Heliogábalo

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  Por Delia Crespo.

Cuando se piensa en emperadores romanos decadentes y locos, normalmente Calígula o Nerón vienen a la mente. Pero otro emperador romano menos conocido que cumple los requisitos es Heliogábalo. Heliogábalo tenía 14 años cuando subió al trono y decir que estaba sexualmente confundido es quedarse corto. Poco después de asumir el trono, se dio cuenta de que podía hacer lo que quisiera.

Tenía relaciones sexuales con desconocidos de ambos sexos tantas veces como quería. La mayoría de las veces, solía encontrar a su próxima pareja sexual disfrazándose y haciéndose pasar por una prostituta en los burdeles. Heliogábalo se casó y se divorció de cinco mujeres diferentes. También se dice que se casó con dos hombres y muchos creen que era transgénero. Incluso existe el rumor de que una de sus esposas era una virgen vestal que se suponía debía permanecer célibe durante 30 años. No hace falta decir que no logró cumplir con ello.

Nacido en la ciudad de Emesa (la actual Homs), en la provincia romana de Siria, Heliogábalo ejerció como sumo sacerdote del dios solar El-Gabal hasta que su abuela, Julia Mesa, hija de Julio Basiano, sacerdote de esta divinidad, planeó para él un futuro bien distinto y alejado de su patria en Siria.

Tras la muerte de Caracalla a manos de Marco Opelio Macrino, Julia Mesa, tía del emperador asesinado (era hermana de Julia Domna, madre de Caracalla), se encargó de fomentar una revuelta entre las legiones para conseguir que su sobrino Heliogábalo, un muchacho de tan solo 14 años de edad, fuera nombrado nuevo emperador de Roma.

El 8 de junio de 218, Macrino fue derrotado en la batalla de Antioquía y Heliogábalo ascendió al trono imperial comenzando así un reinado corto, pero que daría mucho de que hablar.

Julia Mesa, tía del emperador asesinado, se encargó de fomentar una revuelta entre las legiones para conseguir que su sobrino, Heliogábalo, fuera nombrado nuevo emperador.

Sin embargo, con lo que no contaba su abuela era con que el joven quisiera tomar sus propias decisiones una vez se viera en posesión del poder absoluto. Una de las primeras medidas que tomó Heliogábalo fue la de imponer el culto a su dios, El-Gabal, y no solamente eso, sino que esa medida establecía que los miembros del Senado debían acompañarle en los rituales, entre los que se incluían danzas alrededor de una piedra en forma de falo.

Añadir una nueva deidad al panteón romano no era en realidad un problema. Lo que de ninguna manera podía ser aceptado es que ese dios estuviera por encima incluso de Júpiter Óptimo Máximo, dios supremo del Estado romano.

Todo eso provocó un gran revuelo en Roma, malestar que poco a poco fue extendiéndose a todas las capas de la sociedad.

Haciendo caso omiso a las tradiciones religiosas y los tabúes sexuales romanos (que eran muchos y variados), Heliogábalo empezó a granjearse la animadversión de todos con sus actos, empezando por sus matrimonios.

Aunque el historiador Dion Casio difiere de otros en el orden de los enlaces del joven emperador, según Herodiano, Heliogábalo se casó primero con Julia Cornelia Paula, a la que nombró Augusta y repudió más tarde por, según se dijo, tener algún defecto físico.

La segunda esposa del emperador fue una virgen vestal llamada Julia Aquilia Severa, lo que causó un gran escándalo en Roma ya que la ley romana obligaba a las vestales a permanecer vírgenes durante los treinta años que duraba su servicio a la diosa Vesta (cuando podían retirarse y contraer matrimonio). Aquellas que rompieran su voto de castidad debían ser castigadas severamente: eran condenadas a ser enterradas vivas.

La tercera emperatriz fue Annia Faustina, descendiente del emperador Marco Aurelio y viuda de un hombre al que Heliogábalo había hecho ejecutar recientemente.

Pero al joven emperador no solo le gustaban las mujeres. Sus gustos sexuales también incluían a los hombres, mejor si estos eran fornidos. Entre sus amantes masculinos destacan Hierocles, un esclavo griego que a la vez era su auriga predilecto, y también Aurelio Zótico, un atleta griego famoso por su belleza y masculinidad.

Entre sus amantes masculinos destacan un esclavo griego que a la vez era su auriga predilecto, llamado Hierocles, y Aurelio Zótico, un atleta griego famoso por su belleza y masculinidad.

En realidad, la bisexualidad no estaba mal vista en Roma, siempre y cuando la persona de mayor edad jugara un papel activo en la relación y el más joven fuera el pasivo. Así que la pretensión de Heliogábalo de adoptar el papel de esposa en sus relaciones masculinas era algo que el Senado no podía aceptar de ninguna de las maneras, y esta actitud por parte del emperador colmaría la paciencia de la sociedad romana.

Pero las extravagancias imperiales no quedaron aquí. No contento con encapricharse de Hierocles, Heliogábalo quiso nombrarlo César para hacerse llamar él mismo “la reina de Hierocles”. Además de tratarlo públicamente como si fuera su marido, Heliogábalo alardeaba en público de las sesiones de sadomasoquismo que mantenía con su pareja mostrando a los senadores los moratones que ocultaba bajo sus ropajes.

Por otra parte, al atleta Aurelio Zótico lo nombró cubiculario del emperador, es decir, su sirviente más cercano. Locamente enamorado de los dos, Heliogábalo se casó con ambos en una ceremonia pública a la que no asistieron ni la guardia pretoriana ni los senadores.

