Cuando ya había cerrado mi nota, Javier Milei se comunicó con la Diputada Silvia Lopennato, autora del proyecto de ley de “ficha limpia” que, al no ser votado en diputados, perdió estado parlamentario.
Le dijo, aparentemente, que el Gobierno impulsará, en el próximo período de sesiones ordinarias del H° Aguantadero, la sanción de otro proyecto sobre el mismo tema, pero modificado para que no parezca estar dirigido exclusivamente a Cristina Elizabet Fernández, y que pondría a Alejandro Fargosi a trabajar de inmediato en él.
Obviamente, si tal cosa se concretara, pediré públicas disculpas por cuanto dije en esa columna y me tragaré encantado mis palabras.
Por otra parte, desde La Libertad Avanza se dejó trascender que el kirchnerismo había amenazado, en caso de ser votada la ley en cuestión, utilizaría su fuerza legislativa en Diputados para desplazar a Martín Menem de la Presidencia de la Cámara, imponiendo a un opositor (Emilio Monzó, de la bancada que conduce Miguel Pichetto) que, así, pasaría a integrar la lista de sucesión en caso de acefalía.
Al respecto, debo decir que nada impediría, a pesar de haber caído el trámite actual, que Unión por la Patria, siempre tan voluble y atada a las faldas de su mentora condenada, faltase a su teórica palabra e intentase algo por el estilo.
Y eso nos lleva, necesariamente a reflexionar sobre las elecciones de medio término, que se substanciarán en octubre de 2025.
Si Karina Milei y Santiago Caputo pretendieran competir solos en la Provincia de Buenos Aires, y enfrentar allí a una candidatura de Cristina Fernández y de alguno de sus acólitos, estarían haciéndose cargo de una inmensa tarea, ya que la III Sección Electoral sigue siendo definitoria, y allí ella sigue teniendo un peso enorme.
Claro que, si lograran derrotarla, terminaría definitivamente su carrera de líder política y ladrona contumaz, y abriría la posibilidad de una efectiva renovación del Partido Justicialista, hoy obturada por su pertinaz presencia.
Pero el riesgo seguirá siendo alto salvo que, para entonces, la recuperación económica – y, con ella, la creación de puestos de trabajo y mejora importante en los salarios – se percibiera nítidamente en la calle.
Parte de eso lo veremos en diciembre, tradicionalmente un mes en que aparecen, disfrazadas de espontáneas, protestas de todo tipo y hasta saqueos a supermercados.
El desplazamiento de Pablo Moyano del triunvirato de la CGT y su alianza con los sectores más radicalizados de ambas vertientes de la CTA y con los piqueteros ahora golpeados por el procesamiento de sus líderes por corrupción, al cual se ha sumado el sempiterno Luis D’Elía con su propias hordas de La Matanza, van en ese sentido y han comenzado a mostrar los dientes.
Pero la historia no se repite y hoy, enfrente, tienen a una Ministro de Seguridad, Patricia Bullrich, que cuenta con el respaldo presidencial y el apoyo irrestricto de la opinión pública para evitar, con toda la fuerza del Estado, desmanes y piquetes.
No puedo cerrar el capítulo local de esta respuesta sin hacer referencia a la enorme degradación moral en que ha caído mi querido Ejército Argentino; cuando sus generales exhiben sus aprietes y miserias en público vuelve a mi memoria una terrible frase de Leopoldo Lugones: “Cabe preguntar qué vale más, si aquellos años de guerra abierta, cruel pero varonil, o los presentes de asfixia moral, de lepra sorda, de cobardías y de sensualismos de camastros”.
Quedó a la vista que todas las encuestas nuevamente se equivocaron, esta vez en el caso de Uruguay, donde el Frente Amplio obtuvo una franca mayoría en el ballotage del domingo pasado. Y, con ellas, también fenecieron mis esperanzas de que Alvaro Delgado, del Partido Nacional o Blanco, fuera elegido Presidente.
Pero ese, mi otro país, es un ejemplo de institucionalidad que brilla como una flor en el panorama de la región y nadie podrá alterar demasiado el rumbo económico que un tan exitoso Luis Lacalle Pou impuso durante los últimos cinco años.
