LA REVOLUCIÓN CULTURAL -MAFIOCRACIA O MERITOCRACIA-

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  Por Dr. Jorge Corrado*

24 de Julio de 2022

“Una cultura nace cuando un alma grande despierta de su estado primario y se desprende del eterno infantilismo humano; cuando una forma surge de lo informe; cuando algo limitado y efímero emerge de lo ilimitado y perdurable. Florece entonces sobre el suelo de una comarca, a la cual permanece adherida como una planta”

La decadencia de Occidente”

Oswald Spengler – 1880/1936

En los primeros meses de 1984, en la llamada “restauración democrática”, se alzaron algunas voces, en las que se daba cuenta lo que venía en la Argentina, como lógica consecuencia de la adhesión del flamante presidente a la Social Democracia Europea, apéndice de la Internacional Socialista.

Caputo

Se estaban refiriendo nada más ni nada menos que a Antonio Gramsci, importado y distribuidas sus ideas por el nuevo canciller, Dante Caputo. Aquel pensador italiano fue el fundador del Partido Comunista en ese país. Padeció la cárcel bajo el régimen de Mussolini. Como era de suponer, algunas voces se alzaron contra esas ideas que mutaban estratégicamente la lucha revolucionaria armada -iniciada en Latinoamérica en Sierra Maestra y esparcida como pandemia de sangre por casi tres décadas en nuestra región- por la maniobra de la revolución cultural. Hablando en términos específicamente estratégicos, pasábamos de la maniobra Mao Tse Tung/Sun-Tsu a Gramsci.

Sin apercibirnos Argentina sembraba la semilla de su autodestrucción, florecida y concretada en éste 2022.

Muchos intelectuales y académicos y muy pocos políticos -enfrascados estos  prioritariamente en cuestiones mercantiles- defendieron la cuestión moral, los valores, el trabajo y la trascendencia del hombre, frente a la contrapartida gramsciana de la inmanencia del hombre -donde todo comienza y concluye-, exhortando a los ciudadanos a inscribirse en el relativismo intelectual y moral, resultado del pensamiento único que encarnaron los jóvenes de Mayo del ’68 -aquí los jóvenes de los ´70- bajo el lema escrito en las paredes de la Sorbona: “Vivir sin obligaciones y gozar sin trabas”. “Sexo, Drogas y Rock”. El trágico “reviente” de los 80’.  Había que introducir el narcotráfico a gran escala y por ende transculturizar a nuestros jóvenes para el consumo. La generación Malvinas fue la última sin drogas en Argentina. . Miles de slogans que solo sirvieron para llenar las plaza de jeringas y muertos vivos, destruyendo al mismo tiempo las neuronas de nuestros estudiantes y de las universidades, introduciéndoles el veneno de la ideología y por ende liquidando el núcleo de pensamiento crítico y las soluciones a los conflictos que se aceleraron por el ritmo de la evolución social.

Hoy vemos con espanto el nivel intelectual de los “científicos” que nos gobiernan, en todos los órdenes y niveles.

Durante décadas nos hicieron creer que la víctima cuenta menos que el delincuente y que no puede existir ninguna jerarquía de valores. Habían proclamado que todo está permitido, que la autoridad había terminado, que las buenas maneras habían terminado, que el respeto había terminado, que ya no había nada que fuera grande, nada que fuera sagrado, nada admirable.

La idea central gramsciana -luego del fracaso de la Rusia Comunista- gira alrededor de la conquista del poder a través de la cultura. Quien logre “la hegemonía cultural” – dice Gramsci- podrá luego “conseguir la hegemonía política”. Para ello es necesario destruir los basamentos de la identidad social e imponer un pensamiento único, a través de la incultura de los pueblos.

Mao
Gramsci

Sostenía Gramsci que había que adueñarse de las instituciones fundamentales de una sociedad para desde allí producir -en el tiempo- el cambio de mentalidad colectiva hacia un “pensamiento único” y luego al “partido único”, para lo cual era necesario ir penetrándolas, llámese Iglesia, Familia, Fuerzas Armadas, sindicatos, universidades, medios de comunicación, escuelas, ciencias sociales o artes y desarticular uno de los tres poderes básicos: la Justicia.

