Una gran porción de los pacientos que veo a diario tienen prblemas a la hora de confesar sus pecados, pero no soy un sacerdote, soy un simple doctor. De los muchos con los cuales no he desarrollado (quizas por mi ineficacia) una cercana relación, tengo sospechas. Pero, a lo largo de los años, algunos de ellos han contado sus errores.
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Caso 1.
“Tengo 14 años de edad. Mi madre y yo nos sentamos en la clínica de emergencia. No tenemos seguro, pero me quema cuando orino y no puedo ignorarlo por más tiempo, así que mi mamá se tomó el día libre en el trabajo. Cuando el médico me pregunta si soy sexualmente activa, mi madre se ríe y dice: ¡Es demasiado joven!. Tal vez nunca lo haya hecho, pero la verdad no es tan blanco o negro. Yo digo que no.”
Caso 2.
Mi doctor me preguntó si mi novio y yo usamos protección y le digo la verdad: no lo hacemos. “¿Quieres quedar embarazada?” Niego con la cabeza. “¿Quieres una enfermedad?” Estoy aquí para un examen físico, creo, no para una conferencia. La píldora es demasiado cara y me da náuseas, y no me gustan los condones.
Pero ella nunca pregunta por qué. Antes de irme, le pregunto si me puede recetar algo para mi acné. Me mira como si fuera un idiota y dice: “Sí, la píldora”. Su pequeño zinger tiene el efecto deseado. Salgo sin receta y durante años, si los médicos me preguntan, solo digo que uso condones.
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Caso 3.
Tengo 24 años y el médico me pregunta cuánto bebo. Yo digo: Tal vez una copa de vino o dos de vez en cuando. No bebo todos los días, ni siquiera todos los fines de semana, pero cuando lo hago, empiezo con vino, seguido de un trago de verdad, seguido de dos o tres o cuatro más. Los atracones son seguidos por un comportamiento angustioso, resacas físicas y arrepentimiento. La verdad es que estoy demasiado avergonzado de mi forma de beber para mencionarlo.
Caso 4.
Le digo a mi terapeuta que nada funciona. El Seroquel, en particular, solo me hace sentir peor. “Me siento como un elefante al que le han disparado un dardo”, digo, y además estoy convencida de que las pastillas me hacen subir de peso, lo cual, según el médico, no es un efecto secundario.
No le creo, y dejo fuera la parte de cómo he dejado de tomarlos.
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Caso 5.
Tengo 37 años, más de 10 años sobrio. Mi esposo y yo estamos esperando nuestro primer hijo. En nuestra primera visita prenatal, me siento y le cuento al médico mi historial médico, todo. Digo que estoy orgulloso de mantenerme saludable, como bien y haciendo ejercicio con regularidad. En mi visita de las 12 semanas, me regaña por subir de peso y me dice que “no consuma carbohidratos”. Luego me dice que no debería hacer entrenamiento de fuerza. Todo lo que leo en línea dice que el entrenamiento de fuerza moderado está bien. De ahí en adelante cuando ella pregunta, “¿Tienes alguna pregunta?” Le digo que no. En cambio, voy a casa y lo busco en Google.
Caso 6.
Ahora el pediatra nos está dando consejos de entrenamiento del sueño que no tenemos intención de utilizar. Ella asume que cumplimos con su instrucción anterior de no dormir en la misma cama que nuestro bebé. No puedo imaginarme diciéndole la verdad. Y en ese momento parece tan absurdo, y toda una vida de mentir a mis médicos llega a un punto crítico. ¿Por qué lo hago? Tal vez nunca sentí que estuvieran de mi lado. Tal vez mi propia vergüenza me impidió decirles la verdad. Francamente, no lo sé. Mientras salimos de la oficina, le digo a mi esposo que no quiero mentir más. Encontraremos diferentes médicos si es necesario, con los que podamos ser honestos. Y le pido que me ayude a defenderme. Soy una mujer adulta, digo. Son profesionales capacitados. Y es hora de que todos, incluido yo, dejen de sentirse tan incómodos con la verdad.
