Si vemos que el puma está por saltar sobre una cabra, y tenemos un arma. ¿Qué hacemos? Lo matamos, ¿O no? Eso es algo que hemos hecho toda la vida, no sólo porque el débil despierta nuestra simpatía sino por interés de comerla nosotros a la inocente cabrilla. Podríamos dejarlo al puma que engorde para comerlo a él, pero tiene una carne hedionda; mejor es la cabra. Y de tanto matarlos, los pumas se están acabando. ¡Pobres pumas! Antes la gente era escasa y había grandes campos baldíos en los que se desarrollaba una vida natural. Suris, liebres, guanacos aprovechaban los abundantes pastos; zorros, halcones, pumas se los comían a los herbívoros y en tiempos de escasez pasaban necesidad ellos también. Se cumplía el equilibrio sabio de la naturaleza. Más o menos como dice el Faraón en la novela de Moisés hay que respetar el equilibrio cósmico. De vez en cuando unos pocos hombres irrumpían boleando guanacos, cosechando nidadas de suris, trampeando conejos; insignificancias en la inmensidad de los campos que volvían a poblarse sin rastros de la depredación. Hasta que los hombres aumentaron y, para peor, hicieron armas más eficaces. En las pampas norteamericanas las manadas de bisontes soportaron las esporádicas cacerías de pocos indios; pero cuando a los indios se les sumaron cuadrillas de obreros que tendían vías en cuyo recorrido se levantaban pueblos, la barata carne de bisonte no alcanzó para tantas bocas y acabaron por extinguirse. Necesidad de comida e imprevisión de la sociedad, pues hubiera sido interesante controlar la caza, restringirla, conservar la especie. En la conservación y en defensa del patrimonio zoológico. ¿Habría que Prohibir la caza? Pero mientras conservara la vida silvestre, ¿de qué vivirían los indios que no habían aprendido a sembrar ni a criar ovejas? Se plantea un conflicto que sigue sin resolverse. ¿Se ha de evitar la caza de animales para que no se extingan, como quieren los ecologistas? ¿Se han de respetar los usos y costumbres, la “cultura” de los indios, como exigen los indigenistas? Indigenistas y ecologistas, hermanos entre sí, que se las arreglen entre ellos. La verdad que se me ocurrió la idea porque me invitaron a cazar y como soy un inútil y no se ni cargar una escopeta, me quede con las ganas.
Reflexión
DR. JORGE B. LOBO ARAGÓN