Pero su elucubración teórica reconocía que eso sólo sería posible si se destruían los pilares más importantes que posee la sociedad y la cultura occidental-cristiana: la Iglesia Católica, la familia -el aborto o los comedores escolares que alejan al niño de su grupo familiar- y los bombardeos constantes de los medios televisivos, bailando primero y ahora bailando por un caño, que degradan a la mujer y a la familia en su conjunto, a las Fuerzas Armadas restándoles presupuestos para renovar su equipamiento, como Chile lo hace, Perú lo hace, Bolivia lo hace, Brasil lo hace, vaciándolas de contenido estratégico, sin misiones ni objetivos dentro de nuestras fronteras -cuando la amenazas estratégicas posguerra fría ya son un riesgo a la sobrevivencia del Estado-. Es suficiente comprobar  la penetración del narcotráfico en todas las estructuras sociales e institucionales,  constituyéndose en una verdadera metástasis incontrolable.

Las Universidades reemplazaron la investigación por la ideología, desconocen las prioridades estratégicas del País para formar y orientar sus ofertas hacia las carreras que hacen al desarrollo del País, faltan ingenieros y técnicos, sobran abogados, psicólogos, contadores, fomentando la frustración de muchos que terminan realizando tareas absolutamente ajenas a su vocación.

Las escuelas desechas por obra y arte del congreso pedagógico de los 80’, que transformó a una de las mejores escuelas públicas de América -cimiento de grandes profesionales a nivel internacional- en simples merenderos donde nuestros niños solo concurren a tomar una taza de leche caliente y un trozo de pan, dado que en muchos casos es la única comida del día. La escuela secundaria es hoy una fábrica de analfabetos conceptuales, incapaces de una mínima comprensión de texto. Ese relativismo gramsciano produjo “la democratización” de los alumnos, que se creen con derecho a elegir un rector o director. Hoy los padres ya no son los acompañantes del maestro, sino sus censores.

Y ¿por qué la Iglesia? Porque la religión había podido inculcar el sentido de la trascendencia del hombre, había logrado una profesión de fe en todo lo sagrado, todo aquello que está por encima y más allá del hombre, dándole sentido a su existencia y finalmente porque había logrado sintetizar en su seno a todas las clases sociales en todos los tiempos, analfabetos, trabajadores, empresarios, profesionales, profesores, investigadores, monarcas, a diferencia de lo que Gramsci sostenía: “una sociedad sin clases”. Enunciado meramente panfletario dado que eso nunca existió en los regímenes en el cual había abrevado Gramsci, como la Rusia Soviética donde la clase gobernante está llena de prebendas y privilegios y el pueblo sometido y amordazado. Ejemplos posteriores como la Cuba castrista o la Venezuela chavista ejemplifican éstas afirmaciones.

Esta revolución cultural que arrancó en los 80’, provocó y fomentó hasta nuestros dramáticos días de 2022, un “pseudo progresismo hipócrita”, dando al prójimo lecciones que jamás se aplican a sí mismos, queriendo imponer a los demás comportamientos, reglas, sacrificios, que jamás se imponen ellos.

Es la “izquierda” que le ha tomado gusto al poder, a los privilegios. La “izquierda” que no ama a la nación, porque no quiere compartir nada. Que no ama la república porque no ama la división de poderes. Que pretende defender los servicios públicos, para hacer caja con la corrupción. Que ama tanto a la escuela pública, que a sus hijos los lleva a colegios privados. Que siempre encuentran excusas para los violentos, a condición de que se queden en esos barrios a los que ella, la izquierda, no va jamás. Esa “izquierda” que hace grandes discursos sobre el interés general, pero que se encierra en el clientelismo y el corporativismo. Es la misma “izquierda” que ha renunciado al mérito y al esfuerzo, porque el trabajo ha dejado de ser valor social vital. Es un golpe mortal a la República.

Este es el origen del estado terminal instalado en nuestra Argentina. Hay que observar  cómo van insertándose en los estamentos de la sociedad, ya sea desprestigiándolos -como sucede con las cuestiones sagradas de cualquier religión- vaciándolas de contenido como se hizo con nuestras Fuerzas Armadas, núcleo duro del Estado. Este proceso de revolución cultural relativiza todo aspecto social de interés, desdibuja a nuestros próceres,  a nuestros símbolos, a nuestro idioma y persigue a todos aquellos que no se conducen por este camino de destrucción de lo que implique “sentido de pertenencia” – los valores fundacionales expresados en nuestra Carta Magna-. En los medios de comunicación nos saturan con programas banales, exponiendo el individualismo como la única manera de lograr el éxito, sin recompensa para el esfuerzo, para el sacrificio o el mérito. De allí nuestro título “Mafiocracia o Meritocracia”.

