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Escribe Marco Acuña.

 

La justicia que hacemos los seres humanos es justicia humana. La divina es uno de los misterios y poderes de Dios. Para los cristianos se podría resumir en hacer a los demás lo que uno querría para sí mismo como lo dijo Jesús, por lo que se deberá comenzar por el “sí mismo”. Pero ninguna sentencia tendrá luz si no está acompañada de la misericordia, del ánimo magno, sin olvidar que quien no castiga el mal, manda que el mal se haga, como decía Leonardo Da Vinci. Y que todos obedecen a gusto cuando el que manda es justo, como dice el proverbio castellano.

Los romanos fueron muy prácticos en todo. También en definir cómo puede ser la justicia, y lo hicieron en forma práctica. Para comenzar tuvieron muy en claro que sin un aparato judicial eficaz, eficiente y justo, su sistema de convivencia no funcionaría y sus proyectos tampoco. Valoraron la justicia a punto de dedicarle una diosa: Iustitia, versión romana de la Themis griega, de donde tomaron el modelo, prácticos como eran.

Primero la apodaron Fas y así todo lo justo y querido por los dioses era Fas y lo opuesto Nefas (de donde surge la palabra “nefasto”). Themis, a su vez, proviene de Ma’at de Egipto que luego será Isis; y Themis tendrá una hija, llamada Dice, que llevaba una balanza. También aparece en algunas representaciones estatuarias y pictóricas la espada, como símbolo de poder.

Y para explicar las distintas formas de aplicar la justicia humana, hay quienes la hicieron trifronte o trifacial.

Corrientemente se representa a la justicia con solo una de las caras de Themis: la que lleva vendados los ojos. Y suele interpertarse como señal de que no hace distingos, como signo de imparcialidad, esto se hace común a partir del Siglo XV. Sin embargo no es ese el significado que le dieron algunos romanos, sino el de justicia ciega y cruel, llamada Frentana, por el ejemplo de lo ocurrido en la ciudad de Frentano, Italia.

Pero Themis tenía otras dos caras: La cara que no tenía los ojos vendados y sonreía y la cara que presentaba un rostro feroz e iracundo.

La cara sin vendas en los ojos y con una sonrisa en los labios afirmaba equidad, benignidad, benevolencia y seriedad: es la que sugerirá la definición de Ulpiano que la llamará Aequitas: “Es la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo suyo”.

La cara furiosa es la que va a inspirar las llamadas justicias Catoniana (de Catón) y Pisoniana (de Pisón).

En 1975, en la cátedra del profesor Kornell Zoltan Mehesz (Fac. de Dcho., UNNE) escuché ejemplos de los tipos de justicia (Frentana, Aequitas, Catoniana y Pisoniana).

1) De la Frentana, ciega o vendada. Se relata que en la ciudad de Frentano estaba prohibido bajo pena de muerte -a los visitantes extraños a la ciudad- subir a las murallas de noche, para seguridad de los habitantes. Un visitante de otra ciudad, de paso en el lugar, sube a la muralla a buscar frescura en una noche tórrida y ve tropas que se aprestaban a tomarla por asalto. Baja y avisa y se repele el intento de asalto. En la mañana de ese día los funcionarios de la ciudad le agradecieron y lo honraron como su salvador, pero al día siguiente, en aplicación de la ley, lo condenaron y lo decapitaron. Esto es lo que en latín los jurisconsultos romanos llaman “summum ius, summa injuria” que significa “la máxima justicia es el máximo de la injusticia”.

2) De la Aequitas, la equidad, la cara sonriente. Se relata que una mujer que había dado muerte mediante veneno a su marido y lo reconocía, explicaba que fue porque su marido había dado muerte a su vez en forma violenta e injusta a su primer hijo. El tribunal decidió que era injusto dejar sin castigo un homicidio pero también era injusto castigar de la misma forma a una culpable digna de perdón por la terrible ofensa de la muerte de su hijo, por lo que decidieron la prórroga del juicio y que la mujer fuera citada a la ejecución de la sentencia para cien años después.

3) De la Catoniana, de la cara furibunda, de la espada ejemplar. Se relata que estando Catón al mando de una flota en territorio enemigo, avisó tres veces y ordenó levar anclas. Entonces apareció un soldado gritando por su rescate. Catón ordenó volver, subió al soldado y lo condenó a muerte y lo ejecutó, prefiriendo que sirviera de ejemplo a su ejército y marineros antes que muriera a manos de sus enemigos.

4) De la Pisoniana, del rostro iracundo, del filo de la espada sin razón y sin piedad. Se relata que estando en operaciones una legión con Pisón al mando, de dos legionarios enviados a una misión regresó solo uno. Inmediatamente fue acusado y condenado a muerte por haber matado al otro, a pesar de la negativa del acusado-condenado, que pedía que se esperase al otro, que pronto llegaría. Listo ya el verdugo para cortar la cabeza, aparece el soldado faltante y así suspende la ejecución y van con los demás legionarios a dar la noticia a Pisón. Pero Pisón condenó a muerte a los tres, inventando delitos y culpas, así: al primero, porque ya había sido condenado, al que regresó porque fue la causa del juicio y al verdugo porque no había obedecido la orden de ejecutar. Murieron así tres legionarios por la inocencia de uno.

Hay más para contar sobre las repesentaciones de la justicia, como el hecho de que en algunas se reemplazó la espada por un libro, para señalar a los jueces que debían atenerse a la ley escrita, lo que se hizo luego de la Recopilación de Leyes de Justiniano, el Corpus Iuris Civilis, que prohibió bajo severísima pena la aplicación de la jurisprudencia, de las sentencias de otros jueces, rompiendo así con el sistema anterior, que a su vez fue adoptado por Inglaterra, hoy conocido como derecho anglosajón o common law, que funda sus sentencias en jurisprudencia y nos lo muestra Hollywood. Justiniano creó a partir de entonces el derecho romano justinianeo, que va a ser recogido por el Código Napoleón y que hoy es llamado derecho continental, adoptado por los países de la América Española y Portuguesa, además de Europa y países de África.

 

Marco Acuña

 

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Mayo 2, 2017