Comencemos a reconocernos siendo sinceros con nosotros mismos, distinguiéndonos por nuestro valor, por nuestra voluntad y, también, por nuestra debilidad para justificarnos. Nada está escrito, nada es imposible, ni siquiera posible; todo depende de nuestra voluntad y sin pensar que cada día que pasa, no volverá, tendemos a conformarnos en vez de arriesgarnos. Pero recordemos que dentro de nosotros hay una fuerza que todo puede hacerlo; esas fuerzas que nos salen de adentro y que nos dicen que podemos afrontar cada desafío; y así, reconociéndonos a nosotros mismo más libres y más fuertes dejaremos de ser un títere de las circunstancias, porque nosotros somos nuestro destino y tenemos el poder de hacer y vencer cuando de verdad queremos algo, cuando estamos convencidos, cuando estamos decididos. Si queremos y nos lo proponemos, cada vez podemos llegar más lejos; si lo quisièramos podemos llegar más alto. Es así, podemos hacer lo que sea cuando lo queremos. No habrá obstáculo capaz de imponerse frente a nuestro avance. Andemos siempre con la verdad, por más dolorosa que sea porque vale mucho más que una mentira. Tratemos siempre de ir de frente, sin vueltas, considerando que las circunstancias son buenas o malas, según sea la voluntad o la fortaleza de nuestro corazón. Aprendamos a convertir toda situación difícil en una arma para luchar. Nunca nos quejemos de quienes nos rodean o del entorno, porque hubo personas que supieron vencer en nuestro mismo ambiente. No nos quejemos de nuestra pobreza, de nuestra suerte o de nuestra soledad; hay que enfrentarlas con valor y aceptar que, de una u otra manera, son el resultado de nuestros actos, y la prueba que hemos superar. No nos amarguemos de nuestro fracaso, ni se lo carguemos a otro; hay que aceptarlo y dejar de seguir justificándonos como niños. Cualquier momento es bueno para comenzar, y que ninguno es tan terrible para claudicar. Aprendamos de los valientes, de los fuertes, de los audaces, los vencedores; quienes vencieron a pesar de todo y no aceptaron situaciones. Si nosotros hemos sido los ignorantes, los irresponsables; nosotros, únicamente nosotros, somos la causa de nuestra necesidad, de nuestro fracaso, de nuestro dolor y, desde el dolor, aprendamos a ser más grandes y a hacer; porque el dolor es el más grande de los obstáculos. Nunca nos olvidemos que la causa de nuestro futuro es nuestro presente y que nuestra presencia es el resultado de nuestro pasado. Cada mañana, cuando nos levantemos, miremos el sol y respiremos la luz matutina. Nosotros somos la parte de la fuerza de la vida. Y es por esto que debemos levantarnos, caminar, luchar y decidirnos a hacer de una vez y, así, triunfaremos en la vida.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi
deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo,
y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
♦
Por CLAUDIO VALERIO.
Comencemos a reconocernos siendo sinceros con nosotros mismos, distinguiéndonos por nuestro valor, por nuestra voluntad y, también, por nuestra debilidad para justificarnos.
Nada está escrito, nada es imposible, ni siquiera posible; todo depende de nuestra voluntad y sin pensar que cada día que pasa, no volverá, tendemos a conformarnos en vez de arriesgarnos. Pero recordemos que dentro de nosotros hay una fuerza que todo puede hacerlo; esas fuerzas que nos salen de adentro y que nos dicen que podemos afrontar cada desafío; y así, reconociéndonos a nosotros mismo más libres y más fuertes dejaremos de ser un títere de las circunstancias, porque nosotros somos nuestro destino y tenemos el poder de hacer y vencer cuando de verdad queremos algo, cuando estamos convencidos, cuando estamos decididos.
Si queremos y nos lo proponemos, cada vez podemos llegar más lejos; si lo quisièramos podemos llegar más alto. Es así, podemos hacer lo que sea cuando lo queremos. No habrá obstáculo capaz de imponerse frente a nuestro avance.
Andemos siempre con la verdad, por más dolorosa que sea porque vale mucho más que una mentira. Tratemos siempre de ir de frente, sin vueltas, considerando que las circunstancias son buenas o malas, según sea la voluntad o la fortaleza de nuestro corazón.
Aprendamos a convertir toda situación difícil en una arma para luchar.
Nunca nos quejemos de quienes nos rodean o del entorno, porque hubo personas que supieron vencer en nuestro mismo ambiente. No nos quejemos de nuestra pobreza, de nuestra suerte o de nuestra soledad; hay que enfrentarlas con valor y aceptar que, de una u otra manera, son el resultado de nuestros actos, y la prueba que hemos superar.
No nos amarguemos de nuestro fracaso, ni se lo carguemos a otro; hay que aceptarlo y dejar de seguir justificándonos como niños. Cualquier momento es bueno para comenzar, y que ninguno es tan terrible para claudicar. Aprendamos de los valientes, de los fuertes, de los audaces, los vencedores; quienes vencieron a pesar de todo y no aceptaron situaciones. Si nosotros hemos sido los ignorantes, los irresponsables; nosotros, únicamente nosotros, somos la causa de nuestra necesidad, de nuestro fracaso, de nuestro dolor y, desde el dolor, aprendamos a ser más grandes y a hacer; porque el dolor es el más grande de los obstáculos. Nunca nos olvidemos que la causa de nuestro futuro es nuestro presente y que nuestra presencia es el resultado de nuestro pasado.
Cada mañana, cuando nos levantemos, miremos el sol y respiremos la luz matutina. Nosotros somos la parte de la fuerza de la vida. Y es por esto que debemos levantarnos, caminar, luchar y decidirnos a hacer de una vez y, así, triunfaremos en la vida.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo, y mi
deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo,
y derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
® Valerius
PrisioneroEnArgentina.com
Setiembre 20, 2021