En ese instante llega el Coronel Lagos con su escolta y los desmanes cesaron; la tropa formó. Los indios se agruparon, quietos con la cabeza gacha. Lagos prometió a los prisioneros que nada iba a pasarles. Poco después se dirigieron al cuartel, con ellos iba Catriel y Avendaño. Los habían amarrado con tientos de cuero que cortaba la sangre. Las manos y pies entumecidos por la falta de circulación; Catriel a pesar del trato, no emitió ninguna queja. Cipriano queda detenido en calidad de prisionero al igual que Avendaño y Sosa, de las fuerzas gubernistas y son llevados con sus seguidores a Olavarría a fin de comparecer ante el Coronel Julio Campos.
Es a partir de este episodio, es que difieren las interpretaciones de los hechos que se sucedieron más tarde. ¿Qué aconteció luego de la detención? Los datos más seguros, son que los seguidores del cacique, indios y pobladores, fueron repartidos como prisioneros en varios cuerpos del ejército acantonado en Olavarría y fueron tratados con consideración; en cambio a Cipriano, Avendaño y el trompa Martín Sosa fueron puestos en “Cepo de Lazo” (se ataba el lazo a una planta, bayoneta enterrada en el suelo o estaca, a cierta distancia del reo; entonces con el lazo se hacían dos medios bozales en los tobillos y luego, estirando la otra extremidad del lazo, no mucho, se sujetaba en cualquier parte. Generalmente se pasaba una varilla entre el doblez de las rodillas, estaba sentado con las piernas flexionadas hacia arriba, y por debajo se le pasaban los brazos y se le ataban las muñecas. No podía escapar ni cortar el lazo con los dientes. Del Vocabulario y Refranero Criollo de Tito Saubidet) a la intemperie y mal alimentados, a fin de someterlos a un Consejo de Guerra (no olvidar que Cipriano y Avendaño, eran oficiales del ejército argentino) Avendaño al ser detenido, le espeto “les quiero recordar que el mismo presidente Sarmiento, me dio las insignias de Comandante” (era Tte. Coronel del Ejército Argentino de carrera, no era indio) dijo Avendaño. Un rebencazo le cruzó la espalda, “¿Y entonces pa’ que te metés en revoluciones contra el presidente?… Déjelo estaqueado ahí nomás…El Coronel Julio Campos, posiblemente a fin de acallar su conciencia, le envió una nota al ministro de Guerra, Adolfo Alsina, para poner en conocimiento un reclamo realizado por el Comandante Hilario Lagos, por parte de los indios leales al gobierno, que estaban dispuesto a juzgar a su antiguo jefe, según las usanzas de la tribu. La suerte de Cipriano y Avendaño quedaron selladas. La nota dice así: “El Comandante Lagos le ha manifestado que los indios piden se les entregue a Catriel, el lenguaraz Avendaño (era intérprete oficial del Estado Nacional y de la Provincia de Buenos Aires) y a su trompa de órdenes, para juzgarlos según sus costumbres particulares, no considerándose seguros con sus vidas y haciendas mientras subsista este bárbaro monstruo de la Pampa, aliado al rebelde ex senador y brigadier general Mitre, que los tenía dominados por el temor de sus crueldades, y mi opinión es que Catriel si ha de ser juzgado, debe serlo por los indios, pues es práctica que así se haga, entregándose los criminales a los caciques de la tribu para que ellos procedan según sus usos”.
Era esta, una circunstancia delicada; las opiniones de los jefes estaban divididas; el Coronel Julio Campos, era partidario de la entrega, compartida por otros oficiales, en cambio, el Coronel José Ignacio Garmendia, jefe de estado mayor de una de las divisiones, se opuso con la convicción de que la tribu pudiera cometer algún acto indecoroso para con los prisioneros, pues el delito era de traición, deslealtad para con el gobierno nacional, al que se habían plegado por presión y engaño. Esta entrega, en tales condiciones, suponía un riesgo a correr, muy alto y no se equivocaría, los hechos posteriores le dieron la razón. La tribu, no tenía competencia en la materia y, además, bajo esa excusa, podían, por motivos personales, manifestar crueldades innecesarias.
