En Navidad con Cristóbal Colon…

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lobo-aragon-2 Por Jorge Lobo Aragón.

 

Después de una semana de profunda meditación a pocos días del nacimiento del Señor volví a sentir en todo mí ser la energía luminosa capaz de alejarme de mi cuerpo carnal a través del universo. En esa enigmática bilocación pude ahora conocer a Don Cristóbal. Lo visualice al Almirante conociendo el fragante mundo que había encontrado. Estaba como absorto admirando sus bellezas. En una isla como si yo la conociera de toda la vida de tanto verla en las historias de piratas. Sentí que la llamaba de las Tortugas. Era un valle que le dice el paraíso de un esplendor y fertilidad poco común. Pude distinguir que partía en una de sus carabelas hacia las tierras de un cacique que le decían Guacanagari. Advertí que casi no había viento, las velas no se hinchan, las carabelas que lo seguían estaban como quietas. El almirante a pesar de ser un hombre muy atento y vigilante, aburrido de ver la mar tan sosegada, a las once de la noche se va a dormir. Aprovechando que el jefe duerme, el timonel le da el timón a un chiquillo y duerme él también. La primera nochebuena de los Cristianos en América trascurría placida. El muchacho del timón se duerme como adolescente y la nave cae en una correntada que la empuja sobre un banco de arena. Despiertan sobresaltados y no atinan con las maniobras adecuadas. La Santa María se hunde. ¡Caramba, el Almirante tenía prohibido entregar el timón a los chiquillos¡ ¡Qué barbaridad¡ Pero la Niña está cerca y la costa también. Se salvan todos y salvan incluso los restos del navío que llevan a la playa con ayuda de la gente del cacique y sus canoas. Don Cristóbal ve que este contratiempo en realidad es benéfico. No hay mal que por bien no venga. Con los restos de la Santa
María construye un
fuerte que será el primer establecimiento cristiano en el lado de aquí del mundo. De nombre la pone
colon“Navidad”. 39 Españoles están dispuestos a quedarse. Hasta que el Jefe vaya a España y vuelva aprenderán la lengua, explorarán.
Averiguaran sobre la corte del gran khan. Buscaran oro. Gozaran del apacible clima del caribe con sabrosas frutas al alcance de la mano y las playas soleadas que invitan a la indolencia. Don Cristóbal los pone bajo la mano de un escribano al que nombran como el alguacil don Diego de Arana. Y se va. Lo espero con mi cordel que todavía no me ha soltado. A todo estos mis queridos lectores ustedes se estarán preguntando si como es que estos cristianos se pasan la nochebuena durmiendo. Es claro. Navidad se festejaba en navidad, no es su víspera. Los sacerdotes estaban autorizados a decir tres misas ese día: Una apenas pasada la medianoche, que celebraba el nacimiento temporal de Jesús en Belén. La segunda, del gallo, se decía en la aurora y solemnizaba el nacimiento de Jesucristo en el corazón de los fieles. La tercera, ya con el día claro, en homenaje al eterno nacimiento del Verbo en el seno del Padre. Reparo a que a través del tiempo la costumbre de celebrar la nochebuena es muy posterior y nos viene de Francia. En francés Navidad se dice Noel, y ellos tenían la tradición del Bonhomme Noel que repartía obsequios a los chicos buenos. Los pueblos barbaros del norte desde sus tiempos paganos tuvieron la costumbre de adorar al árbol de sus bosques, seguro refugio en sus climas helados. De manera que atestiguo como muy natural que el Almirante y su gente durmieran como “Benditos” su primera navidad en estas tierras. Los indios todavía no habíamos aprendido a hacer bailantas con guarachas y cuartetazos. Ni a vender cohetes, ni a tocar pitos por radio a medianoche. Tampoco a comer turrones, pavos ni apetitosos lechones. Cuando vuelva el Almirante todavía me vera sentado en mi bilocación en espíritu a través de mi viaje astral. Estaré comiendo con los indios 39 especies importadas, pero no el día de Navidad sino en el “Fuerte de navidad…”


PrisioneroEnArgentina.com

Diciembre 2, 2016


 

El GAUCHO

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lobo-aragon27272Por Jorge B. Lobo Aragón.

Reflexión

En nuestras comarcas norteñas y en gran parte de nuestro país, la palabra gaucho tiene diversas
acepciones. Cuando decimos: “¡Qué gaucho es Fulano!”, estamos ponderando la nobleza, la generosidad, la caballerosidad, el desinterés, el hidalgo señorío de un individuo desprendido. Y también al decir: “Mengano es un gaucho”, con un matiz en la voz ligeramente distinto, despectivamente, lo calificamos ignorante, rudo, grosero, rústico, tosco, ordinario. El sentido de “gaucho” no sólo varía de acuerdo al tono con que se pronuncie, sino a quien use el término. Si los menciona uno de los colaboradores de “Güemes”, evoca a héroes legendarios, centauros generosos que enfrentan la muerte por lealtad a la patria encarnada en su caudillo. Si lo recuerda el del bando contrario, eran solamente bandoleros o cuatreros. Una carta de un militar en campaña a su contendiente nos da los dos aspectos de la historia

 

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“¿Cree usted que un puñado de hombres desnaturalizados y mantenidos con el robo, sin más orden, disciplina ni instrucción que la de unos bandidos, puede oponerse a una tropa aguerrida y acostumbrada a vencer a las primeras de Europa, y a las que se haría un agravio comparándolas a esos que se llaman “gauchos”, incapaces de batirse con triplicada fuerza como es la de su enemigo? “, Ya estaban en vigencia los dos conceptos. El comandante patriota ve con orgullo que sus “gauchos” han abatido el orgullo de un aguerrido regimiento. El jefe vencido que los desprecia por verlos sin orden ni disciplina, solamente mantenidos con el robo. A la fuerza tuvieron que convencerse de que esos hombres simples son eficaces en la defensa de la patria que aman. ¿Son héroes o bandidos? No. Para nosotros los norteños, hermanados y consustanciados con los paisanos del campo, al Gaucho lo imaginamos pegado a una guitarra. Su instrumento propio, el más apto para expresar su música; el que por su peso y tamaño no estorba al hombre andariego, trashumante. El gaucho hombre de trabajos rudos, de trajinar el cuero haciendo trenzas que exigen esforzar los dedos; No se necesita ser adivino para darse cuenta de que después de esas faenas a nuestros Gauchos las manos le quedarán callosas, los dedos entumecidos, pesados, agarrotados. Pero con espíritu noble y osado, sin apegos ni prejuicios, cantó su rebeldía y amó su libertad. Nunca tuvo patrones y con su única riqueza y mejor compañero su caballo se ganó su pobre sustento. Hábil jinete, melancólico y reservado. Con su lazo, el rodeo de hacienda y las travesías, las espuelas, el cuchillo, facón o daga y el poncho, fueron señales de nuestra leyenda. Los recados y rebenques, la chiripa serán siempre instrumentos de orgullo para estos gauchos humildes, gauchos pobres, que en las históricas batallas con Güemes a la cabeza, han conseguido que hoy nuestra Argentina sea una nación libre e independiente. Fierro dice que él sabe “dirigir la mancera / y también echar un pial… / Sé correr en un rodeo, / trabajar en un corral… / Me sé sentar en un pértigo / lo mesmo que en un bagual”. De modo que con la guitarra podrá rasguear el acompañamiento de un canto, marcar el compás de un baile; cuanto más, arpegiar una milonga, pero con espíritu noble y osado, sin apegos ni prejuicios, cantó su rebeldía y amó su libertad.

Dr. Jorge B. Lobo Aragon

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