El mejor triunfo para un gramsciano-progresista es la deserción de un hombre o mujer que abandona sus principios éticos, exacerbando la traición, el disvalor y el doble discurso. Allí tenemos a diario el ejemplo del títere Alberto -verdadero Tartufo de la obra de Moliere- ejerciendo de manera nunca vista la hipocresía y el cinismo. Manipulando la verdad para que se la reconozcan como cierta, con el sólo objeto otorgar el salvataje político-judicial a la soberbia Emperatriz de Tolosa, su mandante. Todo una verdadera afrenta a los valores republicanos que hicieron alguna vez grande a nuestra Nación.

Quieren incorporar el sentido maniqueo-hegeliano de la vida, pero asumiendo posiciones: todo lo que venga de este “populismo izquierdoso” será bueno, genial, progre; todo lo que venga de la derecha será, retrógrado, conservador, oscurantista, procesista, repudiable. Es ese Socialismo siglo XXI cuyo sobrenombre local es kirchnerismo, pero su cabeza estratégica es el Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla,  que hoy puede disfrazarse de peronista, frentista, ecologista, medio ambientalista, asambleísta, homosexualísta, abortista, demócrata, anti militar, ateo, laico o progre y mutarán en sus designaciones cuantas veces como sea necesaria, apelando las más de las veces a la mentira y a la deformación de la verdad. Todo Occidente está en riesgo, nosotros sólo somos una parte del engranaje de esa maniobra.

La teoría gramsciana, dio sus frutos entre nosotros y es bueno que lo sepamos, si parece exagerado empecemos a observar las cosas que hemos señalado y la tragedia diaria que nos duele como argentinos.

Hacían falta dos generaciones para que aquellos jóvenes ochenteros formados en el relativismo, snobistas y aggionardos, suculentamente untados con polvo blanco y dinero fácil, en los 90’ siguieran el camino inducido por el poder, sin sustento ético ni moral y menos neuronal. ¡!!!!!Y LLEGARON…!!! Pero también transformaron al país en una ciénaga gobernada por incapaces y perturbados comentaristas de una irrealidad que ya es tragedia en nuestra querida Argentina.

Platón expresaba hace más de dos mil años:  “La Libertad sin Ética es Anarquía”.

La única manera de impedir la presente campaña es la formación de nuestros hijos, en primer lugar transmitiendo el sentido de la trascendencia, cualquiera sea la religión que practiquen: judaísmo, cristianismo o budismo y enseñándoles que lo bueno no es igual a lo malo, que lo bello no es igual a lo feo, que la verdad no es igual que la mentira, que existen jerarquías dentro de lo social, fundamentadas en el estudio, el esfuerzo, el conocimiento; que no es lo mismo el trabajo que el ocio, el individualismo que la solidaridad.

Recordemos que hasta la edad de 10 años, los únicos referentes de los hijos son los padres. Si logramos transmitirles todos los valores tradicionales, ellos en ejercicio de su libertad -ya adultos- podrán continuar sosteniéndolos o abandonarlos, pero será su elección.

Si no se transmiten esos valores jamás sabrán la diferencia. LA CRISIS TERMINAL ARGENTINA NO ES POLITICA, NI ECONOMICA, NI SOCIAL…ES CULTURAL.!!  Ese es el origen, todo lo demás es consecuencia.

Por eso la insistencia despiadada de Gramsci contra la familia, porque lo que en ella se construye es muy difícil de destruir. Hoy vemos como la familia está jaqueada por aquellos que pretenden cambiarle los roles naturales de formación humana. Pretenden que todo es lo mismo, que existen verdades relativas, para lo cual todo es válido, desde la violación a la ley, hasta la decisión de quien debe vivir y de quien debe morir.

Y lo que está muriendo es nuestra República…Gramsci estará aplaudiendo desde su tumba a sus discípulos aplicados que hicieron de un vergel un páramo, con el sólo hecho de conservar poder por el poder mismo….no de la construcción arquitectónica de un futuro basado en el bien común y en valores trascendentes….será el poder de los cementerios!!

* El Dr. Jorge Corrado es Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires. Profesor Titular de Ciencia Política, Estrategia y Geopolítica Universidad Católica de la Plata.

 


PrisionneroEnnArgenntinna.com

Julio  25,  2022


 

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