Según testimonios recogidos en el lugar, el ministro Alsina, ordenó dejar en libertad a Cipriano y sus dos compañeros, quedando en libertad de volver a las tolderías y continuar colaborando con el gobierno en la defensa de la frontera por la incursión de los malones. Estas declaraciones, fueron hechas por el Coronel Garmendia, quien junto a otros compañeros escuchó decir “que por orden del ministro de Guerra y Marina, Dr. Alsina, cumplida por el jefe del Ejército, Coronel Campos, se ponía en libertad a los indios y a su cacique Cipriano Catriel, que eran de la línea del Ejército de la Nación y se habían sometido a la autoridad del gobierno, para que volvieran a sus hogares y siguieran defendiendo de los indios, malones en la frontera, que había quedado sola, con la fidelidad y el valor conque siempre lo habían hecho” ¿Fue realmente así? ¿Cumplieron los jefes militares la orden del ministro o bien celebraron un Consejo de Guerra, condenaron a los prisioneros y luego los pusieron en libertad al alcance de los indios para que los ejecutaran, y se lavaron las manos de toda responsabilidad en los hechos? O, se puede pensar, que cedieron ante el tenaz reclamo de la indiada, los pusieron en libertad y estos los mataron con total impunidad, movidos por revanchas o envidias.
Acá está el nudo, aún no desatado, de una muerte, la única de un Cacique en la historia, un asesinato; ni siquiera los que se alzaron contra el gobierno de Avellaneda, fueron degradados ni presos; porque esto es lo que fue la muerte Cipriano Catriel, un crimen, ocurrido el Olavarría el 19 de noviembre de 1874, a media mañana. Según testimonios que se conservan, fueron ultimados al dejar la prisión y recobrar la libertad; para algunos en la misma población, para otros, camino a las tolderías. Según Namuncurá, cacique enfrentado a Cipriano, el ejército los fusiló, igual información, dio la viuda de Juan José Catriel, Juana Gallardo y el cuerpo entregado para posterior ultraje y decapitación.
José Arenas, autor del libro Ensayo Histórico sobre el Partido de Olavarría, reproduce un fragmento del diario “La Prensa” de Buenos Aires (año 1875) que se apoyan en informaciones: “Después que fue militarmente vencido el movimiento revolucionario de 1874 – en La Verde, provincia de Buenos Aires y en Santa Rosa, Mendoza – el Coronel de las fuerza gubernistas, Hilario Lagos, detuvo en el partido bonaerense de Olavarría al cacique Cipriano Catriel. Este jefe indígena fue aliado de las autoridades nacionales en varias acciones contra las tribus de la pampa, y además, colaboró con las fuerzas del General Rivas en varias campañas civilizadoras; pero en la revolución fue aliado de Mitre. Por eso el Coronel Lagos lo entregó al jefe de gubernistas quién, a su vez, lo pasó a las tribus enemigas (del prisionero) para que lo juzgaran de acuerdo a sus bárbaras costumbres. Y esas tribus lo mataron a lanzazos, lo mismo que al señor Avendaño, que lo acompañaba” y agrega a título de justificación “hemos transcripto este artículo porque dada la fecha en que fue escrito, reciente la muerte de Cipriano Catriel, confirma las distintas versiones sobre su muerte”.
A su vez el Subteniente Reyes, del 2º Batallón del Regimiento III de Guardias Nacionales, al mando del Teniente Coronel Manuel Rocha, atestigua que xxxxxxxxxxxxxCipriano y Avendaño fueron lanceados y de inmediato degollados, sin miramiento alguno, el 19 de diciembre a media mañana, recayendo la culpabilidad del doble asesinato en Juan José Catriel: “A las 9 hs…al ser sacados de las guardias respectivas, Catriel y Avendaño vinieron a encontrarse frente a la Guardia de mi Batallón, como a una distancia de 80 metros. Los dos grupos de indios a caballo y armados de lanzas, echaron pie a tierra y mataron a lanza a Catriel y su secretario, degollándolos de inmediato. Esto fue tan rápido que no dio tiempo a ninguna intervención de las fuerzas que en ese momento se encontraban formadas, haciendo relevo de guardias. El que mandaba las fuerzas de los indios, era Juan José Catriel, quien degolló a su hermano”. Fojas de Servicio del Coronel Jorge Reyes, Buenos Aires, 1928, p. 48.
