De una manera consciente o inconscientemente nos fijamos en las personas, en sus gestos, los detalles de su proceder. Todos lo hacemos y, por esto, es que vamos a hablar de “observar”… Observar es detener la mirada en las cosas, estar atento y captar con sentido situaciones.
Juzgar es el uso de nuestra tendencia a formar una persona a partir de algo, sea por una opinión, su apariencia, etc.; es nuestra tendencia hacer juicios de una persona, basándonos en alguna (algunas) característica (s). Y esto sería si se tratase de un responsable y respetable ciudadano, como también si se trata de una persona atractiva y que respeta la ley. Juzgar o emitir juicio o sobre alguien requiere reflexión y elección consciente de la imagen de la persona y en consideración del conjunto de libertades individuales.
La observación, sin preconceptos, es el punto de partida para acercarnos al mundo que nos rodea; porque, antes de juzgar a alguien por su modo de expresarse y apariencia, deberíamos de tratar de conocer su interior, su esencia.
No se puede comprender lo que previamente se ha juzgado. Para comprender es necesario suspender, de manera provisoria al menos, el patrón de referencia, o sea lo normativo contra lo cual comparamos lo que se observa. Solamente observamos, sin ningún proceso consciente o inconsciente de evaluación. Esta práctica nos permite hacernos consciente de la experiencia, en el aquí y ahora, del momento a momento, sin que se produzcan interferencia de reacciones emocionales y/o juicios. Un ejemplo de esto es el simple hecho de mirar a una dama, sin que quedemos atrapados en su apariencia; que simplemente seamos capaces de observarla, sin desearla o rechazarla, sin describirla ni evaluarla.
Todos los que han desarrollado el impulso de crecer deben dejar de juzgar a los demás.
Que podamos observar sin juzgar es difícil, pero no imposible, y sólo puede efectuarse en tiempo presente. Cuando nos valemos de adjetivos calificativos para, por ejemplo, nombrar en particular, dificulta nuestra observación sin juicio, pues la palabra disocia, divide, segmentar. Además, y según sea el contexto en que la ubiquemos, la palabra que utilizamos puede asumir múltiples significados y podría ésta no ser lo que representa. Vivirla implica, Hay que tomar consciencia de la vida y, sin calificarla ni nominarla, vivar la experiencia que cada uno de nosotros hace de la misma.
Si juzgamos perdemos de comprender el punto de vista del otro y, si verdaderamente queremos entenderlo, es imprescindible no emitir juicios; sólo después de haber comprendido, y no antes, acerca de su conducta, sobre lo que hace y no hace el otro usando la propia visión y consciencia, escuchando desde la nada, sin juzgar, es cuando empezamos a entender.
Para comprender a los demás, no sólo es necesario observar en forma no evaluativa; también podemos aplicar la célebre frase del oráculo de Delfos: “conócete a ti mismo pues nuestra evolución hacia formas más avanzadas de consciencia y de vida no se deriva de violentar nuestro ser, sino de comprender sobre el porqué hacemos lo que hacemos”. Si no somos capaces de mirarnos sin evaluarnos, no podremos entender qué es lo que en nosotros acontece. El aceptar a los demás tal como son resulta una buena recomendación para facilitar esta práctica y, tal vez este sea el modo más bello y más profundo de relación entre personas se aman.
Esto puede implicar algo más que la pasividad que proviene de la simple resignación ante lo que no podemos modificar. Se podría convertir en complicidad, una forma de tolerancia activa, con la vida del otro mientras ella no perjudique a los demás.
Tratemos de ser lo que somos y dejemos descansar al juez. Comprendamos que la ausencia del no-juicio, de una evaluación, puede ser una acción profundamente transformadora de nuestros actos, pensamientos y sentimientos.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo y mi deseo que la vida te sonría y permita que prosperes en todo, y que derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
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Por Claudio Valerio.
