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 Por Fabian Kussman.

 

 

En diciembre de 1936, George Orwell fue a España a combatir bajo las ordenes de los republicanos en la Guerra Civil española que fue provocada por el levantamiento fascista de Francisco Franco. Orwell pensaba que el fascismo tenía que ser aplacado. Para el creador de Rebelión en la Granja, la libertad y la democracia garantizaban romper las limitaciones de un artista; La actual civilización capitalista era corrupta, pero el fascismo sería una catástrofe moral, social y económica. Orwell fue solo a la península; Su esposa Eileen O’Shaughnessy se le unió más tarde. Se acopló al contingente del Partido Laborista Independiente, formado por unos veinticinco o treinta británicos que se habían adherido a la milicia del Partido Obrero de Unificación Marxista, un partido revolucionario comunista. El POUM y el ala radical de la Confederación Nacional del Trabajo (organización de la extrema izquierda anarcosindicalista) creían que el general Franco sólo podía ser derrotado si la clase obrera de la República derrotaba al capitalismo, situación que contrastaba fundamentalmente con el pensamiento del Partido Comunista Español y sus aliados (apoyados por armas y combatientes soviéticos) defendían una coalición con los partidos burgueses para derrotar a los nacionalistas fascistas. Después de julio de 1936 hubo una profunda revolución social en Cataluña y Aragón, donde la CNT se hizo fuerte, un espíritu igualitario que se describe con simpatía en Homenaje a Cataluña. Luego de ser herido, Orwell y su esposa apenas pudieron escapar de las garras de la purga comunista en Barcelona, lo que lo obligó a posicionarse como enemigo -desde la literatura- de Josef Stalin. Una vez más, las diversas ramas de la izquierda y esa extraña ambición de sus líderes de ser todos iguales, pero algunos más iguales que otros, le dio una lección a España, que las generaciones deciden no aprender.

Fundada a principios de 2014 por un grupo de profesores de la Universidad Complutense de Madrid, Podemos fue un éxito casi inmediato, obteniendo más de un millón de votos en las elecciones parlamentarias de la UE de esa primavera. En ese momento, la economía española estaba experimentando una recuperación inestable, pero los efectos de la peor recesión de la era moderna eran todavía demasiado visibles. Mientras tanto, un torrente aparentemente interminable de casos de corrupción que afectaron a las dos principales fuerzas políticas, el Partido Popular (PP) y los socialistas (PSOE), alimentó la ira de los españoles contra sus líderes. Ese nicho para consolar descontentos fue el hombro de Podemos. Nada nuevo bajo el sol en la tierra del buen jamón y la paella. Para una protesta, nada mejor que un grupo de izquierda que te tome la mano, te comprenda y te lleve a las urnas. Luego de la elección, esa mano flotará en el aire (no siendo esto patrimonio de la izquierda, en verdad), Ahora, ¿son partidos como Podemos conformados por gente tan astuta que se permite allanar camino levantando las banderas de sistema que siempre dejan a los países en la ruina, o los votantes están tan desesperados que cualquier promesa les deja cerca del paraíso? Las lecciones del devastador paso del Peronismo y sus satélites, y la pobreza operativa (en beneficio del pueblo, concluyamos) de los Radicales en Argentina no nos ha dejado nada en nuestras retinas. Tanto en ésta como en España, la historia pareciera no tener mucha importancia.

