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  Por Fabian Kussman.

Conspiraciones, asesinatos, traiciones y sueños de libertad en un país que siempre estuvo bajo las suelas de la tiranía soviética.

La imagen de una niña se convirtió en un símbolo de la Revolución Húngara. Su foto ha acompañado a menudo artículos y libros sobre el levantamiento: una niña de 15 años que llevaba una ametralladora con las correas cruzadas sobre los hombros. Ella era la hija de un matrimonio judío, nacida en 1941 y fue criada únicamente por su madre después de la muerte de su padre en un campo de concentración nazi. A los 14 años se entrenó como cocinera en el Hotel Béke de Budapest. Mientras que su madre era una comunista fanática, la adolescente tenía un novio mucho mayor, que la convirtió a la causa anti-comunista. En el momento en que se inició la revolución húngara contra la Unión Soviética comenzó el 23 de octubre de 1956, tenía 15 años. Cuando su novio formó un grupo de resistencia con algunos compañeros instó a la joven a unirse a ellos. Rápidamente aprendió a usar una ametralladora y luchó junto al grupo en varias escaramuzas con soldados soviéticos. Para ser perfectamente honesto, su historia es un relato triste. Cuando su fotografía fue publicada por primera vez en la portada de la revista danesa Billet Bladet, el 13 de noviembre de 1956, un soldado ruso había disparado una ráfaga de balas dejando sin vida a la joven que pasó forzadamente de niña a mujer.

Los acontecimientos que llevaron a la Revolución superan a cualquier ficción. Soldados rusos dejaron un surco de terror en su camino a través del país, asesinando pobladores y destrozando pueblos a su paso. Bajo el mandato del Almirante Miklos Horthy, Hungría se había aliado con Alemania. Lo hizo no tanto por ideas en común, sino como por el deseo de recuperar territorios perdidos en la guerra mundial anterior. Una vez consumada la invasión, el líder escogido por Stalin para Hungría fue Matyas Rakosi, que procedió a transformar a Hungría hacia una dictadura estalinista, un régimen de asesinato y crueldad. Bajo Rakosi, la colectivización de la agricultura y los intentos de industrialización empobrecieron considerablemente a la ciudadanía. El uranio húngaro fue a parar exclusivamente a la Unión Soviética. Además de esto, los soviéticos habían tomado la maquinaria industrial de Hungría y parte de sus reservas de metales preciosos como despojos de guerra.

Rakosi, “el mejor alumno de Stalin”, había pasado 15 años en las cárceles de Horthy, y una vez en el poder imitó las purgas del asesino serial georgiano. Los miembros del partido fueron torturados para obtener falsas confesiones y luego sometidos a juicio, donde las confesiones se repetían para la edificación de opinión de las masas. Los acusados sin pruebas fueron castigados con prisión o sentenciados a muerte en la horca. Una de las víctimas de las purgas fue Laszlo Rajk, un importante organizador del comunismo local y Ministro de Relaciones Exteriores que eventualmente chocó con la antipatía de Rakosi, quien le consideraba elegante, algo muy molesto para él. (recuerda la antipatía de Stalin hacia la esposa de Molotov, a quien -por ser muy parlanchina- le obsequió unas vacaciones en Siberia). Rajk era un stalinista devoto, que describía a la Unión Soviética como su ideal de sociedad. De hecho, Rajk fue víctima de su propia medicina, habiendo sido el fundador de la misma agencia que realizó su detención y torturas. El 15 de octubre de 1949, fue ahorcado por imaginarias traiciones, siendo acusado de ser un espía de Josef Tito y un agente del imperialismo occidental. Otra víctima del terror Rakosi fue Janos Kadar, otro intransigente líder comunista y Secretario General del Partido de los Trabajadores, quién irónicamente había librado la orden de ejecución de Rajk. Kadar pasó dos años en prisión, donde sufrió torturas, que involucraron la pérdida de sus genitales.

