El río Paraná, el segundo más largo de América del sur después del Amazonas, y que se encuentra en su nivel más bajo desde 1944.
El río de 4.880 km nace en el sureste de Brasil, atraviesa Paraguay y desemboca en el Río de la Plata en Argentina, y es clave para la industria comercial y la pesca, y además de fuente de agua dulce para 40 millones de personas.
Constituye además una de las vías fluviales más importantes para el transporte de granos, y su situación está obligando a muchos exportadores a considerar el uso de rutas terrestres.
Esta alternativa es menos sostenible que la vía fluvial: mientras que el transporte por camión produce 100 gramos de CO2 por cada tonelada por kilómetro transportado, en la vía fluvial son 20 gramos.
Además, el transporte por carretera es más costoso.
El turismo de pesca y la pesca de subsistencia son actividades comunes en el río Paraná.
En el tramo de río al otro lado de la frontera brasileña, en Argentina, hay varias colonias de pescadores y miles de familias de pescadores enfrentan una crisis debido al bajo caudal.
Para ahorrar agua y poder atender la demanda energética en los próximos meses, el Ministerio de Minas y Energía de Brasil recomendó que algunas plantas en el río Paraná reduzcan su caudal.
Actualmente, como consecuencia de la sequía, el caudal del Paraná se ha reducido de un promedio de 17.000 metros cúbicos por segundo a solo 6.200.
Los bajos niveles de agua están causando problemas para la producción de energía, ya que la central hidroeléctrica que cruza el río Paraná entre Argentina y Paraguay —Yacyretá— funciona solo al 50%.
El miércoles, el vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourão, advirtió que la sequía también podría provocar un racionamiento energético en Brasil.
Según expertos, las causas de esta sequía en los últimos años están vinculadas a la deforestación descontrolada, el cambio climático, y los ciclos naturales.
Los expertos pronostican que la sequía podría prolongarse hasta 2022.
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El río Paraná, el segundo más largo de América del sur después del Amazonas, y que se encuentra en su nivel más bajo desde 1944.
El río de 4.880 km nace en el sureste de Brasil, atraviesa Paraguay y desemboca en el Río de la Plata en Argentina, y es clave para la industria comercial y la pesca, y además de fuente de agua dulce para 40 millones de personas.
Constituye además una de las vías fluviales más importantes para el transporte de granos, y su situación está obligando a muchos exportadores a considerar el uso de rutas terrestres.
Esta alternativa es menos sostenible que la vía fluvial: mientras que el transporte por camión produce 100 gramos de CO2 por cada tonelada por kilómetro transportado, en la vía fluvial son 20 gramos.
Además, el transporte por carretera es más costoso.
El turismo de pesca y la pesca de subsistencia son actividades comunes en el río Paraná.
En el tramo de río al otro lado de la frontera brasileña, en Argentina, hay varias colonias de pescadores y miles de familias de pescadores enfrentan una crisis debido al bajo caudal.
Para ahorrar agua y poder atender la demanda energética en los próximos meses, el Ministerio de Minas y Energía de Brasil recomendó que algunas plantas en el río Paraná reduzcan su caudal.
Actualmente, como consecuencia de la sequía, el caudal del Paraná se ha reducido de un promedio de 17.000 metros cúbicos por segundo a solo 6.200.
Los bajos niveles de agua están causando problemas para la producción de energía, ya que la central hidroeléctrica que cruza el río Paraná entre Argentina y Paraguay —Yacyretá— funciona solo al 50%.
El miércoles, el vicepresidente de Brasil, Hamilton Mourão, advirtió que la sequía también podría provocar un racionamiento energético en Brasil.
Según expertos, las causas de esta sequía en los últimos años están vinculadas a la deforestación descontrolada, el cambio climático, y los ciclos naturales.
Los expertos pronostican que la sequía podría prolongarse hasta 2022.
PrisioneroEnArgentina.com
Setiembre 8, 2021