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Memoria.

Hoy 21 de Abril, Tucumán debe recordar uno de sus hombres próceres. Digo prócer por la eminencia de su persona, por la elevación de su saber, por la altura de sus estudios, por su consagración a una tarea que tiene como fin el mejoramiento de la sociedad. Me refiero a Ramón Leoni Pinto, que hizo del estudio de la historia -de su análisis sistemático, minucioso, documentado, al margen de las pasiones- el centro de sus inquietudes intelectuales. Tarea que tiene como fin el mejoramiento de la sociedad ya que a la historia no se la desmenuza como a un tejido biológico o a un compuesto de la química por la simple curiosidad de saber qué es lo que tiene adentro, sino buscando en sus entrañas las guías que explican la grandeza y la decadencia de los pueblos, los afanes que llevan a afianzar una patria y su cultura y las renuncias que separan a los pueblos de sus grandes destinos. La historia es una ciencia útil, puesto que al explicar lo que somos señala lo que debiéramos ser. Ramón Leoni, santiagueño de nacimiento, maestro mayor de obras por sus estudios juveniles orientados a una forma práctica de la construcción material, en la universidad tucumana cursó los estudios que lo llevaron a ser un profesor de la historia, que es también otra forma de construir quizás más valiosa y perdurable, pues construyó en la conciencia de las jóvenes generaciones estableciendo criterios científicos para el análisis de lo que a la patria le viene sucediendo en el transcurso de los tiempos. En el ámbito universitario supo ganar la confianza y la amistad de ilustres maestros, como Manuel Lizondo Borda y Orlando Lázaro, junto a quienes se formó, y de otros cuyas enseñanzas abrevó a través de meticulosas lecturas, como Bernardo Canal Feijoo, e incluso de relevantes colegas historiadores, como Luis Alén Lascano y Ventura Murga, cuyas amistades cultivó y quienes supieron de sus inquietudes por quitar el velo con que el tiempo cubre los nobles afanes de quienes nos precedieron en la tarea de construir una nación. Y en ese mismo ámbito universitario con total desprendimiento y generosidad se empeñó en volcar conocimientos sobre sus alumnos y cuántos a él llegaran formulándole consultas. Al rendirle homenaje a su labor podríamos recordar también el éxito que tuvo como organizador del archivo de “La Gaceta”, modelo de ajustado ordenamiento que tanta ayuda presta a periodistas, historiadores y estudiantes y mencionar sus artículos periodísticos, su actuación como cordial compañero de tareas en el diario, compañero que siempre estaba brindando la enseñanza de una sólida experiencia. Pero permítaseme que, al margen de los altos méritos de la labor historiográfica de Leoni Pinto, profesor y académico de la historia, labor que muchos detallarán con mejores precisiones que yo, exponga como merecedora de un homenaje de sus conciudadanos sus calidades personales que le ganaron aprecio y muchísimas amistades, su carácter afable, su estilo cordial, su ánimo siempre dispuesto al servicio, su amabilidad que le llevaba a interesarse siempre -con verdadero interés- por su interlocutor. Cuando Ramón -y ahora ya hablamos de Ramón, no del ilustre profesor- a su interlocutor le preguntaba simplemente “cómo te va”, era porque realmente estaba interesado por su persona, curioso de saber qué problemas lo afligían y cómo él podría brindarle su solidaridad, su colaboración y, aunque más no fuera, el apoyo de su entrañable afecto. Su oficio lo llevaba a interesarse por el pasado, que fue de aquello que los años pretenden ocultar; su alma grande y generosa lo conducía a interesarse de los prójimos y de sus cuitas, de sus preocupaciones y sus angustias, de lo que a cada cual lo aflige y lo acongoja, evitando siempre la maledicencia y los comentarios que inútilmente agravian a los ausentes. Con la desaparición del profesor Leoni Pinto las ciencias históricas -y con ellas la cultura- de Tucumán y de Santiago pierden a un sólido investigador, a un esclarecido intérprete y a un maestro divulgador. Con la muerte de Ramón, sus amigos, que son también toda la sociedad de Tucumán y de Santiago, ganan en la Gloria un abogado que seguirá interesado en cómo nos va, para alentarnos con ánimo noble y desprendido. Un día como hoy falleció en el año 1998.

Dr. Jorge B. Lobo Aragón

 


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Abril 21, 2017