Un pas de años atrás, el ayuntamiento de Los Ángeles decidió cambiar el nombre del Día de la Raza como Día de los Pueblos Indígenas. El Día de la Raza, un día festivo en todo Estados Unidos, se celebra el segundo lunes de octubre de cada año.
Colón
Cristóbal Colón, por supuesto, fue el explorador italiano que partió en busca de una ruta marítima hacia la India, desembarcó en las Bahamas en 1492 y creyó haber llegado a su destino. Su principio de funcionamiento fundamental era correcto: que, dado que el mundo es redondo, si se sigue navegando hacia el oeste desde Europa, se llegará a la India, pero no tenía idea de que la vasta masa continental de América se encontraba en el medio. Generalmente se recuerda hoy a Colón como un gran aventurero, un marinero maestro y un emprendedor tenaz y apasionado; presionó a varios reyes europeos para que financiaran su viaje durante cinco años, antes de que la Corona española decidiera arriesgarse con él. La mayoría de los libros de texto de historia de todo el mundo cuentan su historia con un tono de admiración. Pero, ¿qué fue en realidad Colón? ¿Debería ser recordado como un héroe? ¿Y por qué la ciudad de Los Ángeles renombró el día dedicado a él?
En pocas palabras, Colón fue un rapaz saqueador y asesino en masa. El objetivo principal de su viaje era encontrar oro; la Corona española había acordado que él podía quedarse con el 10% del oro que transportaba a España. Y estaba dispuesto a torturar y matar a cualquier número de “salvajes” para lograr su objetivo. Cuando el barco líder de Colón, el Santa María, llegó a la costa de las Bahamas, él y su tripulación fueron recibidos con obsequios por parte de las tribus Arawak que habitaban las islas. Los arahuacos vivían en comunas aldeanas y no conocían el concepto de batalla. Por lo tanto, no tenían armas y con alegría ofrecieron toda cortesía a los europeos.
Colón escribió en su bitácora: “Ellos intercambiaron voluntariamente todo lo que tenían … Eran bien formados, con buenos cuerpos y rasgos hermosos … No portan armas, y no las conocen, porque cuando les mostré una espada , lo tomaron por el borde y se cortaron por ignorancia. No tienen hierro … Serían buenos sirvientes … Con cincuenta hombres, podríamos subyugarlos a todos y obligarlos a hacer lo que queramos “.
Zonn
Secuestró a unos “salvajes” y los llevó a su barco, y los interrogó sobre lo que tenía la isla. Como no sabían nada de oro, los mantuvo prisioneros y navegó hacia La Española, la isla que hoy está formada por Haití y República Dominicana. Aquí, encontró rastros de oro, mató a algunos nativos, tomó más prisioneros y zarpó hacia España, dejando atrás a parte de su tripulación para buscar oro y almacenarlo. De camino a España, llegó el invierno, y muchos de los prisioneros murieron de frío.
De regreso a Madrid, Colón pintó un cuadro muy exagerado de lo que había visto y pidió a la realeza que financiara otra expedición. Su farol funcionó y partió de nuevo, esta vez con 17 barcos y más de 1.200 hombres. Ahora su misión era doble: traer de vuelta no solo oro, sino también tantos esclavos como pudiera. Capturó a 1.500 hombres, mujeres y niños arawak, seleccionó a los 500 más saludables entre ellos y los cargó en sus barcos. 200 de ellos murieron camino a España. Pero Colón escribió: “Sigamos enviando en nombre de la Santísima Trinidad todos los esclavos que se puedan vender”.
Pero tenía que encontrar algo de oro, de lo contrario sus inversores estarían muy descontentos. Entonces, como escribe el historiador Howard Zinn en su clásico A People’s History of the United States, “En la provincia de Cicao en Haití, donde él y sus hombres imaginaron que existían enormes campos de oro, ordenaron a todas las personas de catorce años o más que recolectaran una cierta cantidad de oro cada tres meses. Cuando lo trajeron, les dieron fichas de cobre para que las colgaran del cuello. A los indios encontrados sin una ficha de cobre les cortaron las manos y los desangraron hasta morir. A los indios se les había encomendado una tarea imposible. El único oro alrededor eran los pedazos de polvo recogidos de los arroyos. Así que huyeron, fueron perseguidos con perros y asesinados.