Un día de marzo de 1953, Joseph Stalin murió. Nikita Khrushchev llegó al poder, y con él surgieron los primeros indicios de desestalinización. Rakosi fue convocado a Moscú e informó que Imre Nagy debía servir como Jefe del Consejo de Ministros o Primer Ministro. Rakosi debía permanecer como Primer Secretario del Partido Comunista. Nagy había experimentado batallas en los ejércitos húngaros, una ferviente conversión al comunismo, un servicio militar adicional con el ejército rojo en la guerra civil rusa, y el encarcelamiento en la era de Horthy. Un comunista leal y un hombre del Partido, habiendo sobrevivido a toda clase de peripecias durante 15 años en la Unión Soviética. Nagy nunca ​​alcanzó el nivel de crueldad demostrado por su compañero Rakosi. Raro motivo para caer en desgracia ante los ojos de Moscú siendo esta la principal razón para que, en 1955, Rakosi tomara de nuevo el poder, instalando a su propio hombre, Andras Hegedus, como Primer Ministro. Rakosi -en febrero de 1956- se encontró con una sorpresa. Nikita Khruschev dio un discurso de más de seis horas frente al Congreso del Partido Comunista Soviético. Allí denunció a Stalin y su Culto de la Personalidad y detalló todas las aberraciones cometidas por el tirano. El discurso fue dado en secreto, pero su contenido se hizo ampliamente conocido y envió una señal no intencional a las naciones soviéticas satélites. Rakosi fue repentinamente cambiando sus discursos que denunciaban el Culto de la Personalidad – una vuelta de tuerca incomparable y una prueba más del funcionamiento de los sistemas totalitarios.

Fueron estos tiempos en los que los estudiantes y los intelectuales mostraban menor temor a expresar sus descontentos. El embajador soviético Yuri Andropov informó entonces al Kremlin de algunas influencias desestabilizadoras entre la población húngara. Una de tales influencias fue el Círculo Petofi, un grupo de alumnos secundarios y universitarios y pensadores que discutieron y debatieron temas como el Realismo Socialista, un estilo de arte patrocinado por el estado y el robo de los depósitos de uranio de Hungría. Particularmente significativo fue el discurso pronunciado ante el grupo por Julia Rajk, la viuda de Lazlo Rajk.

El 6 de octubre es una fecha importante en la historia húngara. Ese día, en 1849, trece generales que habían dirigido la Revolución de 1848 fueron ahorcados por el Imperio austriaco. Y en ese día en 1956, los restos de Laszlo Rajk fueron repatriados a Budapest. Julia Rajk, Imre Nagy, y tal vez 100.000 otros ciudadanos húngaros presenciaron la ceremonia. El difunto Rajk, un stalinista dogmático y comunista a ultranza, se había convertido -burlonamente- en una víctima simbólica de las mentiras y la brutalidad estalinistas.

Los militantes de Budapest se reunieron y acordaron una lista de 16 demandas. Esperaban conseguir tiempo en la radio para promocionarlas y diarios para publicarlas, pero eligieron exponerlas en forma de panfletos y diseminarlas por todo el país. Esta lista incluía demandas para el retiro de las tropas soviéticas, símbolos o escudos extranjeros y la demolición de la estatua de Stalin. Completaban la misma las peticiones para elecciones libres, libertad de expresión, economía mejorada y mercadeo internacional independiente del uranio húngaro. Finalmente, la restauración del poder de Imre Nagy.

Así, en la mañana del 23 de octubre de 1956, las demandas de los estudiantes estaban presentes en todos los espacios y accesibles a los ojos del público. Esa tarde, una multitud se reunió para las manifestaciones pre-planificadas por los mismos estudiantes disidentes. Quizás 200.000 personas finalmente se unieron en una procesión que marchó a la estatua del poeta Sandor Petofi. Allí, proclamaron la llamada a las armas. La muchedumbre marchó a la estatua de Josef Bem, un general polaco que luchó por Hungría en la Revolución de 1848. Alguien colocó una bandera tradiciaonal húngara, sin ningún emblema comunista, en los brazos de la estatua.

Imre Nagy llegó para dirigirse a los manifestantes. Sin aires partidarios, Nagy solo solicitó que cantaran el himno nacional.

Erno Gero, un – como diría mi padre- reptante stalinista que reemplazó a Rakosi como primer secretario del partido, había hecho declaraciones en una emisora de radio que simplemente describía el odio que sentía por Nagy. La multitud no iba a dejar pasar nada por alto y varios militantes terminaron en la estación de radio. Ellos exigieron un micrófono, y cuando se rechazó, algunos de ellos trataron de entrar en el edificio. Los miembros de AVO (Allamvedelmi Osztaly), la Policía Secreta húngara que defendía el edificio, lanzó gases lacrimógenos para finalmente abrir fuego, hiriendo y matando a varios entre la multitud. Los manifestantes desarmados rápidamente adquirieron armas, tal vez de policías locales o soldados húngaros, muchos de los cuales estaban en simpatía con la multitud que protestaba. Llegaron más armas, portadas por trabajadores de Csepel, el distrito industrial en Budapest. Los manifestantes armados, ahora sangrantes combatientes por la libertad, ocuparon el edificio de la radio, atrapando a los hombres de AVO y ultimándoles.

Otro grupo llegó a la enorme estatua de bronce de Josef Stalin con la intención de derribarla. Dotados de herramientas para cortar metales, solo dejaron para el recuerdo las botas del dictador soviético.