Pero los celos entre los dos “maridos” del emperador no tardaron en surgir, y algunas fuentes dicen que Zótico fue envenenado por Hierocles y otras que fue expulsado de la corte al no lograr satisfacer sexualmente a su emperador y marido.

Cuenta Dion Casio que a Heliogábalo le gustaba mucho pintarse y arreglarse como una mujer, depilarse y llevar pelucas, lucir joyas y vestirse con sedas de vivos colores.

Pero al parecer no todas sus actividades eran tan inocentes. Según sigue contando el historiador, una de sus principales aficiones era la de prostituirse en tabernas y lupanares, y no solo eso, sino que hizo instalar su propio burdel en las estancias de palacio.

En todas estas correrías sexuales, sus principales aliadas eran las prostitutas de Roma, con las que compartía experiencias y consejos sobre cuáles eras las mejores posturas sexuales para dar y recibir placer.

De Heliogábalo se ha llegado a decir que llegó a ofrecer cantidades astronómicas de dinero al médico que fuera capaz de sustituir sus genitales masculinos por unos femeninos. Si esto fuera cierto, estaríamos hablando del primer caso documentado de transexualidad.

Pero las fuentes han narrado muchos más actos que definirían a la perfección la actitud despótica y cruel del emperador, como una anécdota que recoge la Historia Augusta y que cuenta que durante un banquete, cuando ya todos los invitados estaban bastante embriagados, del techo de la estancia empezaron a caer pétalos de rosa sobre los asistentes.

Al principio la cosa resultó agradable, pero los pétalos caían sin cesar y en tal cantidad que acabaron asfixiando a muchos de ellos ante la mirada satisfecha de Heliogábalo.

Una de sus principales aficiones era la de prostituirse en tabernas y lupanares, y no solo eso, sino que hizo instalar su propio burdel en las estancias de palacio. Incluso se dice que llegó a ofrecer cantidades astronómicas de dinero al médico que fuera capaz de sustituir sus genitales.

A pesar de que iba camino de convertirse en el emperador más odiado de la historia, Heliogábalo hizo algo muy inusual en la Roma del siglo III: defender hasta cierto punto el papel de las mujeres en la sociedad.

Durante una de las muchas y rutinarias sesiones del Senado, el emperador ordenó la presencia de su madre, Julia Soemia Basiana, un hecho absolutamente insólito y que escandalizó a los senadores.

A su llegada, Julia ocupó su lugar preminente junto al escaño de uno de los cónsules y estuvo presente durante toda la sesión. De esta manera, Heliogábalo se convirtió en el único emperador en permitir la entrada de una mujer en el Senado.

Al parecer, también llegó a constituir un Senado exclusivamente compuesto por mujeres, situado en la colina del Quirinal, un lugar en el que habitualmente se reunían las matronas romanas.

Al final, sería su propia abuela, Julia Mesa, la que tomaría la decisión de poner fin a todas aquellas “insensateces” que no hacían más que desestabilizar las instituciones del Estado.

El primer paso fue convencer a Heliogábalo de que renunciara a convertir en César a su esclavo y que en su lugar nombrara a su primo Alejandro Severo. Heliogábalo aceptó la imposición hasta que se dio cuenta de que Alejandro era el preferido de la guardia pretoriana y revocó el nombramiento. No aguantando más la situación, y desencantados con su emperador, en el año 222 los pretorianos se amotinaron y asesinaron a Heliogábalo, que apenas tenía dieciocho años, y a su madre. Ambos murieron abrazados.

Antes de que sus restos fueran arrojados al Tíber, como si de vulgares delincuentes se tratase, los decapitaron y arrastraron sus cuerpos desnudos por las calles de Roma. Como era de esperar, el amante de Heliogábalo corrió la misma suerte y como él muchos otros los miembros de la corte de uno de los emperadores más vilipendiados de la historia de Roma.

 

 


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Abril 6, 2024


 

Un político para envidiar

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  Por Cyd Ollack.

El Imperio Romano tuvo muchos gobernantes infames, a menudo se mencionan a Calígula y Nerón. Pero también estaba Marco Aurelio, que era un individuo bastante decente. Mientras que otros emperadores tenían harenes, amantes, concubinas y amantes por todas partes, Marco fue fiel a su esposa Faustina durante más de treinta años, hasta su muerte.

Marco Aurelio no vivió lujosamente. No gastó desmesuradamente. Y en ningún momento permitió que el poder se le subiera a la cabeza; era simplemente un hombre, como cualquier otro, sería el primero en decírselo. Marco, primero filósofo y segundo emperador, escribió mucho y meditó mucho. Sopesaba cuidadosamente las decisiones y cuestionaba sus decisiones, sus motivaciones, analizando sus deseos y necesidades y los de su pueblo.

“Cuando te levantes por la mañana, piensa en el precioso privilegio que es estar vivo: respirar, pensar, disfrutar, amar”.

—Marco Aurelio

Sólo una de las muchas citas del hombre. Posteriormente, tras su fallecimiento, se publicó una serie de cartas, reflexiones y escritos del Emperador, bajo el nombre de Meditaciones. Se convirtieron en una de las obras de filosofía más importantes jamás escritas.

Hasta hoy, Marco Aurelio sigue siendo uno de los pensadores más influyentes de la historia. “Podrías dejar la vida ahora mismo. Deja que eso determine lo que haces, dices y piensas”, dijo una vez. “Recuerda que morirás. No se puede corromper a un hombre que, cada minuto de cada día, es intensamente consciente de la brevedad de la vida”

 


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Marzo 20, 2024