🩺
Una gran porción de los pacientos que veo a diario tienen prblemas a la hora de confesar sus pecados, pero no soy un sacerdote, soy un simple doctor. De los muchos con los cuales no he desarrollado (quizas por mi ineficacia) una cercana relación, tengo sospechas. Pero, a lo largo de los años, algunos de ellos han contado sus errores.
[ezcol_1third]Caso 1.
“Tengo 14 años de edad. Mi madre y yo nos sentamos en la clínica de emergencia. No tenemos seguro, pero me quema cuando orino y no puedo ignorarlo por más tiempo, así que mi mamá se tomó el día libre en el trabajo. Cuando el médico me pregunta si soy sexualmente activa, mi madre se ríe y dice: ¡Es demasiado joven!. Tal vez nunca lo haya hecho, pero la verdad no es tan blanco o negro. Yo digo que no.”
Caso 2.
Mi doctor me preguntó si mi novio y yo usamos protección y le digo la verdad: no lo hacemos. “¿Quieres quedar embarazada?” Niego con la cabeza. “¿Quieres una enfermedad?” Estoy aquí para un examen físico, creo, no para una conferencia. La píldora es demasiado cara y me da náuseas, y no me gustan los condones.
Pero ella nunca pregunta por qué. Antes de irme, le pregunto si me puede recetar algo para mi acné. Me mira como si fuera un idiota y dice: “Sí, la píldora”. Su pequeño zinger tiene el efecto deseado. Salgo sin receta y durante años, si los médicos me preguntan, solo digo que uso condones.
[/ezcol_1third] [ezcol_1third]Caso 3.
Tengo 24 años y el médico me pregunta cuánto bebo. Yo digo: Tal vez una copa de vino o dos de vez en cuando. No bebo todos los días, ni siquiera todos los fines de semana, pero cuando lo hago, empiezo con vino, seguido de un trago de verdad, seguido de dos o tres o cuatro más. Los atracones son seguidos por un comportamiento angustioso, resacas físicas y arrepentimiento. La verdad es que estoy demasiado avergonzado de mi forma de beber para mencionarlo.
Caso 4.
Le digo a mi terapeuta que nada funciona. El Seroquel, en particular, solo me hace sentir peor. “Me siento como un elefante al que le han disparado un dardo”, digo, y además estoy convencida de que las pastillas me hacen subir de peso, lo cual, según el médico, no es un efecto secundario.
No le creo, y dejo fuera la parte de cómo he dejado de tomarlos.
[/ezcol_1third] [ezcol_1third_end]Caso 5.
Tengo 37 años, más de 10 años sobrio. Mi esposo y yo estamos esperando nuestro primer hijo. En nuestra primera visita prenatal, me siento y le cuento al médico mi historial médico, todo. Digo que estoy orgulloso de mantenerme saludable, como bien y haciendo ejercicio con regularidad. En mi visita de las 12 semanas, me regaña por subir de peso y me dice que “no consuma carbohidratos”. Luego me dice que no debería hacer entrenamiento de fuerza. Todo lo que leo en línea dice que el entrenamiento de fuerza moderado está bien. De ahí en adelante cuando ella pregunta, “¿Tienes alguna pregunta?” Le digo que no. En cambio, voy a casa y lo busco en Google.
Caso 6.
Ahora el pediatra nos está dando consejos de entrenamiento del sueño que no tenemos intención de utilizar. Ella asume que cumplimos con su instrucción anterior de no dormir en la misma cama que nuestro bebé. No puedo imaginarme diciéndole la verdad. Y en ese momento parece tan absurdo, y toda una vida de mentir a mis médicos llega a un punto crítico. ¿Por qué lo hago? Tal vez nunca sentí que estuvieran de mi lado. Tal vez mi propia vergüenza me impidió decirles la verdad. Francamente, no lo sé. Mientras salimos de la oficina, le digo a mi esposo que no quiero mentir más. Encontraremos diferentes médicos si es necesario, con los que podamos ser honestos. Y le pido que me ayude a defenderme. Soy una mujer adulta, digo. Son profesionales capacitados. Y es hora de que todos, incluido yo, dejen de sentirse tan incómodos con la verdad.
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Junio 21. 2022