De una manera consciente o inconscientemente nos fijamos en las personas, en sus gestos, los detalles de su proceder. Todos lo hacemos y, por esto, es que vamos a hablar de “observar”… Observar es detener la mirada en las cosas, estar atento y captar con sentido situaciones.
Juzgar es el uso de nuestra tendencia a formar una persona a partir de algo, sea por una opinión, su apariencia, etc.; es nuestra tendencia hacer juicios de una persona, basándonos en alguna (algunas) característica (s). Y esto sería si se tratase de un responsable y respetable ciudadano, como también si se trata de una persona atractiva y que respeta la ley. Juzgar o emitir juicio o sobre alguien requiere reflexión y elección consciente de la imagen de la persona y en consideración del conjunto de libertades individuales.
La observación, sin preconceptos, es el punto de partida para acercarnos al mundo que nos rodea; porque, antes de juzgar a alguien por su modo de expresarse y apariencia, deberíamos de tratar de conocer su interior, su esencia.
No se puede comprender lo que previamente se ha juzgado. Para comprender es necesario suspender, de manera provisoria al menos, el patrón de referencia, o sea lo normativo contra lo cual comparamos lo que se observa. Solamente observamos, sin ningún proceso consciente o inconsciente de evaluación. Esta práctica nos permite hacernos consciente de la experiencia, en el aquí y ahora, del momento a momento, sin que se produzcan interferencia de reacciones emocionales y/o juicios. Un ejemplo de esto es el simple hecho de mirar a una dama, sin que quedemos atrapados en su apariencia; que simplemente seamos capaces de observarla, sin desearla o rechazarla, sin describirla ni evaluarla.
Todos los que han desarrollado el impulso de crecer deben dejar de juzgar a los demás.
Que podamos observar sin juzgar es difícil, pero no imposible, y sólo puede efectuarse en tiempo presente. Cuando nos valemos de adjetivos calificativos para, por ejemplo, nombrar en particular, dificulta nuestra observación sin juicio, pues la palabra disocia, divide, segmentar. Además, y según sea el contexto en que la ubiquemos, la palabra que utilizamos puede asumir múltiples significados y podría ésta no ser lo que representa. Vivirla implica, Hay que tomar consciencia de la vida y, sin calificarla ni nominarla, vivar la experiencia que cada uno de nosotros hace de la misma.
Si juzgamos perdemos de comprender el punto de vista del otro y, si verdaderamente queremos entenderlo, es imprescindible no emitir juicios; sólo después de haber comprendido, y no antes, acerca de su conducta, sobre lo que hace y no hace el otro usando la propia visión y consciencia, escuchando desde la nada, sin juzgar, es cuando empezamos a entender.
Para comprender a los demás, no sólo es necesario observar en forma no evaluativa; también podemos aplicar la célebre frase del oráculo de Delfos: “conócete a ti mismo pues nuestra evolución hacia formas más avanzadas de consciencia y de vida no se deriva de violentar nuestro ser, sino de comprender sobre el porqué hacemos lo que hacemos”. Si no somos capaces de mirarnos sin evaluarnos, no podremos entender qué es lo que en nosotros acontece. El aceptar a los demás tal como son resulta una buena recomendación para facilitar esta práctica y, tal vez este sea el modo más bello y más profundo de relación entre personas se aman.
Esto puede implicar algo más que la pasividad que proviene de la simple resignación ante lo que no podemos modificar. Se podría convertir en complicidad, una forma de tolerancia activa, con la vida del otro mientras ella no perjudique a los demás.
Tratemos de ser lo que somos y dejemos descansar al juez. Comprendamos que la ausencia del no-juicio, de una evaluación, puede ser una acción profundamente transformadora de nuestros actos, pensamientos y sentimientos.
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un Abrazo y mi deseo que la vida te sonría y permita que prosperes en todo, y que derrame sobre ti, Salud, Paz, Amor, y mucha Prosperidad.
Claudio Valerio
®. Valerius.
PrisioneroEnArgentina.com
Mayo 4, 2022