En los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, un escuadrón de pilotos mexicanos saltó a la historia. Conocido como el Escuadrón 201, o las Águilas Aztecas, esta unidad de élite de la Fuerza Aérea Mexicana se convirtió en la única fuerza militar mexicana en combatir fuera de las fronteras nacionales, luchando junto a los Aliados en el Teatro del Pacífico.
La historia comienza en mayo de 1942, cuando submarinos alemanes hundieron dos petroleros mexicanos, el Potrero del Llano y el Faja de Oro, en el Golfo de México. Indignado, el presidente Manuel Ávila Camacho declaró la guerra a las potencias del Eje, alineando a México con la causa aliada. Pero la contribución de México iría más allá de la diplomacia y los recursos: tomaría vuelo.
A mediados de 1944, más de 300 voluntarios, incluyendo 36 pilotos y más de 260 tripulantes de tierra, formaron el 201.º Escuadrón de Cazas. Entrenados en Estados Unidos bajo el Acuerdo de Préstamo y Arriendo, estos hombres dominaron el formidable P-47D Thunderbolt, apodado cariñosamente El Jarro por los pilotos mexicanos. Su entrenamiento los llevó desde Randolph Field en Texas hasta Pocatello, Idaho, donde perfeccionaron sus habilidades en vuelo en formación, artillería y apoyo aéreo táctico.
En marzo de 1945, las Águilas Aztecas zarparon de San Francisco rumbo a Filipinas, donde se incorporaron al 58.º Grupo de Cazas del Ejército estadounidense. Desde su base cerca de Clark Field en Luzón, volaron 59 misiones de combate entre junio y agosto, atacando posiciones japonesas en Luzón y Formosa. Sus misiones incluyeron bombardeos, apoyo terrestre a la infantería estadounidense y transporte de aeronaves a través del Pacífico.
A pesar de su breve despliegue, las Águilas Aztecas dejaron un legado perdurable. Sus aeronaves portaban insignias tanto estadounidenses como mexicanas, un poderoso símbolo de cooperación binacional. Su mascota, Panchito Pistoles de Disney, un gallo de gatillo fácil de Los Tres Caballeros, encarnaba su férrea determinación.
El escuadrón regresó a México en noviembre de 1945, recibido como héroes. Sin embargo, con el tiempo, su historia se desvaneció de la memoria pública. No fue hasta décadas después que sus contribuciones fueron reconocidas formalmente. En 2004, Filipinas otorgó al Escuadrón 201 la Legión de Honor, en reconocimiento a su papel en la liberación de Luzón.
Hoy, un barrio y una estación de metro de la Ciudad de México llevan el nombre del escuadrón. Pero quizás su mayor legado resida en lo que representaron: una nación que se perfilaba como un héroe mundial y un grupo de jóvenes que demostraron que el valor no conoce fronteras.
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En los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial, un escuadrón de pilotos mexicanos saltó a la historia. Conocido como el Escuadrón 201, o las Águilas Aztecas, esta unidad de élite de la Fuerza Aérea Mexicana se convirtió en la única fuerza militar mexicana en combatir fuera de las fronteras nacionales, luchando junto a los Aliados en el Teatro del Pacífico.
La historia comienza en mayo de 1942, cuando submarinos alemanes hundieron dos petroleros mexicanos, el Potrero del Llano y el Faja de Oro, en el Golfo de México. Indignado, el presidente Manuel Ávila Camacho declaró la guerra a las potencias del Eje, alineando a México con la causa aliada. Pero la contribución de México iría más allá de la diplomacia y los recursos: tomaría vuelo.
A mediados de 1944, más de 300 voluntarios, incluyendo 36 pilotos y más de 260 tripulantes de tierra, formaron el 201.º Escuadrón de Cazas. Entrenados en Estados Unidos bajo el Acuerdo de Préstamo y
Arriendo, estos hombres dominaron el formidable P-47D Thunderbolt, apodado cariñosamente El Jarro por los pilotos mexicanos. Su entrenamiento los llevó desde Randolph Field en Texas hasta Pocatello, Idaho, donde perfeccionaron sus habilidades en vuelo en formación, artillería y apoyo aéreo táctico.
En marzo de 1945, las Águilas Aztecas zarparon de San Francisco rumbo a Filipinas, donde se incorporaron al 58.º Grupo de Cazas del Ejército estadounidense. Desde su base cerca de Clark Field en Luzón, volaron 59 misiones de combate entre junio y agosto, atacando posiciones japonesas en Luzón y Formosa. Sus misiones incluyeron bombardeos, apoyo terrestre a la infantería estadounidense y transporte de aeronaves a través del Pacífico.
A pesar de su breve despliegue, las Águilas Aztecas dejaron un legado perdurable. Sus aeronaves portaban insignias tanto estadounidenses como mexicanas, un poderoso símbolo de cooperación binacional. Su mascota, Panchito Pistoles de Disney, un gallo de gatillo fácil de Los Tres Caballeros, encarnaba su férrea determinación.
El escuadrón regresó a México en noviembre de 1945, recibido como héroes. Sin embargo, con el tiempo, su historia se desvaneció de la memoria pública. No fue hasta décadas después que sus contribuciones fueron reconocidas formalmente. En 2004, Filipinas otorgó al Escuadrón 201 la Legión de Honor, en reconocimiento a su papel en la liberación de Luzón.
Hoy, un barrio y una estación de metro de la Ciudad de México llevan el nombre del escuadrón. Pero quizás su mayor legado resida en lo que representaron: una nación que se perfilaba como un héroe mundial y un grupo de jóvenes que demostraron que el valor no conoce fronteras.
PrisioneroEnArgentina.com
Julio 9, 2025
Tags: Aviación, México, Segunda Guerra MundialRelated Posts
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