LA HISTORIA DE LA DINASTÍA CATRIEL – PARTE  5

LA TRAICIÓN
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He aquí un párrafo de la carta del alférez Domingo Güemes, a sus familiares de Salta, que es interesante reproducir: “Como a las 12 del día 14 de noviembre, se nos presentaron cerca de 1.000 indios, que encabezados por Juan José Catriel, se habían sublevado contra el General y Jefe de la Tribu, Cipriano, hermano de Juan José y lo traían prisionero. Al día siguiente volvimos al Azul donde llegamos después de dos días de marcha. Allí acampamos tres o cuatro días, hasta hacer descansar las caballadas, proveernos [fol. 5V] de todo lo necesario para continuar la persecución. Al cabo de esos cuatros días, seguimos de nuevo hacía “Olavarría”, donde tuvo lugar el lanzamiento de [Cipriano] Catriel. Todos los indios y su nuevo Jefe, el hermano de Catriel [Juan José], pidieron a [Julio] Campos se los entregara a aquél y al Consejero [Santiago] Avendaño para lanzearlos. Como el único medio de conservar a los indios de nuestra parte, era accediendo a sus exigencias, y como [Cipriano] Catriel y su Consejero merecían bien la muerte, Campos se los entregó.

Yo presencie ese bárbaro espectáculo de una manera casual. Venía del pueblo (Olavarría) al Campamento cuando vi que los indios armados de sus chuzas, forman cuadro, galopan y hacían [fol. 6r] mil evoluciones. Me aproximé y vi a Catriel y Avendaño a pié en el centro. Catriel se paseaba envuelto en una manta azul y echando una mirada terrible sobre los indios; el bandido Avendaño temblaba y suplicaba que no lo mataran; pero los indios echaron pie a tierra y los atravesaron a lanzazos. Catriel, cuando le tiraron el primer lanzazo, tiró la manta hacia atrás y quitó la lanza que le dirigían al pecho; pero al mismo tiempo le clavaron otra en la espalda y cayó echando una maldición a los indios. Así concluyeron Catriel y su Consejero, los dos bandidos más sanguinarios y crueles de la pampa” (Fols. 5 y 6 del Archivo de la familia Güemes)

Un enjuiciamiento tan severo y carente de fundamento, solo se puede atribuir a la inexperiencia del joven alférez, que por entonces contaba 20 años. Por esa misma razón, al final de la carta se desdice, en agregado posterior de los duros calificativos hacia el General Mitre, para dejar expresa constancia de su imprudencia juvenil, escribe: “Retiro los conceptos ofensivos al Gral. Mitre que contiene esta carta de muchacho” el miedo no era sonso, Mitre estaba vivo y activo. Debería haber hecho lo mismo, respecto a Cipriano y Avendaño, pero estos no entraban en sus miedos, ambos estaban muertos. Pareciera que es inherente a las Fuerzas Uniformadas, exteriorizar conceptos muchas veces con certezas sobre cierto accionar y conductas y luego, ante el temor de que los mismos compliquen su carrera, tirar la honra a los perros y cambiar de opinión.

Responsabilidades ¿compartidas?  Ante el hecho consumado, no hay vuelta atrás, y viene a cuento la pregunta; las opiniones de quienes han estudiado el tema, difieren, que podré hacer en mi caso, un aprendiz de lecturas de la historia y sacar conclusiones basadas solamente en experiencias de vida en contextos tan diferentes, como la vida de la frontera en esos años, con las intrigas políticas, una modernidad incipiente, con medio precarios. Hasta el momento, a pesar de todos los testimonios que incorporé, de acuerdo a mi formación policial, no ha sido aclarada, por lo menos, en los detalles más relevantes del caso, el Homicidio de Cipriano. Podemos preguntarnos, acuerdo a nuestra experiencia judicial, teniendo en cuenta la jurisprudencia y códigos de la época, ¿por qué no se los puso a disposición de la justicia militar, por el delito de Sedición, Alzamiento o Traición de corresponder la figura, al gobierno nacional o en caso de incumbir, a la justicia civil en lo penal, como podría haber sido por el ajusticiamiento del Capitanejo Moreno? Pero tenemos, que el ministro Alsina los HABÍA INDULTADO, figura que exime de todo lo relacionado con su detención y cesa todo proceso de cargo y además, les otorgó la LIBERTAD. ¿Complicidad, debilidad; complot? Además sabiendo que su vida corría peligro, no tomaron los recaudos de una custodia armada militar, dejándolos a la “buena de Dios”. Esta clara la ejecución por parte de las huestes bajo el mando de Juan José, lo que correspondería la figura de Homicidio Agravado por el vínculo, a lo que hay que sumar Alevosía y la responsabilidad recae en su hermano. Los indios jamás reconocieron la culpa, otra imputación que cabría sería Fratricidio y la rechazaron violentamente los descendientes de Juan José y Marcelino Catriel, en cambio lo de Cipriano la reconocieron. Los jefes militares debieron protegerlo, no entregarlo, porque como se respetó la vida de los jefes revolucionarios, debió ocurrir lo propio con quien fue inducido a participar, a lo que se plegó, con el convencimiento de que era una buena causa. Pero, claro, los otros eran militares de carrera y todos camaradas, entre ellos, no había traiciones (a veces); pero tenemos que Cipriano, a pesar de la sangre india, era Oficial del Ejército Argentino, con grado de Coronel, si bien figuraba como General de División, portaba Uniforme de la Nación argentina, cobraba sueldo del estado, al igual que su padre, fue realmente una traición por partida doble. Seguía perteneciendo al Ejército, en su indulto queda claro, que vuelva a ejercer el cargo. Las traiciones vienen de lejos.

