LOS NIÑOS DEL PODER

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Niños Soldados.

 

El Congreso estadounidense seguramente estimó hacer lo correcto cuando, en el otoño de 2008, aprobó la Ley de Prevención de Niños Soldados (CSPA). La ley fue diseñada para proteger a los niños de todo el mundo de ser obligados a luchar las guerras que creaban los adultos. A partir de esa legislación, todo país que forzara a niños a convertirse en soldados debía perder toda la ayuda militar estadounidense.

El problema radica en que la Casa Blanca encontró países como Chad y Yemen tan vitales para el interés nacional de los Estados Unidos que prefirió pasar por alto lo que sucedía y podría suceder a menores de esas nacionalidades.

El Departamento de Estado Norteamericano incluyó una vez más a 10 países que usan niños soldados: Myanmar, República Centroafricana, Chad, República Democrática del Congo, Ruanda, Somalia, Sudán del Sur, Sudán y Yemen. Siete de ellos estaban programados para recibir millones de dólares en ayuda militar de los Estados Unidos, minuta vulgarmente llamada “Financiamiento Militar Extranjero”.

Aquí había una oportunidad para que Washington enseñara a un grupo de países a cuidar a sus jóvenes, no a llevarlos a una masacre anunciada. Pero, ¿Por qué Washington debería ayudar a los niños de Sudán o Yemen a escapar de la guerra cuando no escatima gastos aquí en su propio territorio impresionar a sus propios niños idealistas, patriotas y ambiciosos en el servicio militar? No es ningún secreto que Estados Unidos tiene el sistema más grande, eficientemente organizado y más seductor para reclutar niños soldados. Su término es “programa de desarrollo de la juventud”. En un sistema que envuelve una pizca de mercadotecnia, espíritu patriótico y las múltiples películas con el joven héroe enfrentando malhechores sin despeinarse, se presenta el Cuerpo de Entrenamiento de Jóvenes Oficiales de Reserva o JROTC. Lo que hace tan llamativo a este programa de reclutamiento de niños soldados es que el Pentágono lo lleva a cabo a plena vista en cientos y cientos de escuelas secundarias privadas, militares y públicas en todo el país. De acuerdo a su propia definición el JROTC tiene 1731 programas de educación, 4.000 instructores, miles de donantes y 314.000 cadetes (entre 14 y 17 años) para los cuales este Ejército puntualiza sus esfuerzos en el desarrollo de la personalidad, educación, valores morales, servicio a la comunidad y defensa de la Nación.

Debido a su propia falta de credibilidad es difícil recibir como certera la noticia de una estimación de la Organización de las Naciones Unidas de unos 250.000 niños utilizados como soldados en todos los continentes.

Las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos de América es una potencia con casi un millón y medio de profesionales activos y unos 800.000 reservistas, otros 700.000 de servicio operativo con instrucción militar, sin incluir a los 314.000 cadetes del JROTC… reservistas.

Debido a su propia falta de credibilidad es difícil recibir como certera la noticia de una estimación de la Organización de las Naciones Unidas de unos 250.000 niños utilizados como soldados en todos los continentes.

Uno de los muchos crímenes en los que han marcado pautas las Fuerzas Armadas Revolucionaria de Colombia (FARC) ha sido el secuestro y el reclutamiento de niños de ambos sexos (Se considera que el 40% son de género femenino).

Los estatutos de Roma por los cuales se rige la Corte Penal Internacional establecen que es un crimen de guerra “reclutar o alistar a niños menores de 15 años en las fuerzas armadas nacionales o utilizarlos para participar activamente en las hostilidades”. Según la fiscalía de Colombia, 11.556 niños han sido secuestrados por las FARC.

