Siguiendo con la propuesta de mis amigos los Dres. Enrique Guillermo Avogadro ; Francisco Benard y muchos otros de denunciar a los jueces y fiscales que incurran en faltas graves en el ejercicio de sus magistraturas, es que también me sumo a la necesidad masiva de salir a la calle a pedir por una justicia independiente en la argentina. Manifestación pacifica que debiera ser replicada en todo el país, demostrando nuestro hartazgo. Es que mi provincia después de las últimas elecciones del 23 de Agosto estuvo bajo la lupa de todo un país y de un mundo que miraba de reojo un sistema electoral perverso practicado con todas las mañas posibles. En ese entonces se desató una represión inusitada del estado ante una convocatoria espontánea. Una junta electoral provincial compuesta por integrantes del poder y el colegio de abogados nunca pudo mantener la mínima credibilidad. Una resolución judicial independiente que tuvo que resolver ante una acción de amparo desató la ira del poder de turno. Concordantemente los intereses y candidatos presidenciables en ese entonces a nivel nacional pusieron sus esfuerzos mediáticos en busca de alguna ventaja. Mientras tanto la mirada de politólogos y encuestadores se hacían escuchar todos los días. El gobierno de Cristina lejos de poner paños fríos ante posibilidad de una intervención y sin ley de acefalía se desplegó bajo el famoso lema “Vamos por todo”. Paralelamente en nuestra provincia la plaza independencia se veía acorralada por la protesta justa de los ruralistas o la gente del campo. Ante la finalización de los escrutinios practicados, el gobierno se autoproclamo vencedor ocupando el parque con una multitud movilizada bajo su propio sistema prebendario. Después del fallo judicial de la cámara contenciosa competente que anulara las elecciones el Gobierno de ese entonces se desató sin medir consecuencias con la absoluta impunidad que impone el poder. La justicia resolvió con jueces de distintas instancias. Pero ante esos sucesos que repican en la mente de muchos, gran parte de la sociedad se pregunta ante nuevas elecciones: Se debe o puede hacer algo más para que la prepotencia, los vándalos, no cunda lo más campantes, seguras de que la sociedad carece de medios adecuados para defenderse. Algo hay que pueda hacerse, menos quedarse gozando de la tranquilidad de los que aún no les ha tocado ser víctimas, consolándose con el argumento de que libertinaje y despotismo hubo siempre y esperando que las cosas algún día solas se han de arreglar. Actualmente eso es imposible en la práctica – sin entrar a polemizar-, culpa de quien o de quienes. Como abogado y hombre público entiendo que una “justicia bajo extorsión o mirando el sudeste no es justicia”. Lamentablemente actualmente, pasados los años, los argentinos no contamos con una administración de justicia que resulte satisfactoria. Pareciera que al organizar un estado independiente los argentinos hubiéramos fracasado en lo más elemental; que en vez de mantener el buen funcionamiento de instituciones fundamentales, las fuéramos deteriorando cada vez más. Como si los argentinos nos hubiéramos amansado, llegando a comprender que es inevitable que la sociedad sea manejada por mafias, por la transgresión, por organizaciones que tienen poder y que son impunes, pues escapan a las sanciones, y frente a ellas la justicia parece carecer de los instrumentos necesarios para investigarlas y para controlarlas. Parecería muy desesperada, muy desalentada y patética la situación. Pero estoy convencido que argentinos y especialmente los Tucumanos si podemos reaccionar, tenemos energías para reclamar justicia, somos capaces de interesarnos por los problemas públicos no sólo los días de comicios sino también cuando se afectan los grandes valores de la sociedad, como son la seguridad pública y la administración de justicia. Si de las movilizaciones practicadas en su momento gran parte de la comunidad ha respondido en forma vigorosa y con ánimo alentado se vendría a demostrar que aquellos congresales de 1816 no estaban tan errados. Habrá libertades e independencias inalcanzables, o que no atraen ni interesan a una sociedad moderna, pero no se habrán equivocado al pensar que podíamos organizar el Estado; un Estado con una justicia tan capaz, independiente y eficaz, por lo menos, como la que teníamos en 1816. Lo que un lejano 9 de julio nos propusimos, ser libres e independientes, ahora parece exceder la medida de una ilusión. Ahora podemos hacer dos cosas: Darnos por satisfechos interpretando que los anhelos que entonces se plantearon ya están conseguidos, o que, con las vueltas que ha dado la historia se trata ya de afanes inútiles, ridículos frente a una nueva realidad, inválidos, estériles, arcaicos. O aceptar que el fracaso de nuestra empresa nacional se debe a la cantidad de defectos, de vicios, de errores, de pecados que nos caracterizan a los argentinos y tucumanos y que conocemos bastante. Pero entiendo que no es suficiente con conocer: hay que hacer un sincero propósito de enmienda y ponernos a la tarea de corregirnos, de ser mejores para que la patria de nuestros nietos pueda ser mejor. Que aquel 9 de julio en Tucumán debe servir de recuerdo de que tenemos la obligación de curarnos de las tristes deficiencias que nos caracterizan. No se puede aceptar sin protestar que uno de los poderes esenciales para garantizar a cada uno lo que le corresponda sea maniatado y extorsionado de manera inusitada e incomprensible. Como dice mi gran amigo y maestro Avogrado no permitamos más que cuatro o cinco cretinos, hijos de mala madre, hipotequen nuestro futuro y el de nuestros descendientes. Salgamos a gritar, bien fuerte y remedando a Gabriel Celaya, “¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo”.
Por Jorge Bernabé Lobo Aragón.
