PESE A PAPAS, OBISPOS Y CURAS, YO NO ME VOY DE LA IGLESIA 

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  Por José Luis Milia.

“La Iglesia tiene el poder de darme la santidad y está integrada, del primero al último, por pecadores, ¡y qué pecadores! …. Ella tiene la fe todopoderosa e invencible para renovar el misterio de la Eucaristía, y sin embargo la conforman hombres débiles que van a tientas en la oscuridad y luchan cada día contra la tentación de perder su fe.” 

Carlo Carretto. “Cuánto me has hecho sufrir, Iglesia, y sin embargo…”. www.qumran2.net 

 

Al igual que muchos católicos violentados por una propaganda anticatólica cada día más perversa y perseverante que no oculta hoy que su objetivo es acabar- más que con la Iglesia como institución- con nuestra Fe, me he preguntado si es lógico, para una persona creyente, continuar dentro de una iglesia debilitada, donde los corruptos, presuntamente, campean a sus anchas y la política más rastrera trata, cada día con más éxito, de hacerse un lugar en ella. 

También soy consciente que esa persecución no se queda solamente en el ataque a la Iglesia y nos convierte a la vista de todos en víctimas del único prejuicio aceptado y aplaudido en el mundo de hoy: el anti catolicismo. 

Sin embargo, mi respuesta es que es menester quedarse en ella. Irse de la Iglesia porque no nos gusta el Papa o porque ha habido, y hay, sacerdotes abusadores, falaces o ladrones es hacer gala de una formación religiosa superficial; pero es, también, tener un desconocimiento profundo de la tradición y de la historia de la Iglesia.  Convengamos que el Concilio Vaticano II sumió a los fieles en una confusión espiritual que, al incidir en la formación religiosa de las nuevas generaciones, generó un individuo pérfido (*)- laico o cura- que terminó creyendo que en la Iglesia las acciones humanas están por encima de lo divino. 

El desconocimiento de la Tradición- y la idea metida a machete de que la democracia lo es todo- les impide a muchos católicos aceptar que Jesús no fue elegido como Mesías, sino que fue Él quien eligió a sus seguidores (“No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros…” Jn 15, 16), que eran seres humanos con sus cualidades, pero también con sus carencias. Así, uno de ellos, Judas Iscariote, lo vendió por treinta denarios y otro, Simón Pedro, al que Él había elegido como el Kephas (**), donde habría de fundar su Iglesia, lo negó tres veces en el patio de la casa de Caifás. 

El ignorar la historia de la Iglesia hace que veamos como ombligo del problema la corrupción y los vicios que portan hoy muchos hombres de la Iglesia como si la historia de la Iglesia fuera una bucólica trama de paz, amor e integridad, cuando en verdad la causa inicial de los cismas y herejías fue la indecencia de papas, obispos y curas. Fueron algunos, muchos, hombres de la Iglesia los que solo provocaron dolor y desolación con su corrupción, su interés material o simplemente su egoísmo. Que nos escandalicemos porque hay curas pedófilos, obispos encubridores o un papa que se maneja mejor con la política que con la doctrina y reparte rosarios y bendiciones a mafiosos, no amerita irse de la Iglesia, primero porque esto nos convertiría en desertores, palabra fea si la hay, ya que esta huida solo mostraría nuestra cobardía e incapacidad para enfrentar a los criminales espirituales que hacen el mal en Ella, lo que volvería a los que la abandonan por el escándalo de otros en suicidas espirituales(***) 

La Iglesia siempre ha tenido conmociones, generalmente graves. Pero lo que nuestra religiosidad “light” no nos permite entender es que los conflictos que sacuden a la Iglesia son inherentes a Ella porque la fortaleza o las tribulaciones del Cuerpo Místico de Cristo- la ekklesía; asamblea, congregación- que es la unión de Cristo con los fieles, depende de la santidad de todos y cada uno de los católicos, laicos y curas. De esta unión, lo único inmutable es la santidad de Cristo; de la santidad de los hombres, los abusos, crímenes e injusticias que se han sucedido a lo largo de dos mil años, dan una muestra cabal de su inestabilidad. 

Por todo esto, hoy hemos llegado al punto donde muchos católicos o ex católicos creen que la Iglesia se define por la integridad o la indecencia de sus integrantes. Este nivel de ridícula ignorancia hace que crean que, en la misa, el misterio de la transubstanciación se realiza sólo si el cura es virtuoso. Si hubieran leído a san Juan Crisóstomo sabrían que: “No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros”.  

Es doloroso cuando el escándalo se enseñorea en la Iglesia, pero, desafortunadamente, no es algo nuevo para la Iglesia. Hubo épocas en su historia, en que estuvo peor que ahora. La reforma protestante no brotó fundamentalmente por aspectos teológicos, por asuntos de fe –aunque las diferencias teológicas aparecieron después- sino por aspectos morales.  

Es cierto que cuando el Papa y los cardenales hablan, nunca parecen abordar la confusión en que viven los laicos y la profunda turbulencia espiritual que hoy reina en ella. Al parecer no entienden, que muchos sienten que la iglesia se está desintegrando, y nuestra fe con ella. 

Pero, aquellos que pese a todo decidan irse de la Iglesia sepan que esta acción no implica dejar de ser sincero, al menos con ellos mismos, por lo que sería bueno que se preguntaran por qué se van realmente. No sigamos mintiéndonos que la causa es el papa, los obispos- que en Argentina son una calamidad- o los curas, sospechados todos, sin excepción, de corruptos, encubridores o mafiosos por obra y gracia de una propaganda que lleva siglos. Tengan el coraje de aceptar que hoy, ser católico es una de las cosas más difíciles de sostener y eso los aterra, tanto como bancarse una persecución que por ahora no mata, pero que sin ninguna duda ningunea al creyente. 

Porque no quiero suicidarme espiritualmente, he decidido no irme de la Iglesia. 

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(*) Pérfido, de perfidus; en latín antiguo el sentido de la palabra es religioso. No significa desleal, sino que define como pérfido a aquel que se ha desviado de la fe  

(**)  Kephas en arameo significa piedra grande o roca 

(***) San Francisco de Sales: “…Mientras que aquellos que causan el escándalo son culpables de asesinato espiritual, los que acogen el escándalo -los que permiten que los escándalos destruyan su fe-, son culpables de suicidio espiritual.” 

JOSE LUIS MILIA 

josemilia_686@hotmail.com

 


PrisioneroEnArgentina.com

Octubre 16, 2022


 

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