Salvo que, contra todos los pronósticos, Yamandú Orsi permitiera a los gremios, sobre todo a los docentes, destruir cuanto se ha hecho, el futuro sólo traerá matices y no rupturas.
En Venezuela, el tirano Nicolás Maduro y el verdadero jefe, Diosdado Cabello, siguen apretando las tornas contra la oposición, ahora acosando la casa en que vive la madre de María Corina Machado, la heroína que logró unificar a la oposición y llevó al triunfo a Edmundo González, el Presidente electo que ha debido exiliarse en España. También ha reanudado el sitio a la Embajada de la Argentina, a cargo de Brasil por la ruptura de relaciones, donde se encuentran refugiados seis opositores a los cuales el régimen sigue negándoles los salvoconductos para salir del país, como nuestro Gobierno ha reclamado insistentemente.
Y lo mismo hace el asesino Daniel Ortega en Nicaragua, que ha llegado a la payasada de designar a su mujer, Rosario Murillo, como “co-presidente”, mientras arrasa a sangre y fuego con todas las libertades y derechos de su pueblo, en exacta semejanza a lo que sucede, desde hace seis décadas, en Cuba.
Mi preocupación por la forma en que Vladimir Putin está conduciendo la guerra invasora contra Ucrania, reiterando sus amenazas de utilizar armamento táctico nuclear e incrementándolas con las pruebas militares de horrorosos misiles de largo alcance, cada día se agrava más.
El Presidente ruso puede tener problemas internos en lo inmediato, por el fuerte impacto que las sanciones económicas que le han impuesto los Estados Unidos y Europa, sobre todo al impedir a sus bancos mover dinero de cobros y pagos a través del sistema financiero occidental, ya que es probable que tenga que enfrentar un creciente descontento popular, aunque dudo mucho que lleguen a una rebelión civil capaz de derribarlo.
Por último espero, contra toda esperanza, que las partes respeten el alto el fuego firmado entre Israel y Hezbollah en el Líbano, y que la paz se extienda a todo Medio Oriente, especialmente a la Franja de Gaza.
◘
Por Dr. Enrique Guillermo Avogadro.
Cuando ya había cerrado mi nota, Javier Milei se comunicó con la Diputada Silvia Lopennato, autora del proyecto de ley de “ficha limpia” que, al no ser votado en diputados, perdió estado parlamentario.
Le dijo, aparentemente, que el Gobierno impulsará, en el próximo período de sesiones ordinarias del H° Aguantadero, la sanción de otro proyecto sobre el mismo tema, pero modificado para que no parezca estar dirigido exclusivamente a Cristina Elizabet Fernández, y que pondría a Alejandro Fargosi a trabajar de inmediato en él.
Obviamente, si tal cosa se concretara, pediré públicas disculpas por cuanto dije en esa columna y me tragaré encantado mis palabras.
Por otra parte, desde La Libertad Avanza se dejó trascender que el kirchnerismo había amenazado, en caso de ser votada la ley en cuestión, utilizaría su fuerza legislativa en Diputados para desplazar a Martín Menem de la Presidencia de la Cámara, imponiendo a un opositor (Emilio Monzó, de la bancada que conduce Miguel Pichetto) que, así, pasaría a integrar la lista de sucesión en caso de acefalía.
Al respecto, debo decir que nada impediría, a pesar de haber caído el trámite actual, que Unión por la Patria, siempre tan voluble y atada a las faldas de su mentora condenada, faltase a su teórica palabra e intentase algo por el estilo.
Y eso nos lleva, necesariamente a reflexionar sobre las elecciones de medio término, que se substanciarán en octubre de 2025.
Si Karina Milei y Santiago Caputo pretendieran competir solos en la Provincia de Buenos Aires, y enfrentar allí a una candidatura de Cristina Fernández y de alguno de sus acólitos, estarían haciéndose cargo de una inmensa tarea, ya que la III Sección Electoral sigue siendo definitoria, y allí ella sigue teniendo un peso enorme.
Claro que, si lograran derrotarla, terminaría definitivamente su carrera de líder política y ladrona contumaz, y abriría la posibilidad de una efectiva renovación del Partido Justicialista, hoy obturada por su pertinaz presencia.
