CARAS Y CARETAS* – MAYO 21 DE 1904

DE LA DIANA AL SILENCIO
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Muy cómodamente está en su tarima el soldado con estas mañanas de invierno pero el vocinglero toque de diana ejerce tan autoritario poder sobre él, que aunque su sueño sea más pesado que un discurso de Joaquín V. abandona con ligereza las abrigadas cobijas y se pone en pie más que al trote.

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*Revista Caras y Caretas, es un conocido semanario argentino publicado en diferentes períodos históricos. Su primera, y más exitosa versión, se imprimió entre 1898 y 1939 basada en la publicación uruguaya del mismo nombre que se editó entre 1890 y 1897. Posteriormente volvió a publicarse en Argentina el 10 de octubre de 1951 (Editorial Haynes, números 2140 al 2186), en 1982, y desde 2005 hasta la actualidad. Wikipedia

 

 


PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 5, 2021


 

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Los hay que se resisten a volver a la vida, y dormidos aún, se visten, se lavan y forman en las filas de la compañía, donde el sargento pasa lista y los milicos mal humorados contestan un ¡Presente! que tiene mucho de protesta.

Después de haberse enterado desde el cabo hasta el capitán de que los milicos están aseados y que tienen en buen uso las armas, como nuestro señor Capdevila ordena, se les da un café o dos, según las condiciones higiénicas en que se hayan presentado a las filas.

El café va acompañado de la consabida galleta, que a ellos no les parece dura comparada con el corazón del cabo de escuadra.

Después de este refrigerio…a tomar las armas, y empieza su instrucción y manejo. El sargento instructor, que en la mayoría de las cosas tiene tanta elocuencia como el doctor Roldán, explica de un modo enfático el manejo del Mauser con términos como estos: “Muchachos: el arma del soldado debe estar brillante como un espejo, hasta lanzar rejucilos, es ser algo que se ha de querer como si juese de la familia. Su manejo es muy fácil, en tres tiempos ¡Al brazo! ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! Es muy fácil ¡A ver muchachos! ¡al hombro! ¡Ar! Soldado Espíndola, ¡ese Mauser más derecho!… ahora vamos a pasar a su explicación. Esta es la boca…por donde salen las balas…este es el almacén…este el obturador o cerrojo…soldado quiña, explique usted las piezas del Mauser…Boca; Mesturador; Boliche del cerrojo – ¡Pero amigo! ¿No le han enseñado otra cosa en Santiago?

– ¡No señor! – Es necesario que se fijen”

Después de muchas explicaciones sin lograr entenderse ni el instructor ni los reclutas, suena el toque de tiro…y nuestros héroes, arma al brazo, se dirigen al stand…donde se pasan una hora en encarnizado tiroteo, contra un pobre maniquí al que, de tarde en tarde, suelen pegarle en el corazón.

El trompa lanza otro toquecito y a clase de instrucción primaria, donde el oficial de semana les enseña que la o es redonda, que la i tiene un puntito y así poquito a poquito se logra que algunos milicos aprendan a leer haciendo entre palabra y palabra, más paradas que un “tranguay”.

Llega después la visita médica o sea, el pretexto que a veces tienen algunos para hacerse los chanchos rengos y evitarse las fajinas…y allá van a confesar al médico sus males reales o ficticios.  Al preguntar el facultativo “¿Qué siente Vd.?” le contestan muchos en mentías “tener que levantarme temprano, tener que hacer ejercicio” pero expresan su pensamiento diciendo: “Es el pecho señor” y dejan escapar una tosesita seca para mostrar la gravedad del mal que les queja.

Inmediatamente la banda toca con todos los clarines de que dispone, echa asamblea. Y da ocasión al relevo de la guardia, operación que se hace con un ceremonial curioso de secreteos. Se cambian los centinelas, se saluda a la guardia que sale y la que entre y descanso hasta el toque de rancho en que tienen que volver al trabajo los pobres milicos para ablandar la “tumba” (Carne, según el proveedor).

A la tardecita suele formar el batallón para hacer ejercicio. Y allí es donde se hace la militada…alineándose como tabla, marcando el paso con tanta precisión que podría servir de modelo a algunas orquestillas carnavalescas que no toman nunca el compás.

Aquí el jefe o segundo jefe del cuerpo manda la parada y a su voz, según sea lo que se ordene, por compañías o por escuadrones, hacen conversiones, vueltas, medias vueltas, hasta que el jefe queda afónico de tanto gritar ¡Batallón! esto o lo otro.

Antes de mandar al batallón ¡rompan filas!, se pasa lista; los capitanes, se desprenden de sus respectivas compañías y todos se van al jefe con el cuento que al soldado Baqueta le falta un botón, de que en el cuerpo de guardia, se ha perdido una escoba, y así, mil quejas por el estilo.

-¿Y a vos, que le falta Molinete? Pregunta el oficial ya exasperado con esa procesión de reclamantes – te has dejado la cabeza acaso en la cama…

¡Miren que en cuanto a uno se le ocurre algo, se vienen todos como cuentas e´ rosario; ¡Magalenas sin arrepentirse, parecen!

Se ordena toque de oración, y todos, jefes, oficiales y soldado escuchan con religioso respeto las agudas notas que lanzan los clarines de la banda lisa y que recuerda con sus notas plañideras y nostálgicas la inmensidad de nuestra pampa.

¡Y rancho otra vez!

Después de la retreta un ratito de esparcimiento hasta el toque de silencio, hora en que deben estar todos en cama.

A veces algunos milicos por no interrumpir la partida de truco la continúan hasta que el oficial de guardia va visitando las compañías…A su aproximación a la cuadra, el soldado que esta de imaginaria por una modesta coima, avisa a los compañeros, los que vestidos y todo, se envuelven en sus pilchas y al pasar el oficial lo saludan con unos ronquidos dignos de los siete durmientes.

Afortunadamente, la conscripción ha sido un elemento regenerador en el ejército, y hoy día, los reclutas, en su mayor parte, no necesitan de instrucción primaria ni de sargentos instructores que derrochen elocuencia…En dos o tres días, aprenden la instrucción y el manejo del mauser, y en cuanto a las faltas de policía, han desaparecido por completo.

Los jefes, lo mismo que los oficiales y clases han contribuido a esta transformación, respetando y haciéndose respetar de sus subalternos.

Con las conscripciones se suprimieron los enganchados, consiguiéndose por ese solo hecho, dignificar al soldado, el que no es hoy un ser díscolo, reclutado entre el malevaje, sino un ciudadano consciente de sus deberes y derechos.

Goyo Cuello

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