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 Por Jorge B. Lobo Aragón.

 

 

 

Todavía no puedo alzar vuelo ni  desplegar mis alas a través de los milagrosos  viajes astrales. Mi facultad de bilocación se encuentra contenida seguramente en busca de un objetivo especial. Lo que no se encuentra inmovilizado es mi deseo y avidez de estudiar, escribir o describir sobre lugares que han impactado a la humanidad. He leído por mis condiciones sobrenaturales de poder estar en lugares diferentes   y  de trasladarme de un lugar a otro en cuerpo y alma, que el sueño es una de la vivencias más significativas del ser humano para viajar al mundo de los recuerdos. En los sueños es posible atravesar paredes y también como en mi caso realizar vuelos sorprendentes. Seguramente en ese estado de vigilia o semisueño y estimulado por mis experiencias ya totalmente relajado pude realizar un extraordinario viaje psíquico. Mi subconsciente  pudo viajar en el tiempo y en mi ensueño visualice como en un viaje cósmico a quien me pareció ser   mi compañera de vuelo. La gran escritora y artista sin conocerla personalmente se encontraba una vez más en mi sueño espiritual. Su rostro reflejaba un gran carisma y un tono de humildad desbordante. Brotaba en ella a flor de piel su enorme esencia sentimental. El escenario era sorprendente. Se respiraba un clima de confianza y armonía.   De inmediato pude   distinguir en el silencio de la noche una figura envuelta  en paños que  trataba de escapar de la fuerza del viento y de la arenilla del mar. La mansedumbre de la mañana era su cómplice. Llegó hasta la orilla, dejó sobre una piedras el bolso y las sandalias y sin apuro como sintiéndose dueña del lugar y del momento, quizás arrebatada por viejos sonidos que  le traía el viento permaneció no sé cuánto tiempo. La silueta se mantenía  absorta, quieta, expectante como si hubiera sido trasladada al pasado y fuera testigo de particular hecho. Solo recuerdo la humedad de  sus pies y el borde del vestido mojado que golpeaba  sus piernas como siguiendo el vaivén del agua. Alzó la vista como embelesada, casi extasiada.  Aparto un papel y lápiz y se puso a dibujar como pintando al viento  un lugar inescrutable al que no podía abordar. De pronto como tocado por un rayo pude percibir detrás del perfil de la artista un bosquejo imponente  de las torres de catoira.
Al borde de las aguas las imágenes se movían descubriendo sobre un fondo rojo dos torres, situadas encima de las olas azules y blancas que  las envolvían. La gran fortaleza que impidiera la llegada de las tropas invasoras a Santiago de Compostela se alzaba majestuosa. Esa ciudadela defensiva que protegía la ciudad de Santiago y sus poblaciones vecinas  de los ataques vikingos, normandos y sarracenos aparecían como relámpagos fantasmagóricos. Las llaves y sello de Galicia formado en su origen  por  siete torres se encumbraban encendidas en el silencio del espacio por una sencilla capilla prerrománica de nave única dedicada al apóstol Santiago. La ermita de las torres se eleva gloriosa como el arco triunfal que la apoya y las sombras de los peregrinos que acuden al altar después de orar ante la tumba del hijo del trueno. En esta cadena sagrada al pie de las torres del oeste pude observar una inscripción grabada alrededor de una cruz. En el dibujo  distingo como una aureola boreal de manchas y columnas luminosas una inscripción  sobre una piedra que parece el dintel de una puerta. Con este signo o señal de la cruz, se defiende al piadoso, con este mismo signo se vence al enemigo dice el epigrama. La sombra alegre y virtuosa de mi gran amiga virtual, me señala con un pincel y lápiz la figura de un guerrero nórdico, ataviado con piel   y casco con cuernos vikingos con el rostro manchado de barro y sangre. Se escucha un grito en la inmensidad de la noche “Úrsula”. La nave mayor  ingresó lentamente atiborrada de guerreros venidos de las tierras heladas del norte. El clero refugiado tras la muralla de la villa de Sancti Iacobi,  intentan vender caras sus almas con el fin de proteger los restos del Santo apóstol y las ofrendas que en el recinto se custodiaban. El bronce de las campanas no cesaban de doblar. Carpinteros, constructores, canteros y gentes del lugar, culminan las obras de los Castellum Honesti o castillos del oeste. Entre las brumas las siluetas de las naves enemigas aparecen, bajo el silencio sepulcral de las defensas. Se escucha el crujir de sus remos rompiendo con fierezas el mar embravecido. Esos guerreros de espesas barbas color del fuego y enormes hachas no pueden alcanzar, cueste lo que cueste la casa de Santiago Mayor. A la  tierra de Santiago no pudieron dominarla. Me despierto sobresaltado. Un viaje encantador que me eleva una vez más a mi destino deseado. Santiago de Compostela. Todavía siento una voz que me dice al oído. He descubierto tu alma y nos parecemos bastante. El espíritu deambula en tu realidad y mis recuerdos, en esos momentos que ambos jamás olvidaremos, aunque corra mucha agua bajo los puentes con cuarzos maravillosos de tu provincia y las piedras cortadas por los celtas y los romanos de mi Galicia.
Dr. Jorge B. Lobo Aragón
jorgeloboaragon@gmail.com

 

 


PrisioneroEnArgentina

Noviembre 10, 2017