Las Abuelas de Plaza de Mayo adoran a Podemos -o más específicamente, el grito de Iñigo Errejón de volveremos– claro, ¿qué entidad no gubernamental no quiere recuperar el poder de un país? El diputado español es un nieto más. Si bien Abuelas tiene este romance con Errejón, no vería con buenos ojos a los desertores. Entre estos Juan Carlos Monedero, quien junto a Pablo Iglesias daría el puntapié inicial del movimiento. Este hombre de izquierda crearía una empresa para facturar su trabajo de asesoramiento a diferentes estados latinoamericanos. Monedero -en solo tres años de creación de Podemos- un buen día descubrió que el partido había perdido las raíces volcándose a la derecha y se marchó con sus sospechas de corrupción bajo el brazo. Las divisiones internas del movimiento son notables, sobre todo en Madrid, donde -es mi parecer- todos somos iguales, pero algunos mucho más iguales que otros. Sin embargo, en el global, Podemos es otro preocupante cultor del Populismo y es por ello que sus integrantes dicen ser víctimas de una caza de brujas por parte del Gobierno y de sus medios afines. Cualquier parecido con Cristina Fernández de Kirchner y sus secuaces o Nicolás Maduro y sus socios en el crimen, es pura coincidencia de respetar el viejo manual del Populista. La pregunta -si Monedero esté en lo cierto- es si Podemos es de izquierda o de derecha, aunque es claro que el Populismo patea con las dos. Si bien para Abuelas, Errejón -con su discurso cuidado, rostro de niño bueno, y mensajes de solidaridad- hizo renacer en ellas la adolescencia perdida, y Monedero sería un Polenta (notable adjetivo acuñado por Bonafini) faltaría describir la filiación de Pablo Iglesias. En noviembre del año 2014, el líder de Podemos y sus eurodiputados permanecieron vivando y aplaudiendo al Papa Francisco en su discurso en el parlamento del Viejo continente. Pero Iglesias no se limitó a esas muestras de admiración, sino que evidenció claramente su apoyo al discurso del máximo representante de la Iglesia Católica, manifestando que el Santo padre “Defiende los derechos humanos y sociales como base de la dignidad. ¡Bravo!”, al que poco después lo acompañó de “Bergoglio critica el burocratismo de la UE y las prácticas ostentosas de sus jefes. Buen discurso.” Aplaudir la defensa de los derechos humanos de parte de Bergoglio es bastante cuestionable -no miremos su inacción sobre el tema de los ex uniformados en Argentina u otros presos políticos o presos de conciencia en Latinoamérica-, teniendo en cuenta las denuncias realizadas sobre su complicidad con el gobierno de facto en Argentina y el supuesto esquema de apropiación de hijos de desaparecidos nacidos en cautiverio -tan propuesto ad nauseam por Abuelas y Madres de Plaza de mayo-. Sin embargo, Jorge Bergoglio, juzgado y condenado en la opinión de estas organizaciones, expió sus pecados al convertirse en Sumo Pontífice. La ecuación es simple: Si hoy el jesuita es el galán maduro de las Madres y Abuelas de Kirchner y Maduro, Iglesias es “del palo”.

Desde luego la iniciativa es anticapitalista, pero la lucha interna tiene notorias divisiones. Mientras Iglesias quiere seguir cavando trincheras y utilizar la movilización de las masas para llegar al poder, Errejón busca la vía institucional y un cambio en la Constitución si eso le da ciertas ventajas para ganar la elección. Si eso sucede en la previa, en el comando efectivo puede ser cosa de todos los días. Una tercera corriente, apuesta a transferir el poder del gobierno central hacia autoridades que no están jerárquicamente sometidas, la famosa descentralización, un estamento político para entretener despistados, ya que en la práctica nunca ha sucedido. Pero Podemos puede llegar lejos, más allá de quien traicione primero a quien. Es evidente que, a través de los siglos, el Populismo con los mismos métodos palpables de estafa renueva caras, o se recicla, pero avanza y conquista.

Sabemos que la izquierda es intelectualmente más sagaz que otros sectores. El populismo tiene respuestas para todos y todas, y son las de pronunciar lo que los necesitados quieren escuchar. En contrapartida, pésima es la reacción de los partidos tradicionales para exponer los desastres a los que sería sometido el país con el ascenso al trono del chavismo/kirchnerismo/castrismo a la española y su posible desembarco en América. La pobre estrategia consiste en demostrar que, en definitiva, Podemos son como ellos. No resulta precisamente ejemplar que estos partidos clamen el reflejo de sus propias plagas, taras y corrupciones en Podemos para salvarse y salvarse de Podemos.

 

 


Fabian Kussman

email@PrisioneroEnArgentina.com

www.PrisioneroEnArgentina.com

Marzo 11, 2017