Timochenko y su extraña idea del perdón

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Por Eduardo Mackenzie.

En lugar de  decir “pido perdón a todas las víctimas del conflicto”, el jefe de las Farc, Rodrigo Londoño, dijo lo contrario: “Ofrezco perdón a todas las víctimas del conflicto”. Entienda quien pueda. O, mejor, entendamos el horror de ese discurso por lo que dice realmente, no por lo que quisiéramos que dijera. Al “ofrecer perdón” Timochenko dice que él perdona a sus víctimas por lo que éstas le hicieron a las Farc. No dice lo contrario. No se ría. Esa teoría de que los colombianos somos culpables por lo que “les hicimos a las Farc” es moneda corriente entre algunos políticos. Hace dos meses, el alcalde de Cali, Mauricio Armitage, quien fue una vez secuestrado por las Farc, escandalizó al país al decir: “La guerrilla tiene que pedir perdón pero nosotros también le tenemos que pedir perdón a la guerrilla por haberlos conducido a que estén 60 años dando bala”.

La teoría de que  las Farc, y las otras bandas comunistas en general, han cometido todos los crímenes imaginables porque Colombia es una “sociedad injusta”, y que ellas fueron forzadas a hacer eso, es la tesis número uno de los ideólogo marxistas de Colombia. Esa impostura funciona como una droga: los hace sentirse en el campo del bien. Ellos imparten la muerte a decenas de miles de inocentes pero eso no importa. Ellos son el bien encarnado. Y por hacer el bien son maltratados por los otros, por los malos. Tal es dogma central de las Farc, la inversión de realidad sin la cual no podrían dar un asidero psicológico a sus miembros. Por eso no es raro que Timochenko haya sacado esa estrafalaria teoría en el acto de antier, de la firma “de la paz” en Cartagena, bajo el disfraz de un error de locución, o de redacción o de sintaxis. Falso. Los asesores que él tiene, como el “jurista” español Enrique Santiago, no habrían dejado pasar ese disparate. Por el contrario, forjaron exactamente ese frase para que los colombianos vayan sabiendo quiénes son ellos y cómo ven ellos el enorme problema del perdón y de la “reconciliación”.

Matar, secuestrar, incendiar, robar y extorsionar a los colombianos son vanos “delitos políticos” para Timochenko y consortes. Son delitos excusables, por ser necesarios para alcanzar la “justicia social”, como dicen ahora, o como sus fundadores decían en los años 50: para construir la sociedad “sin clases”, la “dictadura del proletariado”, una sociedad feliz, libre y próspera. En teoría. Asesinar inocentes puede ser una virtud y no un crimen. Enunciados como ese, inventados por Lenin en 1905, no son frases, son armas de destrucción masiva.

El que Timochenko haya dicho eso sin desatar las críticas que merecía, dice mucho sobre el estado de postración moral de cierta clase política y de los medios que pretenden estar al servicio de la información y de la formación de una opinión libre.

En su discurso, Rodrigo Londoño deslizó otra exigencia escandalosa, que tampoco fue oída ni resentida por la gran prensa, frase calculada para hacernos creer que la violencia ejercida por ellos durante cinco décadas contra Colombia no debe ser vista como un todo  perverso y condenable sino como un fenómeno relativo en donde aparecen aspectos muy nobles. El pedido de Timochenko fue: “Que se reconozca que las Farc siempre intentó (sic) por todos los medios evitar las desgracias del conflicto”. (1).  ¿Evitar las desgracias del conflicto? ¿Quién puede aceptar eso? ¿Si las Farc “evitaron” las desgracias del conflicto de qué paz y de qué conflicto están hablando? ¿Por qué tantas víctimas  esperan que las Farc pidan perdón? El cinismo descomunal de esa frase revela que lo de Cartagena no fue más que una payasada montada no para avanzar hacia la paz sino para lavarle la cara a las Farc y mejorar sus posiciones para el asalto al poder. El resultado de ese circo fue el que ellos esperaban: una prensa hipnotizada y la Unión Europea  decidida a sacar a las Farc de la lista de organizaciones terroristas. John Kerry, el secretario de Estado americano y enviado de Barack Obama, prometió lo mismo.

Sin haber entregado las armas, teniendo aún cientos de secuestrados, sobre todo niños,  y sin haber siquiera expresado un arrepentimiento real por las desgracias que le ocasionaron a Colombia, las Farc serán premiadas por Santos, Obama y la UE.

En el limbo quedó pues el llamado, de gran generosidad y decencia moral, de Mauricio Lizcano, presidente del Senado colombiano, doble víctima de las Farc, quien declaró en Cartagena que los colombianos no nos contentamos con simulacros de perdón sino con un acto de “gran arrepentimiento por parte de la Farc” y que esperamos que el perdón “no sólo sea en casos puntuales, sino masivos, porque todos los colombianos fuimos víctimas”. El padre de Mauricio Lizcano, Óscar Tulio Lizcano, ex miembro de la Cámara de Representantes, fue secuestrado durante ocho años por las Farc hasta que pudo escapar en octubre de 2008. Su otro hijo, Juan Carlos, fue secuestrado durante seis meses por el Ejército Popular de Liberación en 2004. El senador Lizcano pidió a las Farc que entreguen las armas y cumplan el acuerdo y, sobre todo, que abandonen su postura arrogante: “todos los colombianos estamos esperando que cada día ellos se sintonicen más con lo que se espera de ellos y no ellos lo que esperan de los colombianos”.

La actitud de Timochenko en Cartagena muestra una vez más los enormes bloqueos mentales y morales que tienen las Farc ante sus víctimas y ante el país real. Sus actos de arrepentimiento son inexistentes. Cada vez que anuncian que pedirán perdón, salen con frases equivocas, o con burlas macabras, como la de Jesús Santrich, en Oslo, en octubre de 2012, cuando respondió riendo y cantando “Quizás, quizás, quizás”.

¿Cambiarán un día? Es muy poco probable. Pues ellos reiteran, como si eso fuera una gran virtud, que no cambiarán de programa, que no se arrepienten de nada, que “nadie aquí ha renunciado a sus ideas”. Sin embargo, el punto es ese, precisamente: sus ideas. Si ellos no las cambian, si no las repudian como  una de  las causas esenciales de su trayectoria criminal, las Farc no van a poder seguir en la farsa de la paz, ni podrán convencer a nadie de que “harán política sin armas”. Sin cambiar de ideas eso es imposible.

 

(1).- http://www.noticiasrcn.com/nacional-dialogos-paz/timochenko-nombre-las-farc-ep-ofrezco-perdon-todas-las-victimas-del-conflicto

 

@eduardomackenz1

28 de septiembre de 2016

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