Volvemos a citar y transcribir a José Arenas: Al producirse la revolución de 1874, tomó parte del lado de los revolucionarios. Ahí se produjo el desencuentro con su hermano Juan José, quien consigue arrastrar consigo, la mayor parte de la tribu. Cipriano ante la impotencia se entrega. “Su creencia era que, al entregar su lanza, lo hacía capitulando y que su vida sería respetada como los que capitularon en Junín, los jefes de la revolución: Mitre, Rivas, Machado, Calvete, Ocampo, Ramos Mejía, Quiroga, Leyría, Palacios y todos los militares derrotados en La Verde”. Palabras que tomamos de un autor anónimo. Pero no ocurrió así, Cipriano marchó en calidad de preso y a pedido de su hermano Juan José, el Coronel Luis María Campos se lo entregó para juzgarlo. Todas las referencias coinciden en que fue lanceado en la Quinta de Guerrero, actual Club Estudiantes, Olavarría. Aún maniatado lucho ferozmente en defensa de su vida recriminando a sus hermanos de raza el acto de cobardía que cometían. No obstante manar abundante sangre de sus heridas, logra romper sus ligaduras y quiebra algunas lanzas que llegaron a su cuerpo indefenso; arrebata una y logra herir algunos verdugos”. Otras versiones sostienen que el Cacique, tras recibir 36 lanzazos de parte de sus enfurecidos ex subordinados, su hermano, blandiendo un cuchillo lo toma de los cabellos y de un solo golpe le separó la cabeza del tronco, arrojándola a una zanja, donde también arrojo el cuerpo; igual suerte corre Avendaño, primero muerto por las lanzas y luego degollado. Florencio del Mármol, op.cit. p. 233 – 235; Julio A. Costa, op.cit. pp. 39-46. Respecto a Avendaño, hay datos que mencionan que lo dieron por muerto, no fue degollado, pero se recuperó y en 1879, figura como Tte. Coronel de Caballería, siendo Intendente General de Indios. Avendaño escribió sus memorias, siendo publicadas por Estanislao Zeballos. (Información extraída de 1874 – Historia de la Revolución Olvidada de Omar López Mato) Vemos que los sucesos son vistos de diferentes maneras y escritos, también, de la misma forma. Por último, el alférez Domingo Güemes, (nieto del General Martín Güemes) ayudante del Coronel Garmendia, se convirtió en testigo circunstancial al regresar de una comisión en Olavarría y presenciar el momento mismo del ajusticiamiento, al que considera una muestra de salvajismo, sin ocultar la poca simpatía hacia las víctimas, a las que denigra gratuitamente, al considerarlas los más grandes bandidos de las pampas. CONTINUARÁ…
◙
En ese instante llega el Coronel Lagos con su escolta y los desmanes cesaron; la tropa formó. Los indios se agruparon, quietos con la cabeza gacha. Lagos prometió a los prisioneros que nada iba a pasarles. Poco después se dirigieron al cuartel, con ellos iba Catriel y Avendaño. Los habían amarrado con tientos de cuero que cortaba la sangre. Las manos y pies entumecidos por la falta de circulación; Catriel a pesar del trato, no emitió ninguna queja. Cipriano queda detenido en calidad de prisionero al igual que Avendaño y Sosa, de las fuerzas gubernistas y son llevados con sus seguidores a Olavarría a fin de comparecer ante el Coronel Julio Campos.
Es a partir de este episodio, es que difieren las interpretaciones de los hechos que se sucedieron más tarde. ¿Qué aconteció luego de la detención? Los datos más seguros, son que los seguidores del cacique, indios y pobladores, fueron repartidos como prisioneros en varios cuerpos del ejército acantonado en Olavarría y fueron tratados con consideración; en cambio a Cipriano, Avendaño y el trompa Martín Sosa fueron puestos en “Cepo de Lazo” (se ataba el lazo a una planta, bayoneta enterrada en el suelo o estaca, a cierta distancia del reo; entonces con el lazo se hacían dos medios bozales en los tobillos y luego, estirando la otra extremidad del lazo, no mucho, se sujetaba en cualquier parte. Generalmente se pasaba una varilla entre el doblez de las rodillas, estaba sentado con las piernas flexionadas hacia arriba, y por debajo se le pasaban los brazos y se le ataban las muñecas. No podía escapar ni cortar el lazo con los dientes. Del Vocabulario y Refranero Criollo de Tito Saubidet) a la intemperie y mal alimentados, a fin de someterlos a un Consejo de Guerra (no olvidar que Cipriano y Avendaño, eran oficiales del ejército argentino) Avendaño al ser detenido, le espeto “les quiero recordar que el mismo presidente Sarmiento, me dio las insignias de Comandante” (era Tte. Coronel del Ejército Argentino de carrera, no era indio) dijo Avendaño. Un rebencazo le cruzó la espalda, “¿Y entonces pa’ que te metés en revoluciones contra el presidente?… Déjelo estaqueado ahí nomás… El Coronel Julio Campos, posiblemente a fin de acallar su conciencia, le envió una nota al ministro de Guerra, Adolfo Alsina, para poner en conocimiento un reclamo realizado por el Comandante Hilario Lagos, por parte de los indios leales al gobierno, que estaban dispuesto a juzgar a su antiguo jefe, según las usanzas de la tribu. La suerte de Cipriano y Avendaño quedaron selladas. La nota dice así: “El Comandante Lagos le ha manifestado que los indios piden se les entregue a Catriel, el lenguaraz Avendaño (era intérprete oficial del Estado Nacional y de la Provincia de Buenos Aires) y a su trompa de órdenes, para juzgarlos según sus costumbres particulares, no considerándose seguros con sus vidas y haciendas mientras subsista este bárbaro monstruo de la Pampa, aliado al rebelde ex senador y brigadier general Mitre, que los tenía dominados por el temor de sus crueldades, y mi opinión es que Catriel si ha de ser juzgado, debe serlo por los indios, pues es práctica que así se haga, entregándose los criminales a los caciques de la tribu para que ellos procedan según sus usos”.
