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Por Ezequiel Ogueta

Si le preguntamos a cualquier argentino -con la posible excepción de profesionales de la historia- quien fue el jefe de San Martín, Belgrano, Alvear, Brown, Pueyrredón, Rondeau, Artigas, Álvarez Thomas, Viamonte, Soler, Dorrego, en fin, la lista de próceres que le fueron subordinados puede ser larga, deben ser muy escasos quienes den la respuesta correcta.

Para abreviar el suspenso, esa persona fue el Brigadier General Don Francisco Xavier de Viana y Alzaibar. Un nombre que para la mayoría es desconocido.

En efecto, ¿cómo es posible que Francisco Xavier de Viana sea virtualmente ignorado? No lo recuerda ninguna calle argentina, aun cuando las hay dedicadas a personajes, en mi concepto, con muchos menos méritos. No ya un monumento: ni siquiera conocemos hoy sus rasgos, no se conserva un retrato que lo recuerde.

Tampoco en Uruguay: solo lo recuerda una pequeña calleja de tierra de la localidad de Pajas Blancas, en las cercanías de Montevideo.

Sin embargo, con solo mencionar que fue uno de los primeros marinos rioplatenses graduados en la Escuela Naval de Cádiz, que había participado en acciones de guerra marítima, que conociese casi todos los mares del mundo. Véase que fue dos veces gobernador de las Islas Malvinas. Que ya Capitán de Fragata pide su transferencia al ejército y se le asigna la misión de proteger la frontera norte de la Banda Oriental de portugueses e indios, teniendo bajo su comando a quien fuera su condiscípulo, el héroe nacional del Uruguay, José de Artigas. Que es el segundo en el comando de la defensa de Montevideo frente a las invasiones inglesas. Quien tras adoptar el bando de la Revolución de Mayo es Comandante en Jefe del Ejército y quien recomienda al Primer Triunvirato nombrar al general San Martín en el ejército patriota. Que es nombrado a comienzos de 1813 Gobernador de Córdoba del Tucumán, que entonces abarcaba también el Cuyo. Que culmina su actuación pública como Ministro de Guerra y Marina del Director Supremo Posadas primero y de Alvear después.

Muy reconocido sobre todo por sus contemporáneos. Quien ha participado en batallas navales tan impresionantes y tremendas como la del Gran Sitio de Gibraltar el 13 de septiembre de 1782. Quien ha dado la vuelta al mundo y cruzado la línea ecuatorial once veces y el Cabo de Hornos tres, navegado los hielos al sur de la Tierra del Fuego y atravesado el Cabo de Hornos. El que ha soportado las condiciones extremas de dos años como Gobernador de Malvinas. El que a los cuarenta años de edad soporta las campañas en los inhóspitos bosques de la frontera luso-brasileña y las centenas de kilómetros a caballo. Que es herido como segundo comandante de la defensa de Montevideo ante las invasiones inglesas. Con una enorme capacidad de trabajo, que se trasunta en las centenas de documentos, cartas, instrucciones, directivas que se conservan en los Archivos Nacionales de Argentina y de Uruguay con su firma.

Vástago de una familia poderosa y rica, se va desprendiendo de sus bienes hasta quedar sin fortuna. Primero al servicio del Rey de España y luego independentista de las Provincias Unidas del Río de la Plata, deja de lado familia y bienestar para servir a su patria.

Las instituciones militares argentinas le deben mucho a Viana, pues intervino en la organización de los ejércitos y de los regimientos de las Provincias Unidas. Tanto con los Triunviratos, primero y con los Directores Supremos, después, el rol de Viana durante el primer lustro de la Revolución de Mayo, junto con sus compañeros, fue fundamental para afirmarla, preparar las bases para la independencia y la liberación total de España.

En efecto, Viana fue quien ambos Triunviratos eligen como Jefe del Estado Mayor Militar de las incipientes Provincias Unidas del Río de la Plata, primero y luego los dos primeros Directores Supremos designados por la Asamblea del año XIII, Gervasio de Posadas y Carlos de Alvear, lo nombrarán su Secretario de Guerra y Marina.

Viana fue nombrado Jefe del Estado Mayor Militar el 16 de noviembre de 1811 y estuvo en tal función hasta el 22 de febrero de 1813.

Cuando San Martín, en la fragata inglesa Jorge Canning llega al puerto de la Ensenada acompañado por diez y siete (¿?) “oficiales facultativos y de crédito, que desesperados de la suerte de España quieren salvarse y auxiliar a que se salven estos preciosos países”, entre otros Carlos de Alvear, Zapiola, Holmberg y Arellano, se presenta ante Francisco Xavier de Viana, jefe del Estado Mayor Militar “ofreciendo sus servicios en obsequio de la justa causa de la patria”“Las noticias extrajudiciales que se tienen de este oficial -escribe Viana al elevar su solicitud al Triunvirato- lo recomiendan a  ser  colocado en un destino en que sus conocimientos en la carrera le faciliten ocasión de poderse emplear con la ventaja que puede producir su  instrucción. Dos días después, el 19  de marzo, San Martín propone el uniforme que llevarán los granaderos y ese mismo día Rivadavia le comunicaba a Viana“Se han expedido despachos del Teniente Coronel de Caballería a don José de San Martín, de Sargento Mayor a don Carlos de Alvear y de Capitán a don Matías Zapiola, para que el primero levante un Escuadrón de Granaderos de a Caballo y al efecto se le previene a V.S. que con aquellos oficiales y extrayendo de los Dragones de la Patria diez o doce hombres y los Cabos y Sargentos sobrantes agregados al propio cuerpo, se forme la base de creación del expresado Escuadrón, bajo los principios y maniobras de la nueva  técnica francesa de caballería, proponiendo Vs. S. los oficiales que crea dignos para ocupar los empleos con que ha de dotarse a aquel cuerpo”.

O sea que es Viana quien recluta a San Martín, así como a Alvear, Zapiola, Chilabert, Arellano, Vera y Holmberg. También es Viana quien establece la formación del escuadrón de Granaderos a Caballo. Pues el mismo día el Gobierno le confiere a San Martín “el empleo efectivo de Teniente Coronel de Caballería y Comandante de Escuadrón de Granaderos a Caballo que ha de organizarse. El 17 de marzo, San Martín presenta el plan “bajo cuyo pie deberá formarse el Escuadrón, el que habría de constar de dos compañías, cada una con setenta soldados montados y seis desmontados, además de   cuatro sargentos, ocho cabos y un trompeta.

El 21 de marzo el Triunvirato decreta que, atendiendo a los méritos y servicios de José de San Martín y sus relevantes conocimientos militares, se había decidido conferirle empleo como teniente coronel de caballería y comandante del escuadrón de Granaderos a caballo, de cuya organización debía encargarse, dándole por segundo jefe a Alvear y disponiendo además que se erigiese el Escuadrón sin pérdida de tiempo .

En esa época Alvear, San Martín y otros constituyen la Logia Lautaro, la organización secreta creada para dar impulso a la Revolución, sostener el ideal emancipador y la independencia, organizar constitucionalmente la América, darle unidad política y militar y establecer una estrategia general para desplazar a los españoles del poder. Por supuesto, Viana también la integraba. De los dos centenares de los principales protagonistas de los sucesos de la segunda década del siglo XIX en la región del Virreynato del Rio de la Plata, una proporción muy alta, cerca del 40%, por lo menos unos 80, eran miembros de la logia.

Que los realistas continuaran dominando Montevideo era para el Triunvirato un problema mayor. La provincia Oriental era la más relevante del Virreynato, después de Buenos Aires. El Triunvirato le asignó tanta importancia a la  reincorporación de la provincia Oriental a las Provincias Unidas  que,  en su Acuerdo  del 21 de abril de 1812, en vista de la grave situación y el tremendo peligro que implicaba Montevideo en manos realistas, decide enviar a ese frente no solo la mayor parte de sus fuerzas militares, sino además poner toda la acción en la Provincia Oriental en manos del Presidente de turno del Triunvirato, que en la práctica era la cabeza del Poder Ejecutivo,  en ese momento D. Miguel de Sarratea,  como General en Jefe del Ejército de Oriente y Capitán General de la Banda Oriental del Paraná Para secundar al Presidente del Triunvirato -Sarratea- lo acompaña su Jefe del Estado Mayor, Viana. Ambos fueron trasladados a la bahía de Maldonado el 1 de mayo de 1812 en el queche Hiena de la flota de Buenos Aires.

La Logia Lautaro y la Sociedad Patriótica, encabezadas por Alvear y San Martín –que a menos de un año de su llegada a Buenos Aires ya tenían una participación significativa- exigieron avanzar hacia la independencia y encabezaron un golpe de estado con el Batallón de Arribeños y el Regimiento de Granaderos a Caballo, comandados respectivamente por los coroneles Francisco Ortiz de Ocampo y San Martín. El 8 de octubre de 1812,  a los siete meses de haber llegado San Martín a Buenos Aires, llevaron sus tropas a la plaza principal -hoy de Mayo-  y exigieron a la Asamblea un cambio de gobierno. No sería la única revolución contra el Gobierno en la que participaría San Martín: la siguiente sería contra el ahora aliado Alvear, en 1815.

