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¡Más arriba! ¡Más alto hacia el cielo azul!

El placer de ver la tierra como un pájaro y gozando del majestuoso silencio del espacio…

lobo-aragon-2Por Jorge B. Lobo Aragón.

Siguiendo con mi desdoblamiento corporal o bilocación subjetiva – únicamente por mi percibida –  comentada en mis escritos de “mis sueños de pájaros”; “volar como los pájaros”;  “Mis Sueños De Vuelo y el Eterno Amigo” y “Hacia arriba y más allá” , he podido lograr con mi imaginación,unantigua aspiración del hombre de remontarse a las alturas como los pájaros, concretando lasolución  del viejo Arquímedes de  que un cuerpo pierde de su peso una cantidad igual al peso del líquido que desaloja. Perdemos un peso igual al del aire que desalojamos, nada más que estamos tan acostumbrados y es tan ínfimo el peso de ese aire que no nos damos cuenta. Entonces fabriqué un enorme globo que desaloje muchísimo aire. El invento resultaba poco práctico. Yo quería volar en mis sueños y no subirme a un globo.  Pero el ascenso además de  novedoso podía tener el  placer de ver la tierra como un pájaro, gozando del majestuoso silencio del espacio.  Me trepe a mi globo. No tenía experiencia de vuelos salvo en aviones y una vez en helicóptero. Pero mi desdoblamiento subjetivo me daba el valor necesario.  En mi  barquilla llena de instrumentos y de lastre,  con bolsas de oxígeno para respirar  levante vuelo. En el ascenso se controlan las pulsaciones, el ritmo de la respiración y la temperatura. A 4.000 metros tire lastre y volarcontinúe la elevación.  Probé el oxígeno: funcionaba bien pero  decidí economizarlo. Ya  a los 7.000 metros con 11° bajo cero, mis manos se ponen tiesas y heladas. Estaba bien. Seguí subiendo pero respirando con dificultad. El barómetro me marca 300 milímetros de mercurio. Tiré  más lastre.  Sentía apatía, pereza, desgano. Pero mis sueños de pájaro y el placer de seguir subiendo ¡más arriba! hacia el sereno azul del firmamento me alentaban cada vez más. En mi entusiasmo me olvide de  los instrumentos de medición. Quise ponerme el tubo de oxígeno en la boca y no puede  ni siquiera levantar el brazo porque le falta de aire  me  ha dejado sin energías. Veo que el barómetro marca 280 milímetros. Quiero gritar  el triunfo  de haber  llegado a los 8.000 metros, pero caigo  desmayado. Inmutable, silencioso, solemne,  mi globo asciende por el cielo llevándome aturdido  en  mi barquilla que el aire suavemente bambolea. No se qué pasó. Calculo que el globo habrá llegado a los 8.600 metros y que gracias a Dios se produciría un escape de gas con lo que rápidamente  perdió  altura.  Me despierta con dolor de cabeza, mareado y con la persistente pereza, pero rápidamente  tengo que ponerme en actividad pues el globo es sacudido por el fuerte viento. Tiro más lastre para no caer con fuerza. Llego a tierra con la visión del cielo cercano en  mis pupilas. Al despertarme siento que estuve muy cerca del Globo Zenith, con los mártires de la ciencia, Gastón Tissandier, el físico Eustaquio Crocé-Spinelli y el marino Teodoro Sivel, a quienes rindo un homenaje con este humilde  escrito.

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