El idioma español es una lengua romance, es decir, viene de Roma. Se trata de una evolución del latín vulgar, del que nacieron muchos de los distintos idiomas que se hablan hoy en Europa y otras partes del mundo. La base de la historia del castellano se remonta al siglo III a. C., pero no sería hasta el siglo XIII cuando se unificó y fijó como idioma oficial de Castilla por la intervención decisiva de Alfonso X el Sabio. De los idiomas romances nacidos tras la caída del Imperio romano, el castellano es, con diferencia, el de mayor difusión. El español es la lengua materna de unos 493 millones de personas en todo el mundo. Si sumamos los estudiantes y conocedores de este idioma, la cifra supera los 590 millones de hispanohablantes, según cuenta en sus informes anuales el Instituto Cervantes. Estamos ante un idioma con una importancia evidente y es por ello que en esta ocasión nos proponemos desentrañar el origen del español. Como todas las lenguas del mundo, las palabras que dan forma a este mismo texto son fruto de una evolución a lo largo de siglos de historia. Desde las lenguas primitivas de la península ibérica hasta la actualidad, pasando por la impronta clave que dejaron los romanos, esta es la historia del español.
Como todas las herramientas de uso diario, el lenguaje y los idiomas están en constante evolución y deben su ser a la unión de multitud de huellas dejadas por diferentes culturas a lo largo de la historia. En el caso del español o castellano, tiene herencias lejanas en el tiempo de manos de celtas, íberos, fenicios, griegos y cartagineses, pero el conocimiento sobre estas lenguas primitivas de la península es escaso y por ello difícil de rastrear. Un punto de partida más firme sería la llegada de los romanos a la península ibérica tras las guerras púnicas. Según el investigador José Manuel Huidobro: “La península ibérica fue romana desde finales del siglo II a. C. hasta los comienzos del siglo V d. C. Tan honda fue la huella que en esta tierra dejó la civilización romana, que no sólo quedó casi totalmente olvidada toda la cultura anterior, sino que quedó definitivamente marcado por ella todo lo que vino después”.
La romanización hizo del latín el idioma de toda Hispania, con la excepción del euskera, la única lengua prerromana que sobrevivió. No solo de Hispania, sino que el Imperio romano extendió la lengua que hablaban en el Lacio a todo el Mediterráneo. Claro que tan vasta extensión territorial difícilmente iba a permanecer hablando exactamente el mismo idioma durante tantos siglos de dominación romana. Es por ello que el latín clásico, el culto, el latín de ciudad podríamos decir, se empezó a diferenciar del latín vulgar, el que hablaba la población en su vida cotidiana, el que no se empleaba para grabar sobre la piedra, sino como comunicación diaria y, por tanto, expuesto a los constantes experimentos que el pueblo realiza con su lenguaje y que lo va transformando y diferenciando del de otras regiones geográficas.
El español nació del latín que se hablaba en las calles de la Hispania romana, creció con la llegada de los bárbaros en la Edad Media y se afianzó como idioma oficial con la escritura promovida en la corte castellana por Alfonso X. El latín vulgar era distinto en las diferentes provincias bajo control romano. Estas diferencias se fueron haciendo cada vez mayores tras el aislamiento que experimentaron las provincias una vez que cayó el imperio romano y los invasores germánicos se hicieron con el poder, aunque los pueblos bárbaros también tomaron el latín como su idioma, al que añadieron algunas de sus propias características al hablar. De esta mezcla cultural entre lo romano y lo germánico nacieron las lenguas romances, continuaciones modernas del latín vulgar.
La presencia de musulmanes en la península ibérica desde el siglo VIII al XV también tuvo un gran aporte a la configuración del español actual. Al-Andalus tuvo su propio idioma romance, el mozárabe, nacido de la mezcla entre el árabe y el latín vulgar. Estos dialectos de la iberia musulmana fueron desapareciendo conforme al-Andalus fue retirándose hacia el sur en el proceso histórico conocido como la Reconquista.
El español también es conocido como castellano por haber nacido en el reino de Castilla, que “asumió la iniciativa de la Reconquista en la meseta […] El dinamismo castellano no sólo avanzó hacia el sur musulmán, sino que desplegó su influencia sobre el oeste y el este cristianos”. A la par, el mozárabe también penetró en el idioma y dejó sus propios y ricos ingredientes: los arabismos que hoy día seguimos utilizando. El castellano pasa de dialecto hablado a lenguaje en cuanto empieza a ponerse por escrito. Este paso tan importante sucedió en el siglo X, cuando se escribieron las Glosas Emilianenses: anotaciones en romance a textos en latín que suponen el primer documento escrito en castellano que hayamos encontrado hasta la fecha. “Pero el momento decisivo de la unificación y fijación del castellano llega en el reinado de Alfonso X el Sabio. Las obras literarias y científicas concebidas en su corte eran de carácter culto, pero en lugar de ser difundidas en latín, se difundieron en castellano […] El hecho de utilizar el castellano como lengua culta, llevaba consigo un enriquecimiento en el vocabulario y en los medios para expresarse. A partir de aquí el castellano ya era un instrumento útil de expresividad como lo demuestran los dos siglos posteriores y una obra cumbre: La Celestina (1499). Por ésta misma época, Antonio de Nebrija había escrito ya la primera gramática del castellano (1492) que establece una normativa a seguir”.