Evidentemente los componentes de este Segundo Triunvirato tenían ideas más liberales e independentistas que el anterior, con las que Viana comulgaba plenamente, pues de otra forma no lo hubieran confirmado en un cargo de tan alta responsabilidad.

Durante todo el año 1812 Viana, en su carácter de Jefe del Estado Mayor del Ejército, primero en dependencia del Primer Triunvirato y luego del Segundo, tuvo dos tremendas responsabilidades: la organización de los ejércitos denominados Auxiliares, primero el del Norte, para efectuar la segundacampaña auxiliadora al Alto Perú y algo después, el de la Banda Oriental, para reanudar las acciones destinadas a liberar Montevideo y toda la provincia Oriental del dominio español.

A partir de junio y hasta fin de 1812 se sucede una nutrida correspondencia entre Viana y Artigas, Sarratea y otros que incluye, por ejemplo, órdenes sobre las banderas del ejército para señales, información del ramo de hacienda, estado de las fuerzas, armamento, artillería y municiones, órdenes de marcha, disposiciones sobre ganado y caballada para el ejército, sobre comisiones al personal, sobre vestimenta y útiles, sobre carretas, sobre resistencias a las órdenes, sobre deserciones.

Ya el 23 de junio comenzaban a manifestarse los desentendimientos de Artigas con Sarratea. En efecto, éste, en otro informe con esa fecha, señala los saqueos de ganado y caballos y la incorporación forzada de soldados que las tropas de Artigas efectuaban en todos los pueblos de Entre Rios y Corrientes, así como la desobediencia a sus órdenes, que habían desacreditado al Gobierno, que se habían entendido con el Gobierno del Paraguay (pasando por encima de sus mandos naturales) y que las tropas de Artigas estaban desquiciadas en cuanto al servicio activo –militar- y su administración económica.

Artigas reconoce a Sarratea el 16 de julio de 1812, pero simultáneamente devuelve sus despachos por los cuales le habían nombrado el 23 de octubre de 1811 Jefe del pueblo oriental en armas y el 15 de noviembre de 1811 designado, por el Triunvirato, teniente gobernador, justicia mayor y capitán de guerra del departamento de Yapeyú.

Como consecuencia de la actitud más agresiva contra los españoles en Montevideo que caracterizaría al Segundo Triunvirato, una de las primeras medidas adoptadas por áquel fue establecer el Segundo Sitio de dicha ciudad (20/10/1812) a cargo del ejército de Oriente, comandado por Rondeau y bajo supervisión directa de Sarratea y Viana.

Las fuerzas militares de Artigas no se habían sumado aún al sitio por la negativa de éste de integrarlas al ejército de Oriente, poniéndose en posición de rebeldía.

El ejército de Oriente primero expulsó a los realistas de Colonia del Sacramento y luego logró sitiar por completo Montevideo, que era abastecida por el río. El sitio continuó.

Artigas interceptaba la correspondencia enviada de Buenos Aires al ejército sitiador y le dificultaba la movilidad y subsistencia de las tropas robándoles caballos, bueyes y ganados.

Tras recibir Artigas órdenes de marchar al sitio de Montevideo, hacia donde se dirije por un largo rodeo por el interior de la provincia, tras atravesar el rio Negro y ya en la arenosa costa del río Yí, afluente de aquel, el 25 de diciembre de 1812 o sea el mismo día –posiblemente las cartas se han cruzado- le envía a Sarratea la carta llamada por él mismo: “precisión del Yi”, que en definitiva dice que no obedecerá al Gobierno de Buenos Aires, que se niega a obedecer su mando y que se vaya, que se retire del territorio oriental.

A pesar de que la actitud de Artigas estaba clara, el Triunvirato seguía intentando no romper con él y convencerlo de que se uniera al ejército de las Provincias Unidas.

No obstante la ausencia de Artigas del sitio de Montevideo, este continuaba y tanto Sarratea como Viana estaban al pie del cañón, en el sitio mismo. O sea que tenían que lidiar al mismo tiempo con los realistas y con Artigas.

Tuvo lugar entonces la Batalla de Cerrito el 31 de diciembre de 1812 (el nombre de la batalla refiere a una loma cercana al Cerro situado en el lado oeste de la bahía de Montevideo) y fue el enfrentamiento entre el ejército de Oriente que fue victorioso ante las fuerzas realistas que resistían  en Montevideo. Estas últimas superaban en número a las sitiadoras, así como en municiones y armamento.

El gran coraje exhibido por Rondeau en esta batalla le valió el ascenso a general; días después reemplazaría a Sarratea al mando del ejército sitiador y luego sería destinado a comandar el Ejército del Norte.

Artigas rechaza entonces la autoridad y exige su desplazamiento de ambos sus jefes, Sarratea y Viana.  Lo inconcebible fue que el Segundo Triunvirato aceptó la renuncia de ambos y  colocar en su reemplazo a Rondeau, que para peor fue famoso por ser un jefe débil. Sin duda Artígas era un jefe militar y político de la Banda Oriental fuerte, respetado por su gente –la clase rural media y media baja oriental y los indios, no las más ilustradas y pudientes de Montevideo- y según se vería confirmado posteriormente, con pocos escrúpulos. En efecto, logró con esta maniobra desplazar a sus jefes, que claramente debían imponer orden y organización en las fuerzas militares cuya primera responsabilidad era echar a los realistas de Montevideo. No participó de la única batalla relevante, que fue la del Cerrito. Luego se incorporó al sitio supuestamente bajo las órdenes de Rondeau, no llegó a quedarse en él hasta el final, y finalmente no tuvo actuación ninguna en la derrota de los realistas y su expulsión de Montevideo por parte de Alvear.

Artigas habrá visto en la personalidad de Rondeau las características de débil carácter ya comentado que le permitirían dominarlo, fingiendo una posición subalterna.

El 22 de febrero de 1813 retornaban a Buenos Aires Manuel de Sarratea, Francisco Xavier de Viana, junto con otros oficiales que Artigas quiso sacarse de encima: cuanto oriental que tuviera alguna relevancia y osara poner en duda su autoridad y mando.

Los realistas en Montevideo, a pesar de todo, siguieron resistiendo el asedio. Contaban con las murallas y con su flotilla, que les permitían abastecer la plaza incursionando en las costas de los ríos, sin tener resistencia por cuanto el gobierno de Buenos Aires carecía de flota.

Seguramente Rondeau habría de arrepentirse y mucho de la sedición que encabezó, junto con Soler, frente a sus jefes Sarratea y Viana, pues Artigas poco después le hizo la vida difícil.

La presencia de Artigas en el Sitio de Montevideo duraría solo once meses, pues el 20 de enero de 1814 se volvió a retirar, sin que el aporte de sus tropas, estimadas en 4.000 hombres, hubiera servido de mucho para doblegar la resistencia realista.

No era ya obedecer el mando de Sarratea y Viana lo que le molestaba, sino el de Rondeau -tal vez- o bien que un año después Viana le estuviera nuevamente como superior en su cargo de Secretario de Estado de Guerra y Marina.

Asamblea del Año XIII.

La acción más relevante que se produjo en el ámbito de la Revolución de Mayo con posterioridad a la constitución del primer gobierno patrio el 25 de mayo de 1810, fue la instalación de la Asamblea del Año XIII, por influjo principal del partido morenista, de la Logia Lautaro y el esfuerzo personal de Alvear. Si bien la Asamblea del Año XIII no pudo cumplir en tiempo con dos cometidos, declarar la independencia y establecer la constitución  –posiblemente lo hubiera logrado, de no haber sido interrumpida su labor por los sucesos de 1815- su labor y resultados fueron extraordinarios y estableció varios objetivos fundamentales para el desarrollo institucional, social y del derecho en el Río de la Plata, tales como la teoría de la representación política; el principio de la soberanía del pueblo; la libertad de las provincias rioplatenses; el uso de varios símbolos patrios;  la libertad de vientres de las esclavas; puso fin al tráfico de esclavos;  eliminó los mayorazgos; suprimió los títulos de nobleza; derogó el servicio personal de los indios; abolió la Inquisición; declaró la libertad de cultos; reemplazó al poder ejecutivo colegiado, el Triunvirato, por el Directorio; promulgó el Reglamento de Justicia, creando las Cámaras de Apelaciones; suprimió la práctica de la tortura; proclamó la libertad de imprenta; ordenó realizar un censo nacional; otorgó franquicias para el comercio, etc.

Pocos días después de instalada la Asamblea, el 3 de febrero de 1813 ocurrió el Combate de San Lorenzo cuando el coronel D. José de San Martín, al comando del Regimiento de Granaderos a Caballo, recientemente creado y organizado por el por impulso inicial de Viana como Jefe del Estado Mayor.

Durante el ejercicio del Comando en Jefe del Ejército por Viana, aunque este se encontraba instalado en el frente Oriental, se obtuvieron tres grandes victorias patriotas: las de Belgrano en las importantes batallas de Tucumán (25/09/1812) y de Salta (20/02/1813)  y la ya mencionada de San Martín en San Lorenzo, que sin ser una acción militar significativa, tuvo bastante trascendencia política e histórica. También se habilitó el segundo sitio de Montevideo, que llevaría –ya siendo aquel Secretario de Guerra y Marina- a su liberación de los realistas. Es llamativo hoy como las máximas autoridades civiles y militares se comprometían al máximo, en los frentes de batalla. Pensando en Napoleón, posiblemente fuera la consigna de la época. Pero también en nuestro caso, tanto Sarratea, presidente del Triunvirato, como su Comandante en Jefe del Ejército, acompañaban las acciones desde la primera línea del frente oriental.

