¡Qué fácil les resulta a ciertas personas juzgar a otras! Sí, lamentablemente, a veces somos rápidos en emitir una opinión acerca de un hecho en sí, y también para juzgar, pero sin tener conocimiento de las causales que motivaron esa realidad… Cuando juzgamos a los demás podríamos llegar a convertirnos en hipócritas dado que, por diversas circunstancias, se lleva a emitir una opinión contraria a los pensamientos verdaderos, a valores sostenidos opinión, a fingir sentimientos, o mismo una cualidad o virtud que se carece.
Esto me trae a la mente la historia de una persona, ya de edad avanzada que, para ayudarse a su sustento, vendía algún que otro juguete en el mercado, como también algunas otras cosas. Las personas, que hacían las veces de clientes, sabiendo que su vista era muy débil, a veces le pagaban con monedas falsas. Si bien el anciano advertía esta pícara maniobra, no decía nada; por el contrario, le pedía a Dios que perdonara a aquellos que lo engañaban. Y los justificaba pensando que tal vez no disponían de suficiente dinero y querían comprarles regalos a sus hijos… El tiempo, de manera inexorable, pasó y un día hombre murió. Al estar frente las puertas del paraíso, clamó: ¡Soy un pecador Señor! Muchos fueron los errores cometí, por lo que no soy mejor que las monedas falsas que he llegado a recibir. ¡Perdóname!… Las puertas se abrieron y se oyó una voz: ¿Cómo poder juzgar a quien jamás en su vida juzgó a los demás?
Está el viejo dicho que nos dice: “No juzguemos para no ser juzgados”… No es fácil, pero con voluntad se puede avanzar en esta dirección.
¿Cuántas fueron las veces que nos equivocamos al juzgar a los demás?… Sin conocer la realidad de las personas, con todas las circunstancias de su vida, en nuestro interior las juzgamos y condenamos porque, quizás a primera vista no nos han caído bien por un detalle sin importancia.
No juzguemos a las personas de acuerdo a su nivel de ciencia, ni por su rostro; porque está triste o feliz, si tiene barba o parece más joven; o por ser muy atractiva. No son rasgos, características, importantes.
Cuando, sin conocerlo, se juzga a alguien, es como apostar: No hay certeza de que lo que se piensa de la persona sea precisamente como es la persona, como comporta o actúa. Seguirán siendo prejuicios.
Decía Gandhi que tres cuartas partes de los problemas de este mundo se acabarían si nos conociéramos y escucháramos los unos a los otros.
Seamos prudentes; no nos dejemos llevar de reacciones instintivas. Escuchar y observar sin juzgarnos puede ahorrar unos cuantos problemas a futuro. Es más efectivo y positivo elevar una oración para aquellos que nos fastidian, por los que permanentemente se quejan, por los que producen pensamientos negativos, por los que se quejan de experiencias pasadas o se preocupan por el futuro, por los que reclaman falta de atención; por aquellos que nos hieren y agravian… Si así procedemos, en nuestro corazón conservaremos la paz y haremos algo verdaderamente efectivo para remediar los límites de nuestro prójimo.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
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¡Qué fácil les resulta a ciertas personas juzgar a otras! Sí, lamentablemente, a veces somos rápidos en emitir una opinión acerca de un hecho en sí, y también para juzgar, pero sin tener conocimiento de las causales que motivaron esa realidad… Cuando juzgamos a los demás podríamos llegar a convertirnos en hipócritas dado que, por diversas circunstancias, se lleva a emitir una opinión contraria a los pensamientos verdaderos, a valores sostenidos opinión, a fingir sentimientos, o mismo una cualidad o virtud que se carece.
Esto me trae a la mente la historia de una persona, ya de edad avanzada que, para ayudarse a su sustento, vendía algún que otro juguete en el mercado, como también algunas otras cosas. Las personas, que hacían las veces de clientes, sabiendo que su vista era muy débil, a veces le pagaban con monedas falsas. Si bien el anciano advertía esta pícara maniobra, no decía nada; por el contrario, le pedía a Dios que perdonara a aquellos que lo engañaban. Y los justificaba pensando que tal vez no disponían de suficiente dinero y querían comprarles regalos a sus
hijos… El tiempo, de manera inexorable, pasó y un día hombre murió. Al estar frente las puertas del paraíso, clamó: ¡Soy un pecador Señor! Muchos fueron los errores cometí, por lo que no soy mejor que las monedas falsas que he llegado a recibir. ¡Perdóname!… Las puertas se abrieron y se oyó una voz: ¿Cómo poder juzgar a quien jamás en su vida juzgó a los demás?
Está el viejo dicho que nos dice: “No juzguemos para no ser juzgados”… No es fácil, pero con voluntad se puede avanzar en esta dirección.
¿Cuántas fueron las veces que nos equivocamos al juzgar a los demás?… Sin conocer la realidad de las personas, con todas las circunstancias de su vida, en nuestro interior las juzgamos y condenamos porque, quizás a primera vista no nos han caído bien por un detalle sin importancia.
No juzguemos a las personas de acuerdo a su nivel de ciencia, ni por su rostro; porque está triste o feliz, si tiene barba o parece más joven; o por ser muy atractiva. No son rasgos, características, importantes.
Cuando, sin conocerlo, se juzga a alguien, es como apostar: No hay certeza de que lo que se piensa de la persona sea precisamente como es la persona, como comporta o actúa. Seguirán siendo prejuicios.
Decía Gandhi que tres cuartas partes de los problemas de este mundo se acabarían si nos conociéramos y escucháramos los unos a los otros.
Seamos prudentes; no nos dejemos llevar de reacciones instintivas. Escuchar y observar sin juzgarnos puede ahorrar unos cuantos problemas a futuro. Es más efectivo y positivo elevar una oración para aquellos que nos fastidian, por los que permanentemente se quejan, por los que producen pensamientos negativos, por los que se quejan de experiencias pasadas o se preocupan por el futuro, por los que reclaman falta de atención; por aquellos que nos hieren y agravian… Si así procedemos, en nuestro corazón conservaremos la paz y haremos algo verdaderamente efectivo para remediar los límites de nuestro prójimo.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
(R). Valerius
PrisioneroEnArgentina.com
Setiembre 3, 2022
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