La historia oficial dice que mis padres se conocieron de una manera escapado de una novela romántica, esa que en las tapas tiene a un rubio pelilargo sosteniendo de la cintura a una virgen mientras un castillo arde en el fondo. La leyenda cuenta que Earl, luego de volver del trabajo, salía al balcón de su apartamento a relajarse, disfrutar de una cerveza y escuchar a su vecina del departamento continuo cantar. Una tarde, mientras su vecina cantaba Will You Still Love me Tomorrow, Earl tomó su armónica (herencia de su abuelo) y comenzó a acompañarla en su interpretación. El dúo persistió por dos o tres canciones hasta que el diálogo se interpuso, la música cedió su espacio y casi cincuenta años más tarde, la pareja permanece unida. Earl es mi padre. Su vecina, Cindy, mi madre.
Hace un mes, mi hermana Alice recibió de una joven un mensaje a través de Facebook, donde preguntaba si mi padre, Earl, había nacido en Chicago y había trabajado en los 70s para una firma de contadores local. Si ese era el caso, su padre, Robert, quisiera conversar con él ya que eran amigos de la juventud. La dama omitió decir “correrías”
Días atrás sentamos a Earl frente a la computadora y gracias a la magia de Zoom, los viejos amigos volvieron a verse las caras y las canas. Luego de una catarata de saludos, comenzaron las bromas y recuerdos. Mientras mi madre y yo -a las espaldas de mi padre- continuábamos ondeando las palmas a manera de saludo, saltó la verdadera historia de como Earl y Cindy, mi padre y mi madre, se conocieron.
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Robert se encontraba todas las tardes con mi tía Yaya y mi madre en la misma parada de autobús que llevaba a las mujeres desde el colegio a su casa y a Robert desde la fábrica donde trabajaba a un departamento que compartía con Earl. Una tarde las jóvenes (menores de edad) le pidieron un cigarrillo y a cambio lo invitaron a su casa el día siguiente a tomar un café (en ese instante del relato mi madre dejó de mover su mano)
El momento llegó y Robert decidió incluir a su buen amigo Earl en el paquete. Ambos llegaron con rosquillas dulces, sendos trajes de día domingo, los mejores modales que pudieron encontrar en un libro en un negocio de ítems usados y se encontraron a Yaya y Cindy vistiendo sus más provocativas prendas de divas de música disco, contorneándose con las rítmicas creaciones de Donna Summer. Según el señor Robert Ellis, mis padres nunca fueron formalmente presentados, ya que alguna melodía lenta los confundió en el primer beso, aun sin saber sus nombres. Todo terminó cuando escucharon el auto de mi abuelo acercándose a paso lento. El único balcón de esta historia fue el utilizado por estos hombres para escapar.
“No fue así,” dijo mi madre de manera contundente “De ninguna manera. Este hombre siempre exagerando las cosas. Esa es la razón por la que dejamos de verlo por tanto tiempo”
🕺🏾
Por Vida Bolt.
La historia oficial dice que mis padres se conocieron de una manera escapado de una novela romántica, esa que en las tapas tiene a un rubio pelilargo sosteniendo de la cintura a una virgen mientras un castillo arde en el fondo. La leyenda cuenta que Earl, luego de volver del trabajo, salía al balcón de su apartamento a relajarse, disfrutar de una cerveza y escuchar a su vecina del departamento continuo cantar. Una tarde, mientras su vecina cantaba Will You Still Love me Tomorrow, Earl tomó su armónica (herencia de su abuelo) y comenzó a acompañarla en su interpretación. El dúo persistió por dos o tres canciones hasta que el diálogo se interpuso, la música cedió su espacio y casi cincuenta años más tarde, la pareja permanece unida. Earl es mi padre. Su vecina, Cindy, mi madre.
Hace un mes, mi hermana Alice recibió de una joven un mensaje a través de Facebook, donde preguntaba si mi padre, Earl, había nacido en Chicago y había trabajado en los 70s para una firma de contadores local. Si ese era el caso, su padre, Robert, quisiera conversar con él ya que eran amigos de la juventud. La dama omitió decir “correrías”
Días atrás sentamos a Earl frente a la computadora y gracias a la magia de Zoom, los viejos amigos volvieron a verse las caras y las canas. Luego de una catarata de saludos, comenzaron las bromas y recuerdos. Mientras mi madre y yo -a las espaldas de mi padre- continuábamos ondeando las palmas a manera de saludo, saltó la verdadera historia de como Earl y Cindy, mi padre y mi madre, se conocieron.
[ezcol_1third]Robert se encontraba todas las tardes con mi tía Yaya y mi madre en la misma parada de autobús que llevaba a las mujeres desde el colegio a su casa y a Robert desde la fábrica donde trabajaba a un departamento que compartía con Earl. Una tarde las jóvenes (menores de edad) le pidieron un cigarrillo y a cambio lo invitaron a su casa el día siguiente a tomar un café (en ese instante del relato mi madre dejó de mover su mano)
[/ezcol_1third] [ezcol_1third] [/ezcol_1third] [ezcol_1third_end] [/ezcol_1third_end]El momento llegó y Robert decidió incluir a su buen amigo Earl en el paquete. Ambos llegaron con rosquillas dulces, sendos trajes de día domingo, los mejores modales que pudieron encontrar en un libro en un negocio de ítems usados y se encontraron a Yaya y Cindy vistiendo sus más provocativas prendas de divas de música disco, contorneándose con las rítmicas creaciones de Donna Summer. Según el señor Robert Ellis, mis padres nunca fueron formalmente presentados, ya que alguna melodía lenta los confundió en el primer beso, aun sin saber sus nombres. Todo terminó cuando escucharon el auto de mi abuelo acercándose a paso lento. El único balcón de esta historia fue el utilizado por estos hombres para escapar.
“No fue así,” dijo mi madre de manera contundente “De ninguna manera. Este hombre siempre exagerando las cosas. Esa es la razón por la que dejamos de verlo por tanto tiempo”
Y se alejó tarareando “Hot Stuff”.
PrisioneroEnArgentina.com
Diciembre 2, 2021