Al anochecer, sólo quedan siluetas delgadas en las calles oscuras de Delhi. Están por todas partes: debajo puentes, recostados a las puertas de templos, escondidos en los parques, sobre pilas de basura. Son miles de personas envueltas en mantas desgastadas. Cuerpos retorcidos que se apiñan unos contra los otros para protegerse del frío. Son familias, niños y mujeres solos, ancianos, parados, huerfasnos, discapacitados físicos… Todos comparten tristes vidas lleas de marginalidad, abuso y resistencia ante la adversidad.
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Cientos de pobres y personas sin hogar se forman en linea todas las mañanas en siete ubicaciones en la ciudad Delhi, esperando que llegue una camioneta cargada con comida, agua y medicinas. Las personas en el vehículo les dan comida, vendan sus heridas y también los asean. Todo gracias a un hombre, que junto con sus 250 voluntarios, ha estado en una misión para servir a los necesitados durante más de dos décadas.
Él no recauda fondos, ni anuncia su trabajo. Kamaljeet Singh, el hombre sij que es conocido cariñosamente como “Veerji” (Hermano, en Punjabi), ha decidido no formar una organización, es decir, tener cualquier otro motivo que no sea servir desinteresadamente. Singh no desea ayuda alguna del gobierno ni de otra entidad que pueda corromper o utilizar esta actidud.
En Delhi, más del 80% de los sin techo vienen de los estados más pobres y atrasados del país: Bihar, Uttar Pradesh, Chhattisgarh… Forman parte de una diáspora urbana silenciosa que acumula traumas y desigualdad. Se les trata como si fueran una pandemia, pero en realidad son un indicador del fracaso de las instituciones ante una emergencia que se ha convertido en un símbolo de las contradicciones del país, pese al crecimiento económico que ha salvado a tantos de la pobreza.
La India es la mayor democracia del mundo por número de habitantes y es un ejemplo de que un sistema democrático no tiene porque traer el bienestar a su población forzosamente.
Al anochecer, sólo quedan siluetas delgadas en las calles oscuras de Delhi. Están por todas partes: debajo puentes, recostados a las puertas de templos, escondidos en los parques, sobre pilas de basura. Son miles de personas envueltas en mantas desgastadas. Cuerpos retorcidos que se apiñan unos contra los otros para protegerse del frío. Son familias, niños y mujeres solos, ancianos, parados, huerfasnos, discapacitados físicos… Todos comparten tristes vidas lleas de marginalidad, abuso y resistencia ante la adversidad.
[ezcol_1fifth].[/ezcol_1fifth] [ezcol_3fifth]Cientos de pobres y personas sin hogar se forman en linea todas las mañanas en siete ubicaciones en la ciudad Delhi, esperando que llegue una camioneta cargada con comida, agua y medicinas. Las personas en el vehículo les dan comida, vendan sus heridas y también los asean. Todo gracias a un hombre, que junto con sus 250 voluntarios, ha estado en una misión para servir a los necesitados durante más de dos décadas.
Él no recauda fondos, ni anuncia su trabajo. Kamaljeet Singh, el hombre sij que es conocido cariñosamente como “Veerji” (Hermano, en Punjabi), ha decidido no formar una organización, es decir, tener cualquier otro motivo que no sea servir desinteresadamente. Singh no desea ayuda alguna del gobierno ni de otra entidad que pueda corromper o utilizar esta actidud.
En Delhi, más del 80% de los sin techo vienen de los estados más pobres y atrasados del país: Bihar, Uttar Pradesh, Chhattisgarh… Forman parte de una diáspora urbana silenciosa que acumula traumas y desigualdad. Se les trata como si fueran una pandemia, pero en realidad son un indicador del fracaso de las instituciones ante una emergencia que se ha convertido en un símbolo de las contradicciones del país, pese al crecimiento económico que ha salvado a tantos de la pobreza.
La India es la mayor democracia del mundo por número de habitantes y es un ejemplo de que un sistema democrático no tiene porque traer el bienestar a su población forzosamente.
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Mayo 28, 2018
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