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El idioma español es una lengua romance, es decir, viene de Roma. Se trata de una evolución del latín vulgar, del que nacieron muchos de los distintos idiomas que se hablan hoy en Europa y otras partes del mundo. La base de la historia del castellano se remonta al siglo III a. C., pero no sería hasta el siglo XIII cuando se unificó y fijó como idioma oficial de Castilla por la intervención decisiva de Alfonso X el Sabio. De los idiomas romances nacidos tras la caída del Imperio romano, el castellano es, con diferencia, el de mayor difusión. El español es la lengua materna de unos 493 millones de personas en todo el mundo. Si sumamos los estudiantes y conocedores de este idioma, la cifra supera los 590 millones de hispanohablantes, según cuenta en sus informes anuales el Instituto Cervantes. Estamos ante un idioma con una importancia evidente y es por ello que en esta ocasión nos proponemos desentrañar el origen del español. Como todas las lenguas del mundo, las palabras que dan forma a este mismo texto son fruto de una evolución a lo largo de siglos de historia. Desde las lenguas primitivas de la península ibérica hasta la actualidad, pasando por la impronta clave que dejaron los romanos, esta es la historia del español.
Como todas las herramientas de uso diario, el lenguaje y los idiomas están en constante evolución y deben su ser a la unión de multitud de huellas dejadas por diferentes culturas a lo largo de la historia. En el caso del español o castellano, tiene herencias lejanas en el tiempo de manos de celtas, íberos, fenicios, griegos y cartagineses, pero el conocimiento sobre estas lenguas primitivas de la península es escaso y por ello difícil de rastrear. Un punto de partida más firme sería la llegada de los romanos a la península ibérica tras las guerras púnicas. Según el investigador José Manuel Huidobro: “La península ibérica fue romana desde finales del siglo II a. C. hasta los comienzos del siglo V d. C. Tan honda fue la huella que en esta tierra dejó la civilización romana, que no sólo quedó casi totalmente olvidada toda la cultura anterior, sino que quedó definitivamente marcado por ella todo lo que vino después”.
La romanización hizo del latín el idioma de toda Hispania, con la excepción del euskera, la única lengua prerromana que sobrevivió. No solo de Hispania, sino que el Imperio romano extendió la lengua que hablaban en el Lacio a todo el Mediterráneo. Claro que tan vasta extensión territorial difícilmente iba a permanecer hablando exactamente el mismo idioma durante tantos siglos de dominación romana. Es por ello que el latín clásico, el culto, el latín de ciudad podríamos decir, se empezó a diferenciar del latín vulgar, el que hablaba la población en su vida cotidiana, el que no se empleaba para grabar sobre la piedra, sino como comunicación diaria y, por tanto, expuesto a los constantes experimentos que el pueblo realiza con su lenguaje y que lo va transformando y diferenciando del de otras regiones geográficas.
El español nació del latín que se hablaba en las calles de la Hispania romana, creció con la llegada de los bárbaros en la Edad Media y se afianzó como idioma oficial con la escritura promovida en la corte castellana por Alfonso X. El latín vulgar era distinto en las diferentes provincias bajo control romano. Estas diferencias se fueron haciendo cada vez mayores tras el aislamiento que experimentaron las provincias una vez que cayó el imperio romano y los invasores germánicos se hicieron con el poder, aunque los pueblos bárbaros también tomaron el latín como su idioma, al que añadieron algunas de sus propias características al hablar. De esta mezcla cultural entre lo romano y lo germánico nacieron las lenguas romances, continuaciones modernas del latín vulgar.
La presencia de musulmanes en la península ibérica desde el siglo VIII al XV también tuvo un gran aporte a la configuración del español actual. Al-Andalus tuvo su propio idioma romance, el mozárabe, nacido de la mezcla entre el árabe y el latín vulgar. Estos dialectos de la iberia musulmana fueron desapareciendo conforme al-Andalus fue retirándose hacia el sur en el proceso histórico conocido como la Reconquista.
El español también es conocido como castellano por haber nacido en el reino de Castilla, que “asumió la iniciativa de la Reconquista en la meseta […] El dinamismo castellano no sólo avanzó hacia el sur musulmán, sino que desplegó su influencia sobre el oeste y el este cristianos”. A la par, el mozárabe también penetró en el idioma y dejó sus propios y ricos ingredientes: los arabismos que hoy día seguimos utilizando. El castellano pasa de dialecto hablado a lenguaje en cuanto empieza a ponerse por escrito. Este paso tan importante sucedió en el siglo X, cuando se escribieron las Glosas Emilianenses: anotaciones en romance a textos en latín que suponen el primer documento escrito en castellano que hayamos encontrado hasta la fecha. “Pero el momento decisivo de la unificación y fijación del castellano llega en el reinado de Alfonso X el Sabio. Las obras literarias y científicas concebidas en su corte eran de carácter culto, pero en lugar de ser difundidas en latín, se difundieron en castellano […] El hecho de utilizar el castellano como lengua culta, llevaba consigo un enriquecimiento en el vocabulario y en los medios para expresarse. A partir de aquí el castellano ya era un instrumento útil de expresividad como lo demuestran los dos siglos posteriores y una obra cumbre: La Celestina (1499). Por ésta misma época, Antonio de Nebrija había escrito ya la primera gramática del castellano (1492) que establece una normativa a seguir”.
PrisioneroEnArgentina.com
Noviembre 18, 2023