SEMANA SANTA 2019

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CELEBREMOS LA SEMANA SANTA PIDIENDO A DIOS CON LA ORACION DEL PADRE PIO

I.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pidan y se les dará,
busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá!”.
He aquí que, confiando en tus santas palabra, yo llamo, busco, y pido la gracia
de :
UNA ARGENTINA EN UNIÓN Y LIBERTAD
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.Sagrado Corazón de Jesús, espero y confío
en Ti.
II.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, pasarán los cielos y la
tierra pero mis palabras jamás pasarán”He ahí que yo, confiando en lo
infalible de tus santas palabras pido la gracia de :
LA LIBERTAD DE LOS PRESOS POLÍTICOS
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.Sagrado Corazón de Jesús, espero y
confío en Ti.
III.- ¡Oh Jesús mío!, que dijiste: “En verdad les digo, todo lo que pidáis a
mi Padre en mi Nombre, se les concederá”.
He ahí que yo, al Padre Eterno y en tu nombre pido la gracia de :
LA PAZ Y LA FELICIDAD DEL PUEBLO
Padre Nuestro, Avemaría y Gloria.Sagrado Corazón de Jesús, espero y
confío en Ti.
¡Oh Sagrado Corazón de Jesús, el cual es imposible no sentir compasión
por los infelices, ten piedad de nosotros, pobres pecadores, y concédenos
las gracias que pedimos en nombre del Inmaculado Corazón de María,
nuestra tierna Madre, San José, padre adoptivo del Sagrado Corazón de
Jesús, ruega por nosotros. Amén.

 

