A este punto de la historia, ustedes habrán comprendido que, si bien no tengo familiares que portan hachas y descuartizan gente por las calles, pero están en el borde de la locura. Este preámbulo obedece a la reaparición en mi vida de mi prima Denise (En realidad es sobrina de un tío lejano, pero crecimos juntas, tenemos la misma edad, y no nos vamos a detener a explicar a cada uno que en realidad somos parientes lejanos)
Denise es un espíritu libre, nunca contrajo matrimonio, pero tiene varios intentos fallidos en su historia. Nunca tuvo un trabajo fijo, pero no acarrea ni una sola deuda. Si estaba viviendo en un hotel en Houston, Texas y el calor le molestaba, preparaba sus maletas y su automóvil la dejaría en Los Angeles… o San Francisco… o Las Vegas, siempre cayendo de pies en una empresa que necesitaba sus servicios o recibía una propuesta laboral mientras tomaba un café en una gasolinera en el medio del desierto de Arizona.
De esta manera, Denise podía ser productra de un programa de televisión un día en Georgia y camarera de un restaurante al paso en Nebraska al día siguiente. Secretaria de un abogado por una semana e instructora de yoga la semana siguiente en un gimnasio de Boston.
Si bien Denise no es una mujer a la que todos los hombres miran boquiabiertos cuando ella entra a un bar, es atractiva y sus novios (incontables) han sido siempre buenos mozos.
La semana pasada, recibí un llamado telefónico precisamente el día lunes -mi día libre, mis niñas en la escuela, mi esposo Oscar en el trabajo, la casa para mi sola) y en la pantalla de mi celular apareció el nombre de mi rima (familiar lejano, ustedes saben…)
“¿Estas decente? ¡Estoy en la puerta de tu casa!”
¿Estoy decente? ¿Pensará que circulo por mi casa vestida de Lady Godiva, danzando como Rudolf Nureyev, cantando canciones de Madonna? Bueno, ese día sí. Me estaba depilando, con una toalla en la cabeza tratando que el acondicionador capilar hiciera efecto y con algodones entre mis dedos para que el esmalte de uñas no se deslizara por mis dedos. Me cubrí con una toalla demasiado corta y abrí la puerta de entrada.
Allí estaba Denise, radiante y sonriente como siempre… acompañada de un hombre radiante y sonriente, acompañada de cuatro radiantes y sonrientes niños, acompañados de una radiante y sonriente pareja de ancianos. Excepto los niños, que tal vez descubrieron que tenía una mujer en partes que nunca habrían visto, y Denise que lanzó una carcajada, los demás perdieron la amigable expresión.
“Este es Julio, mi prometido. Sus padres Carlos y Magda. Y estos son sus niños: Octavio, no este es Sandro… a veces hasta su padre los confunde, este es Octavio, Carlos Manuel y Julio Jr.,” dijo Denise mientras entraba y trataba de que todos los petrificados intentaran dar un primer paso “Esta es mi adorada prima Vida”
Corrí a envolverme en una bata e invité a todos con café. Denise comenzó a relatar que había conocido a Julio en una convención y coincidentemente él vivía en San Agustine. A una hora de mi casa.
Nunca hubiera imaginado a Denise sentando cabeza y mucho menos aliándose a una familia instantáneo. En pocas semanas había heredado cuatro hijos y dos padres políticos.
Denise está feliz y Julio parece ser un buen hombre. Sus padres son muy callados y los niños ahora quieren ir a la casa de la “tía Vida” todos los días.
Para no herir la sensibilidad de los mencionados, cambié los nombres de estos. Por ejemplo, el nombre de mi prima Denise es Denise. Su prometido Julio, es Julio, el verdadero nombre del padre de este, Carlos, es Carlos y el nombre real de Magda, su madre, es Magda. ¿Los niños? También yo confundo sus nombres.
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Por Vida Bolt.