Los arahuacos de Haití intentaron construir una resistencia armada contra los españoles, pero fue fácilmente aplastada: los europeos tenían armaduras, armas y caballos, mientras que sus oponentes solo tenían espadas hechas de caña. El suicidio masivo comenzó entre los arahuacos; se mataba a los niños para salvarlos de los españoles. Como dice Zinn: “En dos años, por asesinato, mutilación o suicidio, la mitad de los 250.000 indios de Haití murieron”. En un siglo y medio, ninguno de los arahuacos originales ni sus descendientes quedaron en la isla.
De Las Casas
Bartolomé de las Casas fue un joven sacerdote que acompañó a Colón a Cuba, y ha dejado atrás un relato espantoso de los crímenes que el gran explorador y sus hombres cometieron en esa isla. Todos los nativos fueron tratados como esclavos e incluso obligados a cargar a los españoles sobre sus espaldas. A los españoles “no les importaba apuñalar a los indios por decenas y cortarlos en rodajas para comprobar el filo de sus hojas”. Las Casas escribe cómo “dos de estos supuestos cristianos conocieron un día a dos muchachos indios, cada uno con un loro; se llevaron las aves y por diversión decapitaron a los muchachos”.
Los nativos fueron utilizados como mano de obra esclava en las minas de oro. Un tercio de los hombres murió de puro agotamiento. Sus esposas e hijos no la pasaban mejor. Las mujeres fueron obligadas a trabajar en el campo hasta que cayeron muertas. Cuando dieron a luz, estaban tan débiles por el exceso de trabajo y el hambre que no tenían leche para amamantar a sus bebés. De Las Casas señala que, en un período de tres meses, vio morir a 7.000 niños. Sin embargo, Cristóbal Colón todavía es honrado casi 500 años después de su muerte.
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Un pas de años atrás, el ayuntamiento de Los Ángeles decidió cambiar el nombre del Día de la Raza como Día de los Pueblos Indígenas. El Día de la Raza, un día festivo en todo Estados Unidos, se celebra el segundo lunes de octubre de cada año.
Cristóbal Colón, por supuesto, fue el explorador italiano que partió en busca de una ruta marítima hacia la India, desembarcó en las Bahamas en 1492 y creyó haber llegado a su destino. Su principio de funcionamiento fundamental era correcto: que, dado que el mundo es redondo, si se sigue navegando hacia el oeste desde Europa, se llegará a la India, pero no tenía idea de que la vasta masa continental de América se encontraba en el medio. Generalmente se recuerda hoy a Colón como un gran aventurero, un marinero maestro y un emprendedor tenaz y apasionado; presionó a varios reyes europeos para que financiaran su viaje durante cinco años, antes de que la Corona española decidiera arriesgarse con él. La mayoría de los libros de texto de historia de todo el mundo cuentan su historia con un tono de admiración. Pero, ¿qué fue en realidad Colón? ¿Debería ser recordado como un héroe? ¿Y por qué la ciudad de Los Ángeles renombró el día dedicado a él?
En pocas palabras, Colón fue un rapaz saqueador y asesino en masa. El objetivo principal de su viaje era encontrar oro; la Corona española había acordado que él podía quedarse con el 10% del oro que transportaba a España. Y estaba dispuesto a torturar y matar a cualquier número de “salvajes” para lograr su objetivo. Cuando el barco líder de Colón, el Santa María, llegó a la costa de las Bahamas, él y su tripulación fueron recibidos con obsequios por parte de las tribus Arawak que habitaban las islas. Los arahuacos vivían en comunas aldeanas y no conocían el concepto de batalla. Por lo tanto, no tenían armas y con alegría ofrecieron toda cortesía a los europeos.