Opinión
[ezcol_4fifth]Siguiendo con la propuesta de mis amigos los Dres. Enrique Guillermo Avogadro ; Francisco Benard y muchos otros de denunciar a los jueces y fiscales que incurran en faltas graves en el ejercicio de sus magistraturas, es que también me sumo a la necesidad masiva de salir a la calle a pedir por una justicia independiente en la argentina. Manifestación pacifica que debiera ser replicada en todo el país, demostrando nuestro hartazgo. Es que mi provincia después de las últimas elecciones del 23 de Agosto estuvo bajo la lupa de todo un país y de un mundo que miraba de reojo un sistema electoral perverso practicado con todas las mañas posibles. En ese entonces se desató una represión inusitada del estado ante una convocatoria espontánea. Una junta electoral provincial compuesta por integrantes del poder y el colegio de abogados nunca pudo mantener la mínima credibilidad. Una resolución judicial independiente que tuvo que resolver ante una acción de amparo desató la ira del poder de turno. Concordantemente los intereses y candidatos presidenciables en ese entonces a nivel nacional pusieron sus esfuerzos mediáticos en busca de alguna ventaja. Mientras tanto la mirada de politólogos y encuestadores se hacían escuchar todos los días. El gobierno de Cristina lejos de poner paños fríos ante posibilidad de una intervención y sin ley de acefalía se desplegó bajo el famoso lema “Vamos por todo”. Paralelamente en nuestra provincia la plaza independencia se veía acorralada por la protesta justa de los ruralistas o la gente del campo. Ante la finalización de los escrutinios practicados, el gobierno se autoproclamo vencedor ocupando el parque con una multitud movilizada bajo su propio sistema prebendario. Después del fallo judicial de la cámara contenciosa competente que anulara las elecciones el Gobierno de ese entonces se desató sin medir consecuencias con la absoluta impunidad que impone el poder. La justicia resolvió con jueces de distintas instancias. Pero ante esos sucesos que repican en la mente de muchos, gran parte de la sociedad se pregunta ante nuevas elecciones: Se debe o puede hacer algo más para que la prepotencia, los vándalos, no cunda lo más campantes, seguras de que la sociedad carece de medios adecuados para defenderse. Algo hay que pueda hacerse, menos quedarse gozando de la tranquilidad de los que aún no les ha tocado ser víctimas, consolándose con el argumento de que libertinaje y despotismo hubo siempre y esperando que las cosas algún día solas se han de arreglar. Actualmente eso es imposible en la práctica – sin entrar a polemizar-, culpa de quien o de quienes. Como abogado y hombre público entiendo que una “justicia bajo extorsión o mirando el sudeste no es justicia”. Lamentablemente actualmente, pasados los años, los argentinos no contamos con una administración de justicia que resulte satisfactoria. Pareciera que al organizar un estado independiente los argentinos hubiéramos fracasado en lo más elemental; que en vez de mantener el buen funcionamiento de instituciones fundamentales, las fuéramos deteriorando cada vez más. Como si los argentinos nos hubiéramos amansado, llegando a comprender que es inevitable que la sociedad sea manejada por mafias, por la transgresión, por organizaciones que tienen poder y que son impunes, pues escapan a las sanciones, y frente a ellas la justicia parece carecer de los instrumentos necesarios para investigarlas y para controlarlas. Parecería muy desesperada, muy desalentada y patética la situación. Pero estoy convencido que argentinos y especialmente los Tucumanos si podemos reaccionar, tenemos energías para reclamar justicia, somos capaces de interesarnos por los problemas públicos no sólo los días de comicios sino también cuando se afectan los grandes valores de la sociedad, como son la seguridad pública y la administración de justicia. Si de las movilizaciones practicadas en su momento gran parte de la comunidad ha respondido en forma vigorosa y con ánimo alentado se vendría a demostrar que aquellos congresales de 1816 no estaban tan errados. Habrá libertades e independencias inalcanzables, o que no atraen ni interesan a una sociedad moderna, pero no se habrán equivocado al pensar que podíamos organizar el Estado; un Estado con una justicia tan capaz, independiente y eficaz, por lo menos, como la que teníamos en 1816. Lo que un lejano 9 de julio nos propusimos, ser libres e independientes, ahora parece exceder la medida de una ilusión. Ahora podemos hacer dos cosas: Darnos por satisfechos interpretando que los anhelos que entonces se plantearon ya están conseguidos, o que, con las vueltas que ha dado la historia se trata ya de afanes inútiles, ridículos frente a una nueva realidad, inválidos, estériles, arcaicos. O aceptar que el fracaso de nuestra empresa nacional se debe a la cantidad de defectos, de vicios, de errores, de pecados que nos caracterizan a los argentinos y tucumanos y que conocemos bastante. Pero entiendo que no es suficiente con conocer: hay que hacer un sincero propósito de enmienda y ponernos a la tarea de corregirnos, de ser mejores para que la patria de nuestros nietos pueda ser mejor. Que aquel 9 de julio en Tucumán debe servir de recuerdo de que tenemos la obligación de curarnos de las tristes deficiencias que nos caracterizan. No se puede aceptar sin protestar que uno de los poderes esenciales para garantizar a cada uno lo que le corresponda sea maniatado y extorsionado de manera inusitada e incomprensible. Como dice mi gran amigo y maestro Avogrado no permitamos más que cuatro o cinco cretinos, hijos de mala madre, hipotequen nuestro futuro y el de nuestros descendientes. Salgamos a gritar, bien fuerte y remedando a Gabriel Celaya, “¡A la calle!, que ya es hora de pasearnos a cuerpo y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo”.
Dr Jorge B. Lobo Aragón
San Miguel de Tucumán
Argentina
[/ezcol_4fifth] [ezcol_1fifth_end]Avogadro
Cristina
Bénard
Celaya
PrisioneroEnArgentina.com
Junio 10, 2017
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