Era esta, una circunstancia delicada; las opiniones de los jefes estaban divididas; el Coronel Julio Campos, era partidario de la entrega, compartida por otros oficiales, en cambio, el Coronel José Ignacio Garmendia, jefe de estado mayor de una de las divisiones, se opuso con la convicción de que la tribu pudiera cometer algún acto indecoroso para con los prisioneros, pues el delito era de traición, deslealtad para con el gobierno nacional, al que se habían plegado por presión y engaño. Esta entrega, en tales condiciones, suponía un riesgo a correr, muy alto y no se equivocaría, los hechos posteriores le dieron la razón. La tribu, no tenía competencia en la materia y, además, bajo esa excusa, podían, por motivos personales, manifestar crueldades innecesarias.
Según testimonios recogidos en el lugar, el ministro Alsina, ordenó dejar en libertad a Cipriano y sus dos compañeros, quedando en libertad de volver a las tolderías y continuar colaborando con el gobierno en la defensa de la frontera por la incursión de los malones. Estas declaraciones, fueron hechas por el Coronel Garmendia, quien junto a otros compañeros escuchó decir “que por orden del ministro de Guerra y Marina, Dr. Alsina, cumplida por el jefe del Ejército, Coronel Campos, se ponía en libertad a los indios y a su cacique Cipriano Catriel, que eran de la línea del Ejército de la Nación y se habían sometido a la autoridad del gobierno, para que volvieran a sus hogares y siguieran defendiendo de los indios, malones en la frontera, que había quedado sola, con la fidelidad y el valor conque siempre lo habían hecho” ¿Fue realmente así? ¿Cumplieron los jefes militares la orden del ministro o bien celebraron un Consejo de Guerra, condenaron a los prisioneros y luego los pusieron en libertad al alcance de los indios para que los ejecutaran, y se lavaron las manos de toda responsabilidad en los hechos? O, se puede pensar, que cedieron ante el tenaz reclamo de la indiada, los pusieron en libertad y estos los mataron con total impunidad, movidos por revanchas o envidias.
Acá está el nudo, aún no desatado, de una muerte, la única de un Cacique en la historia, un asesinato; ni siquiera los que se alzaron contra el gobierno de Avellaneda, fueron degradados ni presos; porque esto es lo que fue la muerte Cipriano Catriel, un crimen, ocurrido el Olavarría el 19 de noviembre de 1874, a media mañana. Según testimonios que se conservan, fueron ultimados al dejar la prisión y recobrar la libertad; para algunos en la misma población, para otros, camino a las tolderías. Según Namuncurá, cacique enfrentado a Cipriano, el ejército los fusiló, igual información, dio la viuda de Juan José Catriel, Juana Gallardo y el cuerpo entregado para posterior ultraje y decapitación.