Gobernador de Córdoba del Tucumán.

Viana fue entonces designado Gobernador de Córdoba del Tucumán, pero antes de asumir, el 25 de junio de 1813 estaba en Santa Fe, y desde allí eleva al Gobierno un preciso y coherente plan estratégico de operaciones para la defensa del territorio de las Provincias Unidas ante la posible llegada de una expedición española que contaría con el apoyo de la corte de Portugal. Ningún otro militar o político rioplatense hubiera estado entonces en capacidades técnicas para redactar un plan similar ni tampoco la clara visión de la política internacional, como lo hizo Viana.

El coronel Viana es designado Gobernador Intendente de Córdoba del Tucumán el 4 junio de 1813. sucedió al teniente coronel don santiago carrera y lo ejerce durante ocho meses.

En su administración creó escuelas populares en la campaña y presentó al Ayuntamiento un plan de estudios y un reglamento para las escuelas que mereció la aprobación de los capitulares. También surgieron rivalidades entre el gobierno nacional, por él representado y las autoridades locales representadas en el cabildo cordobés. Una importante medida de Viana como gobernador fue crear el cargo de Jefe de Policía, que desempeñaría una persona de su confianza, encargado de mantener el orden, función que recaía en el Alguacil Mayor del Cabildo. La labor de esta persona se recompensaría con el pago de un sueldo que se obtenía del impuesto que se cobraba a las carretas que circulaban por el centro de la ciudad, siendo el primero en desempeñar el cargo el Gral. Pedro Nolasco Grimau, que además desempeñaba la función de gobernador sustituto cada vez que la máxima autoridad provincial salía de campaña al interior provincial.

Viana había emitido Instrucciones a los Jueces de Campaña que en su artículo 20 disponía:

“Formarán puntual Razón de todo el vecindario, haciendas, y giro que tengan del modo que crean mas conveniente para adelantarlo; de los caminos mas principales, y estado en que se hallan, de los que sean de erradura, y puedan ponerse expeditos para ruedas de los terrenos y situación mas análoga para formar poblaciones; de las personas mas pudientes y capaces de entender en cargos, y comisiones de este Gobierno.”

En enero de 1814 una de la últimas actuaciones de Viana como Gobernador fue la fundación del pueblo de Fraile Muerto sobre las márgenes del Río Segundo -luego denominado San Jerónimo y por último, a partir de 1872, Bell Ville.

Viana ejerció la gobernación de Córdoba del Tucumán hasta su designación como Secretario de Estado en el Departamento de Guerra y Marina el 1º. de  febrero de 1814.

La actuación de la Asamblea durante todo el año 1813 fue destacable.

Sin embargo, distintas circunstancias, como las discrepancias en su seno respecto del régimen de gobierno a adoptar –si monárquico o republicano-, el tipo de organización –centralizada o federal- y la conveniencia o no de declarar la independencia, acrecentaban el conflicto con Artigas y en consecuencia, con la Banda Oriental, Entre Ríos y Santa Fé.

Por otra parte, el frente externo se había agravado en lo fronterizo por las terribles derrotas del Ejército del Norte al mando del Gral. Belgrano en Vilcapugio (1/10/1813) y Ayohuma (14/11/1813). Y en Europa Napoleón, tras el fracaso de la guerra contra Rusia, pierde la batalla de Leipzig (16 al 19 de octubre de 1813), la batalla más importante perdida por aquel y comienza la declinación que concluiría con su abdicación el 6 de abril de 1814. Ya su hermano José, Rey de España, había debido renunciar el 11 de diciembre de 1813. Fernando VII, que de “el Deseado” pasaría a ser “el Felón”, en marzo de 1814 fue liberado y retornó a España, para reasumir el 13 de mayo el trono de una monarquía absoluta.

En vista de ese alarmante panorama la Asamblea, el 21 de enero de 1814 resolvió concentrar el poder ejecutivo en una persona con el título de Director Supremo de las Provincias Unidas.  Para ello estableció un “Estatuto Provisorio”, que en lo principal disponía que el Director Supremo tendría las facultades y preeminencias acordadas al gobierno por los estatutos y disposiciones anteriores, viviría en la Fortaleza, tendría escolta competente, usaría una banda bicolor – blanca al centro, azul a los costados – con borla de oro y duraría dos años en el cargo. Para el cargo de Director Supremo la Asamblea designa al Escribano Don Antonio Gervasio de Posadas (1757-1833), quien asume el 30 de enero de 1814. Posadas había sido notario mayor del obispado desde el año 1789.

 

Hasta octubre de 1812, en el Fuerte flameaba la bandera de España. Cuando asume el Segundo Triunvirato aquella enseña fue reemplazada por una celeste y blanca de tres franjas, tal como hoy la conocemos. El Gobierno tendría tres ministros denominados Secretarios de Estado, designados el 1º. de  febrero de 1814 que fueron el coronel D. Francisco Xavier de Viana, Secretario de Estado en el Departamento de Guerra y Marina.

Tras la destrucción total del Ejército del Norte al mando del General Belgrano en las perdidosas batallas de Vilcapugio y Ayohuma y el fracaso del sitio de Montevideo, se imponía el Gobierno patrio la designación en el cargo de Ministro de Guerra y Marina del hombre más confiable, de mayor autoridad y más capacitado.

Luego para el cargo de Secretario de Estado de Hacienda fue nombrado, D. Juan Larrea, (1782-1847), español, nacido en Cataluña, pero de origen vasco como Viana. Muy capaz e inteligente, comerciante de cueros, vinos y azúcar, había conseguido hacer una considerable fortuna. Participó de la defensa durante las Invasiones Inglesas, cuando impulsó el regimiento de mignones de Cataluña, proveniente de Montevideo. Desde la Revolución de Mayo había estado activo en los sucesivos gobiernos: vocal de la Primera Junta, miembro del Segundo Triunvirato, miembro y Presidente de la Asamblea, fue posteriormente cónsul argentino en Francia.

Por último, como Secretario de Estado de Gobierno, se nombró a D. Nicolás Gregorio de HerreraXiménez (1775-1833), también oriental, nacido en Montevideo como Viana. Jurisconsulto formado en Chuquisaca y en España de gran capacidad y experiencia, adhirió desde su inicio a la Revolución de Mayo con el grupo de Moreno y Rivadavia. Fue secretario de Hacienda del Primer Triunvirato y posteriormente a la caída del directorio de Alvear, retornó a Montevideo, donde redactó la constitución y fue Senador. Todo el gobierno estaba instalado en el Fuerte de Buenos Aires. Del Poder ejecutivo, solo Posadas había nacido en Buenos Aires, dos ministros eran nativos de la Banda Oriental y el cuarto era español. La mitad del ejecutivo era de origen vasco.

En sus “Memorias” Posadas habla así del nombramiento de sus Ministros: “Nombré tres secretarios de Estado que me ayudaron en todo con la mayor actividad, celo, esmero y asidua contracción al trabajo; debiendo yo, y debiendo la patria a sus luces y talentos el buen éxito de los negocios. Jamás, ni juntos, ni separados me hablaron de cosa alguna que oliese a traición, cohecho, malversación de los fondos del Estado, o desobedeciendo a los decretos de la Asamblea.

Se comportaron constantemente como fieles ministros e inmediatos consejeros. Tal justo elogio me merecieron eternamente el doctor don Nicolás Herrera en el departamento de Gobierno y Relaciones Exteriores, don Francisco Xavier de Viana, brigadier general, en el de Guerra y Marina, y don Juan Larrea en el de Hacienda. Estos secretarios recibieron un nuevo carácter y autoridad, y se estableció un nuevo orden y arreglo para el despacho de los negocios, que me parece rige hasta el presente tiempo.”

También se creó un “Consejo de Estado” cuya misión era asesorar al Director Supremo y al cual éste debería consultar indefectiblemente sobre las negociaciones que entablara con las cortes extranjeras sobre paz, guerra y comercio.

Este organismo estaba compuesto por nueve miembros, tres de los cuales eran los Ministros más los siguientes

Consejeros de Estado:

  1. Presidente: Nicolás Rodríguez Peña.
  2. Consejero primero: Doctor José Valentín Gómez.
  3. Consejero segundo: Brigadier José Miguel de Azcuénaga.
  4. Consejero tercero: Coronel Ángel Monasterio.
  5. Consejero cuarto: Doctor Vicente Anastacio de Echavarría.
  6. Consejero quinto y Secretario del Consejo: Doctor Manuel José García.

Según afirma Alvear, “Posadas al formar su gabinete, fiel a su modalidad, se rodeó de brillantes ministros”.  Y como lo califica Manuel María Oliver: “el coronel Viana, austero, de una fisionomía moral caballeresca y al que el Ministerio de Guerra debe su organización durante la campaña emancipadora. Ninguna ambición los llevó a prestar su esfuerzo al Directorio, sino la de ser útiles a la Patria; preguntar por el premio que obtuvieron, es constatar el desvío de la posteridad: casi todos el destierro o la miseria.”

