Seguramente, no nos damos cuenta de la ansiedad infligida a nuestros padres por esos quince minutos de demora al volver del colegio, hasta que finalmente traemos un hijo a este mundo y experimentamos como el corazón se quiebra lentamente. Allí comienzan otras responsabilidades, otros miedos, otras sonrisas y miles de preguntas.
El presidente y yo.
Cuando Mauricio Macri baja a la escena terrenal, despojado de privilegios y su prioridad es el cuidado, la atención, el bienestar, la salud de su hija, él y yo somos la misma entidad. En un mundo donde pregonamos, por ejemplo, que en deportes nuestros niños deben disfrutar y no sufrir el pesar de conseguir un resultado o que sus momentos como infantes no deben ser interrumpidos, escuelas abusan de ellos inundando sus mentes con algo que desconocen, que no entienden. Pero Macri parece no afligido con esto. Él ha homenajeado terroristas y ahora -quiero creer- sufre las esquirlas de ese terrorismo en el riesgo que su hija está corriendo. Antonia Macri sufre el peligro de ser secuestrada, ser aleccionada, sufrir el síndrome de Estocolmo o ser asesinada. Mi familia y yo somos víctimas de Macri y por consiguiente en todo estamos muy distantes, no así como padres en donde imagino compartimos preocupaciones. ¿Será la niña Antonia un sacrificio, para eternizarse en el poder? ¿Vale la pena la sangre de un niño, como los Barrios, los Violas, los Lambruschinis, para tal causa? Es mi expresión de deseo que el Presidente despierte de su largo letargo, renuncie a las infusiones de Valeriana o Manzanilla y comience a actuar. Ya tiene a sus enemigos, que son nuestros enemigos en la puerta.
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Asesinados por el terrorismo, olvidados por la democracia
Por María Ferreyra.
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Seguramente, no nos damos cuenta de la ansiedad infligida a nuestros padres por esos quince minutos de demora al volver del colegio, hasta que finalmente traemos un hijo a este mundo y experimentamos como el corazón se quiebra lentamente. Allí comienzan otras responsabilidades, otros miedos, otras sonrisas y miles de preguntas.
El presidente y yo.
Cuando Mauricio Macri baja a la escena terrenal, despojado de privilegios y su prioridad es el cuidado, la atención, el bienestar, la salud de su hija, él y yo somos la misma entidad. En un mundo donde pregonamos, por ejemplo, que en deportes nuestros niños deben disfrutar y no sufrir el pesar de conseguir un resultado o que sus momentos como infantes no deben ser interrumpidos, escuelas abusan de ellos inundando sus mentes con algo que desconocen, que no entienden. Pero Macri parece no afligido con esto. Él ha homenajeado terroristas y ahora -quiero creer- sufre las esquirlas de ese terrorismo en el riesgo que su hija está corriendo. Antonia Macri sufre el peligro de ser secuestrada, ser aleccionada, sufrir el síndrome de Estocolmo o ser asesinada. Mi familia y yo somos víctimas de Macri y por consiguiente en todo estamos muy distantes, no así como padres en donde imagino compartimos preocupaciones. ¿Será la niña Antonia un sacrificio, para eternizarse en el poder? ¿Vale la pena la sangre de un niño, como los Barrios, los Violas, los Lambruschinis, para tal causa? Es mi expresión de deseo que el Presidente despierte de su largo letargo, renuncie a las infusiones de Valeriana o Manzanilla y comience a actuar. Ya tiene a sus enemigos, que son nuestros enemigos en la puerta.
Asesinados por el terrorismo, olvidados por la democracia
PrisioneroEnArgentina.com
Septiembre 1, 2017
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