El padre Pío (1887-1968) , también conocido como San Pío de Pietrelcina, fue un fraile y sacerdote católico italiano famoso por sus dones milagrosos y por los estigmas que presentaba en las manos, pies y costado. Nacido como Francesco Forgione le fue dado el nombre de Pío cuando ingresó en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. Fue beatificado (1999) y canonizado (2002) por el papa Juan Pablo II.
Francesco Forgione nació en Pietrelcina en 1887. Sus padres fueron Grazio Orazio Mario Forgione y María Giussepa di Nunzio. Su familia era de clase humilde, trabajadora y muy devota. Desde niño mostró mucha piedad e incluso actitudes de penitencia. Su infancia se caracterizó por una salud frágil y enfermiza. Desde esta edad manifestó un gran deseo por el sacerdocio, nacido por el encuentro que tuvo con un fraile capuchino del convento de Morcone (a 30 km de Pietrelcina) llamado Fray Camillo, quien pasaba por su casa pidiendo limosna. Su padre tuvo que emigrar a América para poder pagar sus estudios, en 1898 a Estados Unidos y en 1910 a Argentina. Desde su niñez sufrió los que él llamaba «encuentros demoníacos», que lo acompañaron durante su vida. Amigos y vecinos testificaron que en más de una ocasión lo vieron pelear con lo que parecía su propia sombra.
El 6 de enero de 1903, con 16 años, fue aceptado como novicio en el convento de Morcone. El maestro de novicios era el padre Tommaso da Monte Sant’Ángelo, a quien el padre Pío recordaba como «un poco severo pero con un corazón de oro, muy bueno, comprensivo y lleno de caridad con los novicios».La vida en el noviciado era muy dura, llena de ayunos y mortificaciones que influyeron en el carácter y espíritu de los novicios. Los ayudaba a discernir si tenían verdadera vocación; en este período las enfermedades que arrastraba desde niño fueron aumentando y permanecieron con él hasta el día de su muerte. El maestro de novicios testificó que fray Pío «fue siempre un novicio ejemplar, puntual en la observancia de la regla y nunca daba motivo para ser reprendido». El 22 de enero de 1904 terminó su noviciado y pronunció sus votos temporales. El 25 de enero de ese mismo año se trasladó al convento de Sant’Elía para continuar con sus estudios. En este convento sucede su primera bilocación asistiendo al nacimiento de Giovanna Rizzani, hija de un conocido masón y futura hija espiritual suya, nacida en Udine, Venecia, lejos de donde físicamente se encontraba el padre Pío en ese momento. El 27 de enero de 1907 hizo la profesión de sus votos solemnes. Ese mismo año fue trasladado al convento de Serracapriola, ubicado a quince kilómetros del mar, pero le perjudicó el clima y su salud decayó. Sus superiores lo enviaron de regreso a Pietrelcina para ver si el clima de su casa le hacía bien. En esta época la gente de su pueblo confiaba en él, pidiéndole consejo, y así Francesco empezó una dirección de almas. En 1908 regresó al convento, pero esta vez a Montefusco. En noviembre de ese año recibió las órdenes menores (portero, lector, exorcista, acólito) y luego el subdiaconado. Toda esta época fue para él de mucha oración y estudio.
El 10 de agosto de 1910 fue consagrado sacerdote en la catedral de Benevento. Pero permaneció con su familia hasta 1916 por motivos de salud. Allí en su pueblo natal dijo haber recibido los estigmas. En septiembre de 1916 fue enviado al convento de San Giovanni Rotondo, donde vivió hasta su muerte. Durante la Primera Guerra Mundial sirvió en el cuerpo médico italiano (1917-1918).
Sin duda alguna lo que hizo más famoso al padre Pío fue el fenómeno de los estigmas, llamados pasionarios (por ser semejantes a los de Jesucristo en su Pasión): heridas en manos, pies, costado y hombro, dolorosas aunque invisibles entre 1911 y 1918, y luego visibles durante 50 años, desde septiembre de 1918 hasta septiembre de 1968.​ Su sangre tenía al parecer perfume de flores,​ aroma asociado a la santidad. La noticia de que el padre Pío tenía los estigmas se extendió rápidamente. Muy pronto miles de personas acudían a San Giovanni Rotondo para verle, besarle las manos, confesarse con él y asistir a sus misas. Se trató del primer sacerdote estigmatizado. Ante la fama del padre, la Santa Sede envió a investigar a una celebridad en materia de psicología, el sacerdote Agostino Gemelli, franciscano, doctor en medicina, fundador de la Universidad Católica de Milán y amigo del papa Pío XI. Cuando el padre Gemelli se fue de San Giovanni, sin haber visto siquiera los estigmas, publicó un artículo en que afirmaba que éstos eran de origen neurótico.6​ El Santo Oficio se valió de la opinión de este psicólogo e hizo público un decreto que declaraba que «no se constata la sobrenaturalidad de los hechos». En los años siguientes hubo otros tres decretos y el último fue condenatorio, y en el que se prohibían las visitas al padre Pío o mantener alguna relación con él, incluso epistolar. Como consecuencia, el padre Pío pasó 10 años ―de 1923 a 1933― aislado completamente del mundo exterior. A raíz de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el padre fundó los «Grupos de Oración del Padre Pío». Los grupos se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la muerte del padre los grupos eran 726 y contaban con 68 000 miembros, y en marzo de 1976 pasaban de 1400 grupos con más de 150 000 miembros. El 9 de enero de 1940, el padre Pío reunió a tres de sus grandes hijos espirituales y les propuso un proyecto al que él mismo se refirió como «su obra más grande aquí en la Tierra»: la fundación de un hospital que habría de llamarse Casa Alivio del Sufrimiento. El 5 de mayo de 1956 se inauguró el hospital con la bendición del cardenal Lercaro y un inspirado discurso del papa Pío XII. La finalidad del hospital es curar a los enfermos tanto desde el punto de vista espiritual como físico. En 1940, el padre Pío inició planes para abrir su hospital en San Giovanni Rotondo, que se llamaría la Casa Sollievo della Sofferenza (o Casa de Alivio del Sufrimiento). Barbara Ward, una humanitaria británica y periodista en misión en Italia, jugó un papel importante en la obtención de una subvención de 325 000 dólares por parte del UNRRA (United Nations Relief and Rehabilitation Administration: Socorro de las Naciones Unidas y Administración de Rehabilitación). El hospital abrió sus puertas en 1956. Con el fin de que el padre Pío pudiera supervisar este proyecto directamente, en 1957 el papa Pío XII le concedió la dispensa de su voto de pobreza.​Sin embargo, en 1959, periódicos y semanarios empezaron a publicar informaciones acerca de la administración que el padre Pío hacía de la Casa Alivio del Sufrimiento, acusándolo de apropiación indebida de fondos.​ En Italia, la izquierda lo había bautizado «el monje más rico del mundo».​ Después de varias investigaciones conducidas por la Curia Romana, se le quitó la administración del hospital. A sus seguidores se les recomendó no asistir a sus misas ni confesarse con él. Pero estos se negaron a seguir las recomendaciones.
El 20 de septiembre de 1968 el padre Pío cumplió 50 años de sufrir los estigmas, celebrando una misa multitudinaria. Sus fieles colocaron alrededor del altar cincuenta grandes macetas con rosas rojas, por sus cincuenta años de sangre.Tres días después, el 23 de septiembre de 1968, el padre Pío falleció a los 81 años. Su funeral fue tan multitudinario que hubo que esperar cuatro días para que la multitud de personas pasara a despedirse. Se calcula que hubo más de 100 000 participantes en el entierro. (WIKIPEDIA)

17/03/2018 – El Papa Francisco visitó el Santuario de Santa Maria delle Grazie donde descansa el cuerpo incorrupto de San Pío de Pieltrecina.