En la década del setenta, en los montes tucumanos caía una niña de doce años abatida en combate por el Ejército Argentina. Había sido reclutada por su maestro de sexto grado para oficiar de correo para el grupo guerrillero de la compañía de Monte Ramón Rosa Giménez. Ella pasó a combatir en una etapa en la que las demás jugaban con muñecas. Si alguien sabe de este tema es el Teniente Coronel Ariel Valdiviezo. El 28 de mayo de 1976, este militar se encontraba practicando un torniquete al soldado Gordillo, herido en una pierna en un enfrentamiento armado, peleando en Tucumán contra terroristas. Por esa batalla, la “justicia” le endilga el cargo de haber terminado con la vida de la niña de doce años, “Ñata” Monasterio. No solo Valdiviezo se encontraba a más de setenta kilómetros de donde sucedió ese trágico hecho, sino que la menor había muerto en combate -fusil en mano- en el año 1975.

La rebeldía de buscar un mundo mejor con el peor de los métodos es una sucesión de errores recurrentes en la historia de la humanidad.

Son estos algunos agujeros en la historia parcial que el gobierno kirchnerista se encargó de instalar en el pensamiento urbano. Niños soldados fueron una herramienta importante como pieza de recambio en las organizaciones terroristas que convivían en la argentina de los años setentas. Algunos como militantes, otros para instalar bombas en casas de ‘amigas’. Unos últimos hablan con la verdad en sus entrañas.

María Luján Bertella explica: “Fui captada ideológicamente por Montoneros a los quince años. Esa edad, un adulto tiene que pensar que es una personalidad maleable. Es una tierra fértil -los reclutamientos de las sectas lo saben muy bien- Fui adoctrinada ideológicamente con lecturas de documentos políticos re- aburridos. Pienso ahora como me perdí mi adolescencia”.

La Argentina es el territorio donde se encarcela -cualquiera que hayan sido las circunstancias, obraron mal- a personas que se apropiaron de bebes, pero se enaltece a aquellas que acribillaron a infantes, reclutaron a niños para unidades guerrilleras y usaron a los mismos como carne de cañón.

La rebeldía de buscar un mundo mejor con el peor de los métodos es una sucesión de errores recurrentes en la historia de la humanidad.

No son escasos los ejemplos, pero si notorios los intentos por descalificarlos. Miguel Bonasso (Aquel del fuego cruzado con Verbitsky acusándose uno a otro de entregador y mentiroso) censuró en un programa de televisión las palabras de Marcelo Vagni, quien logró deslizar una cruda oración: “Soy una víctima de la represión militar pero antes de eso fui una víctima de la guerrilla que me reclutó a los 13 años, para convertirme a los 14 en un miliciano de la guerra revolucionaria”.

La Argentina es el territorio donde se encarcela -cualquiera que hayan sido las circunstancias, obraron mal- a personas que se apropiaron de bebes, pero se enaltece a aquellas que acribillaron a infantes, reclutaron a niños para unidades guerrilleras y usaron a los mismos como carne de cañón.

 

 


Fabian Kussman

email@PrisioneroEnArgentina.com

www.PrisioneroEnArgentina.com

Marzo 15, 2017


 

LA MEMORIA: Cultura del Encuentro

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Escribe María Luján Bertella en Cartas de Lectores de La Nación.

 

La memoria

Cultura del encuentro

El 1° de febrero la doctora Victoria Villarroel, presidenta del Celtyv (Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas), afirmó en un reportaje radial que, como ella, me he manifestado crítica de los organismos de derechos humanos respecto de su posición sobre las víctimas del accionar de las organizaciones armadas y sobre los juicios de lesa humanidad. Quisiera aclarar que mis declaraciones públicas al respecto están disponibles en Internet, declaración en la Causa Esma Unificada del 19/3/14 y en LA NACION digital del 8/9/16. Si bien he manifestado personalmente que una justicia equitativa debería reparar económicamente a las víctimas del accionar de las organizaciones armadas y juzgar también a sus integrantes, no podría exigir igual posición a los organismos que surgieron bajo la tragedia de la desaparición forzada de personas y con el objetivo de justicia a los culpables. Antes bien deberíamos pedir a la sociedad en su conjunto y a sus organizaciones que propicien la construcción de una cultura del encuentro y el diálogo constructivo respecto de los hechos trágicos de nuestra historia reciente. Resulta una responsabilidad de todos y una necesidad imperiosa para la sociedad actual y las generaciones del futuro.

María Luján Bertella

bertella@retina.ar