Colón escribió en su bitácora: “Ellos intercambiaron voluntariamente todo lo que tenían … Eran bien formados, con buenos cuerpos y rasgos hermosos … No portan armas, y no las conocen, porque cuando les mostré una espada , lo tomaron por el borde y se cortaron por ignorancia. No tienen hierro … Serían buenos sirvientes … Con cincuenta hombres, podríamos subyugarlos a todos y obligarlos a hacer lo que queramos “.
Secuestró a unos “salvajes” y los llevó a su barco, y los interrogó sobre lo que tenía la isla. Como no sabían nada de oro, los mantuvo prisioneros y navegó hacia La Española, la isla que hoy está formada por Haití y República Dominicana. Aquí, encontró rastros de oro, mató a algunos nativos, tomó más prisioneros y zarpó hacia España, dejando atrás a parte de su tripulación para buscar oro y almacenarlo. De camino a España, llegó el invierno, y muchos de los prisioneros murieron de frío.
De regreso a Madrid, Colón pintó un cuadro muy exagerado de lo que había visto y pidió a la realeza que financiara otra expedición. Su farol funcionó y partió de nuevo, esta vez con 17 barcos y más de 1.200 hombres. Ahora su misión era doble: traer de vuelta no solo oro, sino también tantos esclavos como pudiera. Capturó a 1.500 hombres, mujeres y niños arawak, seleccionó a los 500 más saludables entre ellos y los cargó en sus barcos. 200 de ellos murieron camino a España. Pero Colón escribió: “Sigamos enviando en nombre de la Santísima Trinidad todos los esclavos que se puedan vender”.
Pero tenía que encontrar algo de oro, de lo contrario sus inversores estarían muy descontentos. Entonces, como escribe el historiador Howard Zinn en su clásico A People’s History of the United States, “En la provincia de Cicao en Haití, donde él y sus hombres imaginaron que existían enormes campos de oro, ordenaron a todas las personas de catorce años o más que recolectaran una cierta cantidad de oro cada tres meses. Cuando lo trajeron, les dieron fichas de cobre para que las colgaran del cuello. A los indios encontrados sin una ficha de cobre les cortaron las manos y los desangraron hasta morir. A los indios se les había encomendado una tarea imposible. El único oro alrededor eran los pedazos de polvo recogidos de los arroyos. Así que huyeron, fueron perseguidos con perros y asesinados.
Los arahuacos de Haití intentaron construir una resistencia armada contra los españoles, pero fue fácilmente aplastada: los europeos tenían armaduras, armas y caballos, mientras que sus oponentes solo tenían espadas hechas de caña. El suicidio masivo comenzó entre los arahuacos; se mataba a los niños para salvarlos de los españoles. Como dice Zinn: “En dos años, por asesinato, mutilación o suicidio, la mitad de los 250.000 indios de Haití murieron”. En un siglo y medio, ninguno de los arahuacos originales ni sus descendientes quedaron en la isla.
Bartolomé de las Casas fue un joven sacerdote que acompañó a Colón a Cuba, y ha dejado atrás un relato espantoso de los crímenes que el gran explorador y sus hombres cometieron en esa isla. Todos los nativos fueron tratados como esclavos e incluso obligados a cargar a los españoles sobre sus espaldas. A los españoles “no les importaba apuñalar a los indios por decenas y cortarlos en rodajas para comprobar el filo de sus hojas”. Las Casas escribe cómo “dos de estos supuestos cristianos conocieron un día a dos muchachos indios, cada uno con un loro; se llevaron las aves y por diversión decapitaron a los muchachos”.
Los nativos fueron utilizados como mano de obra esclava en las minas de oro. Un tercio de los hombres murió de puro agotamiento. Sus esposas e hijos no la pasaban mejor. Las mujeres fueron obligadas a trabajar en el campo hasta que cayeron muertas. Cuando dieron a luz, estaban tan débiles por el exceso de trabajo y el hambre que no tenían leche para amamantar a sus bebés. De Las Casas señala que, en un período de tres meses, vio morir a 7.000 niños. Sin embargo, Cristóbal Colón todavía es honrado casi 500 años después de su muerte.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 12, 2021