Era un equipo de altísima calificación intelectual, moral, cultural, “progresista” en su mejor sentido literal, respaldados por la Logia Lautaro y por el grupo “morenista”, portador de las ideas iluministas y de los principios de la Revolución Francesa, absolutamente contrario al absolutismo monárquico personificado en Fernando VII y al grupo conservador “saavedrista”. Como Secretario de Guerra y Marina, Viana organizaba los tres frentes de defensa de las Provincias Unidas del Rio de la Plata: el del ejército del norte, las fuerzas en Cuyo y el avance sobre Montevideo, aún bajo el dominio español, así como el naval en el Río de la Plata. La primera medida adoptada por Viana consistió en disponer el 9 de febrero de 1814 que todos los habitantes de la ciudad se alistasen en los distintos cuerpos del Ejército “precisa e indispensablemente, sin distinción de edad ni condición” y el que pudiera andar a caballo y menor de 40 años se uniformara a su costa e ingresara en la Caballería Ligera. El resto de los ciudadanos formaban en los cuerpos de Guardias Nacionales de Infantería, salvo los que superaran los 50 años de edad.

El 4 de abril de 1814 La Asamblea General decreta que los brigadieres serían generales del Estado, otorgándoseles los honores y prerrogativas de esta dignidad al Coronel Francisco Xavier de Viana quién fue promovido a Brigadier General de los Ejércitos de la Patria, así como también a Azcuénaga, Alvear, Rondeau, San Martín y Balcarce.

Una de las decisiones más importantes de la Asamblea fue entonces enfrentar el dominio español naval en el Rio de la Plata. Estaba visto que era difícil doblegar Montevideo con solo el sitio terrestre -ya se demoraba dos años- por la paridad de las fuerzas terrestres, la utilidad de las murallas y sobre todo porque la ciudad continuaba siendo abastecida por vía fluvial, gracias a la flota con que contaba el gobierno realista. El 28 de febrero de 1814, dos meses después, la escuadra estaba formada. La flota estaba integrada por once navíos y el 8 de marzo de 1814 en la Gazeta Ministerial Posadas y Viana como cabeza del Ministerio de Guerra y Marina daban a conocer el personal de Estado Mayor de la Marina y asignaban el mando al irlandés Guillermo Brown (1769-1842). Brown fue designado Teniente Coronel del Ejército y Comandante de la Marina Nacional. La oficialidad y marinería era principalmente británica: irlandeses, ingleses y escoceses. Menos de un mes después de formada la flamante flota rioplatense -según lo ordenado por Posadas y Viana- tuvo su bautismo de fuego contra la escuadra española en el Combate de la Isla Martín García que ocurrió entre el 10 y el 15 de marzo de 1814 cuando Brown venció a la escuadra realista. Dos meses después de esta victoria, entre el 14 y 17 de mayo la flota comandada por Brown sitió a Montevideo y enfrentó la escuadra realista en el llamado combate naval del Buceo o de Montevideo. Durante los cañoneos Brown fue herido y quebrada su pierna derecha, pero aún en esas tremendas y dolorosas condiciones físicas, continuó dirigiendo la acción desde una angarilla. Reiniciadas las acciones el dia 17, Brown obtuvo una victoria inapelable tras un intenso combate en el que la mayor parte de los navíos realistas fueron capturados o destruidos. Algunos buques realistas huyeron hacia España, y otros pocos menores se encerraron en el puerto. El cerco sobre Montevideo se había completado y la flota realista había sido eliminada. Como dice Oliver (1914, pg. 123): “Asi daba cima Posadas a su gran programa, conquistando el primer tramo de la verdadera independencia, limpiando de enemigos las aguas fluviales”.

Las decisiones de la Asamblea y de Posadas y su gobierno, con Viana en particular, sobre el armado de la flota patriota, incluyendo la nominación de su personal, se mostraron correctas.

En lo que respecta al sitio terrestre de Montevideo, el 17 de mayo de 1814, el mismo día de la victoria de Brown, tal vez sin saber aún de ésta, pues esta decisión seguramente había sido discutida y adoptada con anterioridad, el gobierno de la Provincias Unidas dispuso reemplazar en el mando del ejército sitiador a Rondeau por el general Carlos de Alvear. A pesar de su juventud, éste sumaba “capacidad, cordura y aptitud para mandar, a más de sólidos conocimientos en el arte de la guerra”.  El 22 de junio Alvear resolvió avanzar y las fuerzas realistas rindieron la Fortaleza del Cerro a tropas del Regimiento N.º 2 y el día siguiente los realistas entregaron las llaves de Montevideo. La victoria del gobierno de Posadas, con Viana en Guerra y Marina y Alvear al frente del Ejército, fue el fin del gobierno español de Montevideo que durante cuatro años había sido la mayor amenaza al gobierno patriota de la Provincias Unidas. Y tal como se había previsto proveyó abundantemente a los ejércitos rioplatenses de tropas, armamento, vestuarios y municiones: fueron tomados 7.000 prisioneros, 1.200 cañones, 8.245 fusiles, 6.000 bayonetas y 99 embarcaciones, que resultaban imprescindibles -en el caso de las embarcaciones el producto de su venta- para continuar la lucha en el Alto Perú.

Superada la amenaza española en Montevideo y aparentemente dominada la rebelión de Artigas en la provincia Oriental, Viana decide mandar su mejor general: Alvear, al frente del Alto Perú, donde revistaba durante los últimos seis meses el Gral. Rondeau, sobre cuyas capacidades evidentemente no tenía el mejor concepto.

También creía que combatir a Artigas era un esfuerzo inútil pues no representaba un real peligro y que no convenía distraer fuerzas en la provincia Oriental, contra la opinión del Consejo de Estado, tal vez influenciado por Herrera. Se delegó entonces el mando del ejército en la provincia Oriental en el General Soler, quien no solo fracasó en su misión de contener a Artigas, sino que pocos meses después se volcaría a su lado.

La decisión de nombrar a Rondeau en ese cargo no podría haber sido peor, como se vería pocos meses después. Es posible que Posadas y Viana no tuvieran demasiadas opciones, pero ya conocían perfectamente las falencias de Rondeau y su escasa capacidad de mando como se había comprobado durante su mando del ejército sitiador de Montevideo, su insubordinación a Sarratea y Viana y su fallida componenda con Artigas. Cómo pudieron designarlo en tal cargo es un misterio. Tal vez pensaron que era un destino provisorio y subestimaron su capacidad de dañarlos.

Así es que se le confió la organización de la tercera campaña al Alto Perú, para lo cual Viana le envió como refuerzo las tropas que habían participado en el sitio de Montevideo, tanto patriotas como prisioneros que habían servido a los realistas, así como el importante armamento allí capturado.

El 25 de mayo de 1814 se había librado la batalla de Florida o La Florida en la plaza del pueblo de ese nombre, cercano al río Piraí, en la zona del chaco boliviano. Los coroneles Ignacio Warnes y Juan Antonio Álvarez de Arenales comandaron en conjunto 800 a 900 hombres, que con 4 piezas de artillería derrotaron a las fuerzas realistas del coronel español Manuel José Joaquín Blanco –muerto poco después por Warnes en un duelo- compuestas por 800 a 1200 hombres con 2 piezas de artillería. Las bajas patriotas fueron 4 muertos y 20 heridos, contra 270 muertos y 90 heridos de las fuerzas españolas que además tuvieron 200 prisioneros.

Esta importante victoria patriota, sostuvo a Santa Cruz de la Sierra en manos patriotas de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Viana mandó distinguir a todos los participantes.

El general Alvear fue nombrado comandante en jefe del Ejército Auxiliar del Perú -entonces asentado en Jujuy- en noviembre de 1814. En este Ejército había oficiales adictos a Alvear, pero también varios desafectos, comenzando por su jefe, Rondeau. El 8 de diciembre estos últimos habían conseguido desplazar al coronel Vázquez, partidario de Alvear, reemplazándolo por el coronel Carlos Forest, francés establecido en Buenos Aires desde 1807. Vázquez y otros oficiales de la confianza de Alvear habían sido presos y deportados fuera del campo militar de Jujuy.

El complot de Rondeau estaba constituido por el coronel Martín Rodríguez, el jefe del regimiento Nº 9, coronel Manuel V. Pagola, los comandantes Carlos Forest, Rudecindo Alvarado, Diego B. Balcarce, Juan José Quesada, Pedro Luna, Domingo Soriano Arévalo y Martínez, así como el teniente coronel Fernández, segundo jefe del Nº 2, aunque en actitud ambigua.

Uno se pregunta hoy, ¿cómo Posadas, Alvear, Viana, que conocían bien a Rondeau, pudieron cometer nuevamente el error de confiarle el Ejército del Norte? ¿No conocían bien sus debilidades, su psicología, su tortuosa personalidad?

Cierto es también que similar debilidad se había dado en el caso de Artigas, a quién una y otra vez se había tratado de incorporar infructuosamente a los ejércitos de las Provincias Unidas, declarándolo un par de veces “traidor a la patria” y perdonándolo después, dotándolo de poder, cargos y medios militares, para que de nuevo el oriental volviera a las andadas poco después.

Es posible que el número de altos oficiales disponibles y confiables fuera muy escaso.

