Mikel Herrán escribió alguna vez que “La historia no es la que es, es la que te cuentan”. Lo expuesto en este libro podría ser enteramente aplicada al reciente film que narra el juicio a las juntas del último gobierno militar, que tanto éxito de taquilla parece tener, al punto de que será impulsada para ser nominada a los premios Oscar, como mejor película extranjera.
Como película, la verdad que está muy bien lograda, con excelentes actores, posee una muy buena ambientación costumbrista de la época y una atrapante trama. Ahora, ello no implica que sea un fiel reflejo de lo que realmente sucedió en esa época y menos que plasme lo que realmente aconteció en aquellos años del proceso militar.
En rigor de verdad, no creo que el fin de la película haya sido la re-creación de un hecho historico tal como fue, como nos quieren hacer creer algunos medios de comunicación y sectores interesados en que así se lo crea; sino tan solo novelizar un hecho historico, lo que los guionistas pensaron o imaginaron como sucedieron esos hechos.
Claramente la película no es un documental y nos equivocamos si identificamos la idea cinematográfica reflejada por sus autores, con una representación integra y total de la realidad de entonces. Es un gran “thriller”, donde dos épicos y heroicos fiscales persiguen y enjuician a los “feos, sucios y malos” militares, sin que se considerare o se aluda al demencial ataque de las organizaciones clandestinas y asesinas terroristas, a través del cual quisieron tomar el poder en el país, para “acabar” con lo que ellos denominaban la “democracia burguesa” y que originó la dura respuesta de la entonces clase política y para la cual “utilizó” a las fuerzas armadas y de seguridad. Nada de ello se refleja.
Obviamente, menos se dice lo que concluyó la misma sentencia de ese juicio a las juntas, que hoy se desaparece de cada sentencia judicial: “El objetivo último de esta actividad fue la toma del poder político por parte de las organizaciones terroristas, algunas de las cuales incluso intentó, como paso previo, a través de los asentamientos en las zonas rurales de Tucumán ya mencionados, la obtención del dominio sobre un territorio, a fin de ser reconocida como beligerante por la comunidad internacional…. En consideración a los múltiples antecedentes acopiados en este proceso, especialmente documentación secuestrada, y a las características que asumió el fenómeno terrorista en la República Argentina, cabe concluir que dentro de los criterios clasificatorios que se vienen de expresar, éste se correspondió con el concepto de guerra revolucionaria.”.
Han transcurrido 52 años de aquella época y todavía se sigue agitando ese pasado, eternizando estos juzgados, que desde el 2004 pasaron a ser de “lesa humanidad”, sin que cada uno de nosotros hagamos un gran mea culpa, por haber permitido que se llegara a donde se llegó.
La misma sociedad que hoy descubre el juicio a las juntas es la misma que el año 1976 alentó y aplaudió el golpe militar, la misma que en 1985 apoyó el juicio a las juntas, la misma que en 1990 consintió los indultos a los jefes militares y la misma que en 2004 nada dijo sobre la reapertura de los juicios contra militares y policías. Misma sociedad que desprecia a militares y policías, pero que por lo bajo ruegan: “ojalá volvieran los militares”, mientras que los camaradas de esos militares y policías se desentienden porque “zafaron y no hay que hacer olas”.
Los partidos políticos (a los que continuamos votando) que hoy alientan estos juicios, olvidan que sus máximos líderes en 1976 reclamaron el derrocamiento del entonces gobierno por las Fuerzas Armadas y en 1986 y 1987 sus legisladores votaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final; los mismos que en el 2003 votaron por anular esas leyes que ellos mismo habían sancionado.
La Justicia no quedó afuera, mientras una Suprema Corte en 1987 convalidó las leyes de punto final y obediencia debida, otra en 1990 convalidó los indultos otorgados y otra en 2003 los declaró inconstitucional, y los defendemos para que no paguen ganancias de los obscenos sueldos que cobran. Nobleza obliga, vale recordar el voto de la Dra. Carmen Argibay en contra de la inconstitucionalidad de los indultos al sostener: “… la ley está por encima de las convicciones personales, es cosa juzgada, si no fuera así, tendríamos que estar revisando causas eternamente y nunca tendrían fin las disputas. Si no respetamos lo que dijeron otros tribunales pese a que no nos guste, estamos perdidos”.
