Ayer finalizó un año y hoy comenzó otro. Como siempre sucede esta época del año se multiplican los anhelos y deseos de que este año nuevo que nace traiga el ansiado final a esta eterna noche, que se cierne sobre quienes están o han sido juzgados (condenados) en los denominados juicios de lesa humanidad.
Esta aspiración se agiganta sobre el norte de que este nuevo año habrá elecciones presidenciales, lo que nos lleva a creer o por lo menos así lo necesitamos, de que algún político de la oposición se apiadará misericordiosamente de quienes sufren esta injusta y arbitraria situación y pondrá en marcha un mágico remedio que acabe con este mal.
Quienes tenemos la piel curtida de tantas heridas que ha provocado esta eterna persecución y nuestra alma amputada de tanta bronca e impotencia por años y años de combate, sabemos que ningún maná caerá del cielo y lo que no hagamos nosotros por quienes se “pudren” en una cárcel o solo subsisten en detención domiciliaria, nadie lo hará.
Creemos que ya no es tiempo de vanas esperanzas ni ilusorias creencias, sino tiempo de que nos pongamos a pensar que “no hicimos o dejar de hacer” para que no se vea el fin de este insoportable martirio, para actuar en consecuencia.
Si tan solo asumimos la enfermedad sin efectuar un verdadero diagnóstico de la situación y efectuando tratamientos tan solo paliativos, jamás encontraremos el remedio eficaz para la misma. Quizás no querremos asumir que el eficiente antídoto parte de nuestra propia acción.
Ya de nada sirve refunfuñar por WhatsApp o hacer catarsis por las redes sociales.
Una vez un defendido mío me digo: “no espero que mis camaradas se planten frente al Tribunal en un Unimog, sino tan solo verlos sentados en la sala de audiencia al momento de que declaramos o al momento de la sentencia, con una bandera argentina y cantando el himno nacional, tan solo eso”.
Ninguno político, partido, o la sociedad misma se ocupará de estas causas llamadas de lesa humanidad sino primero no se ocupan sus camaradas, sus allegados, sus amigos, los conocidos, para visibilizar lo que está pasando en este país; con firmeza y compromiso inquebrantable. Para que todos vean que estamos juntos no solo entre nosotros sino también con quienes sufren una arbitraria detención y son condenados en verdaderos circos judiciales.
Sino enrojecemos nuestras gargantas de gritar la verdad y cansar nuestras manos de batirlas para que sepan que estamos de pie, dejaremos que un minúsculo grupito que, si alza la voz y bate sus palmas, siga convenciendo al mundo político y judicial que ellos son la verdad y que esta aberración es justa.
No podemos conformarnos con los mendrugos de pan duro que nos arroja el Poder Judicial consistentes en domiciliarias, condenas bajas que habilitan una libertad condicional o efímeras libertad, que tan ardua e incasablemente consiguen los abogados defensores, naturalizando esta situación al punto de festejarlas como un Campeonato del Mundo.
Si seguimos en la quimera de que la solución debe nacer del otro y no de nosotros mismos, seguiremos desojando el almanaque y dejando que pasen los años, para un día enterrar entre lágrimas y sollozos al último de los camaradas presos.
Y es que cada año que comienza, es un viejo y eterno año nuevo.
Como el gran poema de Almafuerte “Piu Avanti”: “No te des por vencido, ni aun vencido, no te sientas esclavo, ni aun esclavo; trémulo de pavor, piénsate bravo, y arremete feroz, ya mal herido”.
No nos cansaremos de repetir una y otra vez que, con aciertos y errores, con virtudes y defectos, los militares, policías y civiles presos defendieron a la sociedad y a la Nación de la demencial agresión terrorista que sufrimos en los años 70, cuya objetivo era convertir al país en una dictadura, bajo el eufemismo de un Estado Socialista, como es Cuba o Vietnam del Norte. Por ello, un soldado jamás debe pedir perdón por haber defendido a su Patria.
Alguna vez Ortega y Gasset digo “Argentinos a las cosas”, alentándonos a que: “No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”.
Decimos hoy en estas primeras horas del nuevo año que se inicia, ya es hora de: “Militares y Policías a las cosas”.
⚖️
Por Dr. Gonzalo P. Miño.
Ayer finalizó un año y hoy comenzó otro. Como siempre sucede esta época del año se multiplican los anhelos y deseos de que este año nuevo que nace traiga el ansiado final a esta eterna noche, que se cierne sobre quienes están o han sido juzgados (condenados) en los denominados juicios de lesa humanidad.
Esta aspiración se agiganta sobre el norte de que este nuevo año habrá elecciones presidenciales, lo que nos lleva a creer o por lo menos así lo necesitamos, de que algún político de la oposición se apiadará misericordiosamente de quienes sufren esta injusta y arbitraria situación y pondrá en marcha un mágico remedio que acabe con este mal.
Quienes tenemos la piel curtida de tantas heridas que ha provocado esta eterna persecución y nuestra alma amputada de tanta bronca e impotencia por años y años de combate, sabemos que ningún maná caerá del cielo y lo que no hagamos nosotros por quienes se “pudren” en una cárcel o solo subsisten en detención domiciliaria, nadie lo hará.
Creemos que ya no es tiempo de vanas esperanzas ni ilusorias creencias, sino tiempo de que nos pongamos a pensar que “no hicimos o dejar de hacer” para que no se vea el fin de este insoportable martirio, para actuar en consecuencia.
Si tan solo asumimos la enfermedad sin efectuar un verdadero diagnóstico de la situación y efectuando tratamientos tan solo paliativos, jamás encontraremos el remedio eficaz para la misma. Quizás no querremos asumir que el eficiente antídoto parte de nuestra propia acción.
Ya de nada sirve refunfuñar por WhatsApp o hacer catarsis por las redes sociales.
Una vez un defendido mío me digo: “no espero que mis camaradas se planten frente al Tribunal en un Unimog, sino tan solo verlos sentados en la sala de audiencia al momento de que declaramos o al momento de la sentencia, con una bandera argentina y cantando el himno nacional, tan solo eso”.
Ninguno político, partido, o la sociedad misma se ocupará de estas causas llamadas de lesa humanidad sino primero no se ocupan sus camaradas, sus allegados, sus amigos, los conocidos, para visibilizar lo que está pasando en este país; con firmeza y compromiso inquebrantable. Para que todos vean que estamos juntos no solo entre nosotros sino también con quienes sufren una arbitraria detención y son condenados en verdaderos circos judiciales.
Sino enrojecemos nuestras gargantas de gritar la verdad y cansar nuestras manos de batirlas para que sepan que estamos de pie, dejaremos que un minúsculo grupito que, si alza la voz y bate sus palmas, siga convenciendo al mundo político y judicial que ellos son la verdad y que esta aberración es justa.
No podemos conformarnos con los mendrugos de pan duro que nos arroja el Poder Judicial consistentes en domiciliarias, condenas bajas que habilitan una libertad condicional o efímeras libertad, que tan ardua e incasablemente consiguen los abogados defensores, naturalizando esta situación al punto de festejarlas como un Campeonato del Mundo.
Si seguimos en la quimera de que la solución debe nacer del otro y no de nosotros mismos, seguiremos desojando el almanaque y dejando que pasen los años, para un día enterrar entre lágrimas y sollozos al último de los camaradas presos.
Y es que cada año que comienza, es un viejo y eterno año nuevo.
Como el gran poema de Almafuerte “Piu Avanti”: “No te des por vencido, ni aun vencido, no te sientas esclavo, ni aun esclavo; trémulo de pavor, piénsate bravo, y arremete feroz, ya mal herido”.
No nos cansaremos de repetir una y otra vez que, con aciertos y errores, con virtudes y defectos, los militares, policías y civiles presos defendieron a la sociedad y a la Nación de la demencial agresión terrorista que sufrimos en los años 70, cuya objetivo era convertir al país en una dictadura, bajo el eufemismo de un Estado Socialista, como es Cuba o Vietnam del Norte. Por ello, un soldado jamás debe pedir perdón por haber defendido a su Patria.
Alguna vez Ortega y Gasset digo “Argentinos a las cosas”, alentándonos a que: “No presumen ustedes el brinco magnífico que dará este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente y sin más, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales, que son egregias, su curiosidad, su perspicacia, su claridad mental secuestradas por los complejos de lo personal”.
Decimos hoy en estas primeras horas del nuevo año que se inicia, ya es hora de: “Militares y Policías a las cosas”.
PrisioneroEnArgentina.com
Enero 2, 2023