En Uruguay hubo dos plebiscitos. En dos ocasiones se le preguntó a la ciudadanía si quería que los militares y policías que habían luchado contra el terrorismo en Uruguay fueran a prisión. Se trató de la Ley de Caducidad; en Argentina se llamaría prescripción.
Los delitos, grandes o pequeños tienen un plazo para ser reclamados. En parte por una cuestión de estabilidad institucional y hasta mental. En parte por razones procesales, no es posible que alguien se defienda correctamente de algo que ocurrió hace 40 años. ¿Usted puede probar en donde estuvo hace exactamente hace un año? ¿Tiene testigos? Por ahí justo fue el cumpleaños de su mejor amigo y tiene docenas de testigos. Y…¿hace dos años? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Puede probar exactamente donde estuvo el día de hoy pero hace cinco años? Ante un testigo que afirma que hace cinco años usted tenía un apodo exótico y que lo torturó, ¿usted puede probar lo contrario? Transporte eso a cuarenta años atrás.
Dos plebiscitos se hicieron en Uruguay en los que los uruguayos votaron invariablemente que no querían perseguir a los militares y policías por la guerra de los 70. Dos veces.
Los defensores de la guerra por otros medios impulsaron dos plebiscitos porque creyeron que ganaban, que la gente iba a estar de su lado. La gente estuvo del lado de la paz. Dos veces.
¿Cómo aceptaron los defensores de la guerra por otros medios que la gente les diera la espalda? Con una de sus consignas automáticas “Los Derechos Humanos no se plebiscitan”
Los mismos que convocaron al plebiscito negaron la posibilidad de que se aplique cuando les salió en contra.
En Argentina.
Más cautelosos, evitaron convocar a un plebiscito en Argentina. Cada vez que alguien decía “preguntémosle a la gente” contestaban “Los Derechos Humanos no se plebiscitan”.
En su guerra contra el Cardenal Bergoglio los Kirchner apoyaron el matrimonio homosexual. La Iglesia sabía bien que ése no era el sentir del pueblo argentino y solicitó que se consultara al ciudadano. ¿Qué contestó la izquierda “progre”? “Los Derechos Humanos no se plebiscitan”.
En Clarín del 28 de junio de 2010, Alex Freyre, quien junto con su pareja fue el primer matrimonio gay por conveniencia le contestaba al odiado Bergoglio que los Derechos Humanos no se plebiscitan. Digo “matrimonio por conveniencia” porque se casaron para las cámaras de televisión haciéndose pasar por una pareja enamorada. Los que iban contra la “pareja enamorada” iban contra los Derechos Humanos y ya sabemos que los Derechos Humanos no se plebiscitan.
En cuanto a la guerra de los 70, las leyes de obediencia debida y punto final fueron votadas por ambas cámaras del Congreso Nacional; fueron promulgadas por el Poder Ejecutivo y declaradas constitucionales, al menos, en 12 oportunidades. Pero ya sabemos que los Derechos Humanos no se plebiscitan y por eso, un grupo de diputados mercenarios (algún día se investigará cuánto cobraron por impulsar la nulidad) junto con jueces mercenarios (¿será cierto que un juez cobró diez millones de dólares por decretar la inconstitucionalidad?) las declararon nulas con efecto retroactivo, alegando una oscura responsabilidad internacional que impide perdonar a uno de los bandos aunque sí al otro. Cuando alguien recordaba que las leyes habían sido aprobadas por los representantes del pueblo la izquierda oponía que no se podían condonar penas ni delitos porque los Derechos Humanos no se plebiscitan.
En Colombia.
En estos días, Colombia va a un plebiscito que llaman “por la paz”. El que no apruebe este plebiscito seguramente estará en contra de la paz. Se busca perdonar a las FARC delitos abominables que han sido declarados de “lesa humanidad”. No así a los militares y policías que los combatieron. Y no es que a las FARC, de pronto, les haya dado por la paz. Esa banda de narcoterroristas ha secuestrado, asesinado, violado, reducido a servidumbre, producido abortos forzosos, esterilizaciones forzosas, apropiaciones de menores, abandono forzado de menores, ha torturado, violentado cada derecho humano que uno pueda imaginar y hoy, por arte de magia y de una persecución militar que no les ha dado tregua, son los principales mentores de la paz.
Se condonarán todas las aberraciones que las FARC han causado en Colombia durante décadas. Todo con el edulcorado argumento de que, de pronto, han entendido que la hermandad entre los hombres es mejor a enriquecerse con la cocaína que envían a Estados Unidos y Europa. Que la paz de la humanidad es mejor que secuestrar pequeñas niñas, asesinar a sus padres y convertirlas en esclavas sexuales a las que se les provocará aborto tras aborto para que no sean una carga, en contra de su voluntad la mayoría de las veces o abandonaran a sus bebés en la selva para que mueran víctimas de los elementos, el hambre o las alimañas.
Se condonará en nombre de la paz el secuestro de personas a las que se tuvo de rehén en la selva durante décadas, encadenadas a un árbol, como a Ingrid Betancourt. Todo en nombre de una sensibilidad que, de pronto, ha brotado en los corazones de los jefes de las FARC.
Este plebiscito, para la izquierda eternamente hipócrita, sí es posible porque ya sabemos que los Derechos Humanos no se plebiscitan pero los Derechos Humanos son lo que la izquierda quiere que sean, lo que le conviene que sean y lo que nosotros no sabemos defender.
Por Andrea Palomas Alarcón.