 

Colaboración:
Esteban Cavallero

 

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Abril 16, 2019


 

Mi Amigo Cervantes

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Si…No tengo dudas. La hoja blanca es un reto. Lo sabemos todos los que pretendemos escribir. Solamente me hacía falta la presencia de las musas para poder concentrarme. Mi iluminación no llegaba y añoraba mis facultades de bilocación ya perdida. Cuantos personajes pude entrevistar con ese privilegio concedido. Cuantas veces sobrevolé el universo en busca de mis amigos. Cada hijo de vecino tiene su talismán o amuletos favoritos a la hora de inspirarse. Mi deidad no se asomaba. El rectángulo centelleante de la computadora se agigantaba cada vez más hasta hundirme en un punto blanco sin retorno. La penumbra gris del ensueño me atravesaba. Desde ese umbral de la vigilia y el sueño se abrió la puerta a una nueva realidad. Divise con formidable claridad al globo terráqueo que giraba sin perturbarse. Vislumbré la impresionante grandeza de los océanos Indico y Pacífico que confrontado con el tamañito del mar Mediterráneo lo hacían parecer de una ridícula insignificancia. Sin embargo en ese pequeño mar y en sus ajetreadas costas se han desarrollado las civilizaciones más trascendentes y la cultura ha conocido sus mayores esplendores. Esas aguas mediterráneas que están chorreando tradiciones de griegos y de troyanos, de egipcios y de fenicios, de romanos y de cartagineses, no han de olvidar tampoco las hechurías de tantos piratas. Malandrines que lo navegaron enarbolando una carabela entre dos tibias cruzadas, medrando a costa del intercambio de los pueblos. Ya Julio César tuvo que lidiar con los Trúhanes. Y cuando no eran los corsarios los que asaltaban el comercio marítimo, fueron los turcos, que en el siglo XV tomaron Constantinopla y el estratégico paso por los Dardanelos hacia el Mar Negro. Y como su presencia se hacía cada vez más insoportable, hubo que formar una Liga Santa para limpiar de turcos el mar. En mi letargo sin pausa me encontré cara a cara con un soldado que estuvo allí. Me reveló con ojos perturbado las colosales confrontaciones. El cruce de fuego de arcabuz y de pistolas por parte de ambos bandos. Flechazos, lanzadas y hasta la famosa bomba incendiaria fueron empleados en la batalla naval más sangrienta de todos los tiempos. El gran novelista, poeta y dramaturgo español exclamo como en un grito. Que “nunca el Mediterráneo vio en sus senos ni volverá a presenciar el mundo conflicto tan obstinado ni mortandad más horrible, ni corazones de hombres tan animosos y encrudecidos” Miguel de Cervantes Saavedra se llamaba el soldado. Me hablaba de la batalla de Lepanto. Me contaba con voz pausada que a la liga gloriosa la formaron España, Venecia y Roma. Que equiparon 300 barcos bajo las órdenes de Don Juan de Austria, hermano natural de Don Felipe II, con 80.000 hombres entre marineros y soldados. Que los turcos alistaron 250 barcos con 120.000 hombres, y los pusieron bajo el mando de Alí Bajá. Venecia aportó 106 bajeles y 6 galeras enormes, toscas, pesadas, pero con 40 cañones cada una. España menos galeras, pero muchas fragatas, bergantines y buques de ágil maniobra. El pontífice de Roma 12 galeras y 6 fragatas. A sus hombres el Papa les concedió indulgencias equivalentes a las de los cruzados que fueran a rescatar la Tierra Santa. Y todos, desde Don Juan al último marinero, confesaron y comulgaron antes de dejar el puerto. Al enemigo lo encontraron metido en el estrecho de Corinto, angosta faja de mar que separa el Peloponeso del resto de Grecia, detrás de las Islas Jónicas. La batalla se libró frente a la ciudad de Lepanto el 7 de octubre de 1571. Tremenda. Monumental. Triunfo total. El veneciano Barbarigo, que mandaba el ala izquierda, muere ya con la alegría de saber que se ha alcanzado la victoria. Don Juan salió con un pie herido. Alí Bajá muere de un arcabuzazo en la cabeza. El virrey de Argel, excelente marino turco, logra escapar con 40 bajeles. Más de 130 barcos quedaron en poder de los cristianos y 90 se echaron a pique o se incendiaron. 25.000 turcos cayeron y 5.000 quedaron prisioneros 12.000 cristianos cautivos recobraron la libertad. También murieron 8.000 cristianos y se perdieron 15 naves. Así esAunque no me crea mí querido lector. Ese soldado español que en aquella batalla perdiera su mano izquierda, me conto su odisea. Recordó que Lepanto fue “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos ni esperan ver los venideros”.¿Tal vez fue un poco exagerado mi amigo Cervantes o pretendía magnificar la batalla para aumentar la gloria de haber participado en ella? La victoria no fue fácil. Lepanto no fue fácil. La lucha fue sin cuartel, con enormes sufrimientos. El Papa Pío V – máximo valedor de la empresa – estaba empeñado en que la Cristiandad jamás lo olvidara. Como la batalla había tenido lugar el primer domingo de octubre, la victoria fue atribuida a la “Virgen del Rosario”. La festividad se llamó en su origen “Nuestra Señora de las Victorias”, pero el Papa Gregorio XIII modificó el nombre de la solemnidad por el de “Nuestra Señora del Rosario”. Lo que puedo aseverar sin temor a mentir que a mi celebre acompañante no le trajo mayores consecuencias la pérdida de su mano izquierda en la célebre batalla. Porque, gracias a Dios, escribía con la derecha.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 19, 2018