Puede ser que la altísima carga de trabajo para el escaso número de dirigentes disponible les dejara al Director Supremo, sus Secretarios de Estado, a los miembros del Consejo de Estado y a los asambleístas escaso tiempo para divulgar sus ideas y sus acciones, para hacer “propaganda”. Tal vez no tendrían ni ocasiones ni los medios de llegar a suficiente número de ciudadanos de la Capital y del interior para neutralizar los avances negativos de los grupos saavedristas y artiguistas. Lo que no quita que la visión retrospectiva de las acciones de los gobiernos de la Asamblea, de Posadas y de Alvear en cuanto a sus errores al lidiar con Rondeau, Artigas, Álvarez Thomas, nos sea penosa al vislumbrar las oportunidades perdidas por la patria en aquellos tiempos.

Alvear viajaba hacia allá a tomar el mando y el 10 de diciembre se encontraba a unas 30 leguas al Norte de Córdoba, cuando supo de la insubordinación de los mandos de aquel ejército. Al saber la situación inmediatamente regresó a Buenos Aires, y designó interinamente al mando de sus tropas al general Martín Rodríguez, o bien a Forest, lo que evidencia que lo estimaba. Sin embargo, éste fue uno de los firmantes del Acta de Humahuaca, el 31 de enero de 1815, desconociendo la autoridad del nuevo Director.

Otras actuaciones de Viana.

El ejército a fines de 1813 contaba con 12.642 soldados mal armados, poca instrucción y sin recursos. Por diciembre de 1814 el número de efectivos había aumentado a 21.742 hombres, prolijamente reclutados entre los vecindarios, aptos y sanos, uniformados y organizados en cuerpos, con sus unidades tácticas casi perfectas y con armas flamantes y eficaces. Había fabricado en los talleres del Estado 24.322 piezas de guerra (fusiles, cañones, sables, correajes, carros de transporte, etc.). No se podía pedir mayor éxito a la gestión de ese gobierno que todo lo había previsto, desde el mas grave detalle hasta el más simple, concediéndole toda su atención y dándole base segura para sus futuros triunfos (Rodríguez: 1913, pg. 185). (Oliver: 1914, pg. 173).

Renuncia de Posadas y nombramiento de Alvear.

La insurrección de Rondeau y sus oficiales del ejército del Norte oponiéndose a su sustitución por Alvear,  aparentemente llevó a Posadas a renunciar al cargo de Director Supremo, el 9 de enero de 1815.

En verdad, al leer su declaración en el Juicio de Residencia al que se le sometió meses después, cabe pensar que Posadas se sentía ya viejo -57 años- o enfermo o agotado, o con falta de motivación para continuar su muy difícil gestión y que aprovechó la insubordinación de Rondeau para justificar su renuncia. Pero también debe haber motivado su renuncia el disgusto que le provocó la falsa, gravísima, maliciosa, injuriosa e injusta acusación que lanzó el grupo saavedrista acusando al Gobierno de la infidencia de “querer entregar el país a Fernando VII”.

En definitiva la Asamblea aceptó su renuncia y designó a Alvear para reemplazarlo, quien asumió el 10 de enero de 1815.

Su primera disposición fue confirmar en sus cargos a los tres ministros de Posadas: Francisco Xavier de Viana, Juan Larrea y Nicolás de Herrera, con la consecuente continuidad en el gobierno.

Se negoció con Artigas su salida de Entre Ríos y Corrientes, contra la eventual independencia de la Banda Oriental, que este, agrandado, no aceptó.

En Santa Fe, el gobernador Eustaquio Díaz Vélez era resistido por la población, posiblemente por ser porteño, por haber sido designado por el gobierno de Buenos Aires y por haber establecido impuestos y contribuciones forzosas que los habitantes rechazaban. El 14 de marzo de 1815 estalló una revuelta alentada por Artigas y Hereñú quienes ese día llegaron allí. Díaz Vélez renunció el 24 de marzo e inmediatamente Artigas determinó que la provincia de Santa Fé entrara en la Liga Federal, por él creada. Dos días después asumía la gobernación Francisco Candioti, cercano a Artigas.

Al saber de esto, Alvear decidió entonces enfrentar a Artigas y dispuso que los ejércitos de la capital y el estacionado en Olivos liberarían Entre Ríos y Santa Fe y luego la Banda Oriental. A fines de marzo envió contra los federales autonomistas de Santa Fe un ejército de unos 3.000 hombres al mando de Viana, quien después eventualmente pasaría a la Banda Oriental y a Córdoba.

El 3 de abril de 1815 salieron de Buenos Aires las fuerzas destinadas a reunirse con las de Alvarez Thomás, destacadas días antes, y eventualmente con las de Díaz Vélez, para formar, a las órdenes de Viana, una división “capaz de contener a los orientales” y reconquistar Santa Fe.

En esa misma fecha en que el Ministro Viana emprendió la partida, Alvarez Thomás, acampado en Fontezuelas se amotinó, desconoció al gobierno de Buenos Aires y fue copando las fuerzas que iban llegando allí. Ese día dirigió un oficio a Artigas declarando que había cesado toda lucha entre los ejércitos por ellos comandados siendo sus deseos mantener estrecha fraternidad y alianza con todos los pueblos libres de las provincias. Al llegar a Fontezuelas o Fontezuela localidad cercana (11,3 km) a Pergamino, Francisco Xavier de Viana fue hecho prisionero.

Álvarez Thomas había sido secretario de Viana cuando éste era Jefe del Estado Mayor en noviembre de 1811. De nuevo nos preguntamos, ¿cómo Viana no lo conocía? ¿cómo no había reconocido sus características de falsedad e hipocresía? Tal vez Viana era tan apegado al respeto de la autoridad que no podía imaginar la traición de un subordinado. ¿No tenía otra opción al designarlo? El hecho concreto es que haber confiado en Álvarez Thomas no solo provocó el terrible disgusto de la caída del gobierno de Alvear, sino inumerables situaciones negativas al país y posiblemente su atraso por varias décadas.

En respetuosos términos, Ignacio Alvarez desde el Cuartel General del Ejército Libertador en marcha, en abril 14 de 1815 intima al General D. Carlos de Alvear a renunciar.

Álvarez Thomas tras haber arrestado a su jefe Viana, volvió a Buenos Aires, sometiendo a las fuerzas militares leales a Alvear acampadas en Olivos, apoyado por el general Soler y aliándose con el Cabildo porteño. Este estaba dirigido por su Regidor y Alcalde de primer voto, Francisco Antonio de Escalada, hermano del suegro de José de San Martín, Antonio José de Escalada. El Cabildo además organizó movimientos populares similares a los del 5 y 6 de abril de 1811, para respaldar su acción. El Consejo de Estado le aconsejó a Alvear de renunciar al cargo de Director y al percibir éste su debilidad presentó su renuncia ante la Asamblea, la que le fue aceptada el 17 de abril de 1815.

Acabó entonces por un tiempo -hasta la designación de Pueyrredón por el Congreso de Tucumán- el federalismo impuesto por la Asamblea del XIII, ya que el Cabildo de la Capital extinguió la Asamblea y sustituyó al Director Supremo designado por aquella.

Luego de haber logrado la renuncia de Alvear, el Cabildo tomó el gobierno y disolvió la Asamblea y el 20 de abril, designó inexplicablemente como Director Supremo al General José Rondeau, a sabiendas que se encontraba en  el Norte al mando del  Ejército y de las características de su débil personalidad.  El gobierno de la Unión continuaría siendo dominado por el Cabildo de Buenos Aires, con mucho menor participación de los “pueblos” que cuando intervenía la Asamblea

En definitiva se designó al traidor coronel Ignacio Álvarez Thomás como Director, aunque quitaron su designación de “Supremo”.

Procesos de residencia del año 1815.

Al nuevo Gobierno de Álvarez Thomas, sus adláteres y propiciadores del Cabildo y del partido saavedrista les pareció que el juicio de civiles y militares afines al grupo de Posadas y Alvear les permitiría justificar su revolución, si demostraban que el gobierno que habían derrocado había cometido infinidad de delitos y abusos. Pero según habremos de ver, el tiro les salió por la culata ya que nada de ello consiguió probarse, e incluso las penas a las que condenaron a los morenistas al poco tiempo debieron ser revertidas y los condenados fueron liberados y se permitió el retorno a los exilados. Fueron juzgados los civiles Antonio Alvarez Jonte, Bernardo Monteagudo, Hipólito Vieytes, Nicolás Rodríguez Peña, Nicolás Herrera, Valentín Gómez, Gervasio Posadas, Juan Larrea. Los presos civiles fueron confinados en la cárcel de la guardia de la Casa-Cuna, en el cuartel del regimiento no. 2 y en la casa de la Asamblea, en condiciones penosas. Fueron maltratados y vejados, sin miramientos por su edad, estado de salud y méritos patrióticos, por quienes eran en la mayoría de los casos, parientes, amigos, vecinos y por lo menos, bien conocidos.

El interrogatorio era tendencioso, preconceptuoso y capcioso, cuando no pueril o absurdo y trataba de influir y orientar las respuestas para lograr culpar a los dos gobiernos Directoriales anteriores:

Entre otros militares, fue juzgado y condenado Francisco Xavier de Viana: “Está condenado y condena á don Francisco Xavier de Viana, brigadier, que se le recoja sus despachos y se le confine á Chascomús por cuatro años, donde debe estar á los cargos que el Gobierno le hiciese sobre el desempeño de los empleos que ha obtenido.”

