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 Escribe Jorge B. Lobo Aragón.

 

Día de la Mujer

OPINIÓN:

 

 Bienvenido el día de la mujer – que hoy celebra todo el mundo – para rendirle con renovado fervor el homenaje que todos los días se merece. Debemos reconocer, con dolor, compungidos y avergonzados, que estamos en deuda con ella. Este mundo moderno, que hace gala de conquistas y de liberaciones a pesar de que vivamos la angustia de la desocupación y de que el maquinismo desplace al hombre de sus tareas, es culpable, también, de un especial ensañamiento con la mujer. La mujer muchas de las veces, está perseguida, menospreciada, relegada. Por supuesto que no me refiero a todos los ámbitos sociales ni a todos los hogares, pero sí a la tendencia general y predominante en el mundo actual. Dios la creó con idéntica dignidad que el hombre para ser su compañera; pero se pretende mostrar como que sólo alcanzaría su plenitud, su total realización, siendo su rival, su contrincante, su competidora, ya que podría realizar las tareas que el hombre realiza con similar capacidad y solvencia. De eso no hay dudas: los seres humanos, varón y mujer, están plenamente capacitados para cumplir las tareas humanas;  pero eso no justifica que se muestre como inferiores, subalternos ni denigrantes a los quehaceres que son típicamente femeninos, a las ocupaciones y funciones que a la mujer le están reservados por ser eminentemente femeniles ya que en ellos resplandecen las especiales condiciones de que las ha dotado la naturaleza: el cuidado del hogar, la crianza de la prole. Ante ese menosprecio por las labores femeniles se ha alzado la voz del Papa en Familiaris Consortio: “Si se debe reconocer también a las mujeres, como a los hombres, el derecho de acceder a las diversas funciones públicas. La sociedad debe sin embargo estructurarse de manera tal que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de sus casas y que sus familias puedan vivir y prosperar dignamente, aunque ellas se dediquen totalmente a la propia familia”. Ese es el desafío al mundo de hoy: estructurar a la sociedad de tal modo que las mujeres no sean de hecho obligadas a salir de sus hogares para competir en el mercado laboral. La irrupción de la mujer en diversas funciones laborales ha enriquecido, sí, al mundo del trabajo con el aporte de su esfuerzo, pero al mismo tiempo, por el empuje de una duplicación de la oferta, ha influido bastante desfavorablemente sobre la demanda. Pero lo fundamental no es eso; nadie piensa en mejorar la demanda laboral mediante selecciones ni exclusiones. Debemos tener presente que como hombres políticos estamos llamados a mejorar la sociedad, para lo que debemos considerar que la mujer tiene pleno derecho a mantenerse en el ámbito del hogar, en la crianza de los hijos, siendo centro de amor, de paz, de belleza, de concordia, sin que nadie la obligue a mantenerse total ni exclusivamente en estas nobles funciones. Al rendir homenaje a la mujer, debo hacer una aclaración: dije que Dios la creó con idéntica dignidad que el hombre, para ser su compañera, pero me corrijo, ya que bien vista la dignidad de la mujer es superior a la del hombre, al que holgadamente lo supera en grandeza y noble esplendor: rindo homenaje a la madre del hombre, ya que en la maternidad y en la crianza de los hijos ella concreta en forma sublime la nobleza del papel que cumple en el género humano.

JORGE B. LOBO ARAGÓN

 

 


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Marzo 7, 2017