Nadie cargó con la culpa, sabedores de lo que les esperaba. No quedó papel, recuerdo, expediente, donde esté consignado la responsabilidad de la muerte de este Cacique que tanto hizo por los cristianos, considerándose él, uno más y aquí abro una incógnita que me ronda desde que acometí la lectura de la vida de la dinastía Catriel ¿Era verdaderamente hijo de una blanca cautiva? Vuelvo a mis reflexiones personales; al recrear su vida, tengo el convencimiento que sí; sus inclinaciones, apego a las ropas, usos y costumbres, el tratar de mejorar la vida de la tribu, inculcando hábitos propios de la vida de los blancos, el acercamiento a la vida espiritual, con permitir el trabajo en el seno de la tribu de los Sacerdotes Misioneros; que supuestamente él era un Bautizado, pero si no lo fue, demostró que estaba en su interior. Fue una inclinación tácita y terminó haciendo lo propio con varios de sus hijos, acercándolos al Bautismo. Estas son las señales que me dan muestra de su comportamiento y que algo de los genes maternos, si fue real ese vientre, aunque tímidamente, afloraron a lo largo de su vida.

Cuentan que cuando los indios lo lancearon en Olavarría, resistió cinco lanzazos que le atravesaron el cuerpo sin echar siquiera un ¡AY!, las agarró con sus manos y las rompió quedando el fierro y una parte de la caña dentro del cuerpo y sólo cuando recibió el quinto, que le atravesó el corazón, se desplomó, echando un espantoso mugido y expiró.

Triste final de la historia y nada fácil la empresa que acometí, cuando por pedido de un participante de la página, solicitó si podíamos publicar algo sobre Cipriano. No esperaba tan cúmulo de documentación sobre, no solamente su vida, sus antepasados (abuelo y padre) tan comprometida y excitante en la vida diaria y una trayectoria apasionante, con aspectos que se desconocen de la verdadera vida social en las tolderías y la vinculación con el blanco y su avanzada de civilización. Con él, desapareció un verdadero hijo de La Pampa; valiente, astuto, componedor, diplomático, puntal de la causa civilizadora entre las tribus a su cargo. Dejó muestras de su patriotismo en los campos de batalla. Este asesinato perturbó en forma particular a los misioneros lazaristas de Azul, Jorge María Salvaire y Fernando Meister, cuyo trabajo, se vio dificultado de aquí en más, en la tribu, primeramente, por el clima que creó la revolución mitrista, no solo en la población azuleña, sino en particular las tolderías a causa de la ausencia del cacique y su tropa. Luego, por el homicidio de éste último, que anunciaba momentos de convivencia muy delicados para la vida pacífica de la tribu, el requisito indispensable para un emprendimiento misionero. El misionero Salvaire, escribió en su cuaderno de apuntes estas líneas que describen el drama en pocas palabras:

“Como ser: traición a los antiguos usos culturales, colaboracionismo con los blancos, desaciertos en el gobierno, participación en acciones militares en contra de los intereses de otros indios, despotismo, castigo violento de los delitos, tendencia civilizadora extrema, etc. Sin lugar a duda, estas acusaciones estaban presentes en el ánimo de muchos indios, suscitando amargos rencores y persistentes odios, que se desataron incontenibles. En esta caso, correspondía la destitución del cacique mediante debido enjuiciamiento en las tolderías de Nievas”.

Sus restos a la fecha, no han sido hallados, solamente el cráneo, el cual fue llevado por el Perito Moreno a Bariloche y se hallaba en el Museo de la Patagonia y entregado a sus familiares en mayo de 2018, junto al poncho que también conservaba Moreno y que cubrió su ataúd, cuando en 1945, es trasladado a la Isla Centinela, Bariloche para su posterior  sepultura definitiva, donde yace junto a su esposa. No tuvo un entierro acorde a su jerarquía y cargo; algo totalmente inusual para una tribu con su Cacique.

Resta ahora, narrar la continuidad del cacicazgo catrielero, en manos de su hermano Juan José y el triste final de la dinastía de 50 años de vida activa en las pampas argentinas.

 


PrisioneroEnArgentina.com

Agosto 6, 2021


 

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