Que la patria se ha hecho a caballo, suele decirse. Grandes empresas realizaron los caballeros, hombres nobles, valerosos y esforzados a los que se les dio caballeros por ser gente a caballo. América se conquistó. “Los caballos eran fuertes, / los caballos eran agiles” recuerda el peruano Santos Chocano. “El caballo milagroso de San Jorge / que tritura con sus cascos los dragones infernales; / el de César en las Galias, / el de Aníbal en los Alpes, / todos tienen menos sangre, menos nervios, menos chispa / que los épicos caballos andaluces en las tierras de la Atlántida salvaje / que a los gritos de ¡Santiago! / arrollaban con sus pechos a los indios / y seguían adelante. / Los caballos eran fuertes, / los caballos eran ágiles. / Sus pescuezos eran finos / y sus ancas relucientes / y sus cascos musicales”.El caballo ha sido una formidable arma de guerra, reemplazada luego por el tanque. Fue fundamental en los eficaces ejércitos asirios. Griegos y romanos lo usaron más bien como transporte rápido que como fuerza de choque hasta que descubrieron de los númidas el formidable invento de los estribos. Más tarde sería Atila quien al frente de las caballerías hunas y Avaras convenciera a los europeos de la necesidad de aprender bien el arte de pelear de a caballo. Al recluta se le enseñan rápido las técnicas de lucha de la plebeya infantería, pero la ciencia de combatir a caballo es más difícil y necesita ejercicio constante. Por eso en el caballero se reconoce la abnegada dedicación al noble ejercicio de defender a la comunidad y a esa dedicación la sociedad le rinde reverente respeto. Cuando hay que ir al Asia a librar de los musulmanes a la Tierra Santa, son principalmente los de a caballo los que emprenden las Cruzadas.Caballeros de distintos países se hermanan en las hazañas que juntos realizan, y unidos conforman el ideal, el “el código” de protectores de desvalidos. De desfacedores de entuertos, de desprendidos benefactores y de amantes de sublimes arquetipos que habrían de proponerse para merecer el nombre de “caballeros”.¡No!Para ser caballero había que tener virtudes caballerescas y no bastaba con orinar adonde hubiera ese letrero.Así es que ahora el caballo ya no se usa como arma de guerra, tampoco como medio de locomoción y muy poco en los trabajos de hacienda, pero el caballero, que cuando anda no tiene que bajar la vista para ir fijándose en el rastrero suelo que pisa sino que con un punto de vista por encima al de los hombres comunes puede extender su mirada hacia lejanos horizontes y diáfanas estrellas, simboliza aún la pureza de propósitos, la generosidad desprendida, la noble actitud de proteger al afligido y al huérfano.Hermoso símbolo para un político. Por ese es que el en el bicentenarioque celebramos en nuestra provincia, Jardín de la Republica y cuna de la independencia pudimos vanagloriarnos y alardear de nuestros gauchos a caballo y soldados que , en símismo, es una invitación a recordar el pasado, un pasado común, un pasado conjunto, un pasado de nosotros y de nuestros abuelos, que es el pasado de la patria, un pasado con hechos luminosos como fueron las gestas militares y cívicas de nuestros próceres, y también un pasado de dolores, con enfrentamientos entre hermanos, con luchas acerbas, con incomprensiones, con derrotas. Por eso los dolores, los errores, los desaciertos, los desencuentros, las derrotas, no deben olvidarse nunca, para que nos sirvan de lección que nos enseñe a acertar con el buen camino uniéndonos en la acción común. Y al evaluar el pasado, es entender que la el caballo y los caballeros reúne en sí las mejores tradiciones. Los jinetes, los caballeros que participaban del acto, ponían su caballeresca rúbrica al ideal proclamado: “Patria…
Por Jorge Lobo Aragón.
Reflexión:
Que la patria se ha hecho a caballo, suele decirse. Grandes empresas realizaron los caballeros, hombres nobles, valerosos y esforzados a los que se les dio caballeros por ser gente a caballo. América se conquistó. “Los caballos eran fuertes, / los caballos eran agiles” recuerda el peruano Santos Chocano. “El caballo milagroso de San Jorge / que tritura con sus cascos los dragones infernales; / el de César en las Galias, / el de Aníbal en los Alpes, / todos tienen menos sangre, menos nervios, menos chispa / que los épicos caballos andaluces en las tierras de la Atlántida salvaje / que a los gritos de ¡Santiago! / arrollaban con sus pechos a los indios / y seguían adelante. / Los caballos eran fuertes, / los caballos eran ágiles. / Sus pescuezos eran finos / y sus ancas relucientes / y sus cascos musicales”. El caballo ha sido una formidable arma de guerra, reemplazada luego por el tanque. Fue fundamental en los eficaces ejércitos asirios. Griegos y romanos lo usaron más bien como transporte rápido que como fuerza de choque hasta que descubrieron de los númidas el formidable invento de los estribos. Más tarde sería Atila quien al frente de las caballerías hunas y Avaras convenciera a los europeos de la necesidad de aprender bien el arte de pelear de a caballo. Al recluta se le enseñan rápido las técnicas de lucha de la plebeya infantería, pero la ciencia de combatir a caballo es más difícil y necesita ejercicio constante. Por eso en el caballero se reconoce la abnegada dedicación al noble ejercicio de defender a la comunidad y a esa dedicación la sociedad le rinde reverente respeto. Cuando hay que ir al Asia a librar de los musulmanes a la Tierra Santa, son principalmente los de a caballo los que emprenden las Cruzadas. Caballeros de distintos países se hermanan en las hazañas que juntos realizan, y unidos conforman el ideal, el “el código” de protectores de desvalidos. De desfacedores de entuertos, de desprendidos benefactores y de amantes de sublimes arquetipos que habrían de proponerse para merecer el nombre de “caballeros”. ¡No! Para ser caballero había que tener virtudes caballerescas y no bastaba con orinar adonde hubiera ese letrero. Así es que ahora el caballo ya no se usa como arma de guerra, tampoco como medio de locomoción y muy poco en los trabajos de hacienda, pero el caballero, que cuando anda no tiene que bajar la vista para ir fijándose en el rastrero suelo que pisa sino que con un punto de vista por encima al de los hombres comunes puede extender su mirada hacia lejanos horizontes y diáfanas estrellas, simboliza aún la pureza de propósitos, la generosidad desprendida, la noble actitud de proteger al afligido y al huérfano. Hermoso símbolo para un político. Por ese es que el en el bicentenario que celebramos en nuestra provincia, Jardín de la Republica y cuna de la independencia pudimos vanagloriarnos y alardear de nuestros gauchos a caballo y soldados que , en sí mismo, es una invitación a recordar el pasado, un pasado común, un pasado conjunto, un pasado de nosotros y de nuestros abuelos, que es el pasado de la patria, un pasado con hechos luminosos como fueron las gestas militares y cívicas de nuestros próceres, y también un pasado de dolores, con enfrentamientos entre hermanos, con luchas acerbas, con incomprensiones, con derrotas. Por eso los dolores, los errores, los desaciertos, los desencuentros, las derrotas, no deben olvidarse nunca, para que nos sirvan de lección que nos enseñe a acertar con el buen camino uniéndonos en la acción común. Y al evaluar el pasado, es entender que la el caballo y los caballeros reúne en sí las mejores tradiciones. Los jinetes, los caballeros que participaban del acto, ponían su caballeresca rúbrica al ideal proclamado: “Patria…
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