales como hoy decimos, nuestra sociedad no estaría donde está. Nada es espontaneo, la decadencia viene de muy lejos con la diferencia que antes no existían los medios tecnológicos que hoy permiten ver en directo e informarnos de todo al instante. Que la suerte acompañe a quienes deban enfrentar el presente y el futuro que les dejamos. Cordialmente CLAUDIO KUSSMAN
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“No podemos echarle la culpa a ningún imperio ni a una invasión marciana;
la derrota más amarga la construimos nosotros, ladrillo a ladrillo”.
Jorge Fernández Díaz
Todas las estudios sociopolíticos y encuestas que se están haciendo ante las próximas elecciones dan cuenta de dos elementos preocupantes para el futuro de la República: el desgano cívico y el terror al contagio de los mayores, y la alienación de la juventud frente a los políticos tradicionales; se suman a una realidad que palpamos, con una injustificable ajenidad, desde hace muchas décadas. La pandemia, el miedo inducido y la “cuareterna” impuesta por el Gobierno a los ciudadanos de a pie han tenido, claramente, una enorme influencia en ese estado de ánimo generalizado, pero es hora de que nos pongamos, como sociedad, a trabajar para escapar de este
remolino que nos arrastra, ya no al fondo del mar continental, sino al mismo talud oceánico, del que nadie ha regresado nunca.
Quienes, integrando las clases medias y altas, nacimos cuando comenzó esa decadencia que tanto llama la atención del mundo somos, obviamente, los responsables absolutos de este estado de cosas que, de tan insoportable, empuja a nuestros hijos y nietos a la emigración, cuando tienen esa posibilidad, o a la marginación y la droga, si carecen de ella. Esa innegable culpa surge de la abdicación casi unánime del rol que nos correspondía en razón de nuestra mejor posición económica y cultural, y de las consecuentes obligaciones de dirigir a la sociedad; en lugar de asumirlas, abandonamos la política a manos de los peores exponentes del más abyecto populismo de todos los colores, y así sacrificamos el futuro.
De las generaciones que nos antecedieron recibimos principios morales férreos (honor, coraje, mérito, trabajo, respeto de la palabra), que hemos sido incapaces de transmitir a las que nos suceden, y hemos permitido que el éxito dejara de medirse en logros académicos y profesionales para hacerlo sólo en dinero, sin importar de dónde éste provenga. Y así nos va. Nuestros empresarios comenzaron, hace años, a actuar traficando favores con los funcionarios del Estado omnipresente, al cual reclamaron una protección aduanera que obligó a nuestros compatriotas a comprar caro y malo, porque dejaron de tener relevancia el precio y la calidad ante la falta de competencia; y en ese precio, siempre se incluye el costo de la corrupción, indispensable para triunfar en estas pampas.
Como erradamente creímos que no nos afectaba en forma directa, toleramos que los políticos privatizaran mal y re-estatizaran peor las empresas públicas, y las convirtieran en feudos carísimos e ineficientes, colonizados por el gobierno de turno, usados para robar y rentar militantes. Y cuando el saqueo alcanzó alturas nunca vistas, miramos para otro lado y fuimos cómplices, a conciencia, de quienes nos desvalijaron y volvimos a votarlos. Ni siquiera ejercimos el rechazo y la repulsa social contra los responsables de tantos delitos, que se pasean tranquilamente entre nosotros y son recibidos con alegría en todos los eventos.
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En las relaciones internacionales donde, amén de aislarnos prohibiendo los vuelos y hasta dejando varados a connacionales en el mundo, permitimos sin poner el grito en el cielo que se nos aliara con los peores regímenes del planeta –Cuba, Venezuela, Irán, Rusia, China y Nicaragua- en materia de libertades y derechos humanos, y sin que se elevara una voz de protesta ante la destrucción del único
cuerpo verdaderamente profesional del Estado, la Cancillería, que fue totalmente copada por militantes kirchneristas y puesta al servicio de una ideología que nos es extraña.
Toleramos como borregos la confiscatoria presión impositiva y la aplicación de leyes laborales que conspiran eficientemente contra la creación de empleo y la concreción de inversiones productivas, y observamos, pretendidamente con asombro, la huida de nuestras mayores empresas tecnológicas ante la inviabilidad de trabajar en el país, espantadas por gremios de obreros pobres con cabecillas multimillonarios.
Por todo ello, y en tren de redimirnos, es imperioso que dejemos atrás nuestro pavor y nuestra indiferencia, que hagamos docencia entre nuestros amigos y que vayamos a votar y fiscalizar para evitar que, además de la catástrofe descripta, asesinen a la República robando nuestros votos; la creciente masa de dependientes de la magnanimidad del Estado será arreada y nosotros, los exprimidos para permitir esas nefastas políticas debemos contrarrestar con nuestra presencia esas manipulaciones bastardas.
Buenos Aires, Agosto 28, 2021
1) Cuando Pedro Orgambide escribió, en 1968, el ensayo cuyo título utilizo para esta nota, no podía imaginar lo bien que describiría nuestra prescindencia cobarde e hipócrita.
—
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Tel. (+5411) ò (011) 4807 4401
Cel. en Argentina (+54911) o (15) 4473 4003
Cel. en Brasil (+5521) 98128 7896
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Twitter: @egavogadro
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 28, 2021
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17 thoughts on “¡YO … ARGENTINO! (1)”
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Tiene que surgir aluien nuevo y no existe. Si entra Milei se va a quemar de lo lindo.
Lo unico que nos va a salvar es un nuevo diluvio universal
ARGENTINA es un cabaret
dsddsds
La poca vision de nuestros “lideres” me lleva a pensar que bien huberamos estado siendo colonia británica
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Yo te apoyo
Idem
Con todo respeto, cuales son esas generaciones que nos antecedieron? Me olvidé
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Mientras CFK siga cortando la torta no hay salida
que fea viene la mano por Dios
“La diferencia entre los seres humanos y el resto de los animales es muy clara; los animales nunca permitirían que el más estupido del rebaño los guiara………Los humanos SI.
Sabes que una sociedad se ha ido al carajo cuando los tontos del pueblo son quienes educan a tus hijos, aunque algunos les “haiga” caído del cielo el cargo de gobernador, aunque no dudo que “pudió” ganar.
Nuestro comportamiento como sociedad es lo que permite a los más audaces convertirse en depredadores y serlo por décadas. ¿Qué mayor ejemplo de mansedumbre e indiferencia por el prójimo que el que damos los uniformados que estamos en prisión a como dé lugar? Han abusado de nosotros y de nuestras familias violándose la Constitución, los códigos penales, y cuanta ley circula por los palacios tribunalicios. ¿Cuál es la reacción? El silencio generalizado de los prisioneros y el terror de nuestros camaradas en libertad que nos eluden por si los contaminamos. Eso sí, se sigue cantando el: “coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir”. Con esto está todo dicho en lo que respecta a nuestro presente y a nuestro futuro como país. CLAUDIO KUSSMAN
Esos son los valores que recibimos de las generaciones que nos antecedieron?
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