Trump, Obama y el cubano común

La Muerte de Fidel
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El presidente electo de los Estados Unidos emitió un tweet de cuatro palabras poco después de las 8 de la mañana del sábado, diciendo simplemente: “Fidel Castro está muerto!”.

Donald Trump, unas horas después, arremetió con una declaración más larga, en la que llamó a Castro un “dictador brutal que oprimió a su propio pueblo durante casi seis décadas” y dijo que esperaba que la muerte de Castro les diera a los cubanoamericanos “la esperanza de que algún día exista realmente una Cuba libre “.

“El legado de Fidel Castro es el de los pelotones de fusilamiento, el robo, el sufrimiento inimaginable, la pobreza y la negación de los derechos humanos fundamentales”, dijo el comunicado.

“Si bien Cuba sigue siendo una isla totalitaria, espero que hoy marque un alejamiento de los horrores soportados durante demasiado tiempo y hacia un futuro en el que el maravilloso pueblo cubano finalmente viva en la libertad que tan ricamente merecen”.

Trump agregó: “Aunque las tragedias, las muertes y el dolor causados por Fidel Castro no se puedan borrar, nuestro gobierno hará todo lo posible para asegurar que el pueblo cubano pueda finalmente iniciar su camino hacia la prosperidad y la libertad”

Esta seriedad y dureza de quién asumirá como el 45avo. Presidente de los Estados Unidos en enero próximo contrasta con la solemnidad diplomática de Barack Obama, Este último se limitó a decir que el pueblo cubano debe recordar que Estados Unidos son “amigos y socios” de ellos, ofreciendo sus condolencias a la familia del fallecido dictador. Pero esta es -por supuesto- la posición diplomática de un representante de un país.

Cerca de Cuba, en las playas del sur de la Florida, los cubanos residentes en Miami tenían otra actitud. Cantos de celebración subían y bajaban desde la Pequeña Habana hasta South Beach o Hialeah.

Las frases comunes eran una mezcla de alegría y nostalgia. La algarabía se mezclaba con recuerdos. Yofien Canales, un hombre de 42 años con lágrimas en sus mejillas, recordaba a su padre Jesús. “Hubiera deseado que mi padre estuviera vivo aquí en este momento. Él se salió de Cuba poco después de la revolución ya que vio que se cambiaba a un mandamás corrupto por un dictador”

Jesús Canales trabajaba en un restaurante donde asistían políticos ligados a Fulgencio Batista y hombres de negocios que visitaban la isla buscando oportunidades, por lo que -en cuentagotas- accedía a información que desnudaba el estado de corrupción de su país. El asalto a Santiago de Cuba fue en principio una refrescante esperanza, pero al poco tiempo -entre salvajes fusilamientos y la nueva opresión a la que el pueblo era sometido- se dio cuenta que se habían mutado las caras, el discurso era nuevo, las maneras… las mismas o peores. Castro estaba en el trono. El pueblo, en las cloacas. Jesús dejó la isla en 1965 partiendo desde el puerto de Camarioca, en uno de los levantamientos de vedas para salir de Cuba acordados por Lyndon Johnson y Fidel Castro. Tres días después, el líder cubano cerró los puertos, sin previo aviso. Jesús dejó a sus padres y seis hermanos tras de sí. Nunca los volvió a ver.

Mientras Yofien Canales volvía a integrarse al improvisado coro de cantantes y bailarines en las calles de Hallandale, un anciano blandía lentamente una pequeña bandera plástica de Cuba, en soledad. La mueca de su boca confundía una sonrisa con preocupación. Sin que nadie le preguntara, deslizó una confesión para sí mismo: “Tal vez ahora pueda retornar a Cuba a morir en libertad”

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Fabian Kussman

PrisioneroEnArgentina.com

Noviembre 27, 2016

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