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Por Jorge B. Lobo Aragón.

 

Volando sobre un frío cortante me desperté sobrecogido y desdoblado en mis facultades de bilocación. Inédito en mi persona ya que antes de entrar al espacio sideral siempre abrigo una sensación de escalofrió que me estremece y zarandea por completo. Desde mi nido áureo contemplo un mar embravecido por los vendavales allí en la isla del Cabo de Hornos, donde encrespados y enérgicos se topan los dos grandes océanos de la Tierra. En esa inmensa soledad, sólo desmentida por la sentida presencia de Dios a través de sus criaturas, advierto desde mi altura cósmica a un criollo escribir sobre la dura roca desnuda: “Aquí termina el dominio de la República Argentina. En la Isla de los Estados se socorre a los náufragos. Nancy, 1863. Capitán Luis Piedrabuena”. Y me pregunto ya con mis fibras cósmicas intactas a pesar del estremecimiento del desdoble etéreo y espontaneo. ¿Y quién es este capitán para afirmar con tanta seguridad el dominio de nuestra patria que termina en el mismo polo sobre las islas australes? Si este hombre que tiene el mismo apellido que mi padre y el segundo nombre mío tenía en ese entonces treinta años. Pude indagar que nació en Carmen de Patagones el 24 de agosto de 1833. Su padre era santafesino, no sé si pariente pues el apellido no es común de aquel Bernabé Piedrabuena, gobernador unitario de Tucumán del cual soy descendiente. Pude entablar con el hombre de mar una leve conversación a través de un plano desconocido para el común de la gente.
Me cuenta que de chiquillo se sintió atraído por el océano y que su relación con tres hombres de mar en la infancia, jalonaron su vida de marino. Que se embarca como grumete y se va a Buenos Aires, donde amigos de su familia lo hacen estudiar. Ya muchacho de catorce años se incorpora a la tripulación del capitán Smiley y marcha al sur, a cazar ballenas. Corre aventuras; pasa el Círculo Polar y queda un mes perdido entre los témpanos de hielo. En 1854 se va a Nueva York a estudiar marina, navega las costas norteamericanas y las antillas y vuelve a nuestro sur con la goleta “Nancy”, a la que la nombra al escribir en la roca. Anda por todos nuestros mares, mejorando con sus observaciones los mapas existentes. Gana unos pocos pesos cazando ballenas y lobos marinos, y también pierde al caer en manos de piratas afincados en las Malvinas. Ayuda hasta con peligro de su vida en los numerosos naufragios que ocasionan esos mares borrascosos. Me cuenta con mirada nostálgica que fue verdad lo que se cuenta a través de la historia que en la Isla de los Estados socorre a náufragos, y que allí en sólo un año salva a 42 sobrevivientes de dos embarcaciones. Sus salvamentos son muchísimos, y trasciende en el mundo su labor humanitaria. De nuevo en vuelo y en desplazamiento sideral lo observo remontar el río Santa Cruz y en la isla Pavón desembarca, clava un mástil, iza la bandera y construye un rancho, para que allí queden tres de sus hombres custodiando el pabellón que es evidencia de dominio. Se trata de ese río Santa Cruz que nace en aquel Lago del Desierto que posiblemente el gobierno obsequie a los chilenos en señal de nuestra amistad y de nuestro desinterés de ser una nación que custodia y protege su territorio. Para darse una idea de lo que es ese río puede recordarse que el Bermejo, uno de los ríos más importantes de la Cuenca del Plata, y uno de los accidentes geográficos más notables de la región del Chaco, que tantos beneficios brindaría si se lo aprovechara, tiene un promedio de 300 metros cúbicos por segundo; el Santa Cruz derrama 800, es casi como tres Bermejos y sin el problema de sus materiales de arrastre. Pero, sobre todo, lo que puedo dimensionar desde el espacio cósmico es que donde está Luis Piedrabuena está también la Nación Argentina, encarnada en su corazón y presente en sus propósitos de no renunciar a aquellas heladas lejanías que son parte de nuestra heredad. Transcurrieron los años y Piedrabuena siguió su labor de socorrer náufragos, dejando a veces abandonados sus intereses comerciales y a la vez, inculcando a los aborígenes que ellos mismos eran hijos de la República Argentina, cuya soberanía debieran defender. Numerosas navegaciones siguió realizando por las costas de la Patagonia, Malvinas y Tierra del Fuego. Pude desde mi nido celeste observar numerosas hazañas y desengaños de este tremendo patriota. El mismo presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento, debido a la precaria situación económica y naval del país lo sorprende con una negativa ante el peligro de afrontar una nueva contienda bélica. Pero lo que verdaderamente me impresiono en este gran navegante fue que Viajando con la goleta Espora a la Isla de los Estados, en marzo de 1873, lo sorprendió un terrible temporal que abatió la nave contra las rocas, produciéndose la pérdida de la misma. Con los restos de esta nave y luego de una ardua tarea, construyó el pequeño cúter Luisito, navegando hacia la ciudad chilena de Punta Arenas. Desde este punto volvieron, salvando en esa oportunidad a los náufragos del buque Eagle y del Doctor Hanson.​ Por los acontecimientos antes citados, Alemania premió el acto de arrojo y envió a Piedrabuena un magnífico anteojo en un estuche cuya plaqueta rezaba: Nosotros, Guillermo, por la Gracia de Dios Emperador de Alemania y Rey de Prusia: Consideramos esta caja como recuerdo de gratitud al capitán D. Luis Piedrabuena , del buque “Luisito”, por los servicios prestados en el salvamento de la tripulación del Dr. Hanson naufragado en Octubre de 1874 . En 1864 el gobierno lo nombra capitán honorario de la Armada, y más tarde Roca lo asciende a teniente coronel. Bien merecía el reconocimiento de los argentinos, pues incluso brinda su asesoramiento para la discusión de los límites. Mi quizás pariente y tocayo, fallecería el día 10 de agosto de 1883 a las 20:45 horas, a los casi 50 años de edad, en su vivienda de la calle Tucumán Nº 50 de la ciudad de Buenos Aires. Un dolor sin palabras golpeó a los hombre de la Armada se ha ido el más marino de los marinos. La pasión de su vida fue asegurar para la patria los vastos territorios del sur argentino que por mucho tiempo defendió con un pequeño buque de su propiedad. El quería, como es lógico, que se nos respetara. No se desesperaba, como otros, por entregar nuestros territorios.

 


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Septiembre 13, 2017