José Arenas, autor del libro Ensayo Histórico sobre el Partido de Olavarría, reproduce un fragmento del diario “La Prensa” de Buenos Aires (año 1875) que se apoyan en informaciones: “Después que fue militarmente vencido el movimiento revolucionario de 1874 – en La Verde, provincia de Buenos Aires y en Santa Rosa, Mendoza – el Coronel de las fuerza gubernistas, Hilario Lagos, detuvo en el partido bonaerense de Olavarría al cacique Cipriano Catriel. Este jefe indígena fue aliado de las autoridades nacionales en varias acciones contra las tribus de la pampa, y además, colaboró con las fuerzas del General Rivas en varias campañas civilizadoras; pero en la revolución fue aliado de Mitre. Por eso el Coronel Lagos lo entregó al jefe de gubernistas quién, a su vez, lo pasó a las tribus enemigas (del prisionero) para que lo juzgaran de acuerdo a sus bárbaras costumbres. Y esas tribus lo mataron a lanzazos, lo mismo que al señor Avendaño, que lo acompañaba” y agrega a título de justificación “hemos transcripto este artículo porque dada la fecha en que fue escrito, reciente la muerte de Cipriano Catriel, confirma las distintas versiones sobre su muerte”.
A su vez el Subteniente Reyes, del 2º Batallón del Regimiento III de Guardias Nacionales, al mando del Teniente Coronel Manuel Rocha, atestigua que xxxxxxxxxxxxxCipriano y Avendaño fueron lanceados y de inmediato degollados, sin miramiento alguno, el 19 de diciembre a media mañana, recayendo la culpabilidad del doble asesinato en Juan José Catriel: “A las 9 hs…al ser sacados de las guardias respectivas, Catriel y Avendaño vinieron a encontrarse frente a la Guardia de mi Batallón, como a una distancia de 80 metros. Los dos grupos de indios a caballo y armados de lanzas, echaron pie a tierra y mataron a lanza a Catriel y su secretario, degollándolos de inmediato. Esto fue tan rápido que no dio tiempo a ninguna intervención de las fuerzas que en ese momento se encontraban formadas, haciendo relevo de guardias. El que mandaba las fuerzas de los indios, era Juan José Catriel, quien degolló a su hermano”. Fojas de Servicio del Coronel Jorge Reyes, Buenos Aires, 1928, p. 48.
Volvemos a citar y transcribir a José Arenas: Al producirse la revolución de 1874, tomó parte del lado de los revolucionarios. Ahí se produjo el desencuentro con su hermano Juan José, quien consigue arrastrar consigo, la mayor parte de la tribu. Cipriano ante la impotencia se entrega. “Su creencia era que, al entregar su lanza, lo hacía capitulando y que su vida sería respetada como los que capitularon en Junín, los jefes de la revolución: Mitre, Rivas, Machado, Calvete, Ocampo, Ramos Mejía, Quiroga, Leyría, Palacios y todos los militares derrotados en La Verde”. Palabras que tomamos de un autor anónimo. Pero no ocurrió así, Cipriano marchó en calidad de preso y a pedido de su hermano Juan José, el Coronel Luis María Campos se lo entregó para juzgarlo. Todas las referencias coinciden en que fue lanceado en la Quinta de Guerrero, actual Club Estudiantes, Olavarría. Aún maniatado lucho ferozmente en defensa de su vida recriminando a sus hermanos de raza el acto de cobardía que cometían. No obstante manar abundante sangre de sus heridas, logra romper sus ligaduras y quiebra algunas lanzas que llegaron a su cuerpo indefenso; arrebata una y logra herir algunos verdugos”. Otras versiones sostienen que el Cacique, tras recibir 36 lanzazos de parte de sus enfurecidos ex subordinados, su hermano, blandiendo un cuchillo lo toma de los cabellos y de un solo golpe le separó la cabeza del tronco, arrojándola a una zanja, donde también arrojo el cuerpo; igual suerte corre Avendaño, primero muerto por las lanzas y luego degollado. Florencio del Mármol, op.cit. p. 233 – 235; Julio A. Costa, op.cit. pp. 39-46. Respecto a Avendaño, hay datos que mencionan que lo dieron por muerto, no fue degollado, pero se recuperó y en 1879, figura como Tte. Coronel de Caballería, siendo Intendente General de Indios. Avendaño escribió sus memorias, siendo publicadas por Estanislao Zeballos. (Información extraída de 1874 – Historia de la Revolución Olvidada de Omar López Mato) Vemos que los sucesos son vistos de diferentes maneras y escritos, también, de la misma forma. Por último, el alférez Domingo Güemes, (nieto del General Martín Güemes) ayudante del Coronel Garmendia, se convirtió en testigo circunstancial al regresar de una comisión en Olavarría y presenciar el momento mismo del ajusticiamiento, al que considera una muestra de salvajismo, sin ocultar la poca simpatía hacia las víctimas, a las que denigra gratuitamente, al considerarlas los más grandes bandidos de las pampas. CONTINUARÁ…
PrisioneroEnArgentina.com
Agosto 5, 2021