Todo este esquizofrénico devenir nos ha llevado a convertirnos en el “hazme reír del mundo”, pues nos hicieron creer que el mundo nos admira por haber juzgado y seguir haciéndolo a militares y policías que combatieron el terrorismo; cuando en rigor de verdad se asombran y hasta se escandalizan por ello, pues no entienden como en nuestro pais se permite manipular y violentar las leyes hasta hacer trizas concepciones inalterables ya universales, como el de la “seguridad jurídica” en el mundo jurídico internacional o el de “paz y seguridad” en mundo civilizado mundial. Simplemente, nos caímos del mundo y lo peor es que naturalizamos esa situación.
Lo cierto es que hoy 2022, 37 años despues de aquel 1985, las aberraciones jurídicas siguen produciéndose en nuestro pais. Como ya casi no queda nadie de aquellas máximas jerarquías de las fuerzas armadas y de seguridad, van ahora por oficiales jóvenes, suboficiales, soldades, agentes, empresarios, sacerdotes y civiles; y como ya casi no quedan hechos para juzgar entre 1976 a 1983, van por casos de 1975 y hasta 1974, todo en aras de seguir “eternizando” estos juicios.
Como dice esa sabia máxima: “Cuando la patria está en peligro, se recurre a Dios y al soldado… cuando el peligro desparece, Dios es olvidado y el soldado es juzgado”. No duele tanto la desaprensión de la sociedad, se sabe cómo es su idiosincrasia, siendo el precio que se paga por defender a la Patria; lo que si duele es la indiferencia de los camaradas de quienes están o fueron juzgados, es una herida en el alma, una lanza que atraviesa y desgarra un viejo corazón.
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Por Dr. Gonzalo P. Miño.
Mikel Herrán escribió alguna vez que “La historia no es la que es, es la que te cuentan”. Lo expuesto en este libro podría ser enteramente aplicada al reciente film que narra el juicio a las juntas del último gobierno militar, que tanto éxito de taquilla parece tener, al punto de que será impulsada para ser nominada a los premios Oscar, como mejor película extranjera.
Como película, la verdad que está muy bien lograda, con excelentes actores, posee una muy buena ambientación costumbrista de la época y una atrapante trama. Ahora, ello no implica que sea un fiel reflejo de lo que realmente sucedió en esa época y menos que plasme lo que realmente aconteció en aquellos años del proceso militar.
En rigor de verdad, no creo que el fin de la película haya sido la re-creación de un hecho historico tal como fue, como nos quieren hacer creer algunos medios de comunicación y sectores interesados en que así se lo crea; sino tan solo novelizar un hecho historico, lo que los guionistas pensaron o imaginaron como sucedieron esos hechos.
Claramente la película no es un documental y nos equivocamos si identificamos la idea cinematográfica reflejada por sus autores, con una representación integra y total de la realidad de entonces. Es un gran “thriller”, donde dos épicos y heroicos fiscales persiguen y enjuician a los “feos, sucios y malos” militares, sin que se considerare o se aluda al demencial ataque de las organizaciones clandestinas y asesinas terroristas, a través del cual quisieron tomar el poder en el país, para “acabar” con lo que ellos denominaban la “democracia burguesa” y que originó la dura respuesta de la entonces clase política y para la cual “utilizó” a las fuerzas armadas y de seguridad. Nada de ello se refleja.
Obviamente, menos se dice lo que concluyó la misma sentencia de ese juicio a las juntas, que hoy se desaparece de cada sentencia judicial: “El objetivo último de esta actividad fue la toma del poder político por parte de las organizaciones terroristas, algunas de las cuales incluso intentó, como paso previo, a través de los asentamientos en las zonas rurales de Tucumán ya mencionados, la obtención del dominio sobre un territorio, a fin de ser reconocida como beligerante por la comunidad internacional…. En consideración a los múltiples antecedentes acopiados en este proceso, especialmente documentación secuestrada, y a las características que asumió el fenómeno terrorista en la República Argentina, cabe concluir que dentro de los criterios clasificatorios que se vienen de expresar, éste se correspondió con el concepto de guerra revolucionaria.”.
Han transcurrido 52 años de aquella época y todavía se sigue agitando ese pasado, eternizando estos juzgados, que desde el 2004 pasaron a ser de “lesa humanidad”, sin que cada uno de nosotros hagamos un gran mea culpa, por haber permitido que se llegara a donde se llegó.
La misma sociedad que hoy descubre el juicio a las juntas es la misma que el año 1976 alentó y aplaudió el golpe militar, la misma que en 1985 apoyó el juicio a las juntas, la misma que en 1990 consintió los indultos a los jefes militares y la misma que en 2004 nada dijo sobre la reapertura de los juicios contra militares y policías. Misma sociedad que desprecia a militares y policías, pero que por lo bajo ruegan: “ojalá volvieran los militares”, mientras que los camaradas de esos militares y policías se desentienden porque “zafaron y no hay que hacer olas”.
Los partidos políticos (a los que continuamos votando) que hoy alientan estos juicios, olvidan que sus máximos líderes en 1976 reclamaron el derrocamiento del entonces gobierno por las Fuerzas Armadas y en 1986 y 1987 sus legisladores votaron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final; los mismos que en el 2003 votaron por anular esas leyes que ellos mismo habían sancionado.
La Justicia no quedó afuera, mientras una Suprema Corte en 1987 convalidó las leyes de punto final y obediencia debida, otra en 1990 convalidó los indultos otorgados y otra en 2003 los declaró inconstitucional, y los defendemos para que no paguen ganancias de los obscenos sueldos que cobran. Nobleza obliga, vale recordar el voto de la Dra. Carmen Argibay en contra de la inconstitucionalidad de los indultos al sostener: “… la ley está por encima de las convicciones personales, es cosa juzgada, si no fuera así, tendríamos que estar revisando causas eternamente y nunca tendrían fin las disputas. Si no respetamos lo que dijeron otros tribunales pese a que no nos guste, estamos perdidos”.
Todo este esquizofrénico devenir nos ha llevado a convertirnos en el “hazme reír del mundo”, pues nos hicieron creer que el mundo nos admira por haber juzgado y seguir haciéndolo a militares y policías que combatieron el terrorismo; cuando en rigor de verdad se asombran y hasta se escandalizan por ello, pues no entienden como en nuestro pais se permite manipular y violentar las leyes hasta hacer trizas concepciones inalterables ya universales, como el de la “seguridad jurídica” en el mundo jurídico internacional o el de “paz y seguridad” en mundo civilizado mundial. Simplemente, nos caímos del mundo y lo peor es que naturalizamos esa situación.
Lo cierto es que hoy 2022, 37 años despues de aquel 1985, las aberraciones jurídicas siguen produciéndose en nuestro pais. Como ya casi no queda nadie de aquellas máximas jerarquías de las fuerzas armadas y de seguridad, van ahora por oficiales jóvenes, suboficiales, soldades, agentes, empresarios, sacerdotes y civiles; y como ya casi no quedan hechos para juzgar entre 1976 a 1983, van por casos de 1975 y hasta 1974, todo en aras de seguir “eternizando” estos juicios.
Como dice esa sabia máxima: “Cuando la patria está en peligro, se recurre a Dios y al soldado… cuando el peligro desparece, Dios es olvidado y el soldado es juzgado”. No duele tanto la desaprensión de la sociedad, se sabe cómo es su idiosincrasia, siendo el precio que se paga por defender a la Patria; lo que si duele es la indiferencia de los camaradas de quienes están o fueron juzgados, es una herida en el alma, una lanza que atraviesa y desgarra un viejo corazón.
PrisioneroEnArgentina.com
Octubre 31, 2022