A medianoche, Imre Nagy se enteró que había sido nuevamente nombrado Primer Ministro húngaro. Las calles de Budapest registraban mucha violencia. Aunque Nagy se había convertido en el número iuno del país y en el héroe de la revolución, los militantes no acataban su pedido de alto el fuego. De hecho, se preocupaban por crear mas disturbios y se concentraban en destrozar tanto símbolos soviéticos como así también cualquier fotografía de Stalin o Lenin que encontraran a su paso.

Muchos sobrevivientes recordaban a manifestantes arrancando vías de ferrocarril lo cual ocasionó más de un trágico accidente. Junto a la llegada de los refuerzos soviéticos, hizo su entrada en la ciudad Pal Maleter, un trágico héroe de la Revolución. Malater, un coronel en el ejército húngaro, alguna vez condecorado por los soviéticos, estaba al mando de un cuartel cuando, al encontrarse con los combatientes por libertad, decidió unirse a ellos en lugar de seguir siendo su enemigo. Más tarde se convirtió en general y ministro de Defensa en el gobierno Nagy. En la noche del 3 de noviembre, mientras asistía a las falsas negociaciones con los soviéticos, fue arrestado por el jefe de la KGB, el general Ivan Serov, acompañado por la policía soviética. Maleter fue más tarde juzgado y, como Imre Nagy, ejecutado por el nuevo gobierno, respaldado por los soviéticos.

Para los primeros días de noviembre los luchadores por libertad pensaron que habían ganado su batalla y la retirada de los tanques y los camiones soviéticos de Budapest con soldados soviéticos muertos sobre ellos, así lo admitían. En una emisión de radio, Imre Nagy proclamó: “Viva la Hungría libre, democrática e independiente”. Pero la violencia no cesaba ya que hubo más tiroteos y linchamientos de hombres de la policía secreta.

Inesperadamente, la retirada soviética comenzó a desacelerarse. Nagy, informado por Maleter de extrañas actividades, advirtió que las fuerzas soviéticas estaban regresando. Nikita Krushschev había cambiado de opinión: una Hungría libre, democrática e independiente significaba su posible occidentalización y un probable país capitalista nacería a las puertas de la Unión Soviética. Nagy y sus seguidores se enfrentaron a una nueva crisis, aunque el Embajador Yuri Andropov, más tarde Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética, seguía asegurándoles que la retirada se produciría a la brevedad. Janos Kadar, miembro del comité gobernante, huyó de la escena, después de comprometerse a luchar contra la invasión rusa con sus propias manos y difundir su apoyo a la administración de Nagy. Sus declaraciones eran su disfraz operando como espía de Krushschev y terminó refugiándose en la Unión Soviética junto a otros dos desertores. Uno de ellos fue Ferenc Munnich, que eventualmente se uniría a Kadar como su diputado en el nuevo gobierno aprobado por los soviéticos. Cuando Kadar finalmente desapareció de Hungría terminó en las faldas del hombre fuerte de la KGB, Ivan Alexandrovich Serov. Luego, una vez instalado como líder, Kadar, como buen comunista, se dedicó a eliminar a sus rivales. Estaba impaciente por ver a Nagy colgando de su cuello en alguna plaza pública. Él gobernó Hungría por los 32 años próximos, hasta 1988, creando eventual una economía mixta y una leve medida de prosperidad. Khrushchev, refiriéndose al sistema de gobierno de Kadar, acuño el término “comunismo gulash”, por su apertura a países occidentales. Cuando la Perestroika lo decidió, Kadar debió dar un paso al costado. Karoly Grosz fue el encargado de llevar a Hungría a través de innovaciones ordenadas por Moscú.

Estos hermanos menores de Stalin, con conspiraciones interminables, envueltos en una niebla que no permitía saber quién era el enemigo y quién el hermano de lucha, son un capítulo similar a muchos en la historia del comunismo en nuestro globo.

Siempre es reprochable la utilización de niños en guerras, muchas veces son succionados por una serie de eventos desafortunados, otras tantas por intereses personales para ser utilizados como carnada. Ella parecía convencida que el comunismo terminaría con sus sueños de libertad. El grupo de resistencia con el que estaba se vio involucrado en un intenso tiroteo con soldados rusos en el centro de Budapest. Cuando un amigo suyo fue herido, Ella corrió a ayudarlo. A pesar de estar desarmada y usar un uniforme de la Cruz Roja, fue alcanzada por disparos enemigos perdiendo su vida al instante. Pese a que su historia permaneció desconocida durante más de cincuenta años, en un cementerio de Budapest, hay una fría tumba donde descansan los restos de Erika Szeles.

 


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Marzo 6, 2017