A este punto de la historia, ustedes habrán comprendido que, si bien no tengo familiares que portan hachas y descuartizan gente por las calles, pero están en el borde de la locura. Este preámbulo obedece a la reaparición en mi vida de mi prima Denise (En realidad es sobrina de un tío lejano, pero crecimos juntas, tenemos la misma edad, y no nos vamos a detener a explicar a cada uno que en realidad somos parientes lejanos)
Denise es un espíritu libre, nunca contrajo matrimonio, pero tiene varios intentos fallidos en su historia. Nunca tuvo un trabajo fijo, pero no acarrea ni una sola deuda. Si estaba viviendo en un hotel en Houston, Texas y el calor le molestaba, preparaba sus maletas y su automóvil la dejaría en Los Angeles… o San Francisco… o Las Vegas, siempre cayendo de pies en una empresa que necesitaba sus servicios o recibía una propuesta laboral mientras tomaba un café en una gasolinera en el medio del desierto de Arizona.
De esta manera, Denise podía ser productra de un programa de televisión un día en Georgia y camarera de un restaurante al paso en Nebraska al día siguiente. Secretaria de un abogado por una semana e instructora de yoga la semana siguiente en un gimnasio de Boston.
Si bien Denise no es una mujer a la que todos los hombres miran boquiabiertos cuando ella entra a un bar, es atractiva y sus novios (incontables) han sido siempre buenos mozos.
La semana pasada, recibí un llamado telefónico precisamente el día lunes -mi día libre, mis niñas en la escuela, mi esposo Oscar en el trabajo, la casa para mi sola) y en la pantalla de mi celular apareció el nombre de mi rima (familiar lejano, ustedes saben…)
“¿Estas decente? ¡Estoy en la puerta de tu casa!”
¿Estoy decente? ¿Pensará que circulo por mi casa vestida de Lady Godiva, danzando como Rudolf Nureyev, cantando canciones de Madonna? Bueno, ese día sí. Me estaba depilando, con una toalla en la cabeza tratando que el acondicionador capilar hiciera efecto y con algodones entre mis dedos para que el esmalte de uñas no se deslizara por mis dedos. Me cubrí con una toalla demasiado corta y abrí la puerta de entrada.
Allí estaba Denise, radiante y sonriente como siempre… acompañada de un hombre radiante y sonriente, acompañada de cuatro radiantes y sonrientes niños, acompañados de una radiante y sonriente pareja de ancianos. Excepto los niños, que tal vez descubrieron que tenía una mujer en partes que nunca habrían visto, y Denise que lanzó una carcajada, los demás perdieron la amigable expresión.
“Este es Julio, mi prometido. Sus padres Carlos y Magda. Y estos son sus niños: Octavio, no este es Sandro… a veces hasta su padre los confunde, este es Octavio, Carlos Manuel y Julio Jr.,” dijo Denise mientras entraba y trataba de que todos los petrificados intentaran dar un primer paso “Esta es mi adorada prima Vida”
Corrí a envolverme en una bata e invité a todos con café. Denise comenzó a relatar que había conocido a Julio en una convención y coincidentemente él vivía en San Agustine. A una hora de mi casa.
Nunca hubiera imaginado a Denise sentando cabeza y mucho menos aliándose a una familia instantáneo. En pocas semanas había heredado cuatro hijos y dos padres políticos.
Denise está feliz y Julio parece ser un buen hombre. Sus padres son muy callados y los niños ahora quieren ir a la casa de la “tía Vida” todos los días.
Para no herir la sensibilidad de los mencionados, cambié los nombres de estos. Por ejemplo, el nombre de mi prima Denise es Denise. Su prometido Julio, es Julio, el verdadero nombre del padre de este, Carlos, es Carlos y el nombre real de Magda, su madre, es Magda. ¿Los niños? También yo confundo sus nombres.
PrisioneroEnArgentina.com
Abril 25, 2022