Para escribir esta columna necesito citar a un amigo que siempre dice: “Todo tiene que ver con un todo que viaja en un tren, donde todos los vagones van necesariamente enganchados”
Esta semana no fue excepcional, salvo para la familia del pobre Andrés Blaquier y otras víctimas que cayeron, pero no tuvieron tanta repercusión. Es matar o morir, según un ingeniero que se la jugó.
La ruleta rusa que significa la calle argentina, tomó por víctima a un señor importante y dio visibilidad a una realidad que pone nuestra peor cara ante el espejo.
El problema es que hace 40 años que estamos en silencio y no nos da nauseas ver al comentarista de la muerte, Super Berni, siempre chapoteando sangre como en el baño de Nisman.
Nos acostumbramos a que podemos perder la vida por una BMW volviendo de la final de polo, por un par de zapatillas o una campera en la parada del bondi yendo a laburar, por ser fiscal y presentar una denuncia por corrupción o por un celular a la salida del boliche…
Cualquiera sea la ocasión, nunca la relacionamos como un efecto que corresponde a una causa.
Sobre la desgraciada suerte del empresario Andrés Blaquier, reconocido por sus campos en Pehuajó, escuché y leí todo tipo de idioteces que más vale no reproducir, pero hubo una reflexión que vino a la conciencia de cada vez más gente.
Los argentinos nos hemos entregado al silencio y la mentira cómplice.
Cada tanto filosofamos sobre la vida, la libertad y la propiedad… todos, grandes valores y principios que recordamos cuando nos sacude la tragedia.
Mientras tanto, llevamos 40 años culposos y vergonzantes, en los que nos hemos entregado al lumpenaje.
Hasta en las fiestas más aristocráticas, borrachos y/o drogados, se baila cumbia.
En sus letras se rinde culto al delito explícito, la cosificación de la mujer, el alcohol y la droga.
Es como una gracia transversal, seas de San Justo, Lanús o Recoleta, aguante L-Gante.
Mi madre dice que somos un péndulo que viaja entre extremos por no tomar conciencia.
Hay una relación directa entre morir como un perro por una moto o un par de zapatillas en la calle y haber permitido, como sociedad, con TOTAL INDIFERENCIA, que “los buenos” que evitaron que fuéramos Cuba en los 70, se estén pudriendo lentamente en los calabozos de la mazmorra.
El Malevo Ferreyra nos cantó la justa, pero nadie quiso escuchar. “La política y algunos magistrados se pondrán de acuerdo y la verdad no le importará a nadie”
Hay una relación directa… y nos está llegando la factura de nuestro pecado original.
No es gratis entregar la parte honesta, valiente y patriota de nuestras FFAA y de Seguridad.
No es gratis poner a los terroristas en el gobierno.
No es gratis permitir que ocupen TODOS los organismos del estado.
No es gratis largar chorros y asesinos a mansalva.
No es gratis.
Espero que los argentinos lo empecemos a entender.
En la ruleta rusa que jugamos todos los días en la calle, el silencio paga mal, la indiferencia y el olvido, peor.
Hasta que no nos animemos a redimirnos de nuestro pecado original y se diga la verdad completa, no habrá paz, ni Argentina.
Esta semana no fue excepcional, salvo para la familia del pobre Andrés Blaquier y otras víctimas que cayeron, pero no tuvieron tanta repercusión. Es matar o morir, según un ingeniero que se la jugó.
El Malevo Ferreyra nos cantó la justa, pero nadie quiso escuchar. “La política y algunos magistrados se pondrán de acuerdo y la verdad no le importará a nadie”
PrisioneroEnArgentina.com