En Uruguay
En Uruguay hubo dos plebiscitos. En dos ocasiones se le preguntó a la ciudadanía si quería que los militares y policías que habían luchado contra el terrorismo en Uruguay fueran a prisión. Se trató de la Ley de Caducidad; en Argentina se llamaría prescripción.
Los delitos, grandes o pequeños tienen un plazo para ser reclamados. En parte por una cuestión de estabilidad institucional y hasta mental. En parte por razones procesales, no es posible que alguien se defienda correctamente de algo que ocurrió hace 40 años. ¿Usted puede probar en donde estuvo hace exactamente hace un año? ¿Tiene testigos? Por ahí justo fue el cumpleaños de su mejor amigo y tiene docenas de testigos. Y…¿hace dos años? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Puede probar exactamente donde estuvo el día de hoy pero hace cinco años? Ante un testigo que afirma que hace cinco años usted tenía un apodo exótico y que lo torturó, ¿usted puede probar lo contrario? Transporte eso a cuarenta años atrás.
Dos plebiscitos se hicieron en Uruguay en los que los uruguayos votaron invariablemente que no querían perseguir a los militares y policías por la guerra de los 70. Dos veces.
Los defensores de la guerra por otros medios impulsaron dos plebiscitos porque creyeron que ganaban, que la gente iba a estar de su lado. La gente estuvo del lado de la paz. Dos veces.
¿Cómo aceptaron los defensores de la guerra por otros medios que la gente les diera la espalda? Con una de sus consignas automáticas “Los Derechos Humanos no se plebiscitan”
Los mismos que convocaron al plebiscito negaron la posibilidad de que se aplique cuando les salió en contra.
En Argentina.
Más cautelosos, evitaron convocar a un plebiscito en Argentina. Cada vez que alguien decía “preguntémosle a la gente” contestaban “Los Derechos Humanos no se plebiscitan”.
En su guerra contra el Cardenal Bergoglio los Kirchner apoyaron el matrimonio homosexual. La Iglesia sabía bien que ése no era el sentir del pueblo argentino y solicitó que se consultara al ciudadano. ¿Qué contestó la izquierda “progre”? “Los Derechos Humanos no se plebiscitan”.
En Clarín del 28 de junio de 2010, Alex Freyre, quien junto con su pareja fue el primer matrimonio gay por conveniencia le contestaba al odiado Bergoglio que los Derechos Humanos no se plebiscitan. Digo “matrimonio por conveniencia” porque se casaron para las cámaras de televisión haciéndose pasar por una pareja enamorada. Los que iban contra la “pareja enamorada” iban contra los Derechos Humanos y ya sabemos que los Derechos Humanos no se plebiscitan.
En cuanto a la guerra de los 70, las leyes de obediencia debida y punto final fueron votadas por ambas cámaras del Congreso Nacional; fueron promulgadas por el Poder Ejecutivo y declaradas constitucionales, al menos, en 12 oportunidades. Pero ya sabemos que los Derechos Humanos no se plebiscitan y por eso, un grupo de diputados mercenarios (algún día se investigará cuánto cobraron por impulsar la nulidad) junto con jueces mercenarios (¿será cierto que un juez cobró diez millones de dólares por decretar la inconstitucionalidad?) las declararon nulas con efecto retroactivo, alegando una oscura responsabilidad internacional que impide perdonar a uno de los bandos aunque sí al otro. Cuando alguien recordaba que las leyes habían sido aprobadas por los representantes del pueblo la izquierda oponía que no se podían condonar penas ni delitos porque los Derechos Humanos no se plebiscitan.
En Colombia.
En estos días, Colombia va a un plebiscito que llaman “por la paz”. El que no apruebe este plebiscito seguramente estará en contra de la paz. Se busca perdonar a las FARC delitos abominables que han sido declarados de “lesa humanidad”. No así a los militares y policías que los combatieron. Y no es que a las FARC, de pronto, les haya dado por la paz. Esa banda de narcoterroristas ha secuestrado, asesinado, violado, reducido a servidumbre, producido abortos forzosos, esterilizaciones forzosas, apropiaciones de menores, abandono forzado de menores, ha torturado, violentado cada derecho humano que uno pueda imaginar y hoy, por arte de magia y de una persecución militar que no les ha dado tregua, son los principales mentores de la paz.
Se condonarán todas las aberraciones que las FARC han causado en Colombia durante décadas. Todo con el edulcorado argumento de que, de pronto, han entendido que la hermandad entre los hombres es mejor a enriquecerse con la cocaína que envían a Estados Unidos y Europa. Que la paz de la humanidad es mejor que secuestrar pequeñas niñas, asesinar a sus padres y convertirlas en esclavas sexuales a las que se les provocará aborto tras aborto para que no sean una carga, en contra de su voluntad la mayoría de las veces o abandonaran a sus bebés en la selva para que mueran víctimas de los elementos, el hambre o las alimañas.
Se condonará en nombre de la paz el secuestro de personas a las que se tuvo de rehén en la selva durante décadas, encadenadas a un árbol, como a Ingrid Betancourt. Todo en nombre de una sensibilidad que, de pronto, ha brotado en los corazones de los jefes de las FARC.
Este plebiscito, para la izquierda eternamente hipócrita, sí es posible porque ya sabemos que los Derechos Humanos no se plebiscitan pero los Derechos Humanos son lo que la izquierda quiere que sean, lo que le conviene que sean y lo que nosotros no sabemos defender.