Pero el riesgo seguirá siendo alto salvo que, para entonces, la recuperación económica – y, con ella, la creación de puestos de trabajo y mejora importante en los salarios – se percibiera nítidamente en la calle.
Parte de eso lo veremos en diciembre, tradicionalmente un mes en que aparecen, disfrazadas de espontáneas, protestas de todo tipo y hasta saqueos a supermercados.
El desplazamiento de Pablo Moyano del triunvirato de la CGT y su alianza con los sectores más radicalizados de ambas vertientes de la CTA y con los piqueteros ahora golpeados por el procesamiento de sus líderes por corrupción, al cual se ha sumado el sempiterno Luis D’Elía con su propias hordas de La Matanza, van en ese sentido y han comenzado a mostrar los dientes.
Pero la historia no se repite y hoy, enfrente, tienen a una Ministro de Seguridad, Patricia Bullrich, que cuenta con el respaldo presidencial y el apoyo irrestricto de la opinión pública para evitar, con toda la fuerza del Estado, desmanes y piquetes.
No puedo cerrar el capítulo local de esta respuesta sin hacer referencia a la enorme degradación moral en que ha caído mi querido Ejército Argentino; cuando sus generales exhiben sus aprietes y miserias en público vuelve a mi memoria una terrible frase de Leopoldo Lugones: “Cabe preguntar qué vale más, si aquellos años de guerra abierta, cruel pero varonil, o los presentes de asfixia moral, de lepra sorda, de cobardías y de sensualismos de camastros”.
Quedó a la vista que todas las encuestas nuevamente se equivocaron, esta vez en el caso de Uruguay, donde el Frente Amplio obtuvo una franca mayoría en el ballotage del domingo pasado. Y, con ellas, también fenecieron mis esperanzas de que Alvaro Delgado, del Partido Nacional o Blanco, fuera elegido Presidente.
Pero ese, mi otro país, es un ejemplo de institucionalidad que brilla como una flor en el panorama de la región y nadie podrá alterar demasiado el rumbo económico que un tan exitoso Luis Lacalle Pou impuso durante los últimos cinco años.
Salvo que, contra todos los pronósticos, Yamandú Orsi permitiera a los gremios, sobre todo a los docentes, destruir cuanto se ha hecho, el futuro sólo traerá matices y no rupturas.
En Venezuela, el tirano Nicolás Maduro y el verdadero jefe, Diosdado Cabello, siguen apretando las tornas contra la oposición, ahora acosando la casa en que vive la madre de María Corina Machado, la heroína que logró unificar a la oposición y llevó al triunfo a Edmundo González, el Presidente electo que ha debido exiliarse en España. También ha reanudado el sitio a la Embajada de la Argentina, a cargo de Brasil por la ruptura de relaciones, donde se encuentran refugiados seis opositores a los cuales el régimen sigue negándoles los salvoconductos para salir del país, como nuestro Gobierno ha reclamado insistentemente.
Y lo mismo hace el asesino Daniel Ortega en Nicaragua, que ha llegado a la payasada de designar a su mujer, Rosario Murillo, como “co-presidente”, mientras arrasa a sangre y fuego con todas las libertades y derechos de su pueblo, en exacta semejanza a lo que sucede, desde hace seis décadas, en Cuba.
Mi preocupación por la forma en que Vladimir Putin está conduciendo la guerra invasora contra Ucrania, reiterando sus amenazas de utilizar armamento táctico nuclear e incrementándolas con las pruebas militares de horrorosos misiles de largo alcance, cada día se agrava más.
El Presidente ruso puede tener problemas internos en lo inmediato, por el fuerte impacto que las sanciones económicas que le han impuesto los Estados Unidos y Europa, sobre todo al impedir a sus bancos mover dinero de cobros y pagos a través del sistema financiero occidental, ya que es probable que tenga que enfrentar un creciente descontento popular, aunque dudo mucho que lleguen a una rebelión civil capaz de derribarlo.
Por último espero, contra toda esperanza, que las partes respeten el alto el fuego firmado entre Israel y Hezbollah en el Líbano, y que la paz se extienda a todo Medio Oriente, especialmente a la Franja de Gaza.
Hasta pronto.
Un abrazo fuerte.
Enrique Guillermo Avogadro
Abogado
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Diciembre 2, 2024
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