Share

 

 

 Por ADALBERTO RODRÍGUEZ GIAVARINI.

 

Los 40 años del CARI marcan la vigencia de una institución comprometida con el país y el desarrollo de sus relaciones internacionales

Si bien la historia sirve para proyectar los tiempos venideros, es oportuno resaltar otra de sus lecciones: el futuro siempre nos sorprende en algún punto. Así ocurrió en los 40 años que tiene de vida el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI): desde la Guerra Fría, pasando por la caída del Muro de Berlín, hasta los oscuros celajes que hoy se ciernen sobre los valores universales de las repúblicas democráticas, y sin olvidar las consecuencias del cambio climático.

En ese contexto se entiende que el estímulo y la obligación de conjeturar escenarios para insertarnos al mundo desde la cultura y el interés nacional sean la esencia del CARI, el núcleo de su identidad. Pensar la Argentina en un mundo a veces impredecible, para que desarrolle al máximo su singular potencial y así estar preparados para aprovechar o mitigar las “sorpresas”, es el mejor legado del embajador Carlos Muñiz, el visionario fundador del CARI.

En la antorcha de ese legado que, junto con los destacados miembros del comité ejecutivo, tenemos el honor de llevar, nos indica que debemos siempre poner nuestra energía en intentar iluminar los caminos que se vienen, ya que los argentinos no hemos dado, aún, todos los frutos que nuestro potencial guarda.

En este contexto es claro que la política exterior es la herramienta para obtener una interdependencia inteligente, que nos brindará con políticas sustentables en el tiempo aquello con lo que las naciones desarrolladas ya cuentan en su mayoría: bienestar para su población y libertad para decidir su futuro. La integración, como arma contra la equidad, derrota la pobreza en las democracias evolucionadas y es el compromiso pendiente que tenemos.

Los argentinos hemos probado en nuestra historia contemporánea una miríada de sistemas políticos, económicos y sociales con una variable negativa inmutable: la falta de una duradera cohesión interna entre los actores institucionales. En otras palabras, una perdurable debilidad para formar consensos de mediano y largo plazo para establecer una república democrática desarrollada hacia la integración global, por sobre los intereses sectoriales y políticos.

Desde la restauración de 1983 hemos experimentado avances y retrocesos, pero el mundo cada vez nos espera menos, ya que ese mundo, el de la universalidad de los valores republicanos, el de los regímenes internacionales para fomentar derechos de los pueblos por sobre las fronteras, está ahora bajo el acecho de tribalismos neopopulistas, nacionalismos resucitados y lecturas anacrónicas de la realidad que impulsan también proteccionismos, guerras comerciales, y que en muchas ocasiones violan los derechos humanos.

[ezcol_1quarter]

Abbas

[/ezcol_1quarter] [ezcol_1quarter]

Albright

[/ezcol_1quarter] [ezcol_1quarter]

Kohl

[/ezcol_1quarter] [ezcol_1quarter_end]

Rodríguez Giavarini

[/ezcol_1quarter_end]

En estas cuatro décadas que se conmemoraron en junio pasado, el CARI ha dado de sí, al cumplir con la tradición argentina de producir conocimiento global desde el sur del hemisferio, 22 comités, siete grupos de trabajo y dos institutos, que configuran un activo único de diplomacia pública. Así, miles de estudiantes, profesores, académicos, políticos, diplomáticos, periodistas, intelectuales, artistas, jefes de Estados y de gobierno han pasado por el CARI. Nelson Mandela, Helmut Kohl, Bill Clinton, Madeleine Albright, Mahmoud Abbas y Shimon Peres, al igual que el papa Francisco (antes de ser ungido obispo de Roma) han sido parte de las actividades del Consejo.

El acercamiento entre la Argentina y Gran Bretaña, cuando las relaciones bilaterales aún estaban rotas después del conflicto del Atlántico Sur, es uno de los ejemplos de éxito de la diplomacia pública que impulsó el CARI, de manera de sentar el tono de la nueva etapa diplomática en la que el reclamo soberano se mantuvo incólume.

En la actualidad el CARI tiene la distinción de ser el representante argentino del Council of Councils, que lidera el titular del Consejo para las Relaciones Internacionales de Nueva York (CFR), Richard Haass. Este Consejo de Consejos representa a veinte naciones desarrolladas y emergentes en la búsqueda de facilitar la cooperación internacional por medio de sus think tanks de política exterior.

El CARI es una institución pluralista y en modo alguno adhiere a gobiernos o facciones políticas, pero siempre apoya con su aporte académico e institucional las políticas de acercamiento al mundo.

Los desafíos para la Argentina en este contexto de “desorden” mundial son mayúsculos, ya que el interés nacional significa poder avanzar en materia de exportación de alimentos y desarrollo energético con una agenda de mayor comercio multilateral y ampliar los tratados de libre comercio, mientras reforzamos nuestros sistemas educativos para una nueva etapa de la globalización que nos afectará a todos.

Vale coincidir con las palabras del presidente Mauricio Macri en Davos a comienzos del año: “El crecimiento global es sustentable, pero no alcanzó a todos y deterioró la confianza en la globalización […] para construir un futuro compartido de desarrollo justo y sostenible, debemos trabajar juntos buscando consenso”.

Ante dicho panorama, la presidencia argentina del G-20 es una oportunidad singular para mostrar nuestro compromiso con la comunidad internacional.

Si volvemos al auxilio de la historia, hace más de medio siglo Arturo Frondizi sintetizó esta deuda que arrastramos como sociedad política: “Tenemos que extirpar hasta sus raíces la ignorancia, la miseria, la enfermedad y el miedo al futuro, tenemos que construir puentes, diques, caminos, oleoductos, usinas y fábricas sobre toda la República. Habrá que volcar tractores, equipos electrógenos, talleres y máquinas agrícolas sobre todos los campos. Tendremos que multiplicar los camiones, los vagones y las locomotoras. Las alas argentinas surcarán todos los cielos y la bandera de la patria flameará por todos los mares como una mensajera de progreso”.

Más atrás en la historia, Ortega y Gasset nos encomió con el ya tradicional grito de “argentinos a las cosas […] Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos […] No imaginan ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirles el pecho a las cosas…”.

Ojalá que en el tiempo del presidente Macri los argentinos podamos establecer los mínimos puentes de consenso para saldar las deudas con la historia de las que nos alertaron Frondizi, Ortega y Gasset, y tantos otros, de manera que podamos trabajar juntos para que las sorpresas de la historia jueguen a nuestro favor o nos perjudiquen lo menos posible porque reaccionamos a tiempo y con inteligencia.

Para ello, el CARI seguirá trabajando con su producción de conocimiento argentino en pos de una sociedad internacional, en la que el derecho y la equidad de los pueblos sean alguna vez moneda corriente.

Presidente del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI) y exministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina

 

Adalberto Rodríguez Giavarini es Ex Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina. Es un economista y militar retirado del Ejército Argentino. Graduado en el Colegio Militar de la Nación y en la Universidad de Buenos Aires, es también Doctor Honoris Causa de la Universidad de Soka (Japón), vinculado a la Unión Cívica Radical y ex Ministro de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina.


PrisioneroEnArgentina.com

Agosto 8, 2018