Siete de los militares fueron enviados a Artigas con la cruel intención de que los fusilase, a lo que no accedió.

Tras pocos meses, posiblemente a fines de 1815 o comienzo de 1816, de alguna manera Viana fue libertado de su confinamiento en Chascomús y se le permitió viajar a Montevideo a residir con su familia.

Allí le tocó vivir la triste situación de la invasión portuguesa y la instalación en el Gobierno de Montevideo y de la provincia Oriental, el 20 de enero de 1817, del General Carlos Federico Lecor, Visconde de Laguna, ocupación que se extendió hasta 1825.

Viana no vivió para verlo pues falleció el 5 de marzo de 1820. Tenía 55 años de edad, la misma a la que había fallecido su padre el Gobernador.

En efecto, Francisco Xavier había nacido en Montevideo el 2 de diciembre de 1764, el año de la expulsión de los Jesuitas. Era hijo del Mariscal de Campo de los Ejércitos Reales Don Joseph Joaquín de Viana y Sáenz de Villaverde (19 de marzo de 1718-14 de diciembre de 1773) una de las figuras más destacadas del pequeño pueblo de Lagrán, en la Montaña Alavesa, provincia de Álava, País Vasco. El Mariscal Viana se había destacado en las guerras por la sucesión austríaca en el norte de Italia, razón por la cual había sido designado como el primer Gobernador de Montevideo en 1749, función que cumplió por mas de 16 años. En medio de las vicisitudes de las guerras guaraníticas, en las que tuvo un papel protagónico, el 4 de noviembre de 1755, cuatro años después de haber asumido su cargo, en Gobernador Viana se casaba con Dna. María Francisca de Alzaibar y Ealo, que había arribado a Montevideo el 19 de septiembre de ese año. También de origen vasco, nacida en Lemona, Viscaya, era sobrina de D. Francisco de Alzaybar, poderoso armador y marino vasco que fue quien por encargo del Rey llevó los colonos canarios y gallegos que serían los primeros habitantes de Montevideo. Empresario de considerable fortuna fue propietario de centenas de miles de hectáreas de tierras y de cabezas de ganado en la provincia Oriental, que tras su muerte heredaron los Viana.

Parafraseando un  conocido film, Viana tenía no solo ocho apellidos vascos, sino diez y seis y más.

Con solo diez años de edad, Francisco Xavier fue enviado por su madre a la academia naval de Cádiz, de donde egresó como guardiamarina a los 14 años. Inició así una carrera muy destacada como oficial de la marina española. Tras combatir en la reconquista de Menorca, en 1782 Viana está a bordo de la fragata Rosario, la que da protección a un convoy de tropas destinado al Gran Sitio de Gibraltar. Fue protagonista en el lugar de la jornada del 13 de septiembre de 1782 una vivencia muy impresionante: a las 10:25 las baterías de tierra, las explanadas de obuses emplazadas en el istmo, las lanchas cañoneras y las 10 baterías flotantescomenzaron al mismo tiempo a abrir fuego contra Gibraltar a un ritmo terrorífico. A Viana le dan la responsabilidad de comandar una lancha cañonera, la número 90, en la bahía de Algeciras, frente a Gibraltar.

En 1784 llega a Montevideo en el bergantín Ardilla y retorna en el “Paquibot San Cristóbal”. En 1786 con la fragata Astrea comandada por Malaspina, Viana dio la vuelta al mundo, tras 20 meses y medio de navegación del total de 26 previstos, en un tiempo récord, siendo los decimoterceros navegantes en completarla. En el año de la Revolución Francesa -el 14 de julio de 1789- a los 23 años, ya con el grado de Teniente de Navío Viana fue elegido, para formar parte de la expedición del gran marino italiano al servicio de España: Alessandro Malaspina.

Zarpan en dos corbetas de Cádiz el 30 de julio de 1789 y navegan cinco años y medio por los océanos Atlántico y Pacífico. Cumplen con creces todas las expectativas científicas previstas. Se dibujaron modernas cartas de navegación y nuevos mapas geográficos, se recogieron magníficas colecciones minerales y botánicas con especies hasta entonces desconocidas y se aportó una gran documentación gráfica y precisos informes sobre el estado social, político y militar de las colonias. Viana regresa a Montevideo en 1796 al mando de la Descubierta.

Recorrido de Atrevida y Descubierta.

Viana es designado entonces Comandante Marítimo -equivalente a Gobernador- de las Islas Malvinas en dos períodos, de 1798 a 1799 y de 1800 a 1801. El clima inhóspito e imprevisible de las islas Malvinas un territorio virgen, inexplorado, semi desértico, muy frío y barrido por fuertes vientos, que se producen en forma repentina, con grandes dificultades para cultivar vegetales que aportaran vitamina C (ácido ascórbico) a la alimentación, con el consecuente riesgo de contraer escorbuto, hacían de este destino una tortura. La población de las islas estaba compuesta por 160 personas, de los cuales 130 eran oficiales, soldados y 26 eran presidiarios.

Es aquí que finaliza la brillante carrera de oficial naval español de Francisco Javier de Viana y Alzaibar, a los 35 años de edad y luego de 23 años de servicio ininterrumpido, tras haber navegado por todos los mares del mundo en una decena de navíos distintos, bajo el comando de los mas prestigiosos e importantes marinos españoles de todos los tiempos, obligado a pedir su pase al ejército por los problemas de salud que los continuados esfuerzos al límite de la supervivencia le habían causado, particularmente en el “cruel y penoso destino”–como él mismo dice- del establecimiento de la Soledad de Malvinas. En los veinte y tres años de servicios y en las navegaciones emprendidas por Viana, éste cruzó la línea Equinoccial once veces, rebasó el Cabo de Hornos tres, recorrió la costa de América desde Tierra del Fuego hasta Alaska e igualmente las costas asiáticas del océano Pacifico.

Por ello pide su traslado al ejército, donde lo nombran en 1801 Sargento Mayor de la plaza de Montevideo, con el grado de Teniente Coronel. A mas de las razones antedichas puede que inteligentemente hubiera decidido cambiar de vida, casarse, formar familia y haber pensado que ello era incompatible con la profesión de marino.

Tras una larga tramitación para obtener el permiso correspondiente, el 11 de julio de 1802, los 38 años, en Montevideo, se casa con su sobrina, Maria de la Concepción de Estrada, 21 años menor que él, hija de su hermana Teresa y de un oficial del ejército, el sargento mayor Tomás de Estrada, con quien tiene en 1802 a Consolación.

La madre de Viana, Dna. Maria Francisca de Alzaybar, la “Mariscala”, fallece el 5 de febrero de 1803, a los 68 años de edad. En compensación, ese mismo año nace su segundo hijo y mayor de los varones, José Joaquín de Viana Estrada, bautizado con los nombres de su abuelo el Gobernador. En 1804 nace el tercer hijo, Francisco Xavier Ambrosioen 1807 Tomás Francisco y en 1809 Fernando Agustín. 

En materia de trabajo interviene en la Comisión Demarcadora de Límites Luso-Española.

En 1804 Viana es designado Comandante Principal de la Campaña Oriental y de la frontera luso-brasileña, al mando de unos 300 hombres. Quién acompañó a Viana en la campaña a la frontera fue su ex compañero de colegio, José Artigas, quien hasta entonces había vivido en el noroeste oriental y había realizado tareas rurales y comercio ganadero legal e ilegal.

Vista de Montevideo, por Fernando Brambila, 1794.

España. Ministerio de Defensa. Archivo del Museo Naval.

En oportunidad de las Segundas Invasiones Inglesas, las fuerzas hispanas (2.362 hombres) que defendieron Montevideo estaban comandadas por el brigadier Lecocq. En el combate del Cristo o del Cardal, Francisco Xavier de Viana peleó valientemente como segundo jefe del brigadier Bernardo Lecocq y después tuvo la responsabilidad de la defensa de las murallas de Montevideo resistiendo en su Ciudadela, asiento natural del Regimiento Fijo de Montevideo bajo su mando, la última posición en rendirse a los británicos.

El por qué Francisco Xavier de Viana y Alzaibar ha sido casi olvidado en la historia rioplatense, es difícil de establecer. De cualquier manera, es innegable que fue uno de los protagonistas más importantes del primer quinquenio tras la virtual emancipación de las provincias del Rio de la Plata de   España, en 1810 y que hizo una fundamental contribución a la libertad sudamericana.

Reincorporarlo a nuestra memoria histórica, recordarlo a los rioplatenses, reconstruir su accionar, interpretar sus ideas y evidenciar sus relaciones políticas me ha parecido importante.

Su protagonismo surge en primer lugar porque provenía de una de las familias mas destacadas del Río de la Plata, pues los Viana no solo eran miembros de una noble familia alavesa, cuyo palacio en Lagrán se conserva aún hoy, sino que portaban los antecedentes de importantes servicios al Reino tanto en el área militar como naval.

Pero además Francisco Xavier de Viana tenía altos méritos propios: poseía la formación superior de la Escuela Naval de Cádiz y apenas salido de la adolescencia pasó a una temprana adultez: tuvo la experiencia de los horrores de la guerra naval en el Mediterráneo. Pocas acciones de guerra se comparan con el increíble y dantesco asalto de Gibraltar que a Viana le tocó vivir.

De allí a dar su primera vuelta al mundo con Malaspina en la fragata Astrea y ser un oficial destacado en el lustro que duró la expedición Malaspina, que incrementó en mucho sus conocimientos en materia naval, marítimos, científicos, geográficos, políticos, sociológicos, económicos. Viana fue entonces el prototipo del humanismo ilustrado, del “iluminismo”.

Y fue de esa manera que Viana adquirió un cosmopolitanismo que ninguno de sus colegas del gobierno del Río de la Plata tenía. Posiblemente no hubo en su tiempo en el Río de la Plata otro marino con iguales calificaciones, que dominaba como pocos las ciencias de la navegación; quien conocía los detalles constructivos y todas y cada una de las partes de un navío, que hubiera participado en acciones de guerra marítima, que conociese casi todos los mares del mundo, que tuviera una formación y una cultura -como se denota de su Diario de Viaje – comparable a la suya. En la década de 1810 era el único dirigente que había escrito un libro, que aún hoy mantiene su interés por sus descripciones geográficas, sociales, políticas, biológicas, meteorológicas, y llega hasta poder esbozar un diccionario de otra lengua (la de Vavao o Tonga).

Aprendiendo a obedecer también aprendió a mandar. Pasó a comandar una de las naves de las cuales había sido oficial. Y retornó al Río de la Plata y a su ciudad natal. Le tocó entonces una experiencia extrema: gobernar por dos años las Islas Malvinas, comprometiendo su salud, pero seguramente incorporando conocimientos sobre la naturaleza humana como sería imposible en otro lugar.

Como si eso fuera poco, tras su vuelta a Montevideo, pasa de la marina al ejército, un cambio sustancial de cultura y ambiente laboral.

Entonces forma y establece su familia: se casa y tiene sus primeros hijos.

Pero su paz duró poco: pronto debió asumir otra misión épica, como fue establecer la autoridad del reino español sobre la frontera con el Brasil portugués, en una región de abrumadores bosques subtropicales vírgenes de características diametralmente opuestas a los desérticos páramos pedregosos y casi carentes de vegetación y fauna de las islas Malvinas, donde debió comandar tropas de soldados compuesta por gauchos primitivos que eran el último descarte de la civilización, que no tenían nada por perder, casi sin oficiales salvo su compañero Artigas.

Su siguiente actividad bélica constituyó la defensa de Montevideo frente a los invasores ingleses. La organización de las fuerzas de 2.360 hombres como segundo del brigadier Bernardo Lecocq contra unos 3.000 británicos en la batalla del Cristo y poco después en la defensa de la ciudadela de Montevideo, el último baluarte en rendirse. Si es cierto que se aprende mas de las derrotas que en los éxitos, este debe haber sido el caso, pues aunque en una acción perdidosa, le tocó a Viana participar de la mayor batalla librada en el territorio del Río de la Plata.

No por nada pocos años después ya en el comienzo del período de la emancipación iniciado el 25 de mayo de 1810, el Primer Triunvirato primero y luego todos los gobiernos que se suceden hasta mediados de abril de 1815, Viana estará a cargo de la organización y supervisión de todas las acciones de guerra de esos gobiernos patrios, salvo el período de 1813 en que actúa como Gobernador de Córdoba del Tucumán pero durante el cual no abandona su vocación de estratego militar, posiblemente el único del Río de la Plata.

Primero desde mediados de noviembre de 1811 cuando el Primer Triunvirato lo designa Jefe del Estado Mayor del Ejército. Mucha confianza, gran respeto por sus cualidades personales y morales, por sus capacidades y conocimientos en materia militar debían tenerle los patriotas de mayo para confiarle el mas alto cargo de la organización castrense de las incipientes Provincias Unidas. Tendrían certeza sobre su fidelidad a las ideas revolucionarias.  Luego cuando el primus inter parís del Segundo Triunvirato, Sarratea, lo lleva con él para que lo secunde en la acción absolutamente prioritaria del Gobierno: lograr dominar Montevideo, el foco de resistencia realista mas cercano y peligroso para la Revolución de Mayo. En esa posición está, hasta mediados de febrero de 1813 en que la situación conflictiva con Artigas en el sitio de Montevideo lo lleva a renunciar –inútilmente, pues de nada valió la posición negociadora de los gobiernos de Buenos Aires frente al caudillo oriental- quien siguió sin ceder un ápice en sus demandas y en sus intempestivas posiciones, con escaso sentido de la oportunidad. Cuando españoles y portugueses, por no contar a los ingleses que también nos miraban con voracidad, amenazaban las Provincias Unidas por todos lados, no era el momento para definir la organización nacional.

La designación de Viana en el cargo de Gobernador de la extensa región de la entonces Córdoba de Tucumán, la mas importante del país en ese entonces después de la de Buenos Aires, es otra afirmación de la extrema confianza que las máximas autoridades del país tenían en su persona, en sus cualidades y capacidades, no ya solo como militar sino también como dirigente.

Luego como Secretario de Estado en el Departamento de Guerra y Marina con Posadas cuando éste asume el cargo de Director Supremo hasta la caída de Alvear, es Viana el hombre de confianza en la materia de la guerra terrestre y naval de los gobernantes de Buenos Aires.

Fueron entonces sus jefes los triunviros: Juan José Paso, Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea, Juan Martín de Pueyrredón, Nicolás Rodríguez Peña, José Julián Pérez, Antonio Álvarez Jonte, Gervasio Posadas y Juan Larrea, junto con los secretarios sin voto: Bernardino Rivadavia y Vicente López y Planes, así como los Directores Supremos Gervasio Antonio de Posadas y Carlos María de Alvear.

Esta pluralidad de figuras icónicas de la Revolución de Mayo le tenían tanta confianza y respeto como para confiarle la responsabilidad mayor de esos gobiernos en tales años, cual era la defensa del ex virreinato,  amenazado por todas sus fronteras y del cual todavía los realistas ocupaban las provincias Oriental y la del Alto Perú.

Mucho dice esto sobre el respeto y la consideración en que tenían sus jefes las cualidades humanas,  personalidad, experiencia y capacitación de Viana.

Debe destacarse la noción de que se trataba de un trabajo en equipo. Si bien las determinaciones principales se materializaban en documentos, muchos de los cuales nos llegan hasta hoy, es innegable que las todas las decisiones debían estar precedidas por conversaciones, intercambio de ideas, discusiones, discrepancia de criterios, evaluación de riesgos, posicionamiento de cada uno de los participantes, establecimiento de metas y objeticos, de estrategias y tácticas. En esas circunstancias, la voz de Viana era escuchada, sus razones atendidas, su experiencia respetada.

Los hechos concretos son que los pasajeros de la fragata George Canning, San Martín, Alvear, Vera, Arellano, Holmberg, Zapiola, son incorporados a los ejércitos patriotas por gestión de Viana. Está tras de la creación del Regimiento de Granaderos a Caballo, así como de toda la organización de los ejércitos, de su logística en general, de la  gestión del personal militar: nombramientos, ascensos, traslados, remuneraciones, bajas, premios. De la provisión del armamento menor y mayor, artillería, munición; de la instalación de fabricas militares tanto de armas como de pólvora. Del transporte y desplazamiento de tropas. De la caballada. De la alimentación de hombres y caballos. De la provisión de uniformes. Y de presupuestar, distribuir y obtener los recursos para todas las operaciones militares. Durante su jefatura del Ejército Belgrano vence en Salta y Tucumán. San Martín lo hace en San Lorenzo. Viana es responsable de los sitios de Montevideo. La victoria del Cerrito se obtiene estando él en el mando in situ. La estrategia sobre el desplazamiento final de los españoles del gobierno de Montevideo, para después –con los recursos obtenidos- iniciar la tercera campaña al Alto Perú, se establece cuando Viana es el Secretario de Guerra y Marina. La formación de la primera armada patriota ocurre bajo su responsabilidad. La selección, compra y armado de los navíos, la contratación de los mandos navales y la marinería también. Cuando Viana es ministro, la flota obtiene las victorias de Martín García y de Montevideo y Alvear rinde a esta ciudad.

Viana es el autor de un plan para defender el Río de la Plata cuando sobreviene la amenaza de un poderoso ejército español. Es defensor insospechado de la unidad de las Provincias. En su exilio de Chascomús esboza uno de los primeros planes de ampliar las fronteras sud-occidentales del país. Es quien instruye a Fructuoso Ribera sobre como enfrentar a los invasores portugueses de la provincia Oriental.

Viana fue el jefe de San Martín, Alvear, Belgrano, Artigas, Soler, Dorrego, Rondeau, Viamonte, Guido, Álvarez Thomas, Brown. Y por lo menos bien se merece que a él se lo reconozcan méritos análogos a los atribuidos a Pueyrredón en cuanto apoyó a San Martín en la organización del Ejército de los Andes.

Todos los militares actuantes entre 1812 y 1815 honrados con nombres de calles argentinas y monumentos estuvieron bajo su mando.

¿Hay algún prócer rioplatense contemporáneo de Viana que haya hablado mal de él?

¿Qué lo haya criticado con fundamento o sin el?

Era para sus contemporáneos, jefes y subordinados la personalidad militar, comprendiendo en este concepto tanto lo referido a la guerra terrestre como la marítima, mas respetado por su larga trayectoria, su experiencia, su seriedad, su participación en batallas marítimas y terrestres, su cultura, sus conocimientos científicos, sus manejo de las matemáticas, su capacidad de mando.

Y es el juicio de los contemporáneos lo que cuenta, pues eran ellos –tanto sus superiores como sus subordinados- quienes lo conocían personalmente, que hablaban con él, que discutían e intercambiaban opiniones y lo escuchaban razonar, llegar a determinaciones, resolver problemas de altísima complejidad, con enormes limitaciones de recursos presupuestarios y de recursos humanos.

Los gobiernos con los que a Viana le tocó actuar estaban virtualmente fundidos, carecían de los mínimos recursos financieros. El ejército del Norte habían sido destruido, habían perdido todo su armamento y liquidado su organización.

El ejército auxiliar de la Banda Oriental, había consumido en el prolongado sitio a Montevideo enorme cantidad de recursos monetarios, logísticos y humanos. No había como alimentar, vestir y armar soldados y caballos.

Era en esas condiciones de pobreza extrema del gobierno que a Viana le tocaba actuar, por más que Larrea hiciera milagros para obtener los fondos necesarios para financiar los gastos públicos, que eran fundamentalmente los gastos militares.

De hecho el ridículo juicio de residencia –de responsabilidad, podríamos llamarlo- al que es sometido en mayo de 1815, cuyos causales se desconocen, lo condena si pero a una pena relativa. ¿Deportado a Chascomús? Y en realidad al poco tiempo se la levantan y le permiten –culposos y vergonzantes de la injusta condena en particular y en general de la traición cometida y del cruel maltrato personal- retornar a Montevideo con su familia.

Como se ha dicho: “la lima del tiempo, que todo lo borra” ha desdibujado el rol fundamental que tuvo Viana en la afirmación y defensa de la emancipación rioplatense.

En el Rio de la Plata del lustro 1810-1815 que nos ocupa, es esencial entender que subsistía una parte importante de la población que seguía sosteniendo su apoyo a la monarquía española, que tuvo como uno de sus hombres mas sobresalientes a Martín de Álzaga. Evidentemente no eran mayoría, pero no dejaban de ser un grupo importante.

Pero aún dentro de los independentistas, o sea los partidarios de la emancipación, existían sustanciales diferencias entre dos grupos que –sin desconocer que entre las posiciones personales mas extremas existiria un gradualismo y que cada protagonista en particular podía tener eventuales cambios de opinión – se han clasificado en las dos “facciones” principales: los “saavedristas” y los “morenistas”.

Los primeros tenían ideas de mas moderadas a conservadoras, dominaron el Cabildo de Buenos Aires y el Primer Triunvirato, tenían inspiración cristiana, “Suarista”. Los han acusado –tal vez injustamente- de sostener con mezquindad sus propios intereses económicos comerciales. Hoy podrían calificarse de populistas y gatopardistas. En su mayoría eran monárquicos constitucionalistas, si bien compartían con sus opositores las ideas de establecer el gobierno independiente. Fueron responsables del “sacudimiento volcánico” o revolución del 5 y 6 de Abril de 1811 y del Motín de Fontezuelas en 1815. Ciertamente eran anti Alvear y su grupo.

Por su lado los “morenistas” o “partido de Vieytes” tenían ideas más radicales, racionalistas, laicistas e iluministas. Eran abiertamente anticolonialistas, fueron los creadores de la Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro. Adoptaron rápidamente la insignia blanca y celeste, fueron responsables del movimiento del 8 de octubre de 1812, constituyeron el Segundo Triunvirato, la Asamblea del año XIII, tanto el 1ero. como el 2do. Directorio. Eran pre-unitarios y muchos fueron republicanos. Sus opositores los definían  como “Jacobinos”, “Fanáticos”, “Extremistas”, decían de ellos que “quebraban los límites de la moderación” y que “Provocaban los excesos mas desenfrenados”. También los llamaban el “Club”.  Los admirables logros establecidos por la Asamblea del año XIII caracterizaron su ideología, de un modernismo admirable para la época.

Francisco Xavier de Viana ciertamente formaba parte de este segundo grupo.

Las ambiciones personales, despecho, envidias, celos, falta de inteligencia, cortedad de miras, del primer grupo llevaron al desplazamiento del grupo “Morenista”, con la caída de Alvear el 15 de abril de 1815.

Hdemos intentado una clasificación de los protagonistas de los sucesos posteriores a la Revolución de Mayo según esos dos grupos de afinidad ideológica y política. Sin descartar errores propios de una clasificación aproximada, surge que ambos grupos eran similares en número, con una pequeña posible predominancia del primero de ellos, según nuestro cómputo.

Las despiadados enfrentamientos entre ambas facciones llevaron a que la región del Rio de la Plata desembocara en la anarquía y una postergación del establecimiento de instituciones sólidas y provocaron  el surgimiento de grupos políticos, el renacer de los enfrentamientos de los “pueblos” contra Buenos Aires que habían desaparecido desde 1810, se despertaron envidias y rencores, se alentaron revanchas, se despertaron regionalismos extremos que llevaron a consolidar la separación definitiva del Paraguay, el Alto Perú y la provincia Oriental.

Si bien se había coincidido en emanciparse del gobierno español, no existía aún la convicción unánime de la conveniencia de declarar la independencia, que solo se afirmaría llegando a 1816.

Es posible que Posadas, Viana, Alvear, no supieron ni pudieron prevenir ni neutralizar y contrarrestar las reacciones defensivas de algunos hombres mediocres que les eran cercanos, principalmente Rondeau, Álvarez Thomas, Soler, los cabildantes de Buenos Aires, Artigas. También no deben haber podido transmitir suficientemente sus hechos de gobierno y su visión sobre la estrategia a seguir para proteger la revolución y extenderla al Perú. Aparte de gobernar bien hay que comunicar muy bien y esto parece que no ocurrió durante el mandato de los dos primeros Directores Supremos de las Provincias Unidas.

Tal vez demasiado “argentino” para los uruguayos y demasiado “uruguayo” para los argentinos, Viana era en verdad RIOPLATENSE. Tal vez por eso los historiadores argentinos y uruguayos no lo hayan tenido suficientemente en cuenta. En el caso de los uruguayos sin duda debe haber influido mucho las discrepancias de Artigas con quien fue su superior durante varios años.

Su rol fue determinante en el gobierno de las Provincias Unidas del Rio de la Plata entre 1811 y 1815. Muy reconocido sobre todo por sus contemporáneos, lo que le califica y le dá una envergadura superior a la que podría atribuírsele varias décadas después de los acontecimientos en los que participó. Respetado por sus colegas como el militar rioplatense más completo de su tiempo. Sus jefes solo tuvieron para con él comentarios positivos: Malaspina y Bustamante y Guerra, conocidos por su exigencia y detallismo, así como Posadas, civil, culto, universitario. Alvear, durante la campaña final sobre Montevideo, no solo respeta sus órdenes sino que lo confirma como Ministro de Guerra y Marina cuando reemplaza a Posadas como Director supremo. El único cosmopolita de nuestros gobernantes primigenios, que conocía casi todo el mundo. El único que podría calificarse de “iluminista” de nuestros próceres.

En el primer lustro de la Revolución de Mayo entre sus protagonistas había una absoluta predominancia de los pro monárquicos. Al momento de la declaración de la independencia el 9 de julio de 1816 esa era la idea predominante. Muy pocos eran quienes sostenían ideas republicanas, entre los cuales Artigas, quien se iría afirmando en esa convicción paulatinamente al avanzar la década de 1810. Pareciera que la concepción de gobierno monárquico iba asociada casi naturalmente con una organización centralista o unitaria, como contraposición a la federal, alternativa que sólo comenzó a tomar incipiente forma en el período 1815-1820, aunque sin llegar aún a la violenta separación que devendría años mas tarde y solo comenzó a curarse tras Caseros, en la segunda mitad del siglo XIX.

En síntesis, tenemos la convicción que el destacado Brigadier General Don Francisco Xavier de Viana y Alzaibar en sus ideas era pro la emancipación, independentista, pro monárquico, centralista y aspiraba a conservar la unidad de las provincias comprendidas originalmente en el Virreinato del Río de la Plata. En verdad, una concepción del gobierno similar a la de San Martín, de Belgrano, de Bolívar, posiblemente de Alvear.

Por último diremos que Viana fue un notable hombre de estado, de gran influencia en su primer y muy difícil lustro y que en consecuencia su impronta fue fundamental para el devenir de la emancipación rioplatense, que nos llega hasta hoy: en aquel entonces su protagonismo fue de la máxima importancia.

Si como dijo José Manuel Estrada, no hay prédica más eficaz de amor a la patria, que la historia bien estudiada, hemos tratado de profundizar en tal sentido la participación esencial de Viana en nuestra historia en general y en particular la militar y destacar sus méritos, lamentable y misteriosamente olvidados hasta ahora hilando los múltiples documentos existentes que ilustran los acontecimientos esenciales del nacimiento de nuestras naciones.

 

Por Ezequiel Ogueta

Ex Subsecretario de Estado

 


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Julio 18, 2019