Sólo el tiempo, que nunca es generoso para con las cosas que se hacen sin él, podrá decirnos si la posibilidad por la cual me incliné en la nota (la jugada de Milei) fue verdad o únicamente una expresión de deseos y, en realidad, se trató de impericia y candidez del Gobierno.
Lo único indudable es que resultaba una utopía pretender que la “casta” multicolor, responsable -con todos nosotros que la votamos durante décadas- de este proyecto fallido de Nación en que se ha convertido la Argentina, aceptara sancionar una ley que implicaba el fin de muchos de los canonjías y privilegios de los que gozan y lucran, tanto a escala política cuanto personal.
Todos sabíamos que, de seguir el camino descendente que recorrimos hasta el 10 de diciembre, los enormes problemas que nos aquejan –pobreza, miseria, estancamiento, inflación, balcanización social, narcotráfico, corrupción, etc.- no sólo no hubieran desaparecido, sino que se hubieran agudizado, si eso fuera todavía posible. Por eso votamos como lo hicimos.
Javier Milei, a diferencia de tantos otros, dijo en campaña qué haría si llegaba al Gobierno; claramente, y por mucho que duela en el bolsillo individual, está cumpliendo su palabra.
Han transcurrido desde entonces sólo 60 días, un plazo excesivamente breve para exhibir resultados tangibles y tranquilizadores, pero creo que vamos por el buen camino. Pero los innegables y angustiosos apremios que sufren sobre todo las clases medias y empobrecidas harán eclosión si los logros no se comienzan a percibir en los próximos dos meses.
Me preocupa el monumental ajuste que la Casa Rosada está imponiendo a las provincias, por mucho que éstas lo hayan merecido al dilapidar los recursos nacionales. En especial, me aterra pensar qué sucederá cuando Axel Kiciloff traslade el apriete financiero al Conurbano porteño, porque una rápida mirada al mapa permite comprobar que éste se encuentra a muy escasas cuadras de la emblemática Plaza de Mayo, pero a 50 Km de la ciudad de La Plata.
Si la situación se convirtiera verdaderamente en explosiva –no la payasada de las escuálidas manifestaciones de la semana anterior frente al Congreso- podría transformarse en incontrolable, aún con la férrea muñeca de Patricia Bullrich en el tablero de mando de las fuerzas de seguridad.
No me he transformado, de la noche a la mañana, en un ciego seguidor de Milei, a quien reclamo algunas correcciones inmediatas, por ejemplo, en materia de funcionarios y de regímenes especiales, como los de Tierra del Fuego, pero dejaré para un poco más adelante mis críticas, porque las circunstancias lo ameritan.
Mientras tanto, pongamos una vez más el hombro a un Gobierno que está intentando sacar al país del enorme campo de arenas movedizas en el que se va hundiendo hace más de 80 años, y roguemos a Dios, cualquiera sea la forma en que le llamemos, que no olvide que alguna vez fue argentino.
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Sólo el tiempo, que nunca es generoso para con las cosas que se hacen sin él, podrá decirnos si la posibilidad por la cual me incliné en la nota (la jugada de Milei) fue verdad o únicamente una expresión de deseos y, en realidad, se trató de impericia y candidez del Gobierno.
Lo único indudable es que resultaba una utopía pretender que la “casta” multicolor, responsable -con todos nosotros que la votamos durante décadas- de este proyecto fallido de Nación en que se ha convertido la Argentina, aceptara sancionar una ley que implicaba el fin de muchos de los canonjías y privilegios de los que gozan y lucran, tanto a escala política cuanto personal.
Todos sabíamos que, de seguir el camino descendente que recorrimos hasta el 10 de diciembre, los enormes problemas que nos aquejan –pobreza, miseria, estancamiento, inflación, balcanización social, narcotráfico, corrupción, etc.- no sólo no hubieran
desaparecido, sino que se hubieran agudizado, si eso fuera todavía posible. Por eso votamos como lo hicimos.
Javier Milei, a diferencia de tantos otros, dijo en campaña qué haría si llegaba al Gobierno; claramente, y por mucho que duela en el bolsillo individual, está cumpliendo su palabra.
Han transcurrido desde entonces sólo 60 días, un plazo excesivamente breve para exhibir resultados tangibles y tranquilizadores, pero creo que vamos por el buen camino. Pero los innegables y angustiosos apremios que sufren sobre todo las clases medias y empobrecidas harán eclosión si los logros no se comienzan a percibir en los próximos dos meses.
Me preocupa el monumental ajuste que la Casa Rosada está imponiendo a las provincias, por mucho que éstas lo hayan merecido al dilapidar los recursos nacionales. En especial, me aterra pensar qué sucederá cuando Axel Kiciloff traslade el apriete financiero al Conurbano porteño, porque una rápida mirada al mapa permite comprobar que éste se encuentra a muy escasas cuadras de la emblemática Plaza de Mayo, pero a 50 Km de la ciudad de La Plata.
Si la situación se convirtiera verdaderamente en explosiva –no la payasada de las escuálidas manifestaciones de la semana anterior frente al Congreso- podría transformarse en incontrolable, aún con la férrea muñeca de Patricia Bullrich en el tablero de mando de las fuerzas de seguridad.
No me he transformado, de la noche a la mañana, en un ciego seguidor de Milei, a quien reclamo algunas correcciones inmediatas, por ejemplo, en materia de funcionarios y de regímenes especiales, como los de Tierra del Fuego, pero dejaré para un poco más adelante mis críticas, porque las circunstancias lo ameritan.
Mientras tanto, pongamos una vez más el hombro a un Gobierno que está intentando sacar al país del enorme campo de arenas movedizas en el que se va hundiendo hace más de 80 años, y roguemos a Dios, cualquiera sea la forma en que le llamemos, que no olvide que alguna vez fue argentino.
Hasta la próxima nota.
Un gran abrazo.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
Tel. (+5411) ò (011) 4807 4401
Cel. en Argentina (+54911) o (15) 4473 4003
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Febrero 12, 2024