No pasa un solo día, o casi, sin que surja una nueva información sobre el rey Juan Carlos I. Con cada nuevo titular el rey emérito está cada vez más desnudo. Hasta ahora estábamos acostumbrados a informaciones sobre las comisiones varias que cobró por sus negocios; a las actuaciones de la Fiscalía del Tribunal Supremo, que llegó a notificar hasta en tres ocasiones a Juan Carlos I que le estaba investigando; incluso nos habíamos acostumbrado a su relación en negocios relacionados con la venta de armas. Sin embargo, ahora el nombre del emérito aparece también, aunque de forma indirecta, en los papeles de Pandora.
En este caso, sin embargo, Juan Carlos I no juega un papel protagonista. Según la documentación revelada por la investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) en el marco de los papeles de Pandora, Corinna Larsen, la antigua amante del rey, planeó en 2007 legar a Juan Carlos I el “30% de los ingresos provenientes del Fondo de Inversiones hispano saudí” que el propio rey emérito había patrocinado.
A ello hay que sumar nuevas informaciones sobre su relación con la venta de armas. Ya sabíamos, gracias a la investigación de Público firmada por Carlos Enrique Bayo, que el ex monarca español fraguó su fortuna con la venta de armas a países árabes junto a Colón de Carvajal y Khashoggi. Se trata de una información que, además, desmonta el mito de la fortuna de Juan Carlos I se apoya en las comisiones por un porcentaje del crudo importado como se hizo creer, sino en el tráfico de armas.
Pero tal como contaba hace unos días Danilo Albín, coincidiendo con la llegada de Juan Carlos I a Dubái –territorio en el que lleva instalado desde principios de agosto de 2020 y donde cuenta con contactos en las más altas esferas del régimen–, las licencias concedidas por las autoridades españolas subieron de forma exponencial, permitiendo así que España se ubique entre los cinco principales países suministradores de material militar a Emiratos.
Y no sólo eso: también hemos conocido este pasado fin de semana que el general Alfonso Armada, uno de los cabecillas del golpe de Estado del 23-F en 1981, intentó conseguir el beneplácito del rey Juan Carlos para este golpe e incluso le había advertido de que el Ejército no le guardaba “lealtad”. Eso es lo que refleja el archivo personal de Emilio Alonso Manglano, jefe del CESID, los archivos secretos, entre 1981 y 1995.
La acumulación de reveses para el rey emérito es enorme, pero los indicios que le colocan en esas incómodas situaciones son numerosos.
Así, la afición del emérito por cobrar y esconder dinero quedaba expuesta sobre la mesa cuando se publicó que el caso Gürtel dejaba al descubierto el entramado de evasión de capitales fraguado en torno a la cuenta Soleado, que gestionaba el socio y asesor de Los Albertos, Blanco Balín, y de la que emergieron comisiones de decenas de millones para Juan Carlos I que el bróker suizo Arturo Fasana ocultaba en paraísos fiscales y con testaferros como su mencionado primo.
La investigación reveló que el entramado orquestado para ocultar el dinero del emérito se remonta a hace casi décadas, cuando Juan Carlos I era “inimputable” por sus actos, dada su condición del jefe del Estado. A su alrededor se tejían relaciones y vínculos que se remontan a los felices años 90, con la entrada en escena de Fasana de la mano de Alberto Alcocer, mientras Manuel Prado y Colón de Carvajal, antiguo administrador y testaferro de Juan Carlos I, desaparecía de la escena acosado por los tribunales.
Mientras tanto, el padre de Felipe VI disponía de un colchón nada desdeñable (y pagado por todos los españoles): la exención fiscal de Patrimonio Nacional para no pagar impuestos por donaciones. Toda una fiesta a costa de las arcas públicas, y a pesar de su enorme (y aún no aclarada) fortuna personal.
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No pasa un solo día, o casi, sin que surja una nueva información sobre el rey Juan Carlos I. Con cada nuevo titular el rey emérito está cada vez más desnudo. Hasta ahora estábamos acostumbrados a informaciones sobre las comisiones varias que cobró por sus negocios; a las actuaciones de la Fiscalía del Tribunal Supremo, que llegó a notificar hasta en tres ocasiones a Juan Carlos I que le estaba investigando; incluso nos habíamos acostumbrado a su relación en negocios relacionados con la venta de armas. Sin embargo, ahora el nombre del emérito aparece también, aunque de forma indirecta, en los papeles de Pandora.
En este caso, sin embargo, Juan Carlos I no juega un papel protagonista. Según la documentación revelada por la investigación del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) en el marco de los papeles de Pandora, Corinna Larsen, la antigua amante del rey, planeó en 2007 legar a Juan Carlos I el “30% de los ingresos provenientes del Fondo de Inversiones hispano saudí” que el propio rey emérito había patrocinado.
A ello hay que sumar nuevas informaciones sobre su relación con la venta de armas. Ya sabíamos, gracias a la investigación de Público firmada por Carlos Enrique Bayo, que el ex monarca español fraguó su fortuna con la venta de armas a países árabes junto a Colón de Carvajal y Khashoggi. Se trata de una información que, además, desmonta el mito de la fortuna de Juan Carlos I se apoya en las comisiones por un porcentaje del crudo importado como se hizo creer, sino en el tráfico de armas.
Pero tal como contaba hace unos días Danilo Albín, coincidiendo con la llegada de Juan Carlos I a Dubái –territorio en el que lleva instalado desde principios de agosto de 2020 y donde cuenta con contactos en las más altas esferas del régimen–, las licencias concedidas por las autoridades españolas subieron de forma exponencial, permitiendo así que España se ubique entre los cinco principales países suministradores de material militar a Emiratos.
Y no sólo eso: también hemos conocido este pasado fin de semana que el general Alfonso Armada, uno de los cabecillas del golpe de Estado del 23-F en 1981, intentó conseguir el beneplácito del rey Juan Carlos para este golpe e incluso le había advertido de que el Ejército no le guardaba “lealtad”. Eso es lo que refleja el archivo personal de Emilio Alonso Manglano, jefe del CESID, los archivos secretos, entre 1981 y 1995.
La acumulación de reveses para el rey emérito es enorme, pero los indicios que le colocan en esas incómodas situaciones son numerosos.
Así, la afición del emérito por cobrar y esconder dinero quedaba expuesta sobre la mesa cuando se publicó que el caso Gürtel dejaba al descubierto el entramado de evasión de capitales fraguado en torno a la cuenta Soleado, que gestionaba el socio y asesor de Los Albertos, Blanco Balín, y de la que emergieron comisiones de decenas de millones para Juan Carlos I que el bróker suizo Arturo Fasana ocultaba en paraísos fiscales y con testaferros como su mencionado primo.
La investigación reveló que el entramado orquestado para ocultar el dinero del emérito se remonta a hace casi décadas, cuando Juan Carlos I era “inimputable” por sus actos, dada su condición del jefe del Estado. A su alrededor se tejían relaciones y vínculos que se remontan a los felices años 90, con la entrada en escena de Fasana de la mano de Alberto Alcocer, mientras Manuel Prado y Colón de Carvajal, antiguo administrador y testaferro de Juan Carlos I, desaparecía de la escena acosado por los tribunales.
Mientras tanto, el padre de Felipe VI disponía de un colchón nada desdeñable (y pagado por todos los españoles): la exención fiscal de Patrimonio Nacional para no pagar impuestos por donaciones. Toda una fiesta a costa de las arcas públicas, y a pesar de su enorme (y